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Ahora bien, Europa sigue siendo un ente, que no un estado, con 743 millones de habitantes, mientras que la de Rusia, sin contar las bajas de la invasión, ronda los 144 millones. Su PIB, es unas 9 veces mayor que Rusia, aunque Moscú destinó en 2024 al esfuerzo militar 462.000 millones de dólares, frente a los 457.000 de la UE y el Reino Unido. Pero eso es algo que se puede revertir y, si el conflicto no empieza en un periodo corto para que la industria se prepare, en 5 años esa proporción del gasto en defensa se puede mejorar y obtener sus frutos. Y por supuesto, lo más difícil: hacen falta un líder y altura de miras.
Hay que asumirlo. Europa está sola frente a Rusia, pero es muy superior a Rusia, excepto en número de cabezas nucleares. Aunque en puridad lo que le falta son armas nucleares tácticas, porque en número de ojivas tradicionales, con el empleo de las que tienen Francia y el Reino Unido no sobrevivirían ni Rusia ni Europa, si es que nos empeñamos o se empeña Putin en que Rusia no forme parte de Europa.
Hay otro factor importante en esta nueva era y nuevo reparto de poder, que es la necesidad de aumentar recursos humanos en Europa y, también, al igual que pasó con la caída del imperio romano, hay que asimilar nuevas culturas y mentalidades a la Unión. Y eso implica que quizás sea hora de tomar la decisión de aceptar el ingreso de Turquía en Europa. Sus 85 millones de habitantes, sus potentes fuerzas armadas, su industria militar, y su pertenencia a la OTAN supondrían una ayuda importante en caso de crisis o conflicto con Rusia, y ampliaría la perspectiva europea con la asiática. Turquía, siempre ha sido, es y lo sigue siendo, un nexo de unión entre los dos mundos, occidental y asiático, y ahora que Occidente languidece necesita tomar medidas audaces y prácticas que ayuden a que Europa sea vista como una verdadera potencia entre los tres poderes que al parecer van a regir lo que resta del Siglo XXI y más allá.

Fig. 2. Las banderas de Turquía y la Unión Europea ondean cerca de una mezquita de Estambul Imagen: Epa_Tolga Bozoglu/dpa/picture alliance.
Tal y como incluía el Informe de la Comisión Independiente para Turquía en sus conclusiones de septiembre del 2004: “Turquía es un país euroasiático, su cultura e historia está estrechamente entrelazada con Europa, con una fuerte orientación Europea y una vocación europea que ha sido aceptada durante décadas por parte de los gobiernos europeos… Ningún gobierno puede reivindicar que estas decisiones, incluyendo las conclusiones del Consejo Europeo de Copenhague de 2002 acerca de las negociaciones para la adhesión, no fueron adoptadas con pleno conocimiento de todas las circunstancias”.

Fig. 3 . LHD Anadolu, Fuente: Galaxia Militar.
Turquía obtuvo en 1999 la categoría de país candidato a la UE al disponer de las características básicas de un sistema democrático, aunque también tuviera deficiencias en materia de derechos humanos y protección de las minorías. Otro nuevo rechazo, dados los innegables progresos realizados por Turquía, supondría una confirmación de la afirmación de Atatürk: “Occidente siempre ha visto con prejuicios a los turcos, pero nosotros los turcos siempre hemos avanzado sistemáticamente hacia Occidente”.
El ingreso de Turquía en Europa sería una prueba de la compatibilidad del Islam con la democracia, e implicaría mirar a Europa como una sociedad tolerante y que asume la diversidad cultural. Este hecho negaría la teoría de Huntington sobre “el choque de civilizaciones” y ayudaría a que la nula relevancia geopolítica que tiene la Unión Europea sufriera un cambio radical y pudiera asumir una mayor responsabilidad geopolítica en el mundo, ya que Turquía ayudaría debido a su calidad de actor relevante, en un ámbito, Oriente Medio, Cáucaso, y Asia Central, que es algo ajeno a la Unión Europea y daría una nueva dimensión al papel de Europa en esa región, de vital importancia.
A ello hay que sumar la importante capacidad militar de Turquía y su privilegiada posición como base adelantada hacia Asia, que darían un fuerte impulso a la Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD), y sería de gran valor para el sistema defensivo europeo. Y por último, Turquía aumentaría el peso económico de la Unión Europea, ya que tiene un enorme potencial por sus recursos y mano de obra joven, su mercado de 85 millones de habitantes y su situación clave como país de tránsito de suministros energéticos. Por supuesto, habrá detractores a esta idea, pero después del espectáculo del pasado día 28 de febrero cuesta distinguir quiénes son los buenos, y Turquía lleva dando guerra antes de que Colón y los Pinzón llegaran al nuevo continente. Así que ya se sabe: renovarse o morir.
Juan Ángel López Díaz
Coronel de Infantería de Marina (R)
Miembro de AEME, del Centro de Pensamiento Naval y Eurodefensa España
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