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Partitocracia y “Consenso”

Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset.
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Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset.

LA CRÍTICA, 25 SEPTIEMBRE 2025

Por Manuel Pastor Martínez
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Nuestro gran pensador y escritor don Miguel de Unamuno sostenía que él era un hombre “entero” y por tanto no de partido. Ortega y Gasset completaba la observación diciendo que los partidos normalmente son expresión de hemiplejías políticas. (...)

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Dos siglos antes –precediendo a los ilustrados escoceses (Smith, Hume) y americanos (Hamilton, Madison, Washington) críticos del “espíritu de partido”– el poeta y ensayista inglés Alexander Pope había escrito que los partidos son locuras de muchos (las masas) para beneficio de pocos (las élites):”Party is the madness of many, for the gain of a few”, aforismo fechado en 1714, que algunos críticos consideran fragmento de la carta a un amigo: “I find myself hoping a total end of all the unhappy divisions of mankind by party-spirit, which at best is the madness of many for the gain of a few.”

Tales pensamientos apuntaban a lo que hoy se considera –así lo han diagnosticado notables sociólogos y politólogos– un grave problema (un “cáncer”, me he permitido llamarlo) de las democracias occidentales: la partitocracia, y su carácter esencialmente antidemocrático.

Creo que he dedicado ya suficientes artículos en La Crítica a este problema que fue enunciado y analizado por los teóricos de las élites y de la estasiología más prestigiosos en Europa (Mosca, Pareto, Michels, Ostrogorsky, Duverger, etc.) y en España (Costa, Ortega, Fernández de la Mora, etc.).

“Consenso”, es un término político corriente en los sistemas bipartidistas del Establishment, también usado por la Mafia, como nos recordaba Hughes en su artículo “El enemigo sigue siendo el Consenso” (La Gaceta de la Iberoesfera, 1 de junio de 2025).

El sociólogo radical de la Universidad de Chicago Saul Alinsky (maestro directo de César Chavez y Hillary Clinton, e indirecto de Barack Obama), se había inspirado precisamente en los métodos mafiosos, gracias a cierta relación personal suya con los capos Frank Nitti y Paul Ricca –sucesores de Al Capone en el Outfit de Chicago– para su concepción estratégica de la “revuelta” política radical.

Los herederos de Al Capone optaron mayormente por unos métodos violentos (interiores y exteriores a la organización), mientras otros sectores de la Mafia estadounidense, como la representada por el boss Joseph Bonanno, jefe de una de las familias de New York, practicaron –mientras fue posible– los métodos del “consenso” (véase su autobiografía: J. Bonanno with S. Lalli, A Man of Honor, New York, 1983, página 124). Tras la violencia desatada por la llamada “Guerra Castellammarese” las cinco familias mafiosas de New York (de los bosses Luciano, Gagliano, Profaci, Mangano y Bonanno) decidieron adoptar –según relata Bonanno– un sistema de convivencia pacífica y “consenso” bajo el nombre The Commission, que funcionó con algunas excepciones entre los años 1930s y 1970s.

Parece que entre los discípulos mencionados de Alinsky, Hillary Clinton se inclinó pronto por el “consenso”, mientras el joven radical Obama inicialmente sintió una cierta simpatía por los métodos de presión extraparlamentarios de los modelos alternativos de “organización comunitaria”, con ideas complementarias tercermundistas o filocomunistas, de diferentes afroamericanos en el “Chicago Congo” (Malcolm X, Frank Marshall Davis, Alice Palmer, Jeremiath Wrigth, Valerie Jarrett, etc.), en paralelo a su admiración por los escritos de comunistas africanos, como Frantz Fanon y las ideas imaginadas o soñadas de su propio padre, expuestas en Dreams from my Father (1995).

Me interesa subrayar aquí el hecho de que el “consenso” es un factor decisivo en la formación y consolidación de las partitocracias, merecedor de análisis más extensos de la relación entre ambos.

Un curioso y extraño precedente del actual consenso entre los socialistas (más o menos radicales) y los democristianos, que caracteriza típicamente al Establishment europeo (consenso hoy visible en el Parlamento Europeo entre la Socialdemocracia y la Democracia Cristiana, y en pequeña escala España hasta hace poco entre el PSOE y el PP), lo simbolizó Alinsky en sus intentos de colaboración con la Iglesia Católica en EEUU (populismo sindicalista y religioso de su discípulo César Chávez, obispos de Chicago Sheil y Egan…) y en Francia (relaciones con Jacques Maritain, Thierry Quinqueton, editorial democristiana Desclée de Brouwer…), teniendo ramificaciones en las posiciones políticas diversas, por ejemplo, de la izquierda jesuítica (de la revista America), las corrientes partidistas de Robert y Edward Kennedy (en el seno del Partido Demócrata) o múltiples ejemplos entre los adeptos a la Teología de la Liberación –en el caso de Obama a la Teología Negra de la Liberación (J. Cone, J. Wright, C. West)–, y más recientemente a la Teología del Pueblo del Papa Francisco, en todo el espectro “progresista” del centro-derecha, centro-izquierda e izquierda.

Es una simple hipótesis, como decía, merecedora de investigaciones y análisis más profundos y detallados.

Manuel Pastor Martínez


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Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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