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LA ESPAÑA INCONTESTABLE

Roldano: el perro español del sucesor del moderno Poseidón

'El perro Roldano', Aurelio Lomi (1597-1604). (Foto: https://commons.wikimedia.org/).
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"El perro Roldano", Aurelio Lomi (1597-1604). (Foto: https://commons.wikimedia.org/).

LA CRÍTICA, 7 ENERO 2023

Por Hugo Vázquez Bravo
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Aquí yace el gran Roldano, perro del príncipe Giovanni Andrea Doria, el cual, por su mucha fidelidad y benevolencia, fue merecedor de este recuerdo, y porque observó en vida tan notoriamente ambas condiciones, a su muerte se decidió que sus restos fueran depositados junto al sumo Júpiter, como verdaderamente digno de la real custodia. Vivió 11 años y 10 meses, murió en septiembre de 1605, día 8, a las 8 de la noche”. (...)

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En el año 1528 los franceses intentaron una vez más arrebatar Nápoles a los españoles. Como en las múltiples ocasiones anteriores, de nuevo su superioridad auguraba un aciago futuro y, sin embargo, la Providencia volvió a permitir que los galos cosechasen otra derrota. En este caso, el factor determinante fue que el gran Andrea Doria dirigiese su armada hacia la capital ubicada a las faldas del Vesubio, para romper el cerco enemigo que trataba de ahogarla.

Andrea Doria nació en 1466. A los 17 años quedó huérfano, desgracia que tornó en virtud, al verse obligado a fraguar su propio destino. Se enroló en la guardia personal del Papa Inocencio VIII, que comandaba su tío, pero muerto el pontífice retornó a Génova. La situación política en la Italia de entonces era sumamente cambiante, y él supo como nadie hacerse un hueco y un nombre, prestando sus servicios y estableciendo las alianzas más acordes con sus intereses. De este modo, alternó su apoyo a Francisco I de Francia y luego a Clemente VII.

No obstante, la acción que antes mencionaba ocurrida en 1528, supuso el principio de una relación larguísima y sin fisuras entre este personaje, que se hizo retratar como el mismísimo Poseidón (o Neptuno, depende de la tradición; dios de los mares y océanos), y Carlos V, a quien todos aclamaban como el nuevo César. El rey, sabedor de su valía, le nombró almirante mayor, canciller del reino, príncipe de Melfi e incluso le recibió como caballero de la prestigiosa orden del Toisón de Oro.

En los años siguientes sus galeras combatieron en todos los hechos de armas que se produjeron en el Mediterráneo: en la campaña de Túnez, la batalla de Prevesa y la campaña de Argel, con dispar fortuna, aunque siempre haciendo gala de una infatigable lealtad, pues se dice que en esta última ocasión él ya había advertido del peligro existente. Por su parte, en las cálidas aguas de su feudo, donde únicamente estaba dispuesto a admitir la soberanía del emperador cristiano y católico del Sacro Imperio, no dejó de combatir a los otomanos. Gran rival de Barbarroja, fueron más las ocasiones en que los seguidores de la media luna salieron derrotados ante sus naves, siendo una de sus gestas más notables la conquista de Castelnuovo (Montenegro).

En Génova participó de la reorganización del gobierno de la República, que había ido cayendo en manos de los franceses y españoles sucesivamente. Se le escogió como Dux, la máxima autoridad a la que podía aspirar, pero éste lo rechazó, permitiendo que le nombrasen, en cambio, “Padre de la Patria”. Esto no significa que, como en el resto de Estados italianos, careciese de enemigos o facciones rivales en la citada ciudad. De hecho, en 1547, resolvió con autoridad una conjura que había tejido contra él y su familia Giovanni Luigi Fieschi. Como resultado, se consolidó el poder en manos de una oligarquía financiera que estaba muy ligada a los intereses españoles en Europa. Estos últimos, para poder prestarle apoyo en caso de necesidad, establecieron una guarnición permanente en una fortaleza.

En el año 1556 Felipe II accedió al trono. A pesar de su avanzada edad, Andrea seguía siendo un personaje admirado y temido, por lo que el rey español le instó a formar parte del Consejo de Estado. Por otro lado, el italiano delegaba en su sobrino y sucesor Giovanni Andrea Doria el mando de la armada genovesa. El relevo estaba tomando forma y, seis años después, a los 93 años, el magnífico almirante falleció.

La continuidad en el servicio de los Doria a la monarquía española estaba garantizada. Giovanni tomó parte, como su tío, en todos los episodios de relevancia que tuvieron lugar en el Mediterráneo. En él reposó el rey la responsabilidad de traer a España a la emperatriz María tras la muerte de su esposo el emperador Maximiliano II y, tiempo después, así mismo, Felipe III le encomendó traer escoltada a la Corte a su esposa Margarita de Austria junto con toda su familia y séquito.

Sin embargo, las acciones que le reportaron un mayor prestigio, ambas contra el ejército otomano, fueron el auxilio prestado a Malta, posesión española que Carlos V puso a disposición de la orden de Malta, y su concurso en la liga que obtuvo la victoria en la conocida batalla de Lepanto. Con todo, es cierto que los tiempos habían cambiado, pues si la hegemonía de su tío en las aguas del Mediterráneo había sido incontestable, navegando a su lado otros grandes almirantes como Álvaro de Bazán, el viejo. Ahora era el hijo de este último, también llamado Álvaro de Bazán, I marqués de Santa Cruz, quien había tomado el relevo como el primero de los marinos en ese ámbito.

Aun así, como símbolo de reconocimiento a la gran contribución de la familia Doria a la Corona española, en los últimos años de su reinado, Felipe II le entregó a Giovanni uno de los regalos de Estado más preciados y con una mayor significación, un perro que era emblema tradicional de la más alta lealtad y de la más exquisita fidelidad. Aquel animal fue tan bien recibido que contó con su propio criado, se le practicaron al menos dos retratos que lo inmortalizaron y, a su muerte, se le enterró con los más altos honores en el jardín de la villa del Príncipe, palacio que sirvió de residencia de la familia y en donde hospedaron al propio rey a su paso por la ciudad de Génova, a los pies de la estatua del dios Júpiter, como reza su epitafio.

Hugo Vázquez Bravo

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