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En el año 1500 nació en la ciudad de Gante el futuro Carlos V. Sus tutores y principalmente su abuelo paterno Maximiliano I le vetaron conocer España en los años de su tierna infancia y adolescencia. Sabedores de ello y como reacción, cuando en 1503 nació su hermano Fernando en Alcalá de Henares, los Reyes Católicos decidieron que tampoco éste pudiese salir de España. Su condición de segundón le valió el título de infante que, en realidad, si no ocurría una desgracia y Carlos llegaba a reinar, no le deparaba un glorioso futuro. No obstante, él fue educado también para ser rey.
El escenario político europeo era muy complicado y la obra realizada por los Reyes Católicos de gran calado, por lo que no es de extrañar que sus abuelos depositasen en aquel crío, que podían moldear a su antojo, todas sus ilusiones de continuidad. La nobleza española, en cambio, no veía aquello con tan buenos ojos y en 1512, ya habiendo fallecido Isabel I y con motivo de la guerra de Navarra, algunos señores obligaron al rey Fernando a redactar un testamento, en el que reconoció los derechos dinásticos de su hermano mayor. Aun así, a comienzos del año 1516 el rey también falleció, siendo el regente, el cardenal Cisneros, quien se ocupase de proteger al infante Fernando, no fuese a convertirse en la baza de algunos para iniciar una guerra civil, que atentase contra la unidad que tanto esfuerzo había costado mantener.
Carlos aún tardó un tiempo en recalar en las costas asturianas para hacerse cargo de la gobernación de sus reinos. Su llegada al puerto de Tazones se produjo en 1517. Y aún hubo de esperar hasta 1519 para heredar los Estados antes regidos por su otro abuelo, Maximiliano I de Austria. Esto le convertía en el soberano más poderoso de la cristiandad, pero, así mismo, dada la disparidad de sus territorios, en uno de los que más problemas internos habría de combatir. Con el fin de solucionar alguno de ellos, en 1521, mediante la conocida como Dieta de Wörms, Fernando era enviado a Austria en calidad de archiduque. Es probable que del mismo modo de Carlos llegó a España sin saber una palabra de castellano, también su hermano llegase allí sin conocer el idioma.
Los historiadores, que aún no han trabajado esto con la profundidad que debieran, alegan que fueron la necesidad de contener el protestantismo y la amenaza otomana las que promovieron esta decisión, pero ¿quién no se atreve a ver que esta maniobra también permitía alejar a un plausible contendiente al trono, más aún cuando la imagen del heredero no había despertado todavía las simpatías necesarias y recomendables entre sus súbditos?
El ya archiduque de Austria pronto mostró que él tenía su propio programa político y, ese mismo de año de 1521, contrajo matrimonio con Ana Jagellón, hermana del rey de Hungría, Bohemia y Croacia. Curiosamente, esa alianza ya había sido diseñada por su abuelo Maximiliano mucho tiempo antes. Por otro lado, este enlace posee otro significado digno de reseñar. Al igual que hicieron los Borbones tras ocupar el trono de España, tratando de ennoblecer una rama dinástica que prendía del tronco de la casa real francesa, aquí se inició un proceso similar. La línea principal de los Austria o Habsburgo quedaba asentada en España, pero esta otra rama secundaria pronto tendría una gran proyección y, en este caso, sabiendo mantener unos intereses comunes y conformando una alianza que perduró durante siglos. De hecho, su hijo y sucesor, Maximiliano II, contrajo matrimonio con su prima carnal María de Austria y Portugal, la hermana mayor de Felipe II; y, cabe señalar, de igual modo, que fue regente gobernador de España entre los años 1548 y 1551.
El archiduque Fernando inició una serie de reformas, mostrando ser un hábil gobernante y consolidando su poder a través del eje que unía las grandes ciudades de sus territorios, Budapest, Viena y Praga, aunque el destino de ellas fue un tanto dispar.
Tras la batalla de Mohács, en 1526, en la que falleció su cuñado el rey Luis II, el archiduque fue elegido rey de Hungría, Bohemia y Croacia. Como reacción, Solimán el Magnífico decidió asediar la ciudad de Viena, capital del archiducado de Austria, operación que se produjo en 1529. Fernando no pudo contar con el apoyo de su hermano, ocupado en las guerras de Italia, pero sí recibió algunos refuerzos españoles (unos 700 arcabuceros de Medina del Campo) y alemanes que a la postre resultaron determinantes, logrando así repeler y derrotar a los otomanos. Viena se había salvado por el momento, pues los musulmanes aún lo volvieron a intentar en 1532. En esa segunda ocasión, el propio Carlos V y su poderoso ejército no les permitieron ni acercarse a sus murallas.
La actual Budapest corrió peor suerte. En 1541 fue asediada por los otomanos y arrebatada al reino de Hungría. De poco sirvió que al año siguiente el rey Fernando tratase de recuperarla. Por esas fechas y en cierto modo planteada como una maniobra de castigo, Carlos V iniciaba la campaña de Argel, donde también cayó derrotado, constituyendo ambos episodios, muy probablemente, las mayores victorias alcanzadas por los musulmanes contra los Habsburgo. Las ciudades de Buda y Pest tuvieron que esperar siglo y medio a ser reconquistadas. Este hecho se produjo en 1686, a manos del emperador Leopoldo I, que de nuevo contó con la ayuda prestada por el rey de España Carlos II.
Praga, en cambio, era la urbe situada más a la retaguardia del conflicto, por lo que concentró parte esencial de la actividad política y, por ende, no nos debe extrañar que fuese la elegida años después para, en su catedral, albergar el sepulcro de Fernando, de su esposa y del hijo de ambos, el citado Maximiliano II.
Pero, además, el archiduque Fernando coincidía con su hermano Carlos en otra cuestión que fue crucial para el destino de Europa del este en particular y de Occidente en general. Ambos estaban de acuerdo con que la corona imperial debía dejar de trasmitirse por elección, como hasta la fecha, para pasar a ser un título hereditario, como la titularidad de los diferentes reinos. Ambos pactaron que Fernando quedase instituido como Rey de Romanos o, lo que es lo mismo, sucesor reconocido a la dignidad de emperador. La idea era que corona y cetro fueran heredadas de manera alterna por ambas ramas de la familia, siendo el siguiente Rey de Romanos Felipe II y tras él, si no moría antes, Maximiliano II. Así pues, a la muerte de Carlos V ésa es la razón por la que le sucede su hermano Fernando que, una vez siendo emperador, decidió no respetar el acuerdo de familia y nombrar como su sucesor a su hijo Maximiliano.
El resultado de lo anterior fue que Fernando I se convirtió en el primer emperador de un linaje que perduró, a grandes rasgos, hasta 1806, cuando Francisco II declaró la disolución del Sacro Imperio Romano Germánico, obligado por Napoleón; que persistió luego como Imperio Austriaco hasta 1867, cuando se une con Hungría en igualdad de condiciones para formar el Imperio Austrohúngaro que, a su vez, fue disuelto tras su derrota en la I Guerra Mundial, a comienzos del siglo XX.
En definitiva, aquel infante nacido en Alcalá de Henares obtuvo el éxito muy lejos de su tierra y fue capaz de crear una estirpe imperial que ha perdurado hasta hace bien poco, hecho asombroso, aunque hoy nuestra memoria apenas repare en él.
Hugo Vázquez Bravo