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Las perlas de Feijóo… y las de Indalecio Prieto

Felipe González y Alberto Núñez Feijóo. (Foto: https://www.huffingtonpost.es/ GETTY).
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Felipe González y Alberto Núñez Feijóo. (Foto: https://www.huffingtonpost.es/ GETTY).

LA CRÍTICA, 3 ENERO 2023

Por Juan M. Martínez Valdueza
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(Dedicado a don Alberto Núñez Feijoo)

¡Ay Señor! con la memoria histórica, o democrática o como quieran llamar a la redefinición de nuestro pasado ya no tan reciente…

Estamos al comienzo del año 2023 y alguien ha sacado a colación sus declaraciones de no hace tanto –el 30 del pasado mes de abril, parece– al periodista Bertín Osborne, en las que afirmaba haber votado “por convicción” a Felipe González en 1982 y que volvería a hacerlo… (...)

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Se puede entender que un joven con veinte años recién cumplidos y sumido aún en la ventolera de la vida universitaria votara a Felipe González en 1982. Pero que este mismo joven, después de una larga carrera política junto a Manuel Fraga Iribarne –de quien fue su consejero y vicepresidente en la Junta de Galicia y a quien sucedería en la presidencia del Partido Popular gallego– siga ignorando en 2022 la verdadera historia del PSOE y manifieste que “volvería a hacerlo” es, cuando menos, una perla digna de insertarse en su hilera de contradicciones siendo, como será –con gran probabilidad–, el próximo presidente del Gobierno de España.

¿Cómo puede influir esta nueva “perla” del señor Feijóo en sus potenciales electores a la hora de acudir a las urnas? Comprendo que esta pregunta, dada la situación actual y el limitado conocimiento de la historia de una parte del electorado, es puro eufemismo y, por tanto, un brindis al sol de la lógica política. Aunque, si lo piensa bien, a lo mejor no lo es tanto y a una porción de su electorado no le pasa desapercibido. ¡Quién sabe!

Y hablando de perlas –por lo fácil que resulta tirar del hilo– debería usted recordar que el señor González –al que usted tanto admira y al que dice volvería a votar– es el heredero directo, política y económicamente, de aquel otro señor del PSOE, también muy admirado y “votable”, llamado Indalecio Prieto, de infeliz memoria, y de sus perlas, estas sí reales como la vida misma.

Y me dirá ¡Pero bueno! ¿Ya estamos otra vez con esas? Pues sí. Porque la verdad es cabezona –turriona dicen los de arriba del Duero– y no le bastan unas cuántas leyes oportunistas para acallarla.

¿Recuerda usted el expolio republicano de bienes, monetarios y artísticos, que fletados por Negrín navegaron a Méjico para caer en las manos de Indalecio Prieto en marzo de 1939? ¿Se acuerda usted de la entrega oficial de los mínimos restos del tesoro expoliado realizada por Prieto a las “autoridades republicanas españolas en el exilio”? Puede que no, pero yo se lo recuerdo. Sabedores aquellas “autoridades” del auténtico contenido del expolio, nunca le creyeron y, bien a su pesar, se quedaron a dos velas, que sepamos, hasta hoy.

¿Sabía usted que, años después, en el mayor de los secretos y antes de morir, el señor Prieto hizo entrega a “seguras manos” de su partido de los restos –imagino que nada desdeñables– de aquel tesoro?

Lo que sigue ahora debería, también, ser un mensaje tranquilizador para las gentes que habitan en lo que hoy llamamos Castilla La Mancha, y particularmente para los toledanos, en orden a su patrimonio histórico. Le cuento. Sobre el famoso manto de perlas de la Virgen –que contenía de cincuenta mil a ochenta mil, según las fuentes– de la catedral de Toledo, expoliado oficialmente, entre otras muchas piezas valiosas, por las autoridades republicanas en 1936 y que también viajó en el yate Vita en su famoso viaje a Méjico: ¡apareció el cadáver!

En las manos de Indalecio Prieto. Las especulaciones, producto –como no podía ser de otra manera– de la propaganda franquista o posfranquista que siempre apuntaron en esa dirección, resulta que eran ciertas. ¡Vaya por Dios!

El 14 de mayo de 2007, en el contexto de mi investigación sobre la Vida, muerte y resurrección del Vita[1], solicité a la Fundación Euskomedia una serie de documentos sobre Marino Gamboa, el que fuera representante del gobierno vasco en toda la operación del famoso yate. Para mi sorpresa y satisfacción a los pocos días recibí por correo una serie de cartas cruzadas a lo largo de los años entre Marino Gamboa y Manuel de Irujo, preboste nacionalista vasco, como usted sabe.

La identificación de uno de los documentos, el que interesa ahora, es la que sigue:

Descripción: “Carta de Marino Gamboa a Manuel de Irujo informándole de las conversaciones mantenidas en América sobre el movimiento de los buques de la República, su adquisición en compra o arriendo, y el modo de financiarlos”; Fondo: Irujo; Sección: Correspondencia; Fecha: 19451105; Descriptores toponímicos: Washington; Signatura: J; Expediente: 1; Idioma: Español; Signatura origen:1; Tipo escritura: Máquina; Descriptores: Marino Gamboa.

Pues bien, dicha carta comienza con las gestiones hechas –muy interesantes– por el señor Gamboa con los americanos para hacerse con los barcos españoles que quedaron en el limbo al terminar la guerra civil, además de otras sobre trigo, petróleo, azúcar y otras pequeñeces. Antes de centrarse en la compra de trigos en Canadá por un tal G. Urtiaga, intercala un párrafo que reproduzco literalmente:


“Prieto me dijo (en 1942) que tenía platino, cuyo valor era a la sazón unos 190.000 dollars, un millón escaso de pesos. Este platino no lo ha vendido. Le hice yo una proposición de venta, que no aceptó.


Me dijo además que tenía un saco de perlas cuyas dimensiones marcó que valdrá fácilmente varios millones de dollars y que tampoco ha vendido.

Intentaré decírselo a e;l (sic) mismo, para comprobar que aún los tiene en su poder”.

Un saco de perlas valorado en varios millones de dólares de los de entonces. Se puede decir más alto pero no más claro. Si nos molestamos en hacer un pequeño ejercicio y consideramos que ese saco contenía un mínimo de cincuenta mil perlas de las más discretas –o sea de las más baratas–, cada una de las cuales tendría hoy un valor de mercado de unos quinientos euros, resultaría que el saco valdría hoy la friolera de veinticinco millones de euros que, traducidos a dólares americanos de los años cuarenta, daría la cantidad de un millón y medio de dólares.

Dado que el señor Prieto valoraba su saco “fácilmente en varios millones de dollars”, cabe deducir que su contenido estaría más cerca de las ochenta mil que de las cincuenta mil perlas, siendo en este caso su valor de dos millones trescientos mil dólares de entonces, cifra que encaja con la de este experto tasador que fue don Indalecio Prieto, y que no deja dudas sobre el origen de las perlas de su “saco”: el manto de la Virgen de la catedral de Toledo.

¿Qué le parece, señor Feijóo?

Espero que el gobierno socialista de Castilla La Mancha –o el de los suyos si llega el caso– comience las gestiones acerca de los herederos del señor Prieto (que es el PSOE del señor González) para recuperar el patrimonio de los toledanos, al menos en su valor económico, ya que las perlas del manto que “usufructuó” el señor Prieto a saber dónde fueron a parar… aunque con esto de la globalización no me extraría que cualquier día acabemos sabiéndolo.

Un apunte más: desde enero de 2018 los fondos documentales accesibles en la página web de la Fundación Euskomedia los puede encontrar usted en la página del Centro de Documentación digital de Eusko Ikaskuntza (Sociedad de Estudios Vascos). Lo digo por si a alguien le pica la curiosidad por conocer nuestra historia de verdad sin los filtros de las leyes de memoria y otras zarandajas, en este caso sobre las andanzas de socialistas y nacionalistas vascos en el exilio, tan rentables histórica, política y crematísticamente.

Y nada más, señor Feijóo, espero que haya disfrutado con las perlas del modelo y antecesor de su admirado Felipe González, que Dios conserve muchos años y al que le pediría que terminara de contarnos esta historia.

Juan Manuel Martínez Valdueza
Enero de 2023

[1] Juan M. Martínez Valdueza, Vida, muerte y resurrección del Vita : el yate que transportó a Méjico el tesoro de la II República, Editorial Akrón, 2009.

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