...
Asimismo, los aliados reafirman su compromiso soberano permanente de brindar apoyo a Ucrania, cuya seguridad contribuye a la nuestra, y, para ello, incluirán contribuciones directas a la defensa de Ucrania y a su industria de defensa al calcular su gasto de defensa.
Hay que tener en cuenta que la inversión del 5% se ha consensuado a lo largo de los últimos meses por todos los aliados en diferentes reuniones. No es lógico ni razonable hablar de que es un imperativo de Trump, así a secas, tergiversando el procedimiento usado en la Alianza ya sea en temas de financiación, de operaciones o de cualquier otro asunto de especial trascendencia.
Con independencia de algunas situaciones y comportamientos de algunos líderes de la OTAN, lo cierto es que la Cumbre de La Haya ha resultado un éxito teniendo en cuenta que se han conseguido tres objetivos fundamentales: a) la plena unidad de los aliados; b) el compromiso de invertir el 5% del PIB anualmente en Defensa; y c) la disuasión y defensa frente a Rusia junto con el apoyo permanente a Ucrania.
Hay que partir de la base de que estamos en una nueva era geopolítica. Desde la caída de la Unión Soviética al principio de la década de los años 90 del siglo XX, las Fuerzas Armadas occidentales han estado operando en operaciones de mantenimiento de la paz y en operaciones de contrainsurgencia. Esta situación no era la propicia para preparar a los miembros militares en operaciones de combate al objeto de poder hacer frente a fuerzas militares dotadas de alta tecnología y operando en guerras de alta intensidad como las que actualmente se están desarrollando tanto en la guerra de Ucrania, o en la guerra entre Israel e Irán.
De acuerdo con el informe del Indice Global de Paz 2025, actualmente hay en el mundo 56 conflictos activos, la mayor cantidad desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y menos conflictos que se resuelven, ya sea militarmente o mediante acuerdos de paz. El número de conflictos que terminaron en una victoria decisiva se redujo del 49% en la década de 1970 al 9% en la década de 2010, mientras que los conflictos que terminaron mediante acuerdos de paz cayeron del 23% al 4% durante el mismo periodo. Es decir, estamos inmersos en una época de alta conflictividad con enormes dificultades para alcanzar la paz.
En relación con la postura española en la Cumbre y con independencia de las bochornosas declaraciones que hizo el presidente estadounidense, Donald Trump, lo cierto es que con nuestra negativa al compromiso del 5% hemos perdido credibilidad ante los aliados. El daño para España no es tanto por lo que pueda ocurrir con nuestras relaciones con Estados Unidos sino por la falta de solidaridad y de confianza producido en el seno de nuestros socios en un momento en que todos tenemos que sacrificarnos en beneficio del conjunto. El gasto de defensa afecta a todos los aliados en sus mejoras sociales, de prosperidad y de bienestar, no solo a nuestro país.
En España, todos estamos de acuerdo en que la Defensa es un bien y un servicio público, asumido como intangible –e imperceptible– y nunca bien explicado su contenido. Partimos de la premisa de que en estos primeros años del siglo XXI la mayoría de los ciudadanos ni sienten ni conciben a la Defensa como asunto de Estado y de la Sociedad, que está a su disposición para garantizar su libertad, su bienestar y su prosperidad.
Esta situación en la sociedad española produce un despegue, incluso un antagonismo fantasmal, del término Defensa porque es muy complejo para nuestra comunidad realizar una valoración objetiva y equilibrada tanto de la seguridad como de la defensa. Quiero significar con este escenario que, con independencia de que la amenaza de Rusia es una realidad incontestable en Europa, la percepción de nuestros ciudadanos es ciertamente muy lejana.
Con los resultados de la Cumbre de La Haya, cuya declaración creo recordar que es una de las más cortas de la Alianza, es preciso poner en marcha un nuevo proceso de planeamiento de fuerzas y de capacidades militares donde ya se deben recoger todas las capacidades listadas en la Reunión del pasado 5 de junio.
Una vez que se sepan las capacidades a obtener, entra en juego la industria de defensa en cuyo momento será necesario definir claramente las industrias europeas - preferentemente - encargadas de producir las capacidades necesarias, una vez que las Fuerzas Armadas hayan diseñado los requerimientos operativos adecuadas. Para ello es necesario poner en marcha un “Defence Production Action Plan” al objeto de impulsar la producción de armamento en previsión de conflictos de alta intensidad. En este campo. es preciso que las industrias europeas tengan el rol que le corresponde evitando que Europa esté comprando continuamente armamento estadounidense.
Conviene recordar que Rusia podría atacar a un país de la OTAN en 2029, de acuerdo con medios fiables de la Alianza, por lo que es esencial garantizar la seguridad tanto hoy como en el futuro. El apoyo a Ucrania es permanente toda vez que es vital que dicho país disfrute de una paz duradera. Es indispensable cerrar la brecha entre la situación actual y el horizonte necesario de preparación de cara al futuro de las operaciones multidominio que van a ser las que prevalecerán en la nueva realidad bélica que nos espera en los próximos años.
Las sanciones internacionales tras la invasión rusa de Ucrania en 2022 han sido ineficaces para contrarrestar la fabricación rusa de armas. Como ejemplo, a partir de 2024 Rusia produce unos 3 millones de proyectiles de artillería al año, casi tres veces la cantidad de Estados Unidos y Europa juntos. En enero de 2025, el secretario general de la OTAN declaró que Rusia ha pasado a una “economía de guerra” y produce en tres meses lo que la Unión Europea produce en un año. A mayor abundamiento, el pasado 19 de junio, Putin declaró en el plenario del Foro de San Petersburgo que “toda Ucrania es nuestra” desafiando a la soberanía ucraniana y al orden internacional establecido tras la guerra fría.
En definitiva, Rusia continúa siendo la principal amenaza para los aliados, tal, como se señala en el Concepto Estratégico de la Alianza, de 2022. En La Haya, los aliados se han reafirmado en el vínculo transatlántico, se han comprometido a invertir el 5% de su PIB en defensa, en su apoyo permanente a Ucrania y en hacer frente a la amenaza rusa. Se puede afirmar que la OTAN ha cumplido con los objetivos previstos y está en condiciones de enfrentarse con las debidas garantías de éxito al entorno de seguridad que presenta la nueva era geopolítica.
GD (R) Jesús Argumosa Pila
Conozca a Jesús R. Argumosa Pila
acceso a la página del autor
acceso a las publicaciones del autor