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A mayor abundamiento, Trump ha decidido que Ucrania y la Unión Europea no participen en las negociaciones citadas. Esto supone una clara traición a Ucrania cuya población ha luchado valientemente hasta la muerte por la defensa no solo de Ucrania sino también de Europa y de Occidente, en general. Y un golpe brutal a la UE al dejarla en tierra de nadie y no contar con ella para nada.
Todo ello se añade a las ya grandes ambiciones declaradas públicamente por Trump tales como la compra de la Isla de Groenlandia, el pleno control del Canal de Panamá o la anexión de Canadá como 51º estado de EE. UU., creando una crisis con sus socios y aliados junto con su proclamación de expulsar a los 2,3 millones de palestinos de Gaza, al mismo tiempo que convertía este territorio en la “Riviere de Oriente Medio”.
Desde la llegada de Trump a la Casa Blanca, el pasado 20 de enero, ha quedado muy claro que Estados Unidos ya no es el protector de los socios europeos, función que ha ejercido durante los últimos 80 años. En este momento, para el líder estadounidense ya no es válido el compromiso, de forma ilimitada, de la defensa colectiva que proporciona la OTAN. Para ser honestos, hay que reconocer que Trump tiene razón cuando dice que Europa debe garantizar su propia defensa. De hecho, el 70% de los gastos de la OTAN han sido aportados durante ocho décadas por Estados Unidos. Todo ello ha permitido que Europa disfrute de uno de los niveles de vida y prosperidad mejores del mundo. Otro tema es la forma como está actuando con sus aliados.
Los europeos están conmocionados, pero empiezan a comprender la gravedad de la situación. El pasado domingo, día 23, por la noche, Friedrich Merz, ganador de las elecciones alemanas, advirtió de que a Trump «no le importa mucho el destino de Europa». La prioridad de Merz como próximo líder de Alemania sería, dijo, «… lograr la independencia de Estados Unidos paso a paso». Añadió que no está seguro de si la OTAN seguirá existiendo «en su forma actual» en junio, cuando los líderes se reúnan en los Países Bajos, «o si tendremos que establecer una capacidad de defensa europea independiente mucho más rápidamente». Sería bueno que la UE asuma ya la Realpolitik que le corresponde. En su visita de ayer a Washington, el presidente francés, Emmanuel Macron solo ha conseguido de Trump la posibilidad de que Europa, después de un alto el fuego, pueda enviar una fuerza de paz para garantizar la seguridad en Ucrania.
Este cambio geopolítico radical de Estados Unidos tiene repercusiones profundas y complejas a nivel mundial. El profundo giro en la política exterior de EE. UU. puede alterar dinámicas internacionales de poder, de tipo económico, diplomático, social o militar, equilibrar o desmantelar alianzas, así como crear nuevos desafíos y oportunidades. Algunas repercusiones clave podrían ser las relacionadas a continuación.
En relación con la OTAN y Europa, los aliados de la Alianza, especialmente los países de Europa del Este y los países bálticos, se encuentran muy inquietos y preocupados porque Estados Unidos se acerque a Rusia. Puede suceder que la OTAN se fragmente toda vez que varios miembros se opondrían a una mayor cooperación con Moscú mientras que otros querrían alienarse más con la UE e incluso acercarse a China.
Una relación de distensión entre Estados Unidos y Rusia influiría de manera decisiva en las negociaciones sobre el final del conflicto de Ucrania. Las sanciones podrían levantarse, modificarse o reducirse, lo que afectaría a la postura occidental hacia Moscú al mismo tiempo que podría dar lugar a la apertura de un espacio para negociaciones perjudiciales tanto para Ucrania como para la UE. No se debe descartar la posibilidad de que se establezca un nuevo Yalta, donde Estados Unidos, China y Rusia, inicialmente, se repartan el mundo en “esferas de influencia”.
En otro orden de cosas, China podría sentirse amenazada por este acercamiento ruso-estadounidense puesto que las relaciones entre China y Rusia incluyen una asociación estratégica en varios aspectos, fundamentalmente, en energía y en seguridad, repetidamente declarada por ambas potencias. Si EE.UU. y Rusia se convierten en aliados, obligarían a China a ajustar su dinámica de poder internacional. Esta situación es la que realmente interesa a Trump en el sentido de que se establecería una relación estratégica entre Estados Unidos y Rusia frente a China. Kissinger lo consiguió, pero en otro contexto y cuando el adversario a hacer frente era Rusia.
Por otra parte, la nueva colaboración entre Estados Unidos y Rusia –las dos grandes potencias nucleares– introduce un nuevo enfoque de la seguridad global llevando a una revisión de acuerdos internacionales sobre control de armas, especialmente en lo que afecta a las armas nucleares. No es un tema menor que existiría un mayor interés en la cooperación para prevenir la proliferación nuclear.
El Ártico, rico en petróleo, gas y minerales estratégicos, conforma un escenario estratégico en el que tanto Estados Unidos como Rusia tienen ambiciones propias como potencias limítrofes de dicho océano, Moscú dominando el Paso del Noreste desplegando bases militares en su entorno y Washington controlando el paso del Noroeste con sus previstas negociaciones con Dinamarca sobre Groenlandia. No hay que olvidar que en este escenario también aparece China con sus ambiciones basadas en su autodeclaración de “Estado cercano al Ártico”.
La cooperación entre Estados Unidos y Europa ha sido esencial para la estabilidad global desde la Segunda Guerra Mundial. Una fractura entre estos dos grandes actores deja vacíos de poder que lleva a un mundo multipolar con crecientes influencias de grandes potencias y potencias emergentes que conducen a la pérdida del dominio global de Occidente.
La posición de Trump ante la guerra en Ucrania va en contra de los intereses occidentales ya que está proporcionando a Rusia, antes de empezar las negociaciones de paz, unas ventajas gratuitas como puede ser el romper su aislamiento internacional, conceder a Rusia los territorios ucranianos ocupados, reducir las Fuerzas Armadas ucranianas a 80.000 efectivos, exigir que sea estado neutral o decidir que no ingresará en la OTAN al mismo tiempo que acepta la falsa posición rusa de que Zelenski no es el presidente legítimo de Ucrania.
En resumen, el actual giro en la política exterior de Estados Unidos acercándose a Rusia al mismo tiempo que rompe con la Unión Europea, constituye una transformación sísmica que altera la estructura de poder internacional, buscando un nuevo modelo geopolítico multipolar de orden mundial situado entre un reparto del globo por Estados Unidos, China y Rusia –sería un nuevo Yalta– y otro modelo multipolar de grandes potencias y potencias emergentes, fragmentado y muy difícil de manejar. En todo caso, queda por definir el lugar a ocupar por el bloque democrático donde la UE aún tiene mucho que decir, aunque su despertar debe ser más pronto que tarde.
GD (R) Jesús Argumosa
Asociación Española de Militares Escritores
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