En el mes de febrero de 2022, cuando Rusia invadió Ucrania y se inició la guerra en dicho país, un gran número de analistas manifestaban que “la guerra ha vuelto”. En mi opinión, hubiera sido más acertado decir que la guerra continúa, que nunca se ha ido y que, tristemente, ha estado acompañando siempre el desarrollo de la humanidad. (...)
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A salvo de algunas excepciones como puede ser el escritor romano del siglo IV, Flavio Vegecio Renato, al que se le atribuye la frase “si vis pacem, para bellum” en su obra De rei militari o la de Nicolás Maquiavelo cuando trata el arte de la guerra en su obra El príncipe del siglo XVI, el primer tratadista que analizó en profundidad el fenómeno guerra fue Carlos Von Clausewitz, en el siglo XIX. Su obra De la guerra, publicada en los años 30 del siglo XIX, aún sigue vigente en sus principales postulados.
Con mucha probabilidad la definición más conocida y famosa de la guerra fue la que promulgó Clausewitz, en su obra citada, declarando, de forma general, que “la guerra es la continuación de la política con otros medios”. Esta cita expresa la idea de que la guerra es un instrumento de la política nacional, y que los objetivos militares deben guiarse por objetivos políticos. Es una opción que puede emplearse cuando otros métodos, como la diplomacia, la economía, la psicología, la disuasión o la distensión, no han logrado resolver los conflictos entre adversarios.
Sin embargo, cuando Clausewitz quiere detenerse en el elemento propio de la guerra, en el combate singular, matiza con mayor énfasis el concepto y define a la guerra como “un acto de fuerza para obligar al contrario al cumplimiento de nuestra voluntad”. El “medio” era el acto de fuerza y el “fin”, someter al enemigo a nuestra voluntad.
No obstante, dos siglos después, el concepto de “acto de fuerza” ha cambiado sustancialmente. En aquellos años, el acto de fuerza era, fundamentalmente, la potencia militar, la masa de maniobra de las fuerzas militares. Hoy, el acto de fuerza, “el medio”, es mucho más amplio y profundo ya que abarca no solamente a las Fuerzas Armadas sino también a la economía, la tecnología, la cibernética o la situación estratégica internacional especialmente sustentada en el equilibrio de las relaciones de poder, entre otros elementos.
En cuanto al “fin”, en la época de Napoleón era obligar al enemigo a someterse a nuestra voluntad, destrozando sus fuerzas militares y ocupando su territorio al mismo tiempo que el adversario quedaba bajo la autoridad ineludible del vencedor. En el momento actual, ya no se destruye o se aniquila al enemigo, sino que es suficiente con que cumpla con los criterios políticos, económicos o diplomáticos, entre otros, implantados por el vencedor, que despliega normalmente algún contingente militar en su territorio.
Como inversión a la tesis de Clausewitz, en los años 90 del siglo XX, Michel Foucault en su obra Genealogía del racismo afirma que “la política es la guerra continuada por otros medios”. Para Foucault la guerra, la política y el derecho son tres nociones que se encuentran inscritas en las relaciones de poder y es dentro de ellas cuando adquieren un estatuto que les permiten actuar interdependientemente.
Para este autor, las relaciones de poder son el resultado de relaciones de fuerza concretas que han surgido en un momento histórico determinado. En este sentido, el poder político nacido de la guerra tiene la función de mantener la relación de fuerza que se ha dado durante la última batalla. Es decir, la política sustituye a la guerra perpetuando las mismas ventajas de poder adquiridas durante el conflicto.
El derecho que es autárquico y autónomo, se transforma en el instrumento necesario de la política debido a que allí donde la política no puede por sí sola sostener y reproducir las relaciones de dominación que se han pactado al final del conflicto, el derecho interviene para restablecer el orden y castigar cualquier acción o conducta que haya querido modificar las relaciones establecidas.
Por otra parte, la inversión de la frase de Clausewitz quiere decir también que si bien la nueva política, la de los vencedores, es la de sostener las ventajas obtenidas no es menos cierto que la guerra continúa. Continúa en las luchas políticas y, por consiguiente, en nuevas batallas y posibilidades de modificar las relaciones de poder y dominio, esta vez en el terreno de la política propiamente dicha.
Unos años después, en la misma década, apareció una doctrina sobre la guerra dirigida por Gasthon Bouthoul que, en su obra titulada Tratado de Polemología, definía a la guerra como una “lucha armada y sangrienta entre grupos organizados”. Esta teoría está enfocada en la función social de la guerra conocida como la institución más importante de destrucción. El estudio de las guerras de este autor le capacitó para expresar una hipótesis que preveía la inevitable periodicidad de las guerras.
A comienzos de este siglo, Hedley Bull, en su libro de 2002 The Anarchical Society: A Study of Order in World Politics, y siguiendo, en parte, la doctrina apuntada por Bouthoul, entiende la guerra como “una violencia organizada llevada a cabo por unidades políticas unas contra otras”.
El uso de la frase “violencia organizada” sugiere que la guerra no es una serie aleatoria o caótica de actos violentos. Está organizada y planificada con gran detalle. Puede implicar movilización de tropas, desarrollo de estrategias y tácticas, producción y adquisición de armas así como diferentes aspectos logísticos. La violencia es también extrema y normalmente provoca muertes, destrucción de bienes e inestabilidad social.
En cuanto a la cita “llevada a cabo por unidades políticas” indica que la guerra es un acto cometido por actores políticos, normalmente Estados-nación, pero también por grupos no estatales potencialmente organizados políticamente. Todo ello refleja el hecho de que la guerra es el producto de decisiones políticas y se utilizan para lograr objetivos políticos.
Por último, quiero hacer mención al concepto que el Papa Francisco tiene de la guerra, expresado recientemente, cuando afirma que “la guerra es el fracaso de la política”. Es otra definición de la guerra que también se sostiene en argumentos sólidos y significativos que es preciso tener en cuenta. Por ejemplo, cuando dice que es preciso anticiparse a cualquier situación que pueda desencadenar una guerra y, sin duda, esta es una obligación ineludible de la política.
Para el Papa Francisco, la guerra se alimenta del veneno que considera al otro como el enemigo. Por tanto, hace falta una "política mejor", que presupone precisamente que se promueva, en todo momento, la educación para la paz. Esto es responsabilidad de todos. Hacer la guerra, otra guerra: una guerra interior, una guerra sobre sí mismos para trabajar por la paz.
Al analizar las diferentes doctrinas sobre la guerra que se han expuesto y compararlas con algunas de las guerras actuales que están ocurriendo en Ucrania, Libia, Yemen, Somalia o Burkina Faso, entre otros lugares, observamos que siendo cierta la afirmación de Clausewitz de hace dos siglos, también es verdad que se cumplen, con mayor o menor aproximación, las otras definiciones o conceptos que se han señalado. Es decir, son útiles todas las definiciones que se han hecho sobre la guerra desde diferentes perspectivas y con distintos aspectos propios.
Todo ello nos lleva a concluir que la guerra, como cualquier fenómeno social de carácter complejo, requiere un enfoque multidimensional que tenga en cuenta sus numerosas facetas e implicaciones que son consustanciales con ella, algunas de las cuales ya se han mencionado en estos apuntes. Queda abierto, pues, el fenómeno guerra a próximas reflexiones e interpretaciones que enriquezcan y completen su contenido.
GD (R) Jesús Argumosa Pila
Asociación Española de Militares Escritores
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