.
lacritica.eu

Las diez razones por las que España no debe pedir perdón a Méjico

El ministro Albares somete a España al capricho mejicano. (Foto: https://www.infobae.com/ El Anua - Alberto Ortega)
Ampliar
El ministro Albares somete a España al capricho mejicano. (Foto: https://www.infobae.com/ El Anua - Alberto Ortega)

LA CRÍTICA, 5 NOVIEMBRE 2025

Por Luis Antequera Becerra
Add to Flipboard Magazine. Compartir en Google Bookmarks Compartir en Meneame enviar a reddit Compartir en Yahoo

Imbuído de no se sabe qué oscuros propósitos que algún día tal vez conozcamos, el ministro español de Asuntos Exteriores ha decidido someterse al extraño y extemporáneo capricho de la presidenta mejicana, en el sentido de que España pida disculpas a Méjico por los años en los que la actual república y la misma España constituyeron una unidad política perfectamente identificada, reconocida, y hasta admirada, en todo el mundo.

Me propongo en estas líneas exponer las diez razones por las que las disculpas ofrecidas por el ministro español son absolutamente improcedentes. (...)

...

En primer lugar, la petición de excusas a España por parte de la Sra. Sheinbaum no es sino una cortina de humo para desviar la atención de sus súbditos sobre los problemas verdaderamente acuciantes que aquejan al país. A estos efectos, invito a los mejicanos a comparar una foto de las ciudades de Berlín y de Méjico en 1945, con otra de las mismas ciudades en 2025, y preguntarse qué se ha podido hacer mal en estos 80 años en su país para que la foto resulte tan avasalladoramente acusadora.

En segundo lugar, puestos a profundizar en ese absurdo propósito de que alguien en el mundo le pida perdón a Méjico, diríjanse los mejicanos a su vecino del norte, que en 1848 le birló dos millones y medio de kilómetros cuadrados con los mejores recursos del país, la mitad de su entero territorio, antes que a quien en 1821 (España) le había legado cinco millones que los mejicanos no supieron defender con la debida diligencia. O a los canadienses, que en apenas unas décadas, han extraído del suelo mejicano siete veces más oro del que extrajeron los españoles en tres siglos, oro, este extraído por los hispanos, del que cuatro quintas partes, por cierto, se quedaron en Méjico para construir Méjico. O a los franceses, que en 1839 primero (Guerra de los Pasteles), y sobre todo en 1862 después (Segunda Intervención Francesa), intentaron conquistar el territorio de los mejicanos y mataron de ellos a nada menos que cien mil. O a las cinco repúblicas centroamericanas que, apenas nacer, prefirieron abandonar el proyecto mejicano antes que implicarse en él.

En tercer lugar, junto a las razones por las que España pudiera tener que pedir perdón, pregúntense los mejicanos por aquéllas por las que Méjico debería darle las gracias a España. Así, esa lengua española (impuesta, por cierto, en Méjico, no por las autoridades virreinales hispanas, sino por los gobiernos republicanos que las reemplazaron) que permite a los mejicanos pertenecer a la segunda comunidad lingüística más importante del mundo; así, esa religión católica de amor que sustituyó a la criminal y antropofágica que imperaba en sus territorios; así, esa arquitectura, ese arte y esa música barrocos y neoclásicos absolutamente admirables implementados en el país por los españoles; así, esa construcción de cientos de ciudades, caminos, acueductos, puertos, -dos de los más importantes del mundo, por cierto, Ciudad de los Reyes (la actual Acapulco), y Veracruz-, universidades, escuelas, hospitales (qué decir del Hospital de Jesús, construido por Hernán Cortés, el mejor del mundo en su época, operativo al día de hoy), iglesias, catedrales, etc.…

En cuarto lugar, ese perdón que ahora reclama Méjico, -a nadie se le oculta-, es sólo el desencadenante de un mecanismo macabro, que sólo pretende sacar ventaja para futuras exigencias de mayor calado, incluso económicas, en una avalancha de reclamaciones que no conocería fin, un eterno chantaje en el que a una satisfacción sucedería otra inmediatamente, algo parecido a lo que vivimos en España con Cataluña. Elevado a escala mundial por encima de las relaciones España-Méjico, las pretendidas disculpas conforman un proceso que no conoce límites, y que pondría al mundo en una situación de esquizofrenia autoaniquiladora, habida cuenta de que todas las naciones tienen alguna razón para pedir perdón, y todas tienen, también, alguna para que se les pida a ellas.

En quinto lugar, puestos a que España se disculpe ante Méjico, ¿no sería igualmente “justo” (si es que este término puede aplicarse a proceso tan descabellado) que Méjico lo hiciera ante España por hechos tales como, por ejemplo, los españoles que se zamparon los aztecas, o las varias expulsiones de españoles del territorio mejicano culminadas en la general de 1829, las cuales afectaron hasta a diez mil de ellos, por el solo hecho de ser españoles?

En sexto lugar, esas disculpas que la Sra. Sheinbaum exige constituyen una entelequia ontológicamente imposible: ¿qué es Méjico? ¿Méjico son los aztecas? ¿Méjico son los 370 pueblos mejicanos que según el famoso Códice de Mendoza los aztecas se zampaban? ¿Méjico es ese país que hoy tiene algo menos de dos millones de kilómetros cuadrados, la mayoría de cuyos habitantes están más relacionados con los pueblos que los aztecas no se pudieron comer que con los propios aztecas? ¿O Méjico es ese país de 8 millones de kilómetros cuadrados que llegó a tener en los mejores tiempos del Virreinato de la Nueva España? ¿O es, por el contrario, ese país de cinco millones de kilómetros cuadrados que España dejó a los mejicanos y éstos no supieron defender?

En séptimo lugar: ¿quiénes son los españoles que deben pedir perdón? ¿Son los que están aquí, una ínfima parte de los cuales tuvo alguna relación personal o familiar con aquel país, o son aquéllos que descienden de los españoles que se fueron a aquellas tierras y allí se quedaron, entre los cuales, tantos de los que piden que España les pida perdón?

En octavo lugar, si a pesar de todo lo dicho, se concluyera que pedir perdón es un proceso absolutamente necesario para la supervivencia y progreso del país, entonces Méjico tiene dentro de casa todos los ingredientes que necesita para cocinar ese plato, y no necesita recurrir a España. Dentro de Méjico están los indígenas puros que sufrieron los ultrajes y a los que se debe pedir perdón. Y dentro de Méjico están también los españoles puros (entre otros tantos, muchos de los presidentes que los han gobernado, y notablemente, el Sr. López Obrador) que deben pedir perdón. Y por cierto, ¿qué hacemos con los mestizos que constituyen el 80% de la población mejicana, fruto de la fusión entre españoles e indígenas?... ¿piden perdón o perdonan?

En noveno lugar, tampoco está de más en este punto, recordar a los mejicanos la responsabilidad que les cabe a ellos y sólo a ellos, cuando España ni siquiera estaba ya presente en el escenario, en el exterminio de los apaches, con escalpelamientos (amputación de la cabellera) incluidos, o las hasta cinco guerras contra los indígenas consumadas por los sucesivos gobiernos mejicanos a lo largo de sus dos siglos de independencia, a saber: las Guerras Comanches (1821-1848); las Guerras Navajo (1821-1848); las Guerras Apaches (1821-1915); la Guerra del Yaqui (1821-1929), y la Guerra de Castas (1847-1901). Repárese en la inusual duración de cada uno de estos conflictos, que configuran un país en continua guerra civil.

Y en décimo lugar, mirado ahora desde el punto de vista español, el entusiasmo y gratuidad manifestados por el ministro en cuestión en pedir perdón a Méjico no deriva de un conocimiento de los hechos, de un sosegado análisis de los mismos, ni de un deseo sincero de justificarse, sino que tiene una motivación interesada y desgarradoramente electoralista, dirigiendo su discurso, más incluso que a Méjico, a un electorado español envenenado de leyenda negra que acoge con agrado cualquier ataque a la Historia de España, a la idea de España misma.

Diez razones por las que España no sólo “no tiene que” pedir perdón a Méjico, sino que “no debe” hacerlo. Tales disculpas no servirán para construir nada bueno, sino que bien al contrario, sólo cimentarán una relación basada en el odio y en el rencor eternos. Dos países que fueron el mismo y que, siéndolo, constituyeron la gran potencia mundial, y que hoy, cada uno por separado, son insignificantes en el escena mundial y dedican su tiempo a estas cuitas menores y absurdas.

Luis Antequera


¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios