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El término es de 1914, pero el concepto no, porque las bases del sentimiento antiespañol fueron la envidia primero y luego el miedo de Italia, Alemania, Francia, Inglaterra, Holanda y Portugal hacia una España que se extendió hegemónicamente por medio mundo, a pesar de los intentos ajenos por evitarlo.
Desde los mismos años de nuestro Siglo de Oro, que sufrió en carne propia las injurias y mentiras, ya se levantaron voces denunciando la falsía de las acusaciones sobre España. Luego, Francia procuró que se olvidara la defensa y se creyeran sus cuentos, y el siglo XVIII se empedró de pasividad ilustrada. Junto con Inglaterra, proporcionaron a las gentes de España autores y obras que les mostraran cuál había sido en realidad su malvada y rechazable historia. Y los españoles les creyeron.
En ese Siglo de Oro (¿o podríamos decir los Siglos de Oro, ya que fue siglo y medio el que cubre esa denominación?) ya hubo quienes reaccionaron contra las falsedades que se vertían sobre España.
Uno de ellos fue Luis Cabrera de Córdoba (1559-1623), historiador que hizo de la verdad y la correcta cronología su lema. Escribió una Historia de Felipe II cuya primera parte se publicó en 1619, y la segunda no pudo ser publicada hasta 1876 porque se opusieron a ello en Aragón, disconformes con el tratamiento que se daba a los sucesos de la huida de Antonio Pérez, aragonés, como se sabe. Otras dos obras suyas son Relaciones de las cosas sucedidas en la Corte de España desde 1599 hasta 1614, también publicada en el siglo XIX, y De Historia, para entenderla y escribirla, que sí pudo publicarse en 1611 en Madrid.
Otro beligerante contra la hispanofobia fue Antonio de Herrera y Tordesillas (1549-1626), cronista mayor de Castilla durante los reinados de Felipe II y Felipe III, considerado el primer cronista de América por su magnífica obra Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales, también llamada simplemente Décadas. No debe confundirse con la anterior de Pedro Mártir de Anglería titulada Décadas del Orbe Novo, publicadas entre 1494 y 1516, y también citada con la misma abreviatura.
También cronista, pero ahora de Aragón, y además poeta y dramaturgo, Lupercio Leonardo de Argensola (1559-1626), es otro de los que no se resignan a ver a España indefensa ante sus enemigos.
Igual ocurrirá con otros dos cronistas, ambos de El Escorial: fray Juan de San Jerónimo, archivero, primer bibliotecario de El Escorial y capellán de Felipe II, y fray Jerónimo de Sepúlveda, con su Historia de varios sucesos de las cosas notables que han acaecido en España y otras naciones desde el año de 1584 hasta el de 1603.
Y no podía faltar el más destacado, Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (1580-1645), o simplemente Quevedo. Poeta y narrador, su oposición a los ataques a España queda reflejada en su obra España defendida, y los tiempos de ahora, de las calumnias de los noveleros y sediciosos…, más conocida simplemente como España defendida. Comenzó a escribirla en 1609 para defender a su patria ante los ataques de franceses u holandeses que habían despreciado a España y a los escritores hispanos, aunque no se sabe por qué la dejó inconclusa. El manuscrito, que se guarda en la Real Academia de la Historia, quedó inédito durante siglos, y fue editado por primera vez, como obra independiente, en el Boletín de la RAH de 1916. En él dice cosas como:
«Hijo de España, escribo sus glorias. Sea el referirlas religiosa lástima de verlas escuras, y no a ningunos ojos sea la satisfacción en divulgarlas… No ambición de mostrar ingenio me buscó este asumpto; sólo el ver maltratar con insolencia mi patria de los extranjeros, y los tiempos de ahora de los propios, no habiendo para ello más razón de tener a los forasteros invidiosos, y a los naturales que en esto se ocupan, despreciados».
En el XVIII hubo casi silencio español, plenamente imbuido por la Ilustración, pero se alzó una voz foránea, la del Abate Denina (1731-1813), historiador y sacerdote italiano, maestro de humanidades en varias escuelas del Piamonte, que ya en su obra Discorso sopra la Vicentde della Litteratura (Luca, 1762), cuyo tema principal sería el nacimiento, progreso y decadencia de las ciencias, tiene muy en cuenta a los olvidados españoles, e incluye frases de alabanza sobre los Reyes Católicos y su creación del Estado moderno (moderno por contraposición al medieval, claro), o que ponen en valor a la Escuela de Salamanca. Hablaremos más extensamente de esta obra, en otra ocasión, aunque ahora nos sirve para situar otra del mismo autor, pero específicamente referida al malhadado artículo de Masson de Morvilliers (1740-1789) incluido en la voz “Espagne” de L’Encyclopédie méthodique, que Denina titula “Reponse à la question: Que doit-on à l'Espagne?” publicada en Berlín, pero que obtuvo el premio de la Real Academia Española en 1785, y cuya traducción fue publicada varias veces por Manuel Urcullu en 1786 y 1788.
También Antonio José de Cavanilles, (1745-1804), científico, botánico y naturalista español, publicó, precisamente en París (1784) otra respuesta a Morvilliers: Observations de M. l'abbé Cavanilles sur l'article Espagne de la Nouvelle Encyclopédie.
Volvieron a surgir defensores en el XIX. Como hemos visto, Juderías hizo famoso el término Leyenda Negra en 1914. García Cárcel opina que Juderías posiblemente lo tomó de Vicente Blasco Ibáñez, que lo emplea muchas veces en sus conferencias de 1909, pero con anterioridad lo había utilizado Emilia Pardo Bazán en su conferencia en París en abril de 1899, aunque sólo como contraposición a la frase “Leyenda Dorada”. Por esas fechas ya llevaba tiempo trabajando sobre el tema el historiador Rafael Altamira. También lo emplearon Joaquín Maldonado Macanaz y Juan Valera. Por tanto, puede considerarse que cuando Juderías lo utiliza como título de su libro, el término ya estaba conocido y aceptado.
Pero en los claustros universitarios estaba ya fijada en piedra la versión gabacha de nuestra inutilidad e ignorancia, y el que no estuviera de acuerdo tenía poco porvenir académico. Al respecto José María de Areilza, en el prólogo de la edición de 1974 de la obra de Rafael Altamira, dice:
«¿Era posible que un hombre como Juderías, modesto colaborador del Instituto de Reformas Sociales… se atreviera a enfrentarse con la jauría desbocada que desde hace tres siglos ladraba su rencor y sus ofensas contra el pasado de España? ¡Qué iban a decir, sobre todo los que, dentro de España, se habían sumado al vocerío, insultando a pleno pulmón a quienes defendían el honor y la verdad de nuestra historia!».
Alfredo Vílchez Díaz
Alfredo Vílchez Díaz es licenciado en Filosofía y Letras (Historia) por la Universidad de Granada en 1969, diplomado en archivos en la última promoción de la desaparecida Escuela de Documentalistas de la Biblioteca Nacional en 1980, y doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid. En 1990 tuvo su primer contacto editorial con uno de los pilares de la Leyenda Negra, la Inquisición, en la publicación por la Universidad Complutense de su obra "Autores y anónimos españoles en los índices inquisitoriales". A partir de entonces, el rechazo a la Leyenda Negra estuvo siempre presente en sus conferencias de Historia, y la permanente actualización desembocó en esta obra.