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Aunque durante la gran guerra muchos dirigentes del régimen nazi sospecharon de la existencia de “Werther”, el espía traidor a Hitler (entre otros, el general jefe del Estado Mayor Franz Halder, el jefe de la Inteligencia Militar almirante Wilhelm Canaris, el ministro Albert Speer, el jefe de la Inteligencia de las SS Walter Schellenberg, etc.), solo en la posguerra se publicarían memorias y obras detallando o parcialmente documentando tales sospechas, revelando también la identidad del personaje: Paul Leverkuenn (German Military Intelligence, London, 1954), Walter Schellenberg (Memoirs, London, 1956), Reinhard Gehlen (The Service, New York, 1972), y sobre todo, muy posteriormente, Louis Kilzer (Hitler’s Traitor, Novato, CA, 2000).
Irónicamente los protagonistas de las sospechas eran también secreta y timoratamente “traidores” a Hitler, tanteando o buscando apoyos en los aliados occidentales –de manera independiente en cada caso– para el derrocamiento del Fuehrer mediante diversas acciones y combinaciones golpistas, en algunos casos aparentemente plausibles (Halper, Canaris, Speer, Schellenberg, Rommel, Stauffenberg…) en paralelo a otros casos de líderes con tentaciones golpistas más destacados dentro de la jerarquía nazi, pero totalmente implausibles (Goering, Himmler, e incluso Ribbentrop), en medio de lo que Louis Kilzer ha caracterizado como una auténtica “cultura de la traición” generalizada y un tanto surrealista, especialmente en los años finales del régimen hitleriano.
Mientras la mayoría de los investigadores asociaron a “Werther” con la Rote Kapelle (“Orquesta Roja”), la red de espionaje pro soviética, como es el caso de Canaris, Leverkuenn, Schellenberg, Gehlen, Perrault y Kilzer, especialmente Gilles Perrault en su canónica obra, L’Orchestre Rouge (París, 1967), sorprende que el reputado autor alemán Heinz Hohne –excelente biógrafo de Canaris– no mencione siquiera a “Werther” o la supuesta identidad del personaje, en su obra muy documentada pero algo confusa Kennwort: Direktor (Frankfurt, 1970), con subtítulo en la edición en inglés Code-Word: Direktor. The Story of the Red Orchestra. Sospecho que operó, como en el caso del general Gehlen, una cierta censura por presión del SPD, los socialdemócratas de Willy Brandt que no querían perjudicar su Ostpolitik y las buenas relaciones con la Unión Soviética (incluyendo la división permanente de Alemania).
El caso “Werther”, en el contexto del complejo mundo de la inteligencia-contra-inteligencia dentro de la historia política alemana desde el Nazismo hasta la Ostpolitik y contaminando la propia reunificación nacional durante la Guerra Fría, ilustra el famoso dictum de William Faulkner: “El pasado nunca está muerto. Incluso no es pasado”, y asimismo la opinión de Kim Philby antes mencionada.
Paul Leverkuehn, ayudante de Wilhelm Canaris en la Inteligencia Militar (Abwehr) durante el Nazismo, reveló en la posguerra que el almirante había investigado el caso “Werther” en el contexto de la “Orquesta Roja” y estaba seguro de saber qué persona se escondía tras el goethiano alias. El general Reinhard Gehlen, que durante la guerra había sido jefe de los Ejércitos Extranjeros del Este (FHO), y en la posguerra jefe del servicio secreto (BND) de la RFA con los cancilleres Adenauer y Erhard, contaría en sus memorias (1971-1972) que en 1943 sostuvo una larga entrevista con Canaris –por el que sentía gran respeto y admiración– mientras visitaba el cuartel general de Gehlen en Angerburg , y en tal ocasión el almirante le había revelado que el misterioso “Werther”, el agente secreto y traidor a Hitler transmitiendo informaciones militares y políticas a la Unión Soviética desde el más alto nivel del poder alemán era Martin Bormann, secretario personal de Hitler, jefe del Partido Nazi en la Cancillería desde 1941, como sucesor de Rudolf Hess, y realmente poderoso número dos del régimen tras desplazar a Goering, Himmler y Goebbels.
Sin entrar ahora en la misteriosa desaparición de Bormann (y de Heinrich Mueller) tras la muerte de Hitler el 30 de abril de 1945, las investigaciones meticulosas de Perrault (1967) y de Kilzer (2000) sobre el uso secreto de la radio en onda corta para la comunicación con la Unión Soviética, y las verificadas prácticas de Funkspiel por parte de Bormann (y del dirigente de la Gestapo Heinrich Mueller, con los ayudantes de ambos Hoettl, Scholtz y Pannwitz, y la mediación del enigmático agente pro-soviético “Lucy” en Suiza) han validado convincentemente las sospechas de Canaris.
Quizás Bormann, destacado criminal antijudío nazi secretamente al servicio de Stalin, compartía la idea delirante –y en el fondo suicida– del joven Werther en la novela de Goethe: “Levantar el vuelo y seguir adelante: esto es todo… ¿por qué asustarse?, ¿por qué dudar?”.
Manuel Pastor Martínez
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