Desde la Primera Guerra Mundial que desencadenó la Revolución Soviética en Rusia, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, el sistema internacional mantuvo una estructura de alianzas básicamente multipolar, que a partir de 1945 daría paso al rígido sistema bipolar EEUU-URSS. (...)
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Esta estructura quiebra tras la Caída del Muro (1989) dando paso al “momento unipolar” (según expresión de Charles Krauthammer) que se diluye progresivamente en otro momento indefinido, aparentemente multipolar o multilateral, durante la segunda década del siglo XXI, con una fecha clave marcada por la criminal pandemia del coronavirus comunista chino, Covid-19 (producido en el laboratorio virológico de Wuhan), y la crisis política y constitucional en EEUU con la concomitante degeneración del partido Demócrata y los dos fraudulentos “impeachments” del presidente Donald Trump con las polémicas elecciones de 2020.
Estamos aparentemente entrando en un nuevo sistema bipolar, con unos debilitados EEUU liderando el campo democrático, en un lado, y el eje antidemocrático China-Rusia en el otro.
En los capítulos anteriores me he referido parcialmente a la primera etapa histórica, antes de 1945 y el inicio de la era nuclear, del triángulo URSS-China-EEUU en el teatro asiático. Fue una etapa primero de rivalidad hasta 1941 (hasta la ruptura del pacto Hitler-Stalin), y después de cierta cooperación entre los EEUU y la URSS bajo el signo de la gran alianza contra el Eje Alemania-Italia-Japón en la Segunda Guerra Mundial. Todo cambió de nuevo hacia la rivalidad con la segunda Guerra Fría, el breve momento unipolar y la confusa e inestable situación actual.
En este “triángulo trágico”, solo los EEUU han mantenido todo el tiempo un sistema político democrático (liberal), mientras la URSS consolidaba otro totalitario (comunista), y China continental evolucionaba desde el autoritarismo (nacionalista) hacia el totalitarismo (comunista), si bien se ha mantenido un bastión autoritario (nacionalista) en Taiwán, que a su vez ha evolucionado hacia la democracia (liberal) durante los años finales de la segunda Guerra Fría.
Paralelamente a la evolución liberal en Taiwán, en la China comunista, tras el final de la Revolución Cultural con la muerte de Mao (1976), se producirá un “momento autoritario”, reformista en el ámbito económico, liderado por Deng Xiaoping y sucesores hasta Hu Jintao (en la que los sinólogos Maurice Meisner y Jonathan Fenby por separado han denominado “Era Deng”, y la fase “managerial” del comunismo tecno-burocrático de Hu Jintao), momento autoritario pero relativamente liberalizador –que algunos analistas como el chino Wei Jingsheng juzgaron como una “nueva dictadura” de tipo “fascista”, más suave que la comunista (cit. por F. Dikotter, 2016, pág. 318; percepción similar compartida por dos grandes historiadores de la Universidad de Wisconsin, el sinólogo Maurice Meisner y el fascistólogo Stanley G. Payne, según comentario personal del último al autor de este artículo)– momento que será interrumpido con la llegada al poder de Xi Jinping y el retorno a un más nítido totalitarismo político: represión y campos de concentración de las comunidades musulmana uyghur y budista tibetana, manipulación del Covid-19, amenazas a Taiwán y a los países en el área del mar Sur de China, descarado espionaje industrial, tecnológico y militar contra EEUU… (totalitarismo aparente y simbólicamente manifiesto con la depuración y humillación pública del ex presidente Hu Jintao en 2023).
En ese mismo periodo de la segunda Guerra Fría, tras las fases del “deshielo” (Krushchev) y de la “perestroika” (Gorbachov), con la implosión y colapso final de la URSS, el totalitarismo comunista en Rusia se ha “biodegradado” en un régimen autoritario, nacionalista Russky Mir, que el gran historiador Walter Laqueur denominó muy apropiadamente “Putinismo”, y que otro gran historiador, el hispanista y gran experto en fascismo Stanley G. Payne, ha descrito como “la última seudomorfosis” de la historia rusa.
Un factor importante en esta tragedia mundial es que las tres naciones del “triángulo” –EEUU, Rusia y China–, por ese orden, se han convertido en las grandes potencias nucleares. Hay sospechas de que Taiwán también posea capacidad nuclear, por lo que, ante el peligro/hipótesis de una invasión de la China comunista, aparte del presunto apoyo de los EEUU al régimen taiwanés, existiría una especie de disuasión MAD –”Mutual Assured Destruction”: destrucción mutua asegurada– que no ha existido en tales términos, no obstante la brutalidad criminal en el caso de la invasión rusa de Ucrania, por haber renunciado este Estado, tras la independencia (Acuerdos de Belavezha, 1991), a las armas nucleares (Acuerdos de Budapest, 1994).
Junto a estos factores estratégicos no se puede soslayar el factor humano, que en los casos de China y la URSS ha sido sendas tragedias inhumanas y brutales sin precedentes, valga la redundancia cacofónica, en la historia de la humanidad.
Contamos hoy con serios estudios históricos y estadísticos sobre las tragedias en la URSS y en China por autores como R. Conquest, S. Courtois, L. Edwards, R. Rummel, J. Chang, J. Becker, C. Yizi, Y. Xiguang, F. Dikotter, etc.
Se dice y repite con frecuencia que los crímenes del comunismo suponen una cifra en torno a 100 millones de víctimas, pero el gran especialista e investigador en “democide”, R. Rummel, ha precisado que se acercan más bien a los 150 millones.
Concretamente ha señalado Rummel que los dos “Mega-Murderes” son responsables, respectivamente, de 77.277.000 (China) y 61.911.000 (URSS), cada dictadura Comunista con tres o cuatro veces más víctimas que la dictadura Nazi en Alemania. Las cifras para otros países asiáticos afectados en el “triángulo trágico” bajo dictaduras comunistas son también considerables: Camboya, 2.035.000; Vietnam, 1.670.000; y Corea del Norte, 1.585.000.
Manuel Pastor Martínez
Referencias:
Becker, J.: The Chinese (Oxford UP, New York, 2002); Hungry Ghost (H. Holt, New York, 1996).
Dikotter, F.: Mao’s Great Famine, 1958-1962 (Walker, New York, 2010); The Cultural Revolution (Bloomsbury Press, New York, 2016).
Fenby, J.: Modern China (HarperCollins, New York, 2008).
Laqueur, W.: Putinism (T. Dunne, New York, 2015).
Pastor, M.: “Memoria histórica: las víctimas del comunismo” (Cuadernos de Pensamiento Político, 17, Madrid, 2008); “Rusia, Occidente, y la Nueva Guerra Fría” (Kosmos-Polis, Julio, 2015); “Desmemoria antihistórica: los crímenes del comunismo” (La Crítica, Diciembre, 2020); “Genealogía del Putinismo” (La Crítica, Mayo, 2020); “China comunista, madre pandémica” (La Crítica, Agosto, 2022); “Caliente Guerra Fría” (La Crítica, Marzo, 2023).
Payne, S. G.: “Putinismo, la última seudomorfosis de Rusia” (Kosmos-Polis, Febrero, 2016).
Rummel, R.: China’s Bloody Century (Transaction, Piscataway, NJ, 1991); Statistics of Democide (Transaction, Piscataway, NJ, 1998).
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