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Pocos años antes, tras su nombramiento por el gobierno de Felipe González (que premiaba así su labor al frente del CIS durante el referéndum pro-OTAN), acompañé al profesor Santamaría en su primera visita a la capital estadounidense para presentar sus cartas credenciales al presidente Ronald Reagan.
Con el objeto de tantear –al menos era la intención por mi parte– la posibilidad de crear un “Lobby español”, nos acompañaba también otro amigo mío, el abogado Javier Fabregat, que tenía buenas conexiones con los políticos del partido Demócrata y –sospechaba yo– con la comunidad de inteligencia. Durante la visita al Capitolio nos recibieron en sus oficinas los senadores Bob Graham de Florida y Edward Kennedy de Massachusetts; el senador republicano y futuro candidato presidencial Bob Dole solo nos saludó brevemente en la puerta de su despacho.
Recuerdo estas circunstancia porque mi impresión acerca de estos y otros contactos (por ejemplo, con el bufete del ex vicepresidente Walter Mondale, con las autoridades académicas –en particular un canciller jesuita– de la Georgetown University, con un alto funcionario del Departamento de Estado en el famoso restaurante Myflower, etc.) era que todavía persistía, al menos en ciertos ambientes liberales, una mentalidad más en sintonía con los tópicos de la vieja Leyenda Negra, especialmente en lo relativo a la historia y la cultura de la América Hispánica.
No es necesario que diga que la idea del “Lobby español” (especialmente en el ámbito de las relaciones culturales, el que yo pretendía) nunca llegó a realizarse. Tampoco lo logré años más tarde mediante un seminario que fundé al respecto, siendo director del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard, y en otro anteproyecto posterior con mi maestro el gran historiador e hispanista Stanley G. Payne (en este caso interrumpido por la pandemia del coronavirus y sobre todo por problemas de salud del ilustre maestro, tras una memorable y última visita suya a España y a Astorga).
La expresión “Leyenda Negra” (precedida en el siglo XIX por otra poco conocida y de escasa difusión: “Leyenda Amarilla”) parece haber sido inventada por Emilia Pardo Bazán en una conferencia en París (1899), y sobre todo divulgada por Julián Juderías en su famoso libro titulado precisamente La Leyenda Negra (1914).
El profesor Payne, en su magnífica síntesis, En defensa de España. Desmontando mitos y leyendas negras (Espasa, Barcelona, 2017), no menciona la expresión “Leyenda Blanca” en la pertinente revista de obras y autores clásicos y más recientes sobre el tema (Chaunu, Powell, Maltby, García Cárcel, Hillgarth, Guzmán, Español Bouché, Vaca De Osma, Pérez, Villanueva, Vélez, Villaverde & Castilla, Roca Barea…).
Tampoco menciona a Weber cuya obra, por supuesto, no es monográfica sobre la materia. Efectivamente se trata de una excelente investigación y exposición muy bien documentadas sobre la presencia histórica de España en Norte-América, exactamente en los territorios del sur y del oeste, actualmente integrados en los Estados Unidos de América, desde La Florida hasta California.
En justicia, Weber no vuelve a mencionar la “Leyenda Blanca” a lo largo de las 579 páginas de su obra, rica en erudición, aunque insinúa que la escuela historiográfica de Herbert Eugene Bolton, continuada por John Francis Bannon (promotores de los Spanish Borderland Studies), son responsables de un exceso de hispanofilia y romanticismo sobre el legado español en América en perjuicio de la perspectiva indigenista.
Pero los posibles excesos de sentimentalismo no son comparables a la sarta de mentiras de la Leyenda Negra mantenidas a lo largo de varios siglos.
Afortunadamente nuevos historiadores como el americano (argentino) Marcelo Gullo han seguido investigando y revisando con sumo rigor la verdad histórica sobre este problema en sus últimas obras, cuyos títulos son suficientemente elocuentes: Madre Patria. Desmontando la leyenda negra desde Bartolomé de las Casas hasta el separatismo catalán (Planeta, Barcelona, 2021), y Nada por lo que pedir perdón. La importancia del legado español frente a las atrocidades cometidas por los enemigos de España (Espasa, Barcelona, 2022).
Payne menciona la tesis “simplista” del francés P. Chaunu (“La légende noir antihispanique”, RPP, 1964) de que la Leyenda Negra es un producto paranoide de la psicología de los españoles. Más que “simple”, a este gabacho yo le llamaría tonto legendario.
Concluyendo, lo irónico en esta historia es que la sospecha o hipótesis de que haya existido o exista una leyenda española blanca, amarilla o dorada, a mi juicio, parece ser solo o principalmente un delirio que destila y envuelve a los propios practicantes de la Leyenda Negra.
Manuel Pastor Martínez
Posdata.
Otros artículos míos sobre el tema:
“Leyenda Negra y tontos legendarios” (La Crítica, Noviembre 2017).
“Leyenda Negra y golpismo catalán internalizados” (La Crítica, Febrero 2018).
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