Para contextualizar este tema hay que partir de su origen que fue la cristiandad como primera contribuidora de universidades. Dominicos y Jesuitas fueron precursores de la formación cultural de los jóvenes que ingresaban desde los catorce años para saber leer y escribir y alcanzar un determinado nivel de latín, entonces lengua universal de la Cristiandad. Fueron varias las disciplinas que se impartían, desde la Medicina, filosofía y Teología como el Derecho, disciplinas todas ellas que obviamente se centraban en el hombre como poseedor de derechos y obligaciones. Versaban tanto en el saneamiento de su cuerpo, como en sus relaciones con Dios, como Creador del Universo, lo que a su vez conllevaba determinados comportamientos en el plano social y económico. (...)
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Fue el año de 1218 cuando el rey Alfonso IX de León creó la Universidad de Salamanca, la primera hispana, como posteriormente también España, bajo los Reyes Católicos, fundaría las primeras universidades hispanas en América. Pero sería en época del emperador Carlos de Gante, en 1526, cuando surgiría con una extrema fuerza vitalizadora y de repercusión internacional, la llamada Escuela de Salamanca, al punto de que en los tiempos contemporáneos, en 1994, se produjo la denominada Declaración de Salamanca definida como un compromiso, que diversos mandatarios de distintas naciones rubricaron con sus firmas, sobre la necesidad de asumir el problema de la exclusión educativa de muchos estudiantes de todo el mundo para la escolarización de estos. No en vano, desde la Edad Media, el lema de la universidad de Salamanca era: Omnium scientiarum princeps Salmantica docet (La Universidad de Salamanca, primera en el conocimiento, enseña). El papa Gregorio XIII encargó a los matemáticos de esta Escuela que estudiaran y propusieran la solución que posteriormente implantaría el calendario Gregoriano.
La Escuela de Salamanca que fundara el dominico Francisco de Vitoria se movió en torno al pensamiento económico propio del Renacimiento que le tocó vivir, apoyado por juristas, economistas y teólogos que supieron enlazar el análisis económico con doctrinas sociales de la Iglesia tanto en el orden moral como social. Francisco de Vitoria, El Maestro, analizó el pasado para entender de manera crítica el presente y proyectarlo hacia el futuro. Al Maestro le siguieron igualmente portugueses. Cabe destacar nombres como Domingo de Soto, Martín Azpilicueta, Diego de Covarrubias, Juan de Mariana, Luis de Molina y otros que enriquecieron el pensamiento y conocimiento de la Escuela.
La Escuela de Salamanca se adentró en el pensamiento liberal poniendo especial énfasis en las consecuencias económicas derivadas del descubrimiento de América. Para ello fue la primera en utilizar métodos científicos de análisis, propio de los escolásticos. La economía como análisis científico del comportamiento mercantil trató desde: la ley de la demanda y oferta, como la teoría del valor, y la de los cambios, sentando las bases de la teoría cuantitativa del dinero.
«Los principios teóricos de la economía de mercado y los elementos básicos del liberalismo económico no fueron diseñados, como se creía, por calvinistas y protestantes escoceses, sino por los jesuitas y miembros de la Escuela de Salamanca durante el Siglo de Oro español.» Friedrich A. Hayek. Economista austriaco y premio Nobel de economía.
En cualquier caso, todo el pensamiento analítico de la economía, estuvo ligado a la ética. No obstante, el rigor del pensamiento moral de Santo Tomás de Aquino en lo referente a las ganancias económicas obtenidas se flexibilizan para conceptuar lo que vino a llamarse el precio justo en el que los comerciantes tienen algo que decir y sus consideraciones deben tenerse en cuenta. En aspectos determinados se produjeron debates que deberían conciliar el beneficio con la moral social, dando lugar a una preocupación de carácter normativo y ético que mantuviera el equilibrio entre la teología moral y la economía.
Nos encontramos en los tiempos del Renacimiento que pergeña la estructura de lo que llevaría al Estado Moderno, y justo es España la nación hegemónica que se convierte en el epicentro de un naciente capitalismo con un modelo social, intelectual, y político. La propia Escuela de Salamanca define al hombre como un ser con dignidad de persona racional y libre, a imagen y semejanza de Dios. Un hombre que debe regirse por una antropología económica sustentada en la «recta razón» bajo la ley natural. Una Ley que provoca un determinado orden basado en la libre circulación de personas, ideas y actividades tendentes al bienestar de todos los ciudadanos, siendo los comerciantes quienes protagonizan de alguna manera ese enriquecimiento social. Todo ello influyó decisivamente en Europa, pues las barreras feudales propias de la Edad Media caen para dar paso a un tránsito de bienes y personas, hasta que estos principios dan lugar con el descubrimiento de América a la primera globalización que se conoce. Aparecen nuevas figuras mercantiles que pronto son analizadas bajo un prisma y contexto moral; pero el tren del desarrollo ya ha iniciado su marcha y no es posible detenerlo. La razón científica frente a la «recta razón» va avanzando bajo la vigilancia de los clérigos salamantinos que cumplían la propia misión a la que como tales estaban destinados. Así las cosas, el justo precio, la economía de mercado y el muy importante problema de la esclavitud adquieren una relevancia hasta entonces desconocida. Sobre el particular, en el siglo XIX, el jurista alemán Carl Smith señaló la necesidad de un derecho de gentes y la justificación de tierras en el descubierto continente americano. Éste señaló el avance del derecho de gentes medieval hacia un derecho moderno cuyo sistema jurídico-estatal sobrepasa al pensamiento teológico y eclesiástico. En definitiva, la Escuela de Salamanca renovó la teología, sentó las bases del derecho de gentes moderno y del derecho internacional, como de la ciencia económica moderna. Sus ideas influyeron en el propio Adam Smith, el gran filósofo y moralista escocés del siglo XVIII. Su idea básica fue la de que a través de la economía de mercado se puede alcanzar un bienestar integral, donde cada individuo lucha por lograr sus propias metas.
La Escuela de Salamanca influyó en nuevos valores con la incorporación de la mujer en el pensamiento económico y social como fueron los casos de Beatriz Galindo, La Latina, humanista y maestra de la reina Isabel La Católica que terminaría fundando hospitales y dedicándose a acciones caritativas. Otro caso significativo fue el de Lucia de Medrano, la primera mujer catedrática de la historia. Una nueva corriente se iniciaba propagando el saber y la necesidad del conocimiento así como la conveniencia de crear una clase especialmente capacitada para la administración de la res pública como serían los funcionarios. Un nuevo orden jurídico colonial y una secularización de la economía teológica crecieron al amparo del nuevo pensamiento modernista de la Escuela de Salamanca, incorporándose a sus disciplinas, la gramática, la lógica como la música.
De todo lo anterior puede deducirse la importancia que esta Escuela tuvo no solo en su desarrollo, sino también en los tiempos que la siguieron, tiempos en los que fue estableciéndose principios como: La defensa de los derechos individuales a la vida, la libertad y la igualdad ante la ley, la defensa de la propiedad privada y los contratos, la importancia del mercado y el comercio internacional, la necesidad de mantener un gobierno controlado y limitado, la defensa de la soberanía del pueblo y del principio de consentimiento de los ciudadanos, y la defensa del derecho de oposición o rebelión frente a los tiranos. Todo lo dicho fue marcando las bases de un Estado moderno al que hoy día reconocemos en estos principios mencionados. Una vez más, a España le cupo la gloria de ser la primera en desarrollar las humanidades para insertarlas en la evolución antropológica humana. La Escuela de Salamanca es hoy día aceptada sin reserva alguna por todos los humanistas y filósofos que la asumen como embrión de la concepción moderna y social de las naciones del Occidente cristiano, y su fundador Francisco de Vitoria, como el precursor del análisis científico y moral del comportamiento religioso y económico del hombre.
Iñigo Castellano y Barón
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