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Actualmente, la organización ya la componen 9 miembros: China, India, Irán, Kazajstán, Kirguistán, Rusia, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán. El presidente chino, Xi Jinping, que dio su apoyo a la defensa de los intereses de Rusia, afirmó el pasado día 4 que había llegado el momento de oponerse a cualquier tipo de hegemonía y apostar desde el multilateralismo por una “cooperación pragmática” entre los miembros de la OCS.
No solamente esta alusión era dirigida hacia la estrategia de Estados Unidos de sanciones sobre la adquisición, por parte de China, de semiconductores clave para su industria tecnológica. Sino que también la crítica era dirigida a los países europeos empeñados en seguir las instrucciones de Washington respecto a China y a considerar a este país como un adversario y un proscrito económico internacional por sus supuestas añagazas comerciales.
Los objetivos principales de la OCS consisten en fortalecer la confianza y buenas relaciones entre los miembros; promover la cooperación efectiva en política, comercio y economía, ciencia y tecnología, cultura y educación, energía, transporte, turismo, protección medioambiental, así como impulsar la paz, seguridad y estabilidad en la región, apuntando a un nuevo orden político y económico internacional, democrático, justo y racional.
Ocho años después, en junio 2009, se creó en Ekaterimburgo (RUSIA) el Grupo BRICS que integra a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica –Sudáfrica se incorporó en 2011–. Ocupa un 26,7% de la superficie terrestre y el 41,5% de la población mundial. Tiene como principales objetivos, promover y lograr el desarrollo económico, construir la armonía y las relaciones internacionales y constituirse en un proveedor dominante de bienes manufacturados, servicios y materias primas para 2050.
En el año 2013, hace ahora diez años, China lanzó la Iniciativa de la Franja y la Ruta, más conocida como BRI por sus siglas en inglés entendida, como una plataforma de cooperación internacional con mejores perspectivas para el siglo XXI. Con el propósito general de mejorar infraestructuras en múltiples países su principal objetivo pretende tejer colaboraciones que aporten beneficios mutuos.
Según datos de la Academia de Comercio Internacional y Cooperación Económica de China, hasta mediados del pasado mes de febrero, China había firmado acuerdos con 151 países y 32 organizaciones internacionales en el marco de la BRI. Durante los 5 primeros meses de este año, el comercio entre China y el resto de los socios internacionales que participan en la BRI facturó 747.000 millones de euros, un aumento del 13,30% respecto al ejercicio anterior.
Además de crear infraestructuras en países necesitados, como ferrocarriles, hospitales, plantas de energía o puertos de mercancías, la BRI impulsa el sector servicios a escala internacional, así como nuevas formas de comercio exterior, digital y ecológico entre países, de acuerdo con dirigentes de la Academia de Ciencias Sociales de China.
El 16 de noviembre de 2020, se firmó en Hanoi (China) la Alianza Integradora Económica Regional (RCEP, en su acrónimo inglés) que incluye a los 10 países de la ASEAN más China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda. Sus miembros suman un tercio de la población del planeta y el 30% del PIB mundial. Constituye el mayor tratado de libre comercio que eliminarán aranceles a las importaciones por los próximos 20 años e incluye importantes provisiones sobre propiedad intelectual, telecomunicaciones y servicios financieros.
En el mes de septiembre de 2021, en la Asamblea General de la ONU, China presentó la Iniciativa para el Desarrollo Global (IDG), tomando como referencia la Agenda 2030 de Naciones Unidas del Desarrollo Sostenible en la que intentaba revitalizar la economía y buscar un desarrollo global más robusto, ecológico y equilibrado.
Esta IDG nació, especialmente, para solucionar las dificultades que habían aparecido en la BRI, entre las que se encontraba la llamada “trampa de la deuda” con Sri Lanka –en 2017, después de no poder pagar la deuda con China, el país cedió la gestión del puerto de Hambantota a Pekin por 99 años–; la deuda de Yibuti con China en 2020 que pasaba del 80% de su PIB o la de Kirguistán que era del 40%, también en el mismo año. También es verdad que, en la devolución de los préstamos proporcionados por China en el marco de la BRI, los bancos chinos habían tenido importantes pérdidas.
Por último, en abril del año 2022, en el Foro de Boao, en China, el presidente Xi Jinping anunciaba la iniciativa de Seguridad Global (ISG) en la que afirmaba que era preciso respetar la soberanía y la integridad territorial de todos los países, respetar el camino de desarrollo y el sistema social elegido de forma independiente por el pueblo de cada país, abandonar la mentalidad de la guerra fría, atenernos al principio de indivisibilidad de la seguridad, construir una arquitectura de seguridad equilibrada, efectiva y sostenible y renunciar a buscar la seguridad propia a expensas de la de otros países.
Esta profusión de iniciativas, de instituciones y de alianzas internacionales recuerda mucho a las medidas llevadas a cabo por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, entre las que destacamos el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), la Organización del Atlántico Norte (OTAN), la organización del Teatro del Sudeste Asiático (SEATO), o la Organización del Tratado Central (CENTO), en esta fue el impulsor.
En definitiva, China cada vez tiene un mayor peso internacional en el campo económico, militar, tecnológico y diplomático con un fuerte rearme ideológico bajo el Partico Comunista Chino (PCCh) donde el individuo está sujeto a la colectividad. Según ha declarado varias veces el presidente Xi Jinping, “China está apuntando a un nuevo orden político y económico internacional, democrático, justo y racional”. En román paladino, en la actual geopolítica de transición China está postulándose para conseguir la hegemonía mundial.
GD (R) Jesús Argumosa Pila
Asociación Española de Militares Escritores
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