... Los dos tratadistas clásicos en la materia que más influyeron en mi formación académica formal, el liberal-conservador Georg Jellinek (Teoría General del Estado, 1900) y el socialdemócrata Hermann Heller (Teoría del Estado, 1934), tampoco pudieron imaginar la existencia de un “Estado Profundo”, aunque otro gran académico y pensador del mismo área, el maquiavelista Carl Schmitt (La Dictadura, 1921; Concepto de lo político, 1927; Teoría de la Constitución, 1928; El Defensor de la Constitución, 1929; Legalidad y Legitimidad, 1932) sí lo intuyó al referirse a los “arcana imperii” y “arcana dominationis”, a la “razón de Estado”, a la dicotomía existencial “amigo-enemigo”, y a otros factores que realista y inevitablemente rodean e influyen al “decisionismo” en la vida política.
El más importante, junto a Schmitt, de los teóricos políticos maquiavelistas modernos, James Burnham (The Managerial Revolution, 1941; The Machiavellians, 1943; The Strugle for the World, 1947; The Web of Subversion, 1954; etc.) coherente y conscientemente asumió responsabilidades en el “Estado Profundo” durante la Guerra Fría.
No debemos olvidar a dos autores españoles que tangencialmente, con ironía y humor, trataron temas relacionados con el asunto: Enrique Tierno Galván en su breve ensayo Anatomía de la conspiración (1961), y Salvador Dalí en sus delirantes, divertidas y diversas referencias al “método paranoico-crítico” (desde los años 1930s hasta los 1970s).
Que la paranoia –crítica o no, racional o irracional- está en la raíz del “Estado Profundo” lo insinuó un famoso jefe operativo de lo que vengo llamando Factor I-C-I (Inteligencia-Contra-Inteligencia) en los Estados Unidos, James Jesus Angleton, al describir su oficio como “La mente del Estado y un estado de la mente”.
No deja de ser irónico que haya sido en las dos democracias liberales modernas más consolidadas del Estado de Derecho (UK y US) donde ha cobrado actualidad el Deep State. En el caso británico principalmente a través de una serie de ficción en la televisión; en los Estados Unidos mediante una ensayística política creciente desde la elección presidencial de Donald Trump. Pero tal moda o actualidad no debe impedirnos apreciar que los orígenes de la teoría y la práctica del Estado Profundo tiene una historia más larga y remota. Aunque generalmente oculta o secreta, como es característico de toda trama o estructura conspirativa.
Y es que, como insinuaba el profesor Tierno Galván, en la base del Estado está la política, y ésta es siempre –para bien o para mal- conspiración.
El Estado Profundo en USA
Casi medio siglo antes de la expresión Deep State, conocimos la de Deep Throat, perfecta y sonora síntesis retórica de la pornografía periodística y política. Algunas obras han revelado el contexto y entramado inquietante de las estructuras de traición al nivel más alto de las instituciones del Estado: Leonard Garment, In Search of Deep Throat (2000), y sobre todo las confesiones del conspirador y experto en desinformación Bob Woodward, The Secret Man (2005).
El “garganta profunda” Mark Felt, director adjunto del FBI durante la presidencia de Nixon, fue el precursor o precedente de los casos recientes de Robert Mueller y James Comey (ambos directores del FBI), y asimismo de los casos de James Clapper y John Brennan (directores respectivos de la Inteligencia Nacional y la CIA), durante la presidencia de Obama, la campaña presidencial de 2016 y el inicio de la conspiración golpista contra Trump.
La publicación del libro de Len Colodny y Robert Gettlin, Silent Coup (1991) marcó un punto de inflexión en los análisis críticos sobre el Estado Profundo en los Estados Unidos revelando la conexión Woodward-Haig y el “Spy Ring”. Sus hipótesis han sido ratificadas y reforzadas este mismo año con la publicación del libro de Ray Locker, Haig´s Coup (2019), que proporciona pruebas más contundentes sobre el espionaje y golpismo de la cúpula militar (Junta de Jefes) y de la facción política dentro del Partido Demócrata con la colaboración de The Washington Post que impulsó el Impeachment contra Nixon.
Una pieza clave en la Teoría del Estado Profundo fue la publicación del libro de David Horowitz y Richard Poe, The Shadow Party. How George Soros, Hillary Clinton, and Sixties Radicals seized control of the Democratic Party (2006), en cuyo subtítulo aparecen los nombres de dos actores esenciales en el proceso de subversión del orden constitucional (a uno de ellos nos referiremos más adelante). Igualmente iluminadoras son la obra documental visual/libro de Dinesh D´Souza, Hillary´s America: The Secret History of the Democratic Party (2016), y del mismo autor, The Big Lie (2017).
La literatura hoy -de valor desigual- sobre el Estado Profundo en los Estados Unidos, desde M. Lofgreen (2014) hasta J. B. Stewart (2019), es bastante extensa. Los procedimientos y testimonios del actual Impeachment contra el presidente Trump pueden eventualmente –con un efecto “boomerang”- revelar datos significativos sobre el asunto (por ejemplo, mientras escribo esto se han conocido y publicado las relaciones con Soros del nuevo “garganta profunda” Eric Ciaramella en el caso sobre Ucrania).
El Estado Profundo en España
En España tenemos nuestra propia tradición moderna del Estado Profundo: los “agujeros negros” que jalonan la joven democracia (los GAL, el 23-F, el 11-M, el caso Faisán, etc.) paralelamente a los escándalos financieros de los partidos políticos (FILESA, ERE, familia Pujol, Gürtel-Bárcenas, Púnica, Lezo, etc.) y los siniestros meandros concurrentes de las cloacas policiales (caso Villarejo).
Pero la diferencia es que Estados Unidos, pese a la crisis política actual magnificada mediáticamente con motivo del Impeachment partidista contra el presidente Donald Trump, es una democracia consolidada, con un poder judicial absolutamente independiente y efectivo, mientras España es, por ahora, como vengo sosteniendo, una democracia fallida o muy débil en cuanto al Imperio de la Ley. En la primera etapa de nuestra historia democrática lo ilustró trágicamente la crisis en Vascongadas a causa del terrorismo. Hoy lo ejemplifica dramáticamente la de Cataluña con el golpismo separatista.
Sin embargo, curiosamente, Estados Unidos y España compartimos hoy un denominador común en el centro de sendas crisis políticas: las misteriosas actividades de George Soros. El conocido y polémico financiero de las campañas presidenciales de Obama y de Hillary Clinton, asimismo soporte de la agitación en las últimas décadas contra los gobiernos estatales y federales del Partido Republicano a través de sus fundaciones “Open Society” (Open Society Iniciative, Move.org, Acorn, Antifa, Occupy Wall Street, Black Lives Matter, etc.), según investigaciones recientes también estaría financiando la crisis en Cataluña alimentada por el denominado Tsunami Democràtic (véanse los artículos en OKDIARIO del generalmente bien informado Manuel Cerdán relativos a esto y a otros asuntos concernientes al Estado Profundo en España).
Posdata: Estimados y pacientes lectores, disculpadme… ¿No estaré cayendo en la trampa de un “estado de la mente”, la conspiro-paranoia?... ¡Beatos Dalí y Tierno Galván, patrones del delirio surrealista y del cinismo maquiavélico, ayudadme!
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