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El Estado Profundo golpea de nuevo

Tim Walz y Kamala Harris. (Foto: https://www.bbc.com/mundo/ Getty Images).
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Tim Walz y Kamala Harris. (Foto: https://www.bbc.com/mundo/ Getty Images).

LA CRÍTICA, 8 AGOSTO 2024

Por Manuel Pastor Martínez
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Pocos minutos después del atentado contra Trump el pasado 13 de julio en Butler (Pennsylvania), Jason Chaffez, excongresista republicano y uno de los teóricos e investigadores sobre el misterioso y siniestro Estado Profundo (“Deep State”), manifestaba en la televisión –cadena FOX– su indignación por la falta de seguridad y de información fiables sobre el incidente, insinuando que, una vez más, la criminal entidad golpeaba a la democracia americana (por otra parte, como es sabido, EEUU tiene el récord mundial de magnicidios y atentados presidenciales en una democracia). (...)

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Diez días después del intento de asesinato del ex presidente y candidato republicano, la directora del servicio secreto Kimberly Cheatle, presionada por el Congreso, presentaba su dimisión. Mientras tanto, el presidente Biden anunciaba su retirada como candidato para la reelección presidencial (aunque manteniéndose en el cargo hasta el término de su mandato en enero de 2025) y proponía a su vicepresidenta Kamala Harris como candidata presidencial del Partido Demócrata.


De inmediato han surgido voces de denuncia de un “golpe de palacio” contra Biden, reclamando que se sepa públicamente quién controla realmente el gobierno federal, y algunos críticos apuntan a Obama junto a las élites y donantes millonarios. Pero esta posibilidad es solo una ramificación de estructuras más complejas enquistadas en la democracia americana, principalmente desde la administración de FDR y consolidadas durante la Guerra Fría (recuérdense los asesinatos de los hermanos Kennedy), con el protagonismo evidente de las cloacas (el “Shadow Party”) en el propio Partido Demócrata.


En concreto, la administración Obama (con su “tercer mandato” en la sombra durante la administración Biden) ha significado un cambio cualitativo hacia el proceso de corrupción democrática que culminó en el espionaje, golpismo (mediante fake dossiers y fake impeachments), y persecución política del candidato, presidente, ex presidente y nuevamente candidato Donald J. Trump.


El lector puede pensar que mi razonamiento es típico de las teorías paranoico-conspiratorias. Y, efectivamente, creo –como sostenía el profesor Tierno Galván en Anatomía de la conspiración– que toda acción política en el fondo es un acto de conspiración, y como afirmaba humorísticamente Salvador Dalí, el método “paranoico crítico” (con el acento en “crítico”, o según el refrán popular “piensa mal y acertarás”) es el más efectivo método de conocimiento.


Existen ya múltiples investigaciones serias sobre el “golpe magnicida” contra Kennedy, y sobre el “golpe silencioso” contra Nixon. El golpismo contra Trump se inició durante la campaña de 2016 mediante el espionaje y los falsos dossiers, plan ratificado en el despacho oval de la Casa Blanca el 5 de enero de 2017 (siendo Trump ya presidente electo y Obama-Biden todavía en funciones), culminando en los fake impeachments, el presunto fraude de 2020, y la persecución sostenida (mediante una continuada lawfare) durante toda la campaña presidencial actual.


Si bien la principal víctima del Estado Profundo casi siempre han sido el Partido Republicano y las causas conservadoras, tampoco se han librado de sus golpes, cuando ha interesado, algunos políticos del Partido Demócrata. Recordemos los trágicos casos (nunca suficientemente aclarados) de los hermanos Kennedy, con el reciente episodio en la actual campaña de dificultar y marginar la candidatura de Robert F. Kennedy Jr., o asimismo las evidentes maniobras para conseguir la retirada del presidente Biden en la competición para su reelección.


Seymour M. Hersh, reputado investigador de las entretelas del Estado Profundo a partir de su “best-seller” The Dark Side of Camelot (1998), ha insinuado ahora las decisiones en la sombra que han concatenado un doble intento de golpismo recientemente: el atentado fallido contra el expresidente Trump y el chantaje exitoso contra el presidente Biden.


Ha pasado casi un mes desde el intento de asesinato de Trump y, aparte de las declaraciones insulsas –ocultando datos– del director del FBI, Christopher Wray, y del director en funciones del Servicio Secreto, Ronald Rowe, seguimos informativamente “in albis”.


Como nota de un humor negro y absurdo en este drama político, una del grupo de presuntos conspiradores golpistas contra el actual presidente (ella, por supuesto, lo niega), Nancy Pelosi, ha declarado que Joe Biden merece estar en el altar de la democracia en Mount Rushmore. Menos gracioso es el resultado del golpe, la candidatura ultraizquierdista muy poco democrática del Partido Demócrata: Kamala Harris-Tim Walz.


Manuel Pastor Martínez



Posdata


Sobre el “Estado Profundo”, véanse:

Mike Lofgren, The Deep State (Penguin, 2016).


Jason Chaffetz, The Deep State (Broadside Books, 2018).


Manuel Pastor, “Teoría del Estado Profundo” (La Crítica, 2019); “El golpe de Estado del Estado Profundo” (Libertad Digital, 2021); “La América profunda contra el Estado Profundo” (Kosmos-Polis, 2022); “La presidencia JFK y los orígenes del Estado Profundo” (La Crítica, 2023).


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Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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