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La Princesa Leonor: notas para un ensayo (I)

La Princesa Leonor: notas para un ensayo (I)
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Septiembre de 2016

Por Manuel Pastor Martínez
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Lo que sigue son unas notas, con algunas anécdotas y curiosidades históricas, para un ensayo futuro más elaborado sobre la mujer y la monarquía. Con la excepción de estas líneas introductorias y algunas interpolaciones, la casi totalidad de las páginas fueron escritas antes del día Corpus Christi 19 de Junio de 2014, cuando, coincidiendo con el inicio del reinado de Felipe VI del Borbón y de Grecia, su hija primogénita la Infanta Leonor se convirtió en Princesa de Asturias, y que en 2015 cumplió ya sus diez años.

Dedicatoria:

A mis estimados amigos Doña Pilar Paloma de Casanova y Barón, de Ferrer y Osorio de Moscoso, y su esposo Don Francisco José López Becerra de Solé y Martín Vargas, Marqueses de Astorga, Duques de Maqueda, y Grandes de España. Titulares descendientes de una de las primeras e ilustres princesas medievales españolas con el nombre Leonor: Doña Leonor Enríquez, tía carnal del Rey Don Fernando el Católico y esposa del primer Marqués de Astorga, Don Álvaro Osorio. Por su sincero afán de restaurar la verdadera memoria histórica y su valerosa defensa de los derechos de la mujer.

Introducción

Lo que sigue son unas notas, con algunas anécdotas y curiosidades históricas, para un ensayo futuro más elaborado sobre la mujer y la monarquía. Con la excepción de estas líneas introductorias y algunas interpolaciones, la casi totalidad de las páginas fueron escritas antes del día Corpus Christi 19 de Junio de 2014, cuando, coincidiendo con el inicio del reinado de Felipe VI del Borbón y de Grecia, su hija primogénita la Infanta Leonor se convirtió en Princesa de Asturias, y que en 2015 cumplió ya sus diez años.

El título original de este ensayo iba a ser La Infanta Leonor, pero decidí cambiarlo por el actual –incluso antes del 19 de Junio- ya que el rango de Infanta es más específico de la tradición española, mientras el de Princesa es más universal (según el Diccionario de la Lengua Española, RAE, 1992: “Individuo de familia real o imperial”), aunque a veces banalizado, como es el caso de la hoy popularizada por la prensa “Princesa Corinna” (por su matrimonio con un aristócrata alemán Princesa Corinna zu Sayn-Wittgestein; por nacimiento Corinna Larsen). Por ejemplo, recientemente apareció en la prensa internacional noticias sobre la Infanta Cristina calificándola de Princesa, como esta: “A judge formally charged Princess Cristina de Borbon, the younger sister of the King, with two counts of tax fraud, setting up the first trial of any member of the Spanish royal family” (The Wall Street Journal, December 23, 2014). Y posteriormente, en el mismo medio: “Spain´s King Felipe VI has stripped Princess Cristina, his sister, of her title as Duchess of Palma de Mallorca ahead of her trial on tax-fraud charges, the latest step to repair the monarchy´s image” (TWSJ, June 13-14, 2015). Por tanto, otra razón adicional es que los últimos escándalos dentro de la Familia Real inducían a pensar y, en mi caso lo admito, desear que la Infanta Leonor fuera muy pronto proclamada Princesa de Asturias.

Todos sabemos que el Rey Don Juan Carlos jugó un papel decisivo en la transición española del franquismo a la democracia durante los años 1975-1981, pero las cosas comenzaron a torcerse a partir del infame 23-F de 1981. Desde entonces hasta el presente, la función de la Corona se fue deteriorando en una deriva patética, simbolizada irónicamente en una senda de elefantes: del Elefante Blanco al Elefante Botsuaniano la irresponsabilidad del Rey ha ido más lejos de lo que la legalidad y sobre todo la legitimidad (en el sentido ético o de moralidad) de la Constitución permite o debiera permitir. Es significativo y poco ejemplar que –ciertamente con muy mal gusto y nada diplomáticamente- una ex Primera Dama, ex senadora y ex secretaria de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, que asimismo aspira a ser Presidenta, se haya referido en Mayo de 2013 a nuestro entonces Jefe de Estado como “the playboy King of Spain”, a propósito de una visita a España de su también “unstoppable” mujeriego esposo (cit. por Edward Klein, Blood Feud. The Clintons vs. The Obamas, Regnery, Washington DC, 2014, p. xvi).

La Constitución española de 1978, como es sabido (Artículo 57: 2), da preferencia a la línea de varonía, y mantiene una retórica sesgada en favor de los varones en lo que concierne a la Corona y la Jefatura de Estado. Por tanto no se verbaliza literalmente la posibilidad de una Reina -excepto como “Reina consorte” o en el caso del “consorte de la Reina” (Artículo 58)- ni de una Princesa de Asturias. El nacimiento de la primero Infanta de España y actualmente Princesa de Asturias, Doña Leonor, obviamente exige una modificación del texto constitucional, eliminando al mismo tiempo cualquier sesgo o retórica discriminatorios.

Sobre el nombre Leonor

Leonor es la variante castellana del nombre francés y británico de Eleanor, de origen incierto, aunque tradicionalmente asociado al griego Helen o Ellen (de “eleos”, que significa merced o piedad). En la Francia medieval cristaliza el nombre que se traduce al inglés como Eleanor. Fue precisamente Eleonore o Eleanor de Aquitania (1122-1204), reina primero de Francia y después de Inglaterra, la responsable del tránsito del nombre de un país al otro, y su hija la que lo trajo a España, siendo conocida para la Historia como Leonor de Castilla, una de cuyas nietas también llamada Leonor volverá a Inglaterra como reina consorte.

Nada menos que tres reyes de la dinastía Plantagenet en Inglaterra se casaron con Leonores: Henry II en 1152 en la catedral de Burdeos con la mencionada Eleanor de Aquitania; Henry III en 1236 en la catedral de Canterbury con Eleanor de Provence; y Edward I en 1254 en la catedral de Burgos con Eleanor (Leonor) de Castilla (Plantagenet Somerset Fry, Kings and Queens of England and Scotland, DK Publishing Inc., New York, 1999, páginas 23, 26, 27). Un cuarto rey inglés, Henry VIII Tudor, estuvo a punto de casarse con otra Leonor, Leonor de Habsburg, hermana del emperador Carlos V, pero finalmente se casaría con Catalina de Aragón (hija de los Reyes Católicos y por tanto tía de la mencionada Leonor), que se había quedado viuda del hermano mayor de Henry, el Príncipe Arthur (Garrett Mattingly, Catherine of Aragon, New York, 1941, re-ed. 1990, páginas 69-70, 81, 95, 104).

Existen otras variantes modernas del nombre como Elinor, Elanor, Elanore, Eleanora y Elenora (italianas), Elenor y Lenor (inglesas), Lenora (rusa), Lenore y Leonora (germánicas), Nora, etc. (1)

En el siglo XVIII el gran ensayista y político británico Joseph Addison publicó en The Spectator un ensayo titulado “Leonora´s Library” (April 12, 1711) en el que exaltaba a una célebre y bella mujer, empleando el nombre en la variante germánica: “Leonora has turned all the Passions of her Sex into a love of Books and Retirement.” (Addison and Steele, Selections from The Tatler and The Spectator, Ed. by Robert J. Allen, Holt, Rinehart & Winston, New York, 1957, p. 81).

El nombre Leonor en sus diversas variantes tuvo un gran predicamento en las familias reales y aristocráticas europeas durante la Edad Media, como veremos a continuación, declinando a partir del Renacimiento (aunque hay varias Leonores ilustres españolas en el siglo XVI: la hermana de Carlos I el Emperador, la madre de Miguel de Cervantes, la esposa de Juan Ponce de León, ésta probablemente la primera mujer europea en América), y reapareciendo durante el Romanticismo del siglo XIX en autores dramáticos diversos, especialmente en España durante la década de 1830 (Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas, El trovador de García Gutiérrez, etc.), e incluso en las grandes óperas italianas de Verdi inspiradas en los mencionados textos literarios españoles (Il Trovatore, 1853, y La forza del destino, 1862) (2). Sin olvidar el precedente de la ópera de Beethoven (Fidelio, 1805), cuya protagonista también lleva el nombre de Leonor, esposa de un noble español, y cuya acción se desarrolla en Sevilla.

Hubo el rumor de que pudo inspirar a los Príncipes de Asturias el que el nombre de Leonor apareciera en el primer capítulo de la novela histórica de Mariano José de Larra, El Doncel de Don Enrique El Doliente (1834) –tema sobre el que también escribiría su drama en verso Macías-, ya que fue precisamente el libro que Dona Letizia regaló a Don Felipe cuando anunciaron su compromiso matrimonial en Noviembre de 2003. La novela de Larra se publicó póstumamente por Urrabieta y Martínez (Madrid, 1852) y existió asimismo otra novela histórica en la misma fecha de Manuel Ruiz y Pérez titulada Leonor de Montezuma (1852). Eleonora (1841) fue también el título de un relato corto y autobiográfico de Edgar Allan Poe, basado en un poema suyo anterior, Lenor.

Leonora O’Reilly (1870-1927) fue una socialista y feminista americana, y su compatriota Eleonor Donnally (1838-1917), la más importante poetisa católica de su época, hermana de uno de los más famosos líderes del populismo en Estados Unidos y notable experto en los estudios sobre “Atlantis”, Ignatius Donnally. Una hija del mismísimo Karl Marx, la más pequeña, nacida en Inglaterra, también tuvo el nombre: Eleanor “Tussy” Marx-Aveling (1855-1898), es una de las primeras autoras en combinar marxismo y feminismo, aparte de sus ensayos sobre la influencia de Marx en el movimiento socialista británico y americano (véase la excelente biografía de Rachel Holmes, Eleanor Marx. A Life, Bloomsbury Press, New York-London, 2014).

Una famosísima First Lady norteamericana, como es sabido, fue Eleonor Roosevelt (1884-1962). En torno a 1939, Eleonor Roosevelt -según la revista TIME- era indiscutiblemente la mujer más influyente de América, y siendo al mismo tiempo la más admirada por las propias mujeres, su nombre cobró gran popularidad y fue ampliamente adoptado para las niñas nacidas en la década siguiente (3). Aunque hubo antes otra Eleonor Roosevelt en la familia, la esposa de Theodore Roosevelt Jr., el hijo mayor del primer presidente Roosevelt, que tendría un comportamiento heroico como enfermera voluntaria durante la I Guerra Mundial, lo cierto es que la segunda Eleonor, la esposa de FDR, sigue siendo considerada la mujer más influyente de todos los tiempos, según el estudio de Deborah G. Felder, The 100 most influential women of all time: a ranking past and present (1995). De acuerdo con esta autora (4), Eleonor Roosevelt ocuparía el primer lugar, mientras otras célebres mujeres en la historia y la política (reinas y primeras ministras) tendrían posiciones más discretas: Elizabeth I de Inglaterra (16ª), Isabel la Católica (21ª), Golda Meier (36ª), Victoria de Inglaterra (38ª), Indira Gandhi (56ª), Margaret Thatcher (68ª), y Cleopatra (84ª). Cuando se publicó esta obra en 1995, siendo Hillary R. Clinton la First Lady, aparecía ésta en la posición 75ª. Si se publicara hoy sin duda aparecería en un lugar más destacado, pero me perdonará el lector que –sin sarcasmos- le recuerde aquél bizarro episodio en el que Mrs. Clinton admitió haber tenido una cierta “comunicación” con la difunta Eleonor Roosevelt durante su estancia en la Casa Blanca (P.S.- Efectivamente, el ranking de la revista Forbes, “The World´s 100 Most Powerful Women”, June 16, 2014, sitúa a Hillary Clinton en la 6ª posición, tras Angela Merkel, Janet Yellen, Melinda Gates, Dilma Rousseff y Christine Lagarde, por ese orden).

La adolescente y malograda -por su prematura muerte- Leonor Izquierdo (1894-1912) fue la esposa-niña durante apenas tres años de nuestro celebrado poeta Antonio Machado. Asimismo, una de las musas y amantes del gran poeta romántico y escritor modernista italiano Gabrielle d´Annunzio fue la célebre actriz Eleonora Duse (1858-1924), primera profesional del escenario que tuvo una portada en el semanario estadounidense TIME. Y ya en plan nostálgico para los jóvenes de mi generación hay que recordar también a la bella y poco aprovechada actriz hispano-italiana (su padre era un marino español): Eleonora Rossi-Drago (1925-2007).

Han sido importantes artistas en el siglo XX dos pintoras, la argentina Leonor Fini (1907-1996) y la británica Leonore Carrington (1917- 2011), la pianista rusa Eleonora Ivov y la celista polaca Eleonore Schoenfield. Y en el campo del pensamiento, destaca la especialista británica en el Medievo, Eleonor Stump. La también británica Eleanor Hibbert (alias “Victoria Holt” y “Jean Plaidy”) ha sido una exitosa novelista e historiadora, autora, entre muchos otros libros, de las historias noveladas de la española Reina consorte Catalina de Aragón (Katherine, the Virgin Widow) y de su hija María Tudor, medio española, primera Reina soberana de Inglaterra (In the Shadow of the Crown). La estadounidense Elinor Ostrom fue la primera mujer Premio Nobel en Economía. Mi amiga también estadounidense y gran fan de España, la doctora Eleonor Shore, una de las primeras mujeres graduadas en la Escuela de Medicina de Harvard, ha sido durante muchos años Decana de la misma, y desde su fundación (en 1990) miembro del consejo académico del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard.

En pleno siglo XX, volvemos a encontrar el nombre en algunas damas de la alta aristocracia, como la segunda esposa del Gran Duque Ernst Ludwig de Hesse (hermano de la última Zarina de Rusia), Eleonore de Solms-Lich (1868-1937), y como curiosa variante en el nombre de la esposa del Gran Duque Vladimir Romanov, Leonida Gueóguievna Bragation (1914- 2010). Este matrimonio residió en España, donde nacería su única hija la Gran Duquesa María (1953- ), asimismo residente en Madrid, y la principal pretendiente actual al trono imperial de Rusia. Como miembro del secreto club de los “anastasios”, no me resisto a mencionar que el esposo de Anastasia Romanov/Ana Anderson (fallecida en Charlottesville, Virginia, USA, en 1984), el reputado genealogista virginiano Jack Mahanan investigó y descubrió que su esposa era descendiente de Isabel la Católica de España, y por tanto de Leonor de Aquitania (5). Como curiosidad, mencionaré la singular “Tía Leonor Grimaldi”, una misteriosa fairy godmother que fascinaba a Carolina y Alberto de Mónaco cuando eran pequeños, personaje de ficción creado e interpretado por el propio príncipe Rainiero para regocijo de sus hijos (6).

Finamente, la hija menor de los Reyes de Bélgica y una nieta de los Reyes de Suecia (primogénita de la Princesa Magdalena) son, junto a la Princesa de Asturias, las únicas que tienen hoy el nombre Leonor en las casas reinantes europeas. Asimismo, de las familias pretendientes, la hija primogénita del archiduque Carlos de Austria-Hungría.

La mujer en la Monarquía española

En la historia de España, curiosamente y en comparación con otras naciones europeas, la mujer ha tenido un papel destacado en la Monarquía – y no solo como consorte- desde los primeros tiempos de la institución en la temprana Edad Media, según ha investigado y documentado la historiadora María Jesús Fuente en su erudita obra, Reinas medievales en los reinos hispánicos (Madrid, 2004). Quizás sea una excepción la “Berenguela escandinava”, Princesa-regente Ingebjorg en el siglo XIV, impulsora de la unión de las coronas de Noruega y Suecia, consumada por su hijo Magnus Ericsson.

Por ejemplo, incluso en una monarquía tan prestigiosa como la británica, con la excepción del precedente de dos reinas consortes famosas, Matilda y Leonor, hubo que esperar hasta el siglo XVI para que alcanzara el trono, por derecho propio, una mujer, que precisamente era medio española: María Tudor, hija mayor de Enrique VIII y Catalina de Aragón, y por tanto nieta de nuestros Reyes Católicos. Pero antes de María Tudor, conviene subrayarlo, tres españolas habían sido reinas consortes de Inglaterra: Leonor de Castilla, esposa del Rey Edward I Plantagenet, madre del Rey (medio español) Edward II Plantagenet; Berenguela de Navarra, esposa de Richard I Plantagenet (el famoso cruzado “Ricardo Corazón de León”), sin descendencia; y Catalina de Aragón, esposa primero del Príncipe Arthur y después del Rey Enrique VIII Tudor, madre de la Reina (medio española) María I Tudor (motejada un poco injustamente “Bloody Mary”), de quien sería brevemente esposo-rey consorte nuestro Príncipe Felipe, en realidad ya Rey de Nápoles en el momento de la boda (y futuro Felipe II de España y su Imperio). Aparte de las biografías sobre la esposa e hija legítimas de Henry VIII Tudor, deben tenerse en cuenta sendas historias noveladas anteriormente mencionadas de Eleonor Hibbert.

Conviene destacar que la historia y la historiografía en general no han sido justas con estas dos reinas de Inglaterra con sangre española, Catalina y su hija María, por lo que deben subrayarse las notables excepciones, respectivamente, de sus biógrafos Garrett Mattingly (Catherine of Aragon, New York, 1941) y Carolly Erickson (Bloody Mary. The Remarkable Life of Mary Tudor, New York, 1978), ambos autores de la excelente escuela historiográfica de Columbia University (NYC).

J. E. Neale, en su celebrada obra Queen Elizabeth I. A Biography (1934), precisó que “While there was no Salic Law in England to exclude his only legitimate child, the girl Mary, from sucession, the most distinguished legal writer of the previous century had argued that a woman could not succeed to the English throne; and in the four and half centuries since the Conquest there had only one queen regnant, Matilda, whose singularity and fate were nearly as decisive against a female sovereign as any Salic Law.” (7)

Aunque Elizabeth I se convertirá en la reina más famosa e influyente de la historia, según el estudio antes mencionado que la sitúa en el lugar décimo-sexto de todas las mujeres (Isabel La Católica, según el mismo estudio, la sigue en el vigésimo-primero, aunque hay otros rankings que sitúan a la española por delante), quizás simplemente sea un reflejo de una hegemonía cultural anglo-americana y debido a la mayor abundancia y publicidad de su literatura historio-biográfica. En todo caso, no hay que olvidar que la primera reina inglesa de la época moderna fue su medio hermana, Mary I, con sangre española, nieta de Isabel La Católica y primera esposa, como señalamos, nada menos que de Felipe II (lo cual hizo a nuestro famoso monarca por algún tiempo rey-consorte de Inglaterra), la malograda María Tudor, a la que hasta su muerte la propia Elizabeth acató, muy a su pesar o de sus partidarios anglicanos, aceptando incluso su predisposición eventual para una reconversión al catolicismo.

Es, por tanto, oportuno destacar aquí el ejemplar papel de estas dos reinas españolas, madre e hija (una consorte y otra soberana por derecho propio) en la Corte inglesa de los Tudor en los albores de la Edad Moderna –conviene repetirlo-injustamente tratadas por la historia y por la historiografía. Primero Catalina de Aragón, la hija de los Reyes Católicos, que siendo una adolescente viajó a Inglaterra –y, tristemente, nunca volvería a ver a sus padres y a sus hermanos- acompañada por el Conde de Cabra para ser esposa, primero de Arthur, Príncipe de Gales, y tras la muerte prematura de éste, de su hermano Henry VIII. Después, su única hija con el monarca, María, que será coronada Reina de Inglaterra como María I Tudor, tras la muerte de su padre y de su hermanastro varón Edward VI (hijo del Rey con su tercera esposa, Jane Seymour). Esposa amantísima, pero infeliz, de Felipe II de España –casi al borde de la locura, como en el caso célebre de su tía Juana con su esposo, otro Felipe de la historia de España, el primero, Felipe el Hermoso, menos honorable e importante que su nieto.

Tras la clásica y ya lejana obra del padre Enrique Flórez, Memorias de las Reinas Católicas de España (Madrid, 1761), desde el siglo XIX, coincidiendo con la génesis de la novela histórica y a veces confundiéndose con ella (8), hasta el presente han ido apareciendo algunas biografías o monografías históricas sobre las reinas españolas. Dentro del género literario novela-biografía histórica, el Romanticismo exaltó a reinas, princesas y mujeres extraordinarias asociadas a la monarquía como, por ejemplo, los siguientes autores y títulos:

Estanislao de Cosca Vayo, Juana y Enrique, Reyes de Castilla (1835), Juan Cortada y Sala, El rapto de doña Almodis (Barcelona, 1836), Francisco Martínez de la Rosa, Doña Isabel de Solís, reina de Granada (1837), Braulio Antón Ramírez, Isabel de Guzmán (1847), Francisco Navarro Villoslada, Doña Blanca de Navarra (1848), del mismo, Doña Urraca de Castilla (Madrid, 1849), M. Fernández y González, Doña Isabel la Católica (1851), Manuel Ruiz Pérez, Leonor de Montezuma (Granada, 1852), F. J. Orellana, Isabel Primera (1853), M. Fernández y González, Doña Sancha de Navarra (1854), Juan José Mora, Doña Mariana de Austria (1854), F. J. Orellana, La reina loca de amor (1854), Manuel Torrijos, La infanta doña Teresa (1857), Anónimo, Doña Blanca de Borbón (Cádiz, 1858), J. Güel y Renté, Nieta del Rey (Paris, 1958), Anónimo, La dama del Rey (1862), Julio Nombela y Tabares, La pasión de una reina (Paris, 1862), M. Fernández y González, La Princesa de los Ursinos (1864), Eduardo Feijoo de Mendoza, Doña Blanca de Lanuza (1869).

En un nivel historiográfico más riguroso, habría que mencionar, por orden cronológico de publicación, las obras de Antonio Rodríguez Villa, La Reina doña Juana la Loca (Madrid, 1892), Martin Hume, Queens of Old Spain (London, 1906), Marqués de Villa-Urrutia, Las mujeres de Fernando VII (Madrid, 1925), Ludwig Pfandl, Juana la Loca (Madrid, 1937), Santiago Nadal, Las cuatro mujeres de Felipe II (Barcelona, 1944), Fernando González-Doria, Las Reinas de España (Madrid, 1981, 1989), Bernard F. Reilly, The Kingdom of León-Castilla Under Queen Urraca, 1109-1126 (Princeton, NJ, 1982), J. A. Vidal Sales, Reinas de España (Barcelona, 1984), y del mismo, Crónica íntima de las Reinas de España (Barcelona, 1993), G. Noel, Victoria Eugenia, reina de España (Buenos Aires, 1984), Isabel Altayo y Paloma Nogués, Juana I, la reina cautiva (Madrid, 1985), Juan Manuel González Cremona, Soberanas de la Casa de Austria (Barcelona, 1987), Carlos Fisas, Historias de las Reinas de España. La Casa de Austria (Barcelona, 1988), Ricardo de la Cierva, Victoria Eugenia, el veneno en la sangre (Barcelona, 1992), Manuel Fernández Álvarez, Juana la Loca (Palencia, 1993), Miriam Shadis, Berenguela of Castile and Her Family: Political Women in the High Middle Ages (referencia no disponible), Irene Ruiz Albi, La Reina Doña Urraca (1109-1126). Cancillería y Colección Diplomática (León, 2003), María Jesús Fuente, Reinas Medievales en los reinos hispánicos (Madrid, 2004), María del Carmen Pallarés y Ermelindo Portela, La Reina Urraca (San Sebastián, 2006), Ricardo de la Cierva, Vida y amores de Isabel II (Madrid, xxxx), Isabel Burdiel, Isabel II (Madrid, 2004), y María José Rubio, Reinas de España. Siglos XVIII-XXI (Madrid, 2009) y Reinas de España. Las Austrias. Siglos XV-XVII (Madrid, 2010), Isabel Burdiel, Isabel II. Una Biografía (1830-1904) (Madrid, 2010), José Luis Comellas, Isabel II (Madrid, 2011), José María Zavala, La Reina de Oros. La doble vida de María Cristina de Borbón (Madrid, 2011).

Y aunque en forma de novela biográfica, la bien documentada de Pilar Eyre (ver Postdata*) sobre la reina Victoria Eugenia de Battenberg, Ena. La novela (Madrid, 2010). En ese mismo género de novela-biografía, Robert Pagani ha publicado sobre la boda real de Alfonso y Victoria Eugenia, The Princess, the King and the Anarchist (originalmente en francés y versión inglesa en Helen Marx Books, 2010).

Sobre nuestra última reina, doña Sofía, se han publicado ya algunos libros, entre los que destacaré el de María Eugenia Rincón, Sofía de España, una mujer (Madrid, 2005), el muy polémico de Pilar Urbano, La Reina muy de cerca (Barcelona, 2008), y los más hagiográficos de Fermín J Urbiola, La sonrisa que cautivó a España (Madrid, 2008), de Carmen Enríquez y Emilio Oliva, Doña Sofía. La Reina habla de su vida (Madrid, 2008), y el de varios autores, La Reina Sofía. Imágenes para 70 años de vida (Madrid, 2008). De gran interés es el suplemento especial de ABC, La Reina cumple 70 años (D7, Los Domingos de ABC, 2 de Noviembre de 2008). Asimismo, se han publicado también algunos libros sobre las hijas de los Reyes, como el de María Molina y Consuelo León, La Infanta Cristina. Una mujer de su generación (Barcelona, 1997) (ver Postdata**), y el de Carmen Duerto y Cecilia Crego, La Infanta Elena. La reina que pudo ser (Madrid, 2009). Sobre la Infanta Cristina, probablemente víctima de un matrimonio erróneo por infatuación sentimental y de un entorno familiar y cortesano viciados, han aparecido muy recientemente los libros de Eduardo Inda y Esteban Urreiztita, La Intocable (Madrid, 2014), y de Paloma Barrientos, La Infanta invisible (Barcelona, 2014). Cuando reviso este párrafo (Enero de 2015), un juez instructor de Palma de Mallorca, tras imputarla ha resuelto desestimar los recursos de sus abogados y llevarla a juicio. Lamentablemente es el primer caso en la historia de España de una persona de la Familia Real que será juzgada y, muy probablemente, condenada.

Por supuesto, el récord en el número de obras a ella dedicadas lo tiene la incomparable Isabel La Católica: Diego Clemencín, Elogio de la reina Católica Doña Isabel (Madrid, 1821), Christopher Hare, A Queen of Queens and the Making of Spain (New York, 1906), Irene Plunket, Isabel of Castile and the Making of the Spanish Nation (New York, 1915), William Thomas Walsh, Isabella of Spain: The Last Crusader (New York, 1930), F. Cereceda, Semblanza espiritual de Isabel La Católica (Madrid, 1946), Manuel Ballestros Gaibrois, La Obra de Isabel La Católica (Segovia, 1953), del mismo, Isabel de Castilla, Reina Católica de España (Madrid, 196 ?), Antonio de la Torre, ed., La Casa de Isabel La Católica (Madrid, 1954), Rafael García de Castro, Virtudes de Isabel la Católica (Madrid, 1956), Tarsicio de Azcona, Isabel La Católica: Estudio crítico de su vida y su reinado (Madrid, 1964), del mismo, Isabel La Católica. Vida y Reinado (Madrid, 2004), Luis Suárez Fernández, Política internacional de Isabel La Católica (2 vols., Valladolid, 1965/1969), del mismo, Isabel I, Reina (Barcelona, 2000), A. Rumeu de Armas, La política indigenista de Isabel La Católica (Valladolid, 1969), Vicente Rodríguez Valencia, Isabel La Católica en la opinión de españoles y extranjeros (3 vols., Valladolid, 1970), Isabel del Val Valdivieso, Isabel La Católica, Princesa (Valladolid, 1975), Nancy Rubin, Isabella of Castile. The First Renaissance Queen (New York, 1991), Warren H. Carroll, Isabel of Spain: The Catholic Queen (Front Royal, Virginia, 1991), Peggy K. Liss, Isabel the Queen: Life and Times (New Yok, 1992), Varios Autores. Isabel, reina de Castilla. V Centenario (Historia 16, 334, Madrid, 204), María A. Pérez Samper, Isabel La Católica (Barcelona, 2004), David A. Boruchoff, ed., Isabel La Católica, Queen of Castile (New York, 2003), Alfredo Alvear Ezquerra, Isabel la Católica (Madrid, 2004), Luis Ribot, Julio Valdeón y Elena Maza, Isabel La Católica y su época (Valladolid, 2004), María Isabel del Val Valdivieso y Julio Valdeón, Isabel La Católica, Reina de Castilla (Valladolid, 2004), Gonzalo Anes, Isabel La Católica y su tiempo (Madrid, 2005) y Teresa Martinlay, Isabel I (Madrid, 2009). Junto a tales obras, hay algunas novelas históricas del siglo XIX antes mencionadas (de M. Fernández y González, F. J. Orellana, etc.) y la más reciente de Ángeles de Irisarri, Isabel, la Reina (Barcelona, 2011). Finalmente, las últimas biografías de José María Zavala, Isabel íntima (Barcelona, 2014), y de Kirstin Downey, Isabella: The Warrior Queen (New York, 2014), destacada ésta junto a otras biografías asimismo recientes de la reina egipcia Hastshepsut y de la británica Victoria como el trío de reinas más poderosas por Kathleen Hale (“We Three Queens. A triad of royal biographies invoques womanpower”, TIME, October 27, 2014).

Las reinas españolas por derecho propio han sido diez:

  1. Urraca de León y Castilla (1109-1126)
  2. Berenguela de Castilla (1217)
  3. Juana I de Navarra (1274)
  4. Juana II de Navarra (1328-1349)
  5. Blanca de Navarra (1425-1441)
  6. Leonor de Navarra (1479)
  7. Catalina de Navarra (1483-1512)
  8. Isabel I de León y Castilla, y de España (1474-1504)
  9. Juana I de León y Castilla, y de España (1504-1555)
  10. Isabel II de España (1833-1868)

Entre ellas, como se ve, hubo una Leonor, Leonor de Foix, reina de Navarra, que ostenta el récord del reinado más breve, por su prematura muerte: 15 días. Por el contrario, el récord del reinado más largo lo tiene Juana la Loca, con el número capicúa del anterior: 51 años.

Asimismo, en la época contemporánea dos mujeres han sido reinas regentes durante las minorías de edad de sus hijos: María Cristina de Borbón y Dos Sicilias (1833-40), viuda de Fernando VII y madre de Isabel II; y María Cristina de Habsburgo (1885-1902), viuda de Alfonso XII y madre de Alfonso XIII. Existen, al menos, dos obras sobre sendas personalidades: la del Marqués de Villa Urrutia, La Reina Gobernadora (Madrid, 1936), y la de Rita María Cancio, The Function of Maria Christina of Austria’s Regency (1885-1902) in preserving the Spanish Monarchy (New York, 1957).

La historiadoras María Jesús Fuente (Reinas medievales en los reinos hispánicos, Madrid, 2004) y Vicenta Márquez de la Plata (Reinas medievales españolas, Madrid, 2000) han investigado el papel destacado o relevante de otras reinas consortes hispanas durante la Edad Media: Baddo, Egilo, Ermesinda, Andregoto, Sancha, Almodis, Zayda de Sevilla, Petronila, Teresa Gil de Vidaurre, María de Molina, María de Luna, Juana de Portugal, y Juana Enríquez, así como el de algunas infantas (Urraca y Elvira de León-Castilla, y María de Castilla) y otra mujer extraordinaria, amante del Rey, Leonor de Guzmán.

Postdata*: Pilar Eyre es también autora de una biografía novelada de una ilustre dama española que llegaría a ser emperatriz de Francia, Eugenia de Montijo: Pasión Imperial (Madrid, 2010), y Cristina Morató le dedica un largo capítulo en Reinas malditas (Barcelona, 2014) –aunque, a mi juicio, la biografía estándar sigue siendo la de Harold Kurtz, The Empress Eugénie, 1826-1920 (Boston, 1964), la única que destaca la influencia decisiva del español Juan Donoso Cortés en el régimen del 18 Brumario de Louis Bonaparte. Asimismo Pilar Eyre es biógrafa de otra gran dama que no pudo llegar a ser reina, la madre de Don Juan Carlos, María la Brava: la madre del Rey (Madrid, 2010), obra ésta que a su vez ha provocado la refutación de Javier González de la Vega, Yo, María de Borbón (Madrid, 2010). Y sobre otra española reina en un país extranjero, Fermín J, Urbiola, Nacida para reina. Fabiola, una española en la Corte de los belgas (Madrid, 2010).

Postdata**: En esta obra las autoras vierten un pequeño error que solo menciono porque me concierne personalmente: escriben que fui el profesor de la Infanta Cristina en su primer día de clase en la Universidad Complutense, cuando en realidad fui profesor suyo en el último (5º) curso de la Licenciatura en Ciencias Políticas, en la asignatura Ideologías Políticas contemporáneas (de la que también fueron alumnos míos, creo que en los mismos años, Javier Fernández Lasquetty del PP, Rafael Simancas del PSOE y Juan Carlos Monedero de Podemos).

Leonor de Aquitania

Históricamente, Leonor o más específicamente la Reina Leonor, por antonomasia, es Leonor de Aquitania (1122-1204): descendiente de Carlomagno, Duquesa de Aquitania y Condesa de Poitou; Reina de Francia (durante quince años), Regente de Normandía y Reina de Inglaterra (durante medio siglo). Madre de reyes y reinas: Ricardo "Corazón de León" y Juan "Sin Tierra", Reyes de Inglaterra; Joanna, Reina de Sicilia; y Leonor, Reina de Castilla. Abuela, asimismo, de al menos tres ilustres reinas españolas: Berenguela de Castilla, Reina de León; Urraca de Castilla, Reina de Portugal; y Blanca de Castilla, Reina de Francia. En fin, bisabuela sobre todo de dos famosísimos reyes santos: San Fernando de Castilla y León y San Luis de Francia.

¿Se puede pedir más? Sin embargo, esos títulos y linajes impresionantes no explican toda la historia de Leonor de Aquitania, porque ella, además, fue en si misma una leyenda y un ideal. A principios del siglo XX el gran historiador norteamericano Henry Adams se escandalizaba de que no existieran apenas investigaciones historiográficas sobre la Reina Leonor (entre paréntesis: a principios del siglo XXI es un escándalo también que en España no existan investigaciones historiológicas sobre Henry Adams, que sigue siendo un perfecto desconocido para la gran mayoría de los historiadores, sociólogos y politólogos de nuestro país) (ver Postdata ***). Desde la publicación de la magistral obra de Adams, Mont-Saint-Michel and Chartres (Washington DC, 1904) tampoco se avanzó mucho hasta la aparición de la excelente biografía, académicamente impecable, de Amy Kelly, Eleanor of Aquitanie and the Four Kings (Harvard University Press, 1950). Posteriormente se han publicado, casi exclusivamente en el ámbito anglo-americano, las importantes obras de William W. Kibler (1976), Marion Meade (1977), Desmond Seward (1978), Douglas D. R. Owen (1993), Alison Weir (2000), y Ffiona Swabey (2004). En España, por supuesto, seguimos en "ayunas", tanto de investigaciones como de traducciones.

En los años sesenta, tras la importantísima aportación de Amy Kelly, y coincidiendo con los nuevos aires, por no decir vientos, del feminismo en Occidente, tuvo un relativo éxito la obra teatral de James Goldman, The Lion in Winter, producida en Broadway en 1965, y que el mismo autor adaptó para el cine, pese a las reservas iniciales por ser un guión "excesivamente intelectual", en la producción de Martin Poll y Joseph Levine de 1968, dirigida por Anthony Harvey. Con un magnífico reparto (Katharine Hepburn como Leonor de Aquitania -que obtendría un merecidísimo Oscar-, Peter O'Toole como Enrique II, Anthony Hopkins como Ricardo Corazón de León ...) la película no fue un éxito de público y tampoco para la crítica, salvo los elogios a la interpretación. Sin embargo, el personaje histórico de la Reina Leonor cobraba un relieve que probablemente nunca había tenido en la cultura popular... desde el siglo XII, Su Siglo.

Henry Adams captaría perfectamente el significado de la vida y la leyenda de Leonor de Aquitania en su obra antes mencionada, al escribir: "Los siglos XII y XIII estudiados a la simple luz de la economía política, resultan una locura. La mente científica se atrofia y sufre debilidad cerebral cuando entra en contacto con la Mujer Eterna -Astarte, Isis, Demeter, Afrodita, y la última y más grande deidad de todas, la Virgen (...) El estudio de Nuestra Señora, tal como es mostrado por el arte de Chartres nos retrotrae directamente a Eva (...) al tema fundamental del sexo (...) a que la Naturaleza considera a la mujer como lo esencial y al varón lo superficial." En el siglo XII de "esa brillante Leonor de Aquitania (...) la superioridad de la mujer no era una ficción sino un hecho." Continua Adams: "En todo caso era la mujer, no el hombre quien imponía la ley; era María, no la Trinidad; Leonor, no Luis VII; Isolda, no Tristán (...) Isolda, Leonor y María eran la Mujer Eterna e Inmortal."

La larga vida de Leonor fue plena de energía y pasión. El Abad Suger la apoyó, pero el Rey Luis se inclinó hacia el Abad Bernardo (St. Bernard de Clairvaix). Adams considera la reacción del Rey un error típicamente puritano, con una marca característica de hostilidad hacia la mujer. Y concluye el historiador: "Leonor difícilmente podía calificarse de dócil. Amaba muchas cosas, pero sobre todo amaba el poder (...) Leonor de Aquitania fue la más grande de las mujeres francesas. Su voluntad era ley, en Burdeos o en Poitiers, en Paris y en Palestina, en Londres o en Normandía; en la corte de Luis VII o en la de Enrique II, y sobre todo en la suya propia, la Corte del Amor (...) Nunca otra mujer francesa tuvo tanto poder." En efecto, ninguna otra figura de la Edad Media, hombre o mujer, inspiró tantas leyendas como Leonor de Aquitania, leyendas de poder y leyendas de amor en la Era de las Cruzadas: precisamente en Medio Oriente decidiría terminar su matrimonio con Luis VII, con el pretexto de "consanguinidad". En realidad, como ella dijo, "pensé que me casaba con un rey, y me encontré casada con un monje."

Se le atribuyeron romances con un bello esclavo sarraceno, con un famoso caballero cruzado (Raymond de Toulouse), con un no menos famoso poeta trovador (Bernard de Ventadour),... ¡con el mismísimo Saladino! Lo cierto es que su matrimonio en Mayo de 1152 con Enrique de Anjou, dos meses después de la anulación del anterior, fue por amor y durante el resto de su vida no hubo motivo de escándalo (los ingleses crearon otra leyenda inspirada contra Leonor, la poética de Rosamunda).

Como percibió Adams, el ideal de Leonor, que ella transmitió sobre todo a su hija María de Champagne y a su nieta Blanca de Castilla, fue una especie de religión de poesía y de amor: "Sus evangelios (...) los encontramos en Dante, Petrarca, o si se prefiere, en Don Quijote de la Mancha. Esa religión ha muerto (...) solo su arte sobrevive como expresión, en su conjunto, de los más altos pensamientos y emociones de la humanidad." El historiador insiste en que, pese a su idealidad, tal religión en su época fue también una ideología práctica. Leonor, María y Blanca abordaron la reforma de las "maneras", y para enseñar maneras, crearon una escuela que llamaron la Corte del Amor, con su propio código legal: el amor cortés. "La duda -afirma Adams- es solo ignorancia. No conocemos y probablemente nunca conoceremos a la mujer del siglo XII (...) pero conocemos la literatura que creó, el arte en que vivió y la religión que profeso (...) Para nosotros la poesía es historia, y los simples 'datos' son falsos (...) El dato, entonces como ahora, era Poder o su equivalente en el cambio (...) Ilusión por ilusión, el amor cortés era en manos de Dante y Petrarca tan sustancial como cualquier otra convención, el balance comercial, los derechos del hombre, o el credo de Atanasio. En ese sentido solo las ilusiones eran reales..."

Hace ya casi dos lustros, con motivo del nacimiento de la primogénita de los Príncipes de Asturias, el ilustre historiador y académico Luis Suárez Fernández publicó en la tercera de ABC (1/11/2005) un artículo titulado "Leonor en la Historia de España" en el que, entre otras cosas, constataba: "Leonor de Aquitania (...) trajo a España la función fundamental de hacer que las mujeres tuvieran exactamente el mismo nivel que los hombres (...) Encontramos el nombre de Leonor en toda la Baja Edad Media, alimentada por la memoria de aquella que fue fundadora de las Huelgas de Burgos y tan distinta de su madre, Alienor, que reinó en Inglaterra."

Percibimos una pequeña injusticia en tales observaciones: Alia-Anor era hija de Anor, dama de inferior condición que su padre, Guillermo de Aquitania (quien, por cierto, moriría durante su peregrinación a Santiago de Compostela y allí fue enterrado). Alia-Anor es la auténtica Leonor de Aquitania de la leyenda histórica y del ideal femenino, y su hija, también llamada Leonor -con sus muchas virtudes, la princesa que vino a España para convertirse en Reina de Castilla-, era su discípula, como también lo fueron sus otras hijas María, Alix y Joanna, o sus nietas españolas, Blanca, Urraca y Berenguela, sin olvidar el magnífico discípulo que fue asimismo su propio hijo, Ricardo Corazón de León. Si realmente era tan distinta de su madre (por supuesto, cada ser humano es diferente), no podía en ningún caso eclipsar la leyenda y la realidad de la gran Leonor de Aquitania. Aunque ésta, sin duda, fue más radical que todas sus discípulas en su curiosidad intelectual y en su intolerancia de la “enui”, la “accidia” que comenzó a sufrir moderadamente en Paris y que llegó a un extremo insoportable durante su viaje a Antioquia, como relata Amy Kelly.

En sus últimos años Henry Adams vivió obsesionado por comprender la historia como un proceso de Caos y Aceleración hacia lo que metafóricamente él mismo denominó la Fase Etérea, como "The Clash between Past and Present" (en la afortunada expresión de Leo Marx, The Machine in the Garden: Technology and Pastoral Idea in America, Oxford University Press, 1964), y como choque asimismo entre la poesía y la tecnología ("The Dynamo and the Virgin, 1900" fue el título que el propio Adams dió a uno de los capítulos de su Education). Si hubiera vivido en el presente, el gran historiador estaría intrigado y fascinado por la existencia de una infanta española con la sangre y el nombre de Leonor, para quien la Casa Real crearía un dominio en esa misteriosa y diabólica red en el imaginario éter:

Postdata ***: La biografía clásica y “canónica” sobre Henry Adams es la del gran especialista Ernest Samuels, en 3 volúmenes editados por Harvard University Press: The Young Henry Adams (1948), Henry Adams: The Middle Years (1958), Henry Adams: The Major Phase (1964). Entre la bibliografía más reciente sobre el gran historiador, resultan imprescindibles las obras de Edward Chalfant, Improvement of the World: A Biography of Henry Adams. His Last Life, 1891-1918 (North Haven, CT: Anchor Books, 2001), y de James P. Young, Henry Adams. The Historian as Political Theorist (Lawrence, KS: University Press of Kansas, 2001). A punto de publicarse este ensayo, se anuncia la primera edición en español de la obra de H. Adams, Mont Saint Michel y Chartres (traducción de José Rafael Hernández Arias, ARPA, Madrid, 2016).

NOTAS

  1. Leslie Dunkling and William Gosling, The New American Dictionary of First Names, Signet/New American Library, New York, 1983, pp. 118-120 y 249-251. También, Alfred J. Kolotatch, The Name Dictionary. Modern English and Hebrew Names, JD Pub., Middle Village, NY, 1967, p. 197.
  2. Carlos Ruiz Silva, Prólogo a las obras del Duque de Rivas, Don Álvaro o la fuerza del sino…, Espasa-Calpe, Madrid, tercera edición, 1983, pp. 24-25 y 26-28.
  3. Richard Harrity and Ralph G. Martin, Eleonor Roosevelt. Her Life in Pictures, Duell, Sloan and Peace, New York, 1958, refleja gráficamente el innegable carisma de la primera dama. Otras obras sobre su sobresaliente personalidad: Joseph P. Lash, Eleonor: The Years Alone, W. Norton, New York, 1972, la más académica, J. William T. Young, Eleonor Roosevelt. A Personal and Public Life, Little, Brown, Boston, 1985 (esta obra contiene también una bibliografía selecta), y la probablemente mejor biografía, en 3 volúmenes, de Blanche Wiesen Cook, Eleanor Roosevelt, Viking Penguin, New York, vol. 1 (1992), y vol. 2, (2000), (el vol. 3 pendiente).
  4. Deborah G. Felder, The 100 most influential women of all time: a ranking past and present, Carol Pub. Group, Seacus, NJ, 1995.
  5. Peter Kurth, The Lost World of Nicholas and Alexandra, Little, Brown and Company, Boston, 1995, pp. 224-225. Leonida Gueórguievna, princesa Bragation, falleció en Madrid el 23 de Mayo de 2010 (véase el obituario de Daniel Utrilla, “Leonida Gueórguievna”, El Mundo, Madrid, 25 de Mayo de 2010, p. 22). Sobre Leonida, su hija y los diversos pretendientes Romanov: Robert K. Massie, The Romanovs. The Final Chapter, Ballantine Books, New York, 1995, pp. 259-ss., y Peter Kurth, ob. cit., “Aftermath”, pp.199-ss. Sobre la “Spanish personality” de Anastasia, véase James Blair Lovell, Anastasia. The Lost Princess, Regnery, Washington DC, 1991, pp. 327-328.
  6. Según testimonio de la princesa Grace Kelly de Mónaco al pintor español Alejo Vidal-Quadras a principios de los sesenta, cuando el artista realizaba en su palacio un retrato del príncipe Rainiero. Citado por Robert Lacey, Grace, Berkeley Books, New York, 1966, p. 292.
  7. Sobre la Princesa-regente Ingebjorg: T. K. Derry, A History of Scandinavia, University of Minnesota Press, Minneapolis, 1979, p. 69. Sobre Elizabeth de Inglaterra: J. E. Neale, Queen Elizabeth I. A Biography (1934), Doubleday, Garden City, New York, 1957, pp. 1-2 y ss.
  8. Juan Ignacio Ferreras, El triunfo del liberalismo y de la novela histórica, 1830-1870, Taurus, Madrid, 1976.

Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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