(Silena¿?, Luisa, Magdalena, Andrea, Leonor de Cortinas, Catalina, Ana Franca, Magdalena Enríquez ¿? y las que pudo conocer durante su vida de soldado en Italia [Aventuras de Roma, primera flor de su vida, que dice Manuel de Góngora)
Conferencia pronunciada en la Fundación Merayo, de Santiesteban de Porma (León), en abril de 2016
No pretendo hacer un estudio literario extenso de la obra de Cervantes, y no por carecer de interés en ella, al contrario, pero aunque inevitablemente habré de tratar de bastantes aspectos de su obra –estrechamente vinculada a su peripecia vital- es precisamente ésta, su vida, en el cuatrocientos aniversario de su fallecimiento, y de sus aspectos históricos, el tema principal de que hoy quiero ocuparme.
También he de manifestar que me ha complacido ilustrar algún avatar de su vida a través de la obra de Don Manuel de Góngora, excelente poeta moderno que glosó la peripecia Cervantina de forma magistral, por lo que tendré sumo gusto en recitar algunos versos de dicho autor intercalados a lo largo de esta ponencia.
Y no puedo obviar, a fuer de sincero, que las mujeres juegan un importante papel en la vida de cualquier hombre, mucho más de ese 50% que pretende el moderno feminismo a ultranza y que ello no es nada nuevo.
Como trataremos de demostrar, en Cervantes las mujeres tuvieron una importancia fundamental, tanto en su vida, como en su obra.
* * *
Miguel de Cervantes, obvio es decirlo, es universalmente conocido por haber escrito Don Quijote de la Mancha, que muchos críticos han considerado como la primera novela moderna y una de las mejores obras de la literatura universal, además de ser el libro más editado y traducido de la historia, sólo superado por la Biblia.
Se le ha dado a Cervantes el sobrenombre de «Príncipe de los Ingenios», distinguiéndolo así de su coetáneo y rival literario Félix Lope de Vega y Carpio, a quien se conoce como “Fénix de los Ingenios”. Pero todas estas alabanzas “a posteriori”, enmascaran la enorme dureza de su vida, los avatares y padecimientos que hubo de sufrir y lo costoso que le fue alcanzar una cierta tranquilidad económica, que nunca llegó al grado de lo que hoy consideramos bienestar
La vida de Cervantes es una sucesión casi ininterrumpida de adversidades, y su gran mérito es el haberlas soportado con estoicismo y con valentía, así como el haber logrado que tales golpes de fortuna adversa no hayan influido de forma negativa en su constante y meritoria labor de creación literaria.
Nunca tuvo nada seguro, todo fueron azares y contratiempos, alternados escasas veces con periodos de relativa tranquilidad, pero ello no le impidió hacer constar ante el mundo literario su genio y su saber hacer.
Como dice de él Manuel de Góngora, aludido al principio:
“Por toda norma el acaso
Y en cada azar un señuelo
Concitador de un fracaso.
Muchas alas, poco cielo,
Corcusido ferreruelo,
Hambre larga y pan escaso.”
Sexto de los siete hijos del matrimonio de Rodrigo de Cervantes Saavedra y Leonor de Cortinas, Miguel de Cervantes Saavedra fue bautizado en la parroquia de Santa María la Mayor.
La familia de su padre conocía la prosperidad, pero su abuelo Juan, graduado en leyes por Salamanca y juez de la Santa Inquisición, abandonó el hogar y comenzó una errática y disipada vida, dejando a su mujer y al resto de sus hijos en la indigencia, por lo que el padre de Cervantes se vio obligado a ejercer el oficio de cirujano barbero, lo cual, convirtió la infancia del niño en una incansable peregrinación por las más populosas ciudades castellanas en busca de clientela.
Por parte materna, Cervantes tenía un abuelo magistrado que llegó a ser efímero propietario de tierras en Castilla. Estos pocos datos acerca de las profesiones de los ascendientes de Cervantes fueron la base de la teoría de Américo Castro sobre el origen converso (judíos obligados a convertirse en cristianos tras 1495) de las familias de ambos progenitores del escritor.
ESTO ES LO QUE ASEGURA AMERICO CASTRO, EN TANTO QUE SANCHEZ ALBORNOZ NIEGA CONTUNDENTEMENTE LA ASCENDENCIA JUDIA DE CERVANTES. OTROS AUTORES, COMO CESAR VIDAL, SE INCLINAN MÁS POR LA TEORIA DE ESTE ÚLTIMO. LUIS ASTRANA MARIN, EN SU OBRA “LA VIDA HERÓICA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA” SE DECANTA TAMBIÉN POR LA CRISTIANIDAD VIEJA DE CERVANTES, EN IGUAL SENTIDO SE PRONUNCIA ANGEL VALBUENBA PRATS.
Sin embargo, en el Diccionario Español de Apellidos, de los hermanos Carraffa, el apellido “Cervantes” no figura confirmado con las probanzas de limpieza de sangre que efectuaban las Reales Chancillerias y Reales Audiencias que, en la época, comprobaban la genealogía de cuantos solicitaban entrar en el Ejército como oficial o en las distintas oficinas y servicios de la Administración, aunque en estas era voluntaria la solicitud del interesado. No así para el otorgamiento de títulos nobiliarios o ingreso en las Órdenes de Caballería, como Calatrava, Santiago, Alcántara o Montesa.
No obstante lo dicho, el carecer de tales pruebas, no es presunción suficiente para negar la “limpieza de sangre” en el caso de Cervantes, ya que este no solicitó cargos que comportaran la necesidad de dichas pruebas.
El destino de Miguel parecía prefigurarse, en parte, en el de su padre, quien acosado por las deudas, abandonó Alcalá para buscar nuevos horizontes en el próspero Valladolid, pero sufrió siete meses de cárcel por impagos en 1552, y se asentó en Córdoba en 1553; dos años más tarde, en esa ciudad, Miguel ingresó en el flamante colegio de los jesuitas.[1] Allí obtuvo una formación que, si no completa y de nivel universitario, sí que fue lo suficiente amplia para iniciarle en el campo de las humanidades, de la historia, de la literatura y de la tradición greco-latina. Esta era la norma de los jesuitas desde su fundación. Como es sabido, San Ignacio de Loyola, Pedro Fabro, San Francisco Javier y los demás fundadores de la Compañía, eran estudiantes en la Universidad de París y desde las primeras líneas de actuación del apostolado social establecidas tanto por San Ignacio de Loyola, como por el resto de los fundadores, consideraron siempre la formación intelectual y la cultura como la principal necesidad del hombre para moverse dignamente en el mundo, en cualquier actividad ya fuera de la índole que fuera y la realidad es que de sus colegios, los estudiantes salían perfectamente formados para ingresar en las universidades o, incluso, para ejercer la industria y el comercio.
Aunque no fuera persona de gran cultura, Rodrigo de Cervantes se preocupaba por la educación de sus hijos y Miguel fue un lector precocísimo y también sus tres hermanas sabían leer, cosa muy poco usual en la época, aun en las clases altas.
Por lo demás, la situación de la familia era precaria. En 1556 su madre, Leonor, vendió el único sirviente que le quedaba y partieron hacia Sevilla, con el fin de mejorar económicamente, pues esta ciudad era la puerta de España a las riquezas de las Indias y la tercera ciudad de Europa, tras París y Nápoles, en la segunda mitad del siglo XVI.
Cervantes siempre presumió de ser hombre culto y en sus escritos dice cosas al respecto, como las siguientes:
En El Viaje del Parnaso, pone en boca de Mercurio, refiriéndose a sí mismo estos versos:
“Bien se que en la naval dura palestra
Perdiste el movimiento de la mano
Izquierda, para gloria de la diestra…”
O esta otra consideración, con la que también se refiere a su obra poética:
“Yo el soneto compuse que así empieza,
Por honra principal de mis escritos:
“Voto a Dios que me espanta esta grandeza”
Yo he compuesto romances infinitos
Y el de Los Celos es aquel que estimo
Entre otros que los tengo por malditos.”
Pero a pesar de todo, Cervantes sabía lo difícil que era ganarse la vida en España solo con la cultura y entonces decide emigrar a la influyente y rica Italia, donde tratará de buscar mejor fortuna.
Se ha conservado una providencia de Felipe II que data de 1569, donde manda prender a un sujeto llamado Miguel de Cervantes, acusado de herir en un duelo a un tal Antonio Sigura, maestro de obras.
Si se tratara realmente de Cervantes, ése podría ser un motivo más que le hizo pasar a Italia. Sin embargo y dadas las características de las leyes que regulaban el duelo en aquella época, sin negar que dicho duelo y providencia real hayan sido realidad y, por tanto, tenido su peso en la decisión, parece más probable que su marcha a Italia se debiera más a la búsqueda de una mejor fortuna, ya que los instrumentos de movilidad social ascendiente, para una persona de escasos medios económicos, estaban restringidos a cuatro posibles:
- Entrar al servicio de un personaje Noble y poderoso, con cuya protección alcanzar una mejor situación social y económica.
- Sentar plaza en las fuerzas armadas.
- Ingresar en el Seminario y hacerse sacerdote.
- Tomar parte en alguna expedición militar o civil (Casa de Contratación de Sevilla) a las Américas, donde las posibilidades de mejorar la economía personal, como sabemos y a pesar de lo restrictivo de las Leyes de Indias, eran mayores que en España.
Llegó a Roma en diciembre del mismo año. Allí leyó los poemas caballerescos de Ludovico Ariosto y los Diálogos de amor del judío sefardita León Hebreo (Yehuda Abrabanel), de inspiración neoplatónica, que influirán sobre su idea del amor. Cervantes se imbuye del estilo y del arte italianos, y guardará siempre un gratísimo recuerdo de aquellos estados, que aparece, por ejemplo, en El licenciado Vidriera, una de sus Novelas Ejemplares, y se deja sentir en diversas alusiones de sus otras obras.
De acuerdo con lo anteriormente expresado, buscando una mejor oportunidad social, entra al servicio de un noble poderoso, Giulio Acquaviva, que será cardenal en 1570, y a quien, probablemente, conoció en Madrid. Le siguió por Palermo, Milán, Florencia, Venecia, Parma y Ferrara. Pronto lo dejará, pues supone encontrar mejor fortuna sentando plaza de soldado en la compañía del capitán Diego de Urbina, del tercio de Miguel de Moncada.
Esta prolongada estancia en Italia, el conocimiento de otras gentes de costumbres bastante menos estrictas que las de una rigurosa sociedad, tan clericalizada como era la española, han hecho de Cervantes lo que se conoce en términos coloquiales como un “hombre de mundo”. Miguel es, por tanto, un personaje más liberal y más abierto a las conductas humanas que se separan de una moral rígida y un tanto pacata, como es la de nuestros siglos XVI y XVII, donde unas poblaciones cuyas gentes viven “a toque de campana”, han promovido comportamientos públicos poco tolerantes con las más o menos frecuentes “debilidades humanas”, sobre todo aquellas derivadas del sexto mandamiento.
Embarcó en la galera Marquesa. El 7 de octubre de 1571 y participó en la batalla de Lepanto, «la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros», formando parte de la armada cristiana, dirigida por don Juan de Austria, «hijo del rayo de la guerra Carlos V, de felice memoria», y hermano del rey Felipe II, y donde participaba uno de los más famosos marinos de la época, el marqués de Santa Cruz, que residía en La Mancha, en Viso del Marqués.
Combatiendo en la Batalla de Lepanto, quedó su mano izquierda tullida por lo que le quedó el famoso apodo "El manco de Lepanto". Aun así, Cervantes siguió luchando en batallas, incluyendo las de Túnez, Corfú y Mondón.
Y el recuerdo de su acción en Lepanto, también lo describe Góngora, recogiendo la leyenda de que el Papa, al leer el evangelio de San Juan, tuvo la iluminación de escoger a Juan de Austria como comandante de la flota cristiana (Fuit Homo missus a Deo, cuius nomen erat Joannes), y así dice:
Y entre el horrísono canto
Conque del Golfo las olas
A las naves españolas
Dieron altar en Lepanto,
El resplandor de la luz del
“Homo missus a Deo”, .
Poniendo como trofeo
El tremolar de la cruz
Del estandarte español,
Sobre el firme estanterol
De una turquesa galera,
Como si un sol pretendiera
Cegar la luz de otro sol.
En 1575, cuando regresaba a España con intención de lograr un destino oficial, unos corsarios berberiscos apresaron su galera y lo llevaron como esclavo a Argel donde pasó cinco años encarcelado.
Cervantes había tenido excelentes relaciones con Don Juan de Austria, quien la dio unas cartas de recomendación para que en España se le proveyera de un buen cargo administrativo, en premio a su excelente comportamiento como soldado en la Armada, ya que su lesión de la mano izquierda, le impedía seguir, como hubiera sido su deseo, la carrera militar.
Estas cartas fueron su gran desgracia, pues los berberiscos, al ver quién era el firmante, supusieron que Cervantes era un personaje rico y principal, por lo que le retuvieron pidiendo por él una cantidad desmesurada (500 ducados de oro, unos dos kilogramos de dicho metal puro, cantidad importantísima para la época), cuya obtención le resultaba imposible de conseguir sin complicadas gestiones, a las que luego aludiremos.
Tras varios intentos fallidos de fuga, por fin fue rescatado por los padres trinitarios al precio de los mencionados 500 ducados de oro. (unos 70.000,- EUROS, o sea 11.620.000,- pesetas de hoy).
Este encarcelamiento dejó una profunda huella en la obra cervantina, especialmente en sus comedias de ambiente argelino (Los tratos de Argel y Los baños de Argel), así como en el cuento "El cautivo", que aparece intercalado en la primera parte del Quijote.
Este apresamiento por los berberiscos y su encierro en Argel, junto con su hermano Rodrigo, hace que comience una nueva trayectoria de sus hermanas quienes encuentran en la liberación de Rodrigo y Miguel la justificación a sus andaduras. De hecho ellas son las que aportan la mayor parte del dinero que Fray Juan Gil recoge para liberar a Cervantes.
Retorno a España
Tras su rescate, vuelve a España a los 33 años de edad. Cervantes siempre había oscilado entre las armas y las letras, pero los años que perdió en cautiverio, así como la mutilación de su mano izquierda, truncaron su carrera militar.
“Que aun cuando pude acrecer
Fama y gloria, mutilado
NI aún serví para soldado
De tanto saberlo ser”
Tampoco pudo ejercer una carrera oficial en letras por falta de grados universitarios suficientes, porque aunque su formación jesuítica había sido muy buena, no había acudido a la Universidad, por lo tanto solo le quedó la alternativa de solicitar y aceptar un cargo en la burocracia real, cargo que fue de segundo orden, ya que le fue negado el de Corregidor en algún lugar del Imperio en América.
LAS MUJERES REALES EN SU VIDA
En 1573 y 1574 se encontraba en Sicilia y en Nápoles, donde mantuvo relaciones amorosas con una joven a quien llamó «Silena» en sus poemas y de la que tuvo un hijo llamado Promontorio.
Dada la edad de Miguel, el ambiente militar y la liberalidad de costumbres de aquella sociedad, es previsible que conociera otras mujeres y tuviera tratos galantes con ellas, pero no hay al respecto datos documentales y solo queda suponer que su conducta no sería muy distinta a la de otros militares jóvenes de su tiempo, por ello Góngora escribe:
“Las aventuras de Roma
Primera flor de su vida”
* * *
Su Madre, Leonor de Cortina es quien batalla más que nadie para conseguir los 500 ducados que exigen los corsarios argelinos, Es ella quien se entrega en cuerpo y alma para liberar a Cervantes porque es su madre, por tanto a quien más duele el cautiverio de Miguel y de Rodrigo. En 1576 se dirige al Consejo de la Cruzada y, haciéndose pasar por viuda, solicita un préstamo para el rescate de sus dos hijos. La maniobra funciona y en diciembre recibe un préstamo de 60 ducados. Y en 1578 pide permiso al Consejo de Guerra para participar en una operación comercial con Argel que le permita liberar a sus hijos. En 1579, Leonor de Cortinas, falsa viuda de nuevo, entregaba al trinitario Fray Juan Gil 300 ducados: todo lo que habían podido reunir, junto con sus hijas Andrea y Magdalena, quienes se arreglaron para conseguir dineros como barraganas que son de dos nobles. Andrea de Nicolás de Obando, a quien demanda por haberle prometido matrimonio y no cumplir su palabra y también tiene tratos sexuales con otro noble genovés llamado Juan Francisco Locadelo y Magdalena con los hermanos Portocarrero: Alonso y Pedro, hijos de uno de los ayudantes de Juan de Austria.
El trinitario aportará los 200 restantes del fondo general ante la imposibilidad de rescatar a otro cautivo por el que piden mil ducados.
Ana Franca, o Ana de Villafranca de Rojas, que era esposa de un tabernero, es una de las mujeres misteriosas en la vida de Cervantes, con la que tuvo una hija llamada Isabel. Si la relación con esta mujer es cierta (hay algunas dudas), debió empezar hacia 1584, porque en los sucesos de Valladolid, en 1605, Isabel confiesa tener 20 años. Otros investigadores afirman que Isabel fue hija de Magdalena. En todo caso, Magdalena asumirá el cuidado de Isabel quien formará parte del clan de los Cervantes y seguirá los avatares y andanzas de sus tías y de su prima Constanza, la hija de Andrea.
Otra mujer misteriosa en la vida de Cervantes y de la que más adelante hablaremos, fue una llamada Magdalena Enríquez, que conoció en Sevilla en 1593.
En este marco, la vida y la obra de Cervantes suponen un aldabonazo a las conciencias. Asumió la vida liberal de sus hermanas con toda la dignidad del mundo y nunca puso ninguna traba al desarrollo de su actividad. Antes bien, contribuyó a ello, entendiendo que era su voluntad y que la voluntad de la mujer, como la del hombre, debe ser respetada. Esta actitud es la que veremos luego en algunos de sus personajes femeninos, cuya libertad está por encima de la voluntad de los hombres, e incluso de las llamadas “conveniencias sociales”.
Trato aparte merece su hermana Luisa, monja priora en un convento de carmelitas quien mantiene en la familia la llama de la fe y de las costumbres tradicionales. Ella es el espejo en que mirará su propio hermano y su cuñada quienes profesan en la Orden Tercera de San Francisco y establecen relaciones estrechas con otros franciscanos que reciben frecuentemente en su casa de Madrid. Así, por ejemplo el Padre Marcilla, que es precisamente quien le atiende en sus últimos días y le administra los santos sacramentos. También sus otras dos hermanas, Magdalena y Andrea, ingresarán en la Orden Tercera de San Francisco en 1606, después de abandonar Valladolid e instalarse en Madrid. Morirá Andrea en 1609 y Magdalena en 1610.
En cuanto a la que será su esposa, Catalina, merece que la tratemos un poco más adelante con mayor detenimiento.
LOS PERDONAJES DE FICCIÓN
Por eso Cervantes, a lo largo de toda su obra, trata a las mujeres de forma distinta a los escritores de su época, dignificándolas y elevándolas a la categoría de los hombres, en muchos casos. Se puede decir de él que: Es un LIBERAL de pensamiento y, en consecuencia, un luchador por la LIBERACION de la mujer.
Muchos años antes de que el feminismo hiciera aparición entre nosotros. Don Miguel de Cervantes fue un hombre que se adelantó a su tiempo, y al que su pasión por la libertad llevó a configurar la mayoría de los personajes femeninos de Don Quijote según sus principios de independencia y libertad.
El pensamiento del escritor alcalaíno estaba muy lejos de los modelos de mujeres que presentaban los autores de entonces. Su actitud ante la vida era avanzada. Sobre todo, si lo comparamos con Lope de Vega, Tirso de Molina, Quevedo... y no digamos con el posterior Calderón de la Barca, quienes proyectaban en sus obras una concepción de la mujer cavernícola.
Las mujeres que aparecen en la obra de Cervantes tienen un carácter y una actitud social muy distinta a la que presentan las de Lope de Vega. La actitud de Cervantes es mucho más comprensiva que la de Lope por lo que su teatro es totalmente innovador respecto a la condición social de la mujer.
Podemos ver una actitud tolerante de Cervantes en las relaciones extramatrimoniales de muchas de sus mujeres: La Leonora, de “El celoso extremeño”, doña Leoncia en “El viejo celoso”, Luisa en el “Persiles”, Camila en “El curioso impertinente”... Ya desde sus primeras obras vemos a un Cervantes defensor de la libertad de la mujer. En “La Galatea”, Gelasia afirma: Libre nací y en la libertad me fundo.
Uno de los personajes donde se ve mejor la defensa que hace de la libertad de la mujer es Preciosa, la protagonista de “La gitanilla”, a la que volveremos a aludir más adelante. “Estos señores -dice refiriéndose a sus jefes gitanos- bien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mi alma, que es libre y nació libre, y ha de ser libre cuanto yo quisiere”.
Pero hay tres mujeres en su obra que representan de una forma ejemplar el papel de la mujer entendida no como una especie de apéndice del hombre sino como la que tiene personalidad, libertad y vida propia, tanto en lo referente al sexo como en la disposición frente a la vida. De estas tres mujeres, dos están en una de sus obras de teatro más significativa: “La entretenida”.
Esta es una obra en la que Cervantes parodia los finales de matrimonios múltiples propios de Lope de Vega, pero va más allá porque nos presenta a unas mujeres que mantienen su independencia y libertad por encima de las ataduras sociales.
Consecuencia de esta actitud avanzada es que la mayoría de los personajes femeninos de este libro de libros saben leer y escribir. Sólo son analfabetas Teresa Panza, Sanchica, Aldonza Lorenzo y Maritornes. Sin embargo, las damas de aquellos siglos, en un 90%, no estaban alfabetizadas.
Letradas o analfabetas, señoras o criadas, ricas o pobres son siempre tratadas por Cervantes de forma muy cuidadosa y nunca peyorativa. Veamos por ejemplo a la ya aludida Preciosa, La Gitanilla, una muchacha que fue educada por los gitanos y vive, muy honestamente, tocando y cantando para ganar su sustento, tutelada por una gitana vieja que finge ser su abuela, aunque, en realidad ella es de ascendencia hidalga y fue raptada por los gitanos. Un noble se enamora de ella. Para conseguirla y como prueba de amor, acepta seguir la vida nómada y marginal con ella y, por fin, tras el reconocimiento de su verdadera condición, la novela acaba en feliz matrimonio entre iguales. (Un anticipo de la Novela Rosa del XIX-XX)
Campesinas o aristócratas, las féminas de Don Quijote son sujetos de pensamientos y actitudes autónomas, viven dignamente en el nivel que les corresponde por su origen, y aunque éste se sitúe en el peldaño más bajo de la escala cultural y social, se muestran seguras de sí mismas y lo viven con gallardía y autoestima. Cervantes les da vida como sujetos y por tanto no están atadas a ningún convencionalismo social o cultural que se sitúe por debajo de su dignidad como personas. No era así para las mujeres de carne y hueso de aquellos siglos. Y es que con Cervantes la mujer cambia su papel de objeto pasivo a sujeto activo.
Entre estas damas cultivadas y seguras de sí mismas de Don Quijote, -en donde se cumple de una forma más radical el pensamiento de un Cervantes anticipado a su tiempo-, está el personaje de Marcela, que encabeza su manifiesto con el famoso grito: "Yo nací libre". La zagala reivindica el privilegio de vivir sin trabas, sea soltera, casada u holgando a su antojo de lo que llama su libre condición.
¿Dónde en un siglo de analfabetismo, existen unas mujeres, además de libres, con destrezas propias de letradas e instruidas, iguales que los personajes femeninos de Don Quijote? Pues las féminas de este tiempo, como manifiesta el padre de una dama casadera en la comedia de Calderón “No haya burlas con el amor”, debían prescindir del terreno intelectual, ya que les estaba prohibido por pertenecer al hombre. Lo suyo era la vida cotidiana ubicada en el espacio privado y atender a sus labores caseras. De esta forma tan sintetizada lo dice el citado padre acerca de su "querida" hija: "Bordar, labrar y coser/ sepa sólo: deje al hombre/ el estudio".
Hoy todavía quedan flecos en la idea de que la mujer es la apropiada para realizar trabajos caseros. Por ejemplo, hace poco se leía en la prensa que una compañía aérea ha rechazado contratar hombres como auxiliares de vuelo en sus aviones. Alegan que prefieren que sean mujeres las que atiendan a los pasajeros. Seguramente, piensan que se les da mejor que a los hombres servir las comidas, las bebidas, traer una mantita al viajero, una almohada, algún analgésico, en fin, servicios domésticos...
En resumen, si la libertad que otorga Cervantes a las damas, no solo en el Quijote, sino en toda su obra, haciéndolas salir a los caminos "solas y señeras", hubiera servido de ejemplo para muchos escritores de todos los tiempos e incluso para los medios de comunicación de nuestros días -que todavía hoy deslizan en sus páginas frases como "mujeres cuota", "ministras Vogue", etcétera- mejor nos hubiera ido. Seguramente, mucha de la violencia machista estaría extinguida, pues ésta se basa, sobre todo, en utilizar a la mujer como un objeto que pertenece al marido (o al hombre), algo así como el coche, el vídeo o el ordenador, y no como sujeto de acción y libre albedrío.
Sin embargo, también hay reivindicaciones del sufrimiento masculino que se lamenta del desamor de una mujer, por ejemplo en el capítulo XIV, cuando Grisóstomo que ha sufrido el desamor de la bella pastora Marcela, a quien antes nos hemos referido, y desesperado por ello se suicida, escribe una larga canción cuyo final, terriblemente desolador y lleno de amargura hacia Marcela es el siguiente:
Canción desesperada, no te quejes
Cuando mi triste compañía dejes.
Antes, pues que la causa do naciste,
con mi desdicha aumenta su ventura,
aún en la sepultura no estés triste.
De todos modos, Cervantes, comprendiendo el dolor de Grisóstomo, no se resiste a hacer una defensa de la conducta de Marcela, quien no se siente culpable de la desgracias de su enamorado suicida y transcribe el siguiente discurso de la pastora :
Empieza diciendo que si ella es hermosa es porque el cielo lo ha querido; pero no por ello está obligada a amar a quien la ama. No debemos desear todo lo que es hermoso, pues siendo esto múltiple, múltiple sería el deseo y la voluntad, lo cual sería un error por lo mucho que nos confundiría. Y “el verdadero amor no se divide y ha de ser voluntario y no forzoso”. A partir de aquí, razona Marcela llevando el argumento al absurdo: “si el cielo la hubiera hecho fea, ¿tendría que quejarse porque no la querían?”. Continúa razonando Marcela desde el plano moral, diciendo que la honra y las virtudes son adornos del alma. Si una persona se enamora del cuerpo, no por eso se debe perder la honestidad que es patrimonio del alma, por complacer al deseo del amante. Dice que vive en la soledad de la naturaleza y ella es su compañera. Si los deseos se mantienen con esperanzas, ella no ha dado ninguna a Grisóstomo, por lo tanto, lo ha matado su porfía contra la esperanza, que nunca ella le mostró. El cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino, y el pensar que tengo que amar por elección es excusado. (...) Yo como sabéis tengo riquezas propias y no codicio las ajenas; tengo libre condición, y no gusto de sujetarme (...) Y en diciendo esto, sin querer oír respuesta alguna, volvió las espaldas y se entró por lo más cerrado de un monte".
Otros personajes femeninos de la obra cervantina, merece, al menos, ser recordados por la exquisitez con que nuestro autor los trata. Así Luscinda y Dorotea, protagonistas de un episodio del Quijote, que son los dobles amores de estas féminas con Cardenio y Fernando, siendo ellas las que verdaderamente iluminan con su belleza, discreción y sus virtudes esta parte de la obra.
Igualmente debemos de referirnos a la protagonista de otra novela, la del Curioso Impertinente, incluida en el Quijote (aunque puede ser leída aparte)
Refiere Cervantes en esta original narración la historia de dos amigos llamados Lotario y Anselmo, y de la esposa de éste, Camila.
Anselmo, presa de una impertinente curiosidad, pide a Lotario que corteje a Camila, para saber si ésta le es fiel. Al principio, Camila rechaza indignada las pretensiones de Lotario, y Anselmo queda muy satisfecho de la fidelidad de su mujer, pero decide que Lotario insista. A fin de cuentas, Lotario y Camila se convierten en amantes, mientras Anselmo continúa convencido de la lealtad de ambos. Una circunstancia imprevista hace, sin embargo, que se descubra toda la verdad, Camila huye de su casa, y Anselmo muere de pesar al momento de escribir la causa de su muerte.
Cervantes, a lo largo de la novela, insiste en la entereza de Camila, cuya voluntad no se doblega fácilmente al cortejo de Lotario, sino que lo hace tras la IMPERTINENCIA continuada y condenable de su marido, a quien, en realidad, culpa el autor del desvío de Camila.
Tendríamos multitud de personajes femeninos más a quienes referirnos, todos tratados con la delicadeza y simpatía típicas de Cervantes por las mujeres, pero por su especial idiosincrasia, terminaremos este apartado con uno muy singular, que me permito titular como “Episodio ginecológico de la Duquesa”
En la Segunda Parte del Quijote, durante la larga aventura de la estancia de Don Quijote y Sancho en el palacio y Estados de los Duques, existe una conversación de Don Quijote con Doña Rodríguez, dueña de la Duquesa a quien se nombrará en el episodio correspondiente como “La Dueña Dolorida”
Transcribo literalmente:
—¿Qué tiene mi señora la duquesa, por vida mía, señora doña Rodríguez? —preguntó don Quijote.
—Con ese conjuro —respondió la dueña—, no puedo dejar de responder a lo que se me pregunta con toda verdad. ¿Ve vuesa merced, señor don Quijote, la hermosura de mi señora la duquesa, aquella tez de rostro, que no parece sino de una espada acicalada y tersa, aquellas dos mejillas de leche y de carmín, que en la una tiene el sol y en la otra la luna, y aquella gallardía con que va pisando y aun despreciando el suelo, que no parece sino que va derramando salud donde pasa? Pues sepa vuesa merced que lo puede agradecer primero a Dios y luego, a dos fuentes que tiene en las dos piernas, por donde se desagua todo el mal humor de quien dicen los médicos que está llena.
— ¡Santa María! — dijo don Quijote—. ¿Y es posible que mi señora la duquesa tenga tales desaguaderos? No lo creyera si me lo dijeran frailes descalzos; pero pues la señora doña Rodríguez lo dice, debe de ser así. Pero tales fuentes y en tales lugares no deben de manar humor, sino ámbar líquido. Verdaderamente que ahora acabo de creer que esto de hacerse fuentes debe de ser cosa importante para salud.
El talante del protagonista es gracioso, así como su evaluación del mal que aqueja a la Duquesa.
No podemos dejar sin nombrar, al menos, a Dulcinea, protagonista femenina y realidad virtual de Aldonza Lorenzo del Toboso, idealizada hasta el infinito por Don Quijote, tal como lo hacían con sus damas los protagonistas de las Novelas de Caballerías. Así Amadís de Gaula, Tirant lo Blanc, Lancelot (o Lanzarote) y todos los caballeros de las leyendas artúricas.
Igualmente lo son la ya citada La Dueña Dolorida, llamada tambén Angustiada y cuyo nombre era Doña Rodríguez (Asturiana, por cierto) Maritornes, también asturiana, la ventera, Sigismunda, protagonista de su última novela (Los trabajos de Persiles y Sigismunda) quien es, probablemente, la fémina predilecta del autor. Y tampoco debemos de dejar atrás a la mora Zorayda, quien tras ser fuertemente injuriada por su moro padre, se defiende de tales acusaciones que ponen en muy alto lugar a la mahometana.
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En contraste con la actitud cervantina, podemos observar en la comedia “El castigo sin venganza”, de Lope de Vega, se aprecia esta actitud machista, que por desgracia, hoy, cuatro siglos después, sigue existiendo. Así se queja una fémina de los maridos: "En tomando posesión (de la esposa)/ quieren en casa tener/ como alhaja la mujer,/ para adorno, lustre y gala,/ silla o escritorio en sala.../ y es término que condeno...".
Para muchos no ha cambiado esta concepción de la mujer, y siguen sin admitir su libertad como sujetos. Hace poco leía en una entrevista que le hacían en Mujer Hoy a una psiquiatra, Marie-France Hirigoyen, experta mundial en maltrato y acoso, en la que decía: "Se supone que cuanto más libertad tengan ellas, menos violencia debería existir dentro de la pareja, pero esto no es así, porque los hombres se resisten a aceptar esta libertad de la mujer". ¿Hasta cuándo?
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Matrimonio
Cuando Miguel de Cervantes tenía ya 37 años, se casó con la hija de un hidalgo de Esquivias, Catalina Salazar de Palacios y Vozmediano, que apenas contaba 19 años de edad. Era un 15 de diciembre de 1584. El lugar de La Mancha escogido para la boda, Esquivias, un pueblo toledano de la comarca de La Sagra, muy cercano a Madrid. El párroco oficiante fue Juan de Palacios, hermano de la madre de Catalina y, por tanto, su tío.
Una boda un tanto extraña para los vecinos de Esquivias, incluso también para la familia de Catalina, que no veía muy razonable aquella relación entre un hombre con tanto mundo, tantas correrías y batallas, como la de Lepanto a sus espaldas, y una muchacha que apenas había salido de su pueblo, y que ni siquiera era una experta en las tareas domésticas. Pero el amor es así.
Cervantes había llegado a Esquivias para apañar un recado de su viejo amigo el poeta Pedro Laínez, que le había encomendado la tarea de que se encomendara de sus versos si una vez moría antes de Cervantes. Así fue, y el Ilustre Manco, se personó en el pueblo para entablar relación con Juana Gaitán, propietaria de los libros de Laínez. Cervantes se puso a la tarea y pronto conoció a Catalina, pues era vecina de Juana. Parece que el enamoramiento fue mutuo y rápido. Con sus más y con sus menos duraría más de treinta años, hasta la muerte de don Miguel. Es más, ambos están enterrados en el mismo lugar, el Convento de las Trinitarias en Madrid.
Sobrina de un presbítero y, a su vez, hija de una mujer que gobernaba la casa de su hermano cura, madre e hija son trasplantadas al Quijote como “El Ama” y “La sobrina”. Igualmente su padre, es trasunto del Barbero del Quijote y, lógicamente el Cura es el tío de su mujer.
Y el personaje principal, el propio Don Quijote, como matiza Salvador de Madariaga, en su “Guía del lector del Quijote”:
“Don Quiijote y Sancho, deshelados de la rigidez simplista que los representa como dos figuras antitéticas, adquieren a los ojos del observador atento la movilidad vital y humana que heredaron de su humanísimo padre y creador”
En otras palabras, el propio Cervantes, en un desdoblamiento de su propia personalidad (lejos de cualquier patología psicológica) retrata sentimientos de alto idealismo caballeresco, utópico y aristocrático en Don Quijote y de realismo pragmático y a ras de tierra en Sancho, produciéndose pues Cervantes, en una identificación con Don Quijote, como el verdadero protagonista del libro.
* * *
Su matrimonio con Catalina Salazar fue, sin embargo, un fracaso si nos atenemos a las normas convencionales aún hoy vigentes. Ello fue así más porque Cervantes, acostumbrado al mundo de Nápoles, Roma Sevilla, Valladolid y Madrid, se le hacía pesado vivir en el pequeño pueblo de Esquivias y ansiaba salir de allí, para lo que se agenció destinos y trabajos que le resultaron muy poco gratos y le trajeron muchas desgracias (Recaudador de impuestos, proveedor-requisidor para la Armada Invencible, etc.) Y también, parece ser que en el enamoramiento y matrimonio con Catalina pesaron en él más los bienes de la esposa que otros motivos, No obstante el convenio de separación fue, por parte de él muy generoso,
Pero conviene recordar la figura de esta muchacha llamada Catalina que llegó a convertirse en una gran señora en Los Madriles donde fue conocida como Doña Catalina de Salazar de Palacios y Vozmediano, de Cervantes y Saavedra, porque pese a su edad y el lugar sencillo de su nacimiento, Catalina tenía una buena educación, pues su tío el párroco se había ocupado de ello. Así como no era ducha para las tareas de la costura, el bordado y el remiendo sí que lo había sido para aprender a leer y escribir, algo realmente infrecuente, como venimos repitiendo, en una mujer de su condición.
Ello, sin duda, influiría notablemente, en su forma de ser y en su carácter, el de una mujer de fuerte personalidad, amiga de tomar sus propias decisiones.
Para seguir su rastro, lo mejor es atender las sabias descripciones realizadas por Segismundo Luengo en su fantástica biografía: «Catalina de Esquivias: memorias de la mujer de Cervantes».
Cuenta Luengo que «Catalina sobresalía en las enseñanzas que le procuraba su tío, tanto en el aprendizaje del latín como en lo que tocaba a la moral. Mas el carácter de Catalina, nada sumiso y siempre alejado de cualquier afectación melindrosa, la convirtió en toda una mujer. Las campesinas de los siglos XVI y XVII, en una aplastante mayoría analfabetas, precisamente por esa oscuridad que sepultaba su inteligencia, estaban condenadas a un sometimiento atroz».
Como se ha dicho, Catalina no era así, como subraya su biógrafo: «Su interpretación de la moral era sumamente liberal, increíble para aquella época. Alguien le dirá: “Y a la verdad [refiriéndose a los estudios que le diera el clérigo], le salió alumna aventajada por el desenfado con que se expresa. Ya se ve que no es usted mujer que se encoja, y menos en lo que corresponde a las intimidades carnales con su marido. Si no entendiera que fue pura al matrimonio y que todo lo hacía por quedarse encinta y pedir hijos para Dios, creería que estaban ante una hembra fácil al pecado de la lujuria».
Aquel posible interlocutor sin duda exageraba pues el que sí se alejaba a menudo del hogar era el propio Cervantes: que si ahora Sevilla, que si ahora Valladolid, que si ahora otra vez Sevilla...
Durante el noviazgo, Catalina había quedado embelesada con aquel viejo soldado y, sobre todo, con su conversación cuando contaba el relato de su vida en Nápoles, sus momentos más difíciles en Lepanto, los sucesos más tristes de su cautiverio en Argel, y vio sabiduría en todo cuanto hablaba. De ahí nació su deseo vehemente de conocer tantas cosas como ignoraba. «Ella discurría acerca de su niñez -explica Luengo-, y en la atención que ponía Miguel a lo que ella consideraba banalidades para un espíritu tan cultivado como el de su amado, prendía ahora una llama de amor muy sutil, pero ya imposible de borrar».
En otra cosa muy importante el matrimonio también estaba de acuerdo: su odio y aversión hacia Lope de Vega, que llegó a cortejarla y que, con su labia habitual había llamado cornudo en un soneto a Don Miguel.
La esposa legítima de Cervantes, ya instalada en la Corte, vivió de una forma bastante diferente a como lo hacía en Esquivias:
«Ha de enfrentarse a sucesos atroces, tan dramáticos como la declaración de la peste en Madrid, tiempo en que trabajó ayudando a los apestados; oye, aterrada, la narración de un niño al que obligaron a colgar, descuartizados, los cadáveres de los ajusticiados en la cárcel, en los dinteles de las puertas de la ciudad como muestra de una justicia ejemplar».
También se entera de que Don Miguel tenía una hija ilegítima con Ana Franca, una tabernera. De sus andanzas por Europa, el hijo del que hablaban los que habían estado con él en las guerras de Italia, el escritor dejó bien claro a Catalina que «todo fueron habladurías y no hubo nada y que no eran más que apuntes en sus cuadernos, obra de su imaginación para componer sus novelas. Y que de nada de esto le había hablado, no por ocultárselo, sino porque ninguna cosa era verdad». Entre tanto, Cervantes fue uno de los hombres encargados de proveer a la Armada Invencible y marchó a Andalucía. Luego contaría la propia Catalina:
«No sabría decir si los siete años que estuvimos separados no fueron de un amor más intenso que el de aquellos 28 meses juntos, porque ni un solo día pude olvidarme de la pasión que nos abrazaba, hoy un doloroso deleite metido en el alma».
Cuando murió Cervantes, el 23 de abril de 1616, Catalina de Salazar decidió profesar en la Venerable Orden Tercera, la de los Trinitarios, y pidió que una vez muerta, fuera enterrada en el mismo lugar que su marido, en el céntrico convento que la Orden tenía en Madrid. Corría el año de 1626.
Cuando se separó de su esposa, para hacer sus correrías por España buscando oficios y prebendas reales, dispuso generosamente ante escribano público un acta de separación de bienes (no había divorcio entonces) sumamente generosa, que, entre otras cosas, decía:
Su esposa, Catalina, puede recibir y cobrar en nombre de su marido cualquier cantidad que le sea debida, y las deudas se darán como canceladas.
Puede vender cualquiera de los bienes de los dos, muebles o raíces, "a las personas y por los precios que quisiéredes".
Miguel se compromete a pagar cualquier deuda que su esposa contraiga, y la pagará "a los tiempos y plazos y en la forma y partes que asentáredes".
Ella puede tomar la decisión que quiera en cualquier pleito o causa que pueda afectar a él o a los dos, y hacer cualquier demanda, requerimiento o venta.
En 1587, se trasladó a Sevilla, en calidad de Comisario Real de Abastos para la Armada Invencible, dando comienzo a una serie de excomuniones, denuncias y algunos encarcelamientos--por un error de contadores pasó varios meses en la cárcel real de Sevilla en 1597—
Existe en éste ápoca de la vida de Cervantes una misteriosa mujer, antes aludida, llamada Magdalena Enríquez, de la que casi nada se sabe, salvo que fue autorizada por Cervantes para que cobrara su salario como Comisario de Abastos, según documentos pertenecientes al archivo de La Puebla de Cazalla
Resulta bastante extraña esta relación descubierta recientemente (2011) en el Archivo de Protocolos de Sevilla por un investigador llamado José Cabello Núñez, que la data en 1593, fecha en que, sin embargo, los biógrafos de Cervantes lo sitúan en Sevilla sin ejercicio de ninguna actividad.
En el archivo de protocolos de Sevilla existe el poder notarial que autoriza a la referida Magdalena Enríquez a cobrar los honorarios de Cervantes como Comisario de Abastas, documento que lleva la firma del autor del Quijote, por lo que intuimos, desde luego, que su trato con Cervantes debió de ser más que puramente profesional, dada la confianza pecuniaria que depositó en ella, y aunque nada hay que documentalmente justifique una relación amorosa, la presunción de que tal relación existió, tomando como guía el comportamiento humano, es con seguridad más que pura imaginación.
Cuatro documentos relacionados con Miguel de Cervantes que hasta ahora no habían sido estudiados, uno de ellos con un autógrafo del autor del Quijote, han sido hallados en archivos de Sevilla y de La Puebla de Cazalla (Sevilla) por el investigador José Cabello Núñez.
El archivero de La Puebla de Cazalla, José Cabello, ha explicado que encontró el primero de estos manuscritos en el archivo municipal de esta localidad sevillana, y que se trata de un convenio entre el Ayuntamiento y el propio Miguel de Cervantes para que este pudiera efectuar la requisa de trigo y cebada como comisario de la Hacienda Real.
El manuscrito menciona igualmente que Cervantes trabaja para el proveedor de la Flota de Indias Cristóbal de Barros, nombre que, según Cabello, tampoco figura en las biografías del escritor.
Al mencionar el manuscrito la Flota de Indias, Cabello recurrió al Archivo de Indias de Sevilla, donde ha hallado otros dos documentos que tampoco habían sido estudiados, uno que sitúa a Cervantes en la Puebla de Cazalla entre febrero y abril de 1593 como comisario de abastos y otro que deja constancia de que el salario de Cervantes era entregado a una mujer llamada Magdalena Enríquez.
Según Cabello, en aquella época las mujeres no estaban autorizadas para realizar transacciones sin el consentimiento de un hombre, a no ser que fuesen viudas, por lo que ha considerado a Magdalena Enríquez una figura digna de estudio para aclarar su relación con Cervantes.
Aunque no existe, por el momento, prueba documental de una relación más que puramente mercantil, o de simplemente mandataria para efectuar cobro de honorarios ante la Administración, entre Cervantes y Magdalena Enríquez, no parce descabellado pensar, como líneas arriba dejamos dicho, que dado el momento y la separación de su mujer, que permanecía sola en Esquivias, la probabilidad de un romance o, al menos de una aventura entre ambos no carece de un lógico fundamento.
A las órdenes de Cristóbal de Barros
Otra línea de investigación que deben abrir estos hallazgos, según Cabello, es sobre los servicios prestados por Cervantes a la Corona, ya que hasta ahora no había constancia de su trabajo a las órdenes de Cristóbal de Barros.
El investigador ha explicado que Cristóbal de Barros y Peralta, entonces proveedor general en la Casa de Contratación de Sevilla para los galeones de la Armada y Flotas de la Carrera de las Indias, es considerado como el mejor constructor de navíos de guerra del reinado de Felipe II y artífice de la organización técnica de la escuadra española vencedora en Lepanto y de la Armada Invencible.
Barros ostentó también el cargo de Superintendente de Fábricas, Montes y Plantíos de la Costa Cantábrica y tras ser nombrado fabricante mayor, pasó a Sevilla en el año 1592 como proveedor general de la Flota de Escolta de las Indias, y permaneció en la ciudad hasta su muerte en 1596.
Cervantes llegó a Sevilla cuando la ciudad era capital económica de un imperio y una de las ciudades más importantes y pobladas de Europa, además de puerto de Indias, si bien sus gentes vivían en penosas condiciones, como el escritor describe en algunas de sus novelas, y fue también en la cárcel de Sevilla donde cumplió condena por irregularidades en sus tareas recaudatorias.
En este cargo, viajando de pueblo en pueblo por Andalucía, observó de primera mano pícaros, delincuentes, mercaderes, ricachones, moriscos, gitanos y personas de toda índole que aparecerán en sus obras. Cervantes escribió algunos de sus poemas sueltos, sonetos laudatorios y novelas cortas durante estos 15 años. No se sabe mucho de la vida de Cervantes entre los años 1600 y 1605, aparte de que reconciliado con su esposa, se mudó con ella a Valladolid. En estos años estaría redactando la primera parte del Quijote.
Volvemos a Góngora, que relata en estos versos sus andanzas como funcionario recaudador de impuestos para la Armada Invencible:
La cobranza de alcabalas
Razón de la “sinrazón”
Que a su noble corazón
Quiso cercenar las alas.
Corrales de comediantes
Tahúres galardonados,
Monipodios disfrazados
De caballeros andantes…
O la oscura covachuela
En que a toda granjería
Venal ambición abría
Mano, zaguán y escarcela
A la hostil mayordomía,
Aula de marrullería
Y de rábulas escuela.
En donde, en vano, pidió
Con humilde dignidad
Justicia a la manquedad
Que contra el Turco ganó
Sirviendo a su Majestad
¡Cuánta ilusión malograda
Y cuánto llanto perdido!
¿Qué generoso latido
Para tan pobre jornada.
Que espuela tan bien calzada
Para tan pobre corcel
Y que velero bajel,
Proa altiva y lona hinchada
Para este vano laurel
De esta ceniza de nada!
El Quijote:
En 1605 se publicó en Madrid la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. La novela tuvo éxito inmediato y hasta salieron varias ediciones piratas. Ese mismo año, Cervantes fue encarcelado brevemente en Valladolid por el asesinato de Gaspar de Ezpeleta a las puertas de su casa, herido en un duelo nocturno relacionado con la mala fama de las sus hermanas—salvo Luisa que ya era monja-, pero se sospechan que las otras dos que vivían con Cervantes ejercían la prostitución, aunque fuera como se dice ahora: “de alto standing”, aunque Manuel de Góngora se refiere al episodio con los siguientes versos:
La torpe urdimbre villana
del proceso de Ezpeleta…
En 1606, tiempo hacía que se había reconciliado con su esposa y se mudó con ella a Madrid. Los años siguientes fueron marcados por desavenencias con su hija Isabel y sus dos yernos por una casa en la calle Montera y asuntos de dinero, así como una sucesión de muertes familiares: su hermana mayor, Andrea (1609), su nieta Isabel Sanz (1609), y Magdalena, su hermana menor (1610).
En 1613 se publican las Novelas ejemplares, y en 1614, cuando Cervantes ya tenía muy avanzada la segunda parte del Quijote, Alonso Fernández de Avellaneda (seudónimo del autor cuya identidad verdadera se desconoce) publicó una versión apócrifa del segundo tomo del Quijote. Aunque ésta no fue la única versión falsa del Quijote fue la más importante y tuvo éxito entre los lectores (aunque los críticos literarios no lo han valorado). No obstante, le dio tiempo a Cervantes para incorporar crítica a la versión de Avellaneda en la segunda parte del Quijote que se publicó en 1615.
En los años sucesivos, Cervantes participaba en justas literarias con otros escritores como Lope de Vega.
El Quijote se tradujo al inglés y al francés, y su fama se disparó, por lo que llegó a ser uno de los españoles más conocidos fuera de España. No obstante, Cervantes siguió viviendo en la estrechez económica y no gozó del mismo nivel de respeto e influencia que su contemporáneo Lope de Vega.
Últimos años:
Sus últimos años en Madrid, están marcados por la reconciliación con su esposa, que generosamente olvida los avatares de su marido y se dedica a cuidarle hasta el día de su fallecimiento.
Si bien en su obra hay cierta actitud laica y hasta crítica hacia a las creencias religiosas, en los últimos años de su vida, Cervantes se volvió más devoto y poco antes de morir, como antes quedó dicho, pronunció sus votos definitivos a la Orden Tercera de San Francisco.
En 1616, Cervantes cayó enfermo de hidropesía o de diabetes, con complicaciones cardíacas, y el 22 de abril, Cervantes fallece en su casa en la calle del León, en Madrid, un día antes de Shakespeare. Es enterrado en el convento de las Trinitarias Descalzas de la actual calle de Lope de Vega.
El legado de Cervantes es tan amplio que su apellido es sinónimo de literatura y cultura española. Son innumerables los institutos de educación y cultura, museos, premios, y bibliotecas que llevan su nombre. Entre los más conocidos están el Instituto Cervantes y el Premio Miguel de Cervantes, el galardón más importante de literatura en español.
Obras:
Sin lugar a dudas, la obra más importante de Cervantes y de toda la literatura española es el Quijote.[2] Otras novelas destacadas del autor son: La Galatea (1585); Novelas ejemplares (1613); y Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617). Además este prolífico autor cultivó los géneros de teatro y poesía.
Novela
- La Galatea (1585)
- El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605 y 1615)
- Novelas ejemplares (1613)
- Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617)
Teatro• El trato de Argel (c. 1582)
- La Numancia (c. 1582)
- Ocho comedias y ocho entremeses nuevos (1615)
. Poesía: Viaje del Parnaso (1614)
Cervantes, en realidad, hubiera querido ser autor de teatro, pues además de afición por el arte de Talía, era más fácil ganarse la vida con las comedias que con las novelas, en un país con un 85% de analfabetismo y en el que, como dice la Profesora Ana Martínez Arancón, en su “Geografía de la Eternidad” las dos distracciones preferidas del pueblo eran El Sermón y La Comedia.
Razones a las que ya hemos aludido, entre las cuales está la “enemiga“ que le profesó Lope de Vega, le llevaron a ser más famoso en la novela que en el drama.
Y así llegamos al momento de su muerte. Y les pido a Vds. que me disculpen si la relato, no por mí mismo sino, por las palabras de don Manuel de Góngora, quien la describirá más poéticamente y con mayor plasticidad.
Fue como sigue:
Desmayado en un sillón
Sus miembros agonizantes,
Yace Miguel de Cervantes
Enfermo del corazón.
Manta raída a los pies,
Fatigados peregrinos
De tantos duros caminos
Y tanto fiero revés
Y cabezal que acomoda
Bajo la testa cansada
La breve mano adorada
De su mañana de boda,
Son callados peregrinos
De la sufrida pobreza
Con que a declinar empieza
La Luz de los Caballeros.
Pared blanca, suelo frío
Lecho pobre y pobre ajuar
Que ni baja a popular,
Ni se encumbra en señorío.
Menguada la librería
Que en breves plúteos avaros
Sepulta en infolios raros
Libros de caballería…
Y en la pobre cabecera,
Junto a un arnés olvidado.
Un Cristo crucificado
En una cruz de madera…
Sucio velón lucentino,
Talaverano tintero,
Pócima en vidrio grosero
Que resguarda un pergamino
Y la mano estremecida
Del primer hombre de España
Que plasma su última hazaña
Diciendo adiós a la vida.
“Que aun sintiéndome morir
Viejo, incomprendido y pobre,
Aún llevo la vida sobre
El deseo de vivir.”
………………………………………….
Gris era la tarde y fría,
Por más que la primavera
Que en alas de abril venia
Vertiendo aromas, pusiera
Su beso en los encinares
Del Pardo y refloreciera
La solitaria ribera
Del sórdido Manzanares.
Y así, la ventana estrecha
Que sin verse se adivina
Triste, emplomada, mezquina,
Desvencijada y maltrecha
Sobre la calle vecina,
Para los oros del día
Era tan pobre arcaduz
Que en la habitación sombría
A duras penas vertía
Unos hilillos de luz
Turbia, desmayada y fría.
Su amigo Marcilla, ayer
Le trajo la extremaunción
Y él, entre el ser y el no ser,
Apercibió el corazón
A saberla merecer…
Y ya el alma pertrechada
Para el combate postrero,
Se despide el caballero
De su existencia azotada
De pobre y de aventurero.
……………………………………
Terció el manteo Marcilla
Y el franciscano salió.
Su birrete requirió
Despidiéndose el golilla…
Y con la muda compaña
De su esposa y de su suerte
Quedó esperando la muerte
El primer hombre de España.
Fernando Álvarez Balbuena (Abril de 2016)
[1] Sobre este polémico tema de la formación jesuítica de Cervantes, el P. José Martínez Escalera, S.J., autor del ensayo “Cervantes y los Jesuitas”, comentando la obra “El Coloquio de los Perros”, habla de los elogios que Cervantes hace de los jesuitas a través de la conversación de los personajes Berganza y Zipión.
En el mismo sentido se pronuncian sus biógrafos Francisco Rodríguez Marín y Luís Astrana Marín, cuyos comentarios recoge Rosell Villasevill, manifestando que la formación académica de Cervantes tenía todas las trazas de ser jesuítica.
[2] Según nuestro humorista Wenceslao Fernández Flórez, el Quijote es un libro asombroso porque pese a estar continuamente envuelto en un ambiente de tragedia, no carece en absoluto de humor y de un humor fino, tal como Fernández Flórez lo define: “El humor tiene la elegancia de no prorrumpir en ayes. Pone siempre un velo ante su dolor. Miráis sus ojos y están húmedos, pero mientras sonríen sus labios (Párrafo tomado del discurso de W. Fernández Flórez en su discurso de ingreso en la Real Academia Española)
En otro comentario, el mismo autor dice de El Quijote: “El Quijote no tiene precedentes y no tiene consecuentes en la literatura española. Desde el punto de vista del humor es un inmenso obelisco en una llanura”