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Germán Gullón entrevistado por Ann M. Brown

Manuel Pastor, Germán Gullón y su esposa Leti en Astorga. (Foto: Archivo del autor).
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Manuel Pastor, Germán Gullón y su esposa Leti en Astorga. (Foto: Archivo del autor).

LA CRÍTICA, 13 JULIO 2025

Por Manuel Pastor Martínez
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Ann M. Brown, hispanista estadounidense, actualmente profesora de español en la escuela Cathedral High School (St Cloud, Minnesota), mantuvo una larga entrevista –recogida en aproximadamente una quincena de folios mecanografiados, de texto muy apretado– inédita, con el profesor y escritor Germán Gullón en dos sesiones, el 18 y el 25 de noviembre de 1991, en el madrileño Círculo de Bellas Artes.

Aunque el objeto era obtener información biográfica acerca de su padre, el prestigioso profesor, escritor y crítico literario astorgano Ricardo Gullón, inevitablemente el entrevistado proporcionó también informaciones sobre su propia vida intelectual y académica, relevantes para la historia de la que Gerardo Diego llamaría ‘Escuela de Astorga’ (grupo literario inicialmente formado por Luis Alonso Luengo, los hermanos Juan y Leopoldo Panero, y Ricardo Gullón, pero con múltiples discípulos y herederos, como Germán Gullón y los Panero: Juan Luis, Leopoldo María y Moisés ‘Michi’, ya desaparecidos).

Aquí solo ofrezco a los lectores una muestra con algunos fragmentos más interesantes, a mi juicio, de dicha entrevista. Las frases entrecomilladas, por supuesto, son palabras literales de Germán Gullón. (...)

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Según su hijo, Ricardo Gullón siempre “insistió mucho en que pusieran ‘Escritor’ en su lápida funeraria”.

“Mi padre era esencialmente fiscal de la Audiencia, es decir, solo un aficionado a la literatura (…) Cuando va a Texas cambia totalmente. Ya no es un aficionado que lee en la cama y que escribe en el cuarto de estar, sino que es una persona que se dedica cien por cien a la literatura (…) Yo le vi pasar de ser un señor con sombrero y tal a ser un profesor en los Estados Unidos. Como él decía, ‘yo pasé de ser un señor a ser un proletario’”. Pero un proletario feliz, porque hacía “las dos cosas que más le gustaban: leer y escribir.”

“Mi afición a la literatura, que viene absolutamente de él, comienza a los doce años, en el momento que tuve una hepatitis, cuando me trajo libros de Fenimore Cooper, como The Last Mohican, y toda una serie de títulos muy entretenidos, de Stevenson, etc. (…) De repente me di cuenta que mi padre tenía unos conocimientos, un tesoro de conocimientos de lecturas que no tenía nada que ver con lo que te enseñaban en el colegio, que era simple literatura española (…) Tenía mi padre un concepto de la literatura como entretenimiento, muy importante en la novela (…) conocía mucho de literatura extranjera, especialmente de novela, que él entendía como novela de entretenimiento, novela de aventuras. Y eso fue una de las cosas que siempre le interesó mucho a mi padre: la aventura en la novela (…) Mucho más tarde, ya siendo profesor, fue cuando descubrí la otra faceta que a él siempre le interesó, la novela como un acto intelectual, que él ya había tratado con novelas difíciles, en su libro sobre los novelistas ingleses.”

“Cuando era fiscal en Santander se dedicaba a leer con una traductora, una señora inglesa, el Ulyses de Joyce en inglés. O sea, estaba aprendiendo inglés leyendo el Ulyses (…) Siempre a lo largo de toda su carrera le he visto conjugar las dos facetas de la novela (…) Me acuerdo a los diecisiete años con él dando conferencias en Las Palmas de Gran Canaria sobre Galdós para públicos masivos, populares, con gran éxito. Pero por otra parte leyendo a Juan Benet y escribiendo sobre él, que es uno de los novelistas más difíciles. O sea, siempre tuvo la conciencia de que la novela tenía este doble valor.”

“Mi padre daba pocos consejos sobre lecturas. Los que daba generalmente eran sobre la escritura (…) Decía que los jóvenes no sabíamos escribir. Cosa que era auténticamente cierta y durante la época de los años cuarenta a sesenta en España hubo muy poca énfasis sobre la escritura. A mi padre le parecía que eso era lo más importante: aprender a escribir, a expresarse bien.”

“Otra cosa que yo aprendí de él fue el amor al libro. Mi padre se pasaba el día oliendo libros, mirándolos de arriba abajo, conservándolos, forrándolos. Era un auténtico fetichista del libro… y de la cultura.”

“Yo estudié en Salamanca… Vivíamos en Madrid y mi padre estaba en los Estados Unidos… Mi padre dijo: aquí en Madrid no se puede estudiar porque hay demasiada gente… vamos a consultar a Rafael Lapesa, y éste dijo: manda a Germán a Salamanca donde estaba Lázaro Carreter de profesor y había un grupo extraordinario de catedráticos (Miguel Artola en historia, Manuel Díez en latín, Río Pérez en griego…). Entonces me fuí allí y, claro, no había mucha gente. No era como Madrid, yo podía hablar con Lázaro Carreter, con Artola… Luego mi padre invitó a Lázaro Carreter a ir de profesor a Texas (Universidad de Texas en Austin) de visitante, un semestre.”

“En ese semestre Lázaro, aconsejado por mi padre, leyó un libro que se había publicado en la Universidad de Texas que se titula The Morphology of the Folk Tale, de Vladimir Propp. Y ese libro le hizo a Lázaro escribir su libro inspirado en las técnicas por Propp, el formalista ruso (…) Entonces Lázaro escribe su libro sobre el Lazarillo que se llama Construcción y sentido en Lazarillo de Tormes, que es el libro más importante, junto con los de mi padre, creo yo, de crítica que se escribió en España en los años sesenta y setenta (…) Porque introducía el formalismo en la crítica literaria española de manera absolutamente bien entendida.

Entonces volví a tomar en Salamanca el curso con Lázaro (yo ya había tomado el curso sobre la picaresca con Lázaro y lo volví a tomar después de la estancia en los Estados Unidos) y no tenía nada que ver, claro. Había cambiado toda la visión crítica.”

Germán subrayó que su padre “había introducido el formalismo en España”, y mencionó a los pocos autores españoles que hicieron entonces aportaciones a la crítica moderna: aparte de su padre y Lázaro Carreter, Mariano Baquero Goyanes, Antonio Prieto, Francisco Rico, Darío Villanueva…

“Mi padre no era un español corriente. Era como Juan Ramón: un español universal” (…) “Odiaba Astorga. Fue al final de su vida que habló bien de ella (…) la guerra civil había maltratado a su padre (…) no fue a Astorga desde los años cuarenta hasta los setenta o más (…) Cuando ya eres mayor vuelves a tus raíces, pero Astorga le traía muy malos recuerdos, malísimos, por la guerra y cómo habían tratado a su padre. No le gustaba. A mí me gusta mucho Astorga, a mi padre no.”

Manuel Pastor Martínez

Posdata (M.P.M.)

Pese a la diferencia de edades personalmente tuve una mayor amistad con su padre, Ricardo Gullón, al que conocí en 1973 en los Estados Unidos (durante un homenaje al poeta Jorge Guillén en la Universidad de Wisconsin en Madison), y al que traté después varios veranos de 1980-84 en Santander (en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo), y durante sus últimos años en Madrid. A Germán lo conocía a través de amigos y familiares suyos desde nuestra adolescencia en Astorga, donde él pasaba los veranos, y ya de adultos coincidímos como profesores visitantes en los cursos veraniegos de Midlebury College (Vermont, USA). Últimamente, ambos ya jubilados, solíamos encontrarnos en Astorga durante las Semanas Santas.

Germán Gullón Palacio (Santander, 1945 - Amsterdam, 2025). Descanse en paz.


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Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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