.
lacritica.eu

LA ESPAÑA INCONTESTABLE

En el último día de hace 795 años, 31 de diciembre, el Reino de Aragón conquistó la ciudad de Mallorca

Pintura de la conquista de Mallorca. Palacio Berenguer Aguilar, Barcelona. (Museo Nacional de Arte de Cataluña).
Ampliar
Pintura de la conquista de Mallorca. Palacio Berenguer Aguilar, Barcelona. (Museo Nacional de Arte de Cataluña).

31 DICIEMBRE 2023

Por Íñigo Castellano Barón
Add to Flipboard Magazine. Compartir en Google Bookmarks Compartir en Meneame enviar a reddit Compartir en Yahoo
La lluvia arreciaba con tal fuerza que apenas era posible cubrirse con algo, o andar sin sumergirse en el lodo. Sin embargo una extraña y suprema fuerza movía a los soldados del ejército real aragonés del rey, Jayme I El Conquistador, que con afán nunca visto, construían unas trincheras al pie de varias torres que circundaban la muralla de Madîna Mayûrka. Cubrieron las mismas para evitar ser atacados desde las troneras o aspilleras. Los zapadores aragoneses perforaron la tierra húmeda y se acercaron a los asentamientos de las torres. Parecían que fueran conejos en madrigueras donde apenas podían moverse. (...)

...


Los habitáculos donde trabajan eran ajustados a la mínima expresión. Sudaban y arrojaban la tierra que extraían sacándola al exterior en una cadena humana. Con garfios de hierro cortos y algunos largos que utilizaban a modo de palanca, iban como podían introduciéndolos en las hendiduras habidas entre las piedras que formaban el basamento de las torres mermando así su estabilidad y asentamiento. Días y noches. durante semanas, se alternaban en el trabajo, mientras los musulmanes asediados, veían cortada su salida hacia el mar por la flota del rey aragonés apoyada por las naves de los Caballeros Templarios y de los de San Juan de Jerusalén, e incluso
almogávares mercenarios vendidos al mejor postor, así como la de muchos caballeros feudales catalanes aragoneses que se habían apuntado junto a otros muchos voluntarios a aquella cruzada declarada como tal por el papa Gregorio IX. La expedición militar consistió en conquistar la isla no solo por razón política de prestigio de la monarquía y de expansión territorial tras el declive almohade; el casus belli empleado fue el saqueo y captura en Ibiza de dos naves catalanas que se dirigían a comerciar con Ceuta y Bugía en noviembre de 1226. Cuando Jayme envío a un representante a solicitar en su nombre la restitución de sus naves, el valí musulmán, despectivamente respondió preguntando: «quién era el rey que las solicitaba», por lo que cuando el enviado volvió y relató lo sucedido, Jaime juró no abandonar hasta conseguir «asir al moro por las barbas», afirmación muy humillante para aquel entonces.


* * *



Aragón, tras pacificar sus territorios y estabilizar la economía sufrida por la sequía iniciada en 1212, comenzó a pensar en una política expansiva que permitiese ampliar sus dominios. La victoria de Las Navas de Tolosa sobre los musulmanes provocó el consecuente declive almohade y permitió al reino aragonés la creación de un programa para reafirmar su poderío. Sin embargo, este proyecto dirigido en un principio hacia el norte, fue frustrado tan solo un año después, por los sucesos de la batalla de Muret, donde el padre de Jayme I, Pedro II de Aragón falleció en combate, obligando a variar los planes y canalizar la expansión hacia el sur y el Mediterráneo. Por entonces, Jayme tenía tan solo cinco años de edad y tras una serie de acontecimientos fue internado en el castillo templario de Monzón, en la provincia de Huesca, bajo la tutela de Simón de Montfort, donde recibió una educación en un ambiente religioso y militar que le propició un carácter enérgico y una personalidad guerrera. ​ El lema en latín que agrupó a todos los combatientes a la cruzada fue el siguiente: «omnes homines de terra nostra et aliunde venientes qui hoc jurare voluerint et venire nobiscum in viaticum supradictum -ad insulas Baleares».


El 5 de septiembre de 1229 la expedición puso rumbo a Mallorca, partiendo desde Salou, Cambrils y Tarragona, con una flota formada por más de 150 naves, gran parte de ellas catalanas. En el día de Santa María de agosto, acudieron junto al rey todos los barones y caballeros de Cataluña a Tarragona y Salou llevando consigo todos los aparejos: armas, velas, jarcias, naves y táridas que fueron cargadas de leños, harina, cebada, carne, quesos, vino, agua y biscuit; un tipo de pan que se retostaba para que se endureciese y conservase mejor. Antes de partir, el rey, junto a los nobles y su comitiva, asistieron a una misa celebrada en la catedral de Tarragona por Berenguer de Palou en la que recibieron la comunión, mientras que el ejército, comulgó en una capilla levantada en el puerto a tal efecto. Algunas de las naves cristianas fueron construidas a expensas de la corona, pero la mayoría de aportes particulares. ​ Al frente de la expedición se designó a Pedro Martell, y Guillermo de Moncada hacía las veces de lugarteniente; todos ellos bajo el mando personificado de Jayme I, quien por su vehemencia y capacidad de mando no admitía réplica alguna. Una gran tormenta y marejada a punto estuvo de desbaratar los planes y abortar la expedición. Pero finalmente la totalidad de la flota cristiana arribó al islote Pantaleu, situado en la costa de la actual localidad de San Telmo, núcleo de población perteneciente al actual municipio de Andrach. Las fuerzas de Jayme I no fueron obstaculizadas por la flota musulmana, pues tal fue la dureza del temporal que el rey, juró a Santa María que le construiría una catedral para venerarla si salvaban la vida. A primeros de aquel mes de septiembre habían iniciado el asedio y durante esos primeros meses se produjeron varias y cruentas escaramuzas entre los ejércitos enemigos. Su desembarco en la bahía de Pollensa no pudo producirse debido a los temporales que se desencadenaron y obligaron a la flota invasora a dirigirse al sur de la isla, cerca de Santa Ponsa. Ya en el 707 Mallorca sufrió un primer desembarco y saqueo por parte del hijo mayor de Musa ibn Nusair (Moro Muza), gobernador del Califato Omeya en el norte de África; peor fue en el 903 cuando fue conquistada por Issam al-Khawlaní, gobernante del mismo quien la reconstruyó y bautizó como Madîna Mayûrqa. Desde entonces, las islas se convirtieron en un refugio para los piratas sarracenos, además de servir de punto de apoyo para los berberiscos que atacaban a los barcos cristianos del Mediterráneo occidental, hostigando y dificultando las relaciones e intercambios y relaciones comerciales de: Pisa, Génova, Barcelona o Marsella. El botín se convirtió en la principal fuente de riqueza de los autóctonos isleños junto con las tasas que cobraban por el comercio marítimo y que pagaban al emir.


A medida que los días pasaban, y las excavaciones se incrementaban, las pesadas torres comenzaban a declinar hacia uno u otro sentido, resquebrajando las murallas que las enlazaban. Pronto alguna se desplomaría y abriría la brecha por la que penetrar los ejércitos españoles. Era cuestión de tiempo, paciencia y sobre todo de una extraordinaria fe en la misión que el propio rey Jayme I se encargaba de arengar implorando a Santa María la Virgen y Reina del Cielo. Los ejércitos combatientes se componían según distintas estimaciones, por parte del rey musulmán de la isla, Abú Yahya, de entre 18. 000 y 42. 000 hombres y entre 2000 y 5000 caballos, dotados con un armamento de: mallas, lanzas, mazas, flechas y un escudo de piel resistente a los sables, además de ​catapultas y máquinas de tiro rasante, llamadas por Jaime I algarradas, muy ligeras, rápidas de manejar, y capaces de arrasar las tiendas enemigas. La llegada de los cristianos no tomó por sorpresa a los moros, que desde las atalayas costeras divisaron la flota cristiana e informaron al valí de la presencia de las naves, el cual dispuso de un ejército de a caballo que acamparon frente a la costa de Andrach dispuestos a repeler el ataque. ​ Debido a que Jayme I fue informado por Alí de los pasos del valí y del contingente que le esperaba, la temeridad de tentar la operación ante tantos enemigos le hizo convocar a los nobles, decidiendo que Nuño Sanz y Ramón de Moncada, en sus respectivas galeras, costeasen el litoral hasta que encontrasen un buen lugar para desembarcar. Esta escuadra de reconocimiento y exploración regresó con la noticia de haber encontrado un lugar llamado Santa Ponsa, en el que había un montecillo que, con unos 500 hombres apostados en él, podrían defender el desembarco de los soldados. Una vez alcanzada la bahía de Santa Ponsa, al llegar la medianoche y en completo silencio, tal y como Alí les aconsejó, el rey ordenó que se levasen anclas. Parte del ejército musulmán había avanzado intentando averiguar el lugar del desembarco, pero a pesar del silencio que mantenían los cristianos, los moros oyeron sus remadas y comenzaron a gritar y a galopar hacia la playa, por lo que una vez los cristianos en tierra, se produjo el primer enfrentamiento armado entre ambos ejércitos, el cual acabó con la victoria cristiana; alrededor de 1500 bajas del ejército infiel, mientras que el resto de sus fuerzas se desplegaron huyendo hacia las montañas de la zona. ​El rey Jayme I era aguerrido y valiente en extremo y con 24 caballeros aragoneses embistió a un numeroso grupo de musulmanes a quienes un milagro o el destino le favoreció con las armas. Su acción fue motivo de reprimenda de los caballeros por su temeridad no ajena a la admiración producida ante un valor insuperable. Cierto es que los almohades tenían por costumbre embriagarse antes de entrar en combate, lo que reducía claramente su capacidad operativa dándose a la fuga y facilitando que las tropas cristianas tomasen ventaja de la situación, y los persiguieran matando a miles, desorientándolos y apresando sus caballos. Entre los caballeros más notables catalano-aragoneses y que formaron parte del consejo asesor del monarca, se encontraron, Atho de Foces, Gil de Alagón, Artal de Luna, Blasco de Alagón y Rodrigo de Lizana; el maestre de la Orden del Temple, el obispo de Barcelona Berenguer de Palou, el obispo de Gerona, el conde Nuño Sánchez del Rosellón (quien después del rey era el magnate de mayor importancia en la expedición), ​ el conde Hugo IV de Ampurias, los caballeros catalanes Ramón Alamán y Ramón Berenguer de Ager y los acaudalados señores de Aragón Jimeno de Urrea y Pedro Cornel. Aunque todos ellos siguieron al monarca en la conquista de Valencia, muchos de sus mesnaderos se asentaron en la isla al recibir beneficios en el reparto del botín, propiciando posteriores repoblaciones de aragoneses que llevaron a cabo una amplia actividad económica y social. Cabe destacar la impedimenta bélica de las fuerzas combatientes cristianas, consistentes en un yelmo hemisférico reforzado por un aro del cual podía pender una especie de protector para la nariz. Sus cascos estaban fabricados con chapa de hierro batido que después de una fase de bruñido, solían pintar, principalmente para mejorar su conservación, pero también como medida identificativa de los guerreros que los portaban. ​ La destreza de los caballeros templarios era admirable, ya que contaban con granjas de monta y remonta de caballos, por lo que poseían a los más veloces. ​ Algunos de sus caballos eran tan fuertes que, cuando los usaban en la batalla cuerpo a cuerpo, solían derribar al caballo y jinete enemigo, además de estar entrenados para morder y cocear cuando a través de las riendas su caballero se lo ordenaba. Entre la artillería pesada del ejército cristiano se encontraban los fundíbulos, que conseguían alcanzar mayores distancias que con hondas de mano, además de los destrozos que ocasionaban en los edificios o ejércitos enemigos. Otras máquinas de asedio usadas por Jayme I fueron las manganas, similares a los fundíbulos y de fácil construcción y también las brigolas que al ser giratorias permitían cambiar la dirección del proyectil.


La batalla de Portopí fue la principal contienda armada en campo abierto entre las tropas cristianas de Jayme I y las musulmanas de Abú Yahya en toda la conquista. Tuvo lugar el 12 de septiembre, en diversos puntos de la sierra de Na Burguesa (antiguamente llamada sierra de Portopí), Pese a la victoria, los cristianos sufrieron bajas de importancia, como la de Guillermo II de Bearne y el sobrino de éste, Ramón Moncada. El ejército musulmán se había desplegado por toda la sierra de Portopí a sabiendas de que los cristianos tendrían que atravesarlas en su camino hacia la medina. Jayme I contaba aproximadamente de 1.500 caballeros y 15. 000 peones. Por la otra parte, horas antes de comenzar el enfrentamiento y conscientes del peligro que les acechaba, Guillermo de Moncada y Nuño Sánchez discutieron por la decisión de encabezar la vanguardia de las tropas, la cual terminó siendo dirigida por los Moncada que con verdadero infortunio cayeron en una emboscada que los dejó completamente rodeados, hasta que finalmente perdieron la vida combatiendo. Jayme I que desconocía en ese momento la suerte de aquellos hombres, siguió su mismo camino, avanzando con el resto del ejército con intención de agruparse con ellos y apoyarles. Los cuerpos de los Moncada fueron encontrados desfigurados por las múltiples heridas que tenían. El disgusto del rey Jayme fue enorme. A partir de este momento y de esta batalla, quedaba expedita la vía para acercarse a Madîna Mayûrka y comenzar el asedio. Avanzaron y acamparon al norte de la ciudad, entre la muralla y la hoy zona conocida día como «La Real», ordenando Jayme I que un mangonel turco, dos trabuquetes junto a una catapulta se montasen, para bombardear la ciudad. El campamento real se estableció cercano a una acequia de agua que abastecía a la ciudad, pero lo suficientemente lejano de las ballestas y mangoneles musulmanes. Se ordenó construir una empalizada alrededor del campamento para salvaguardar la seguridad de sus tropas. Establecido el campamento, se recibió la visita de un potente jerarca musulmán llamado Ben Abed que ante el rey, le comunicó que se encontraba al mando de 800 aldeas musulmanas de los montes y que deseaban ofrecerle todo tipo de ayuda y rehenes con tal de mantenerse en paz con él, hecho que, junto a los consejos sobre las prácticas de los sitiados, supuso a los cristianos un poderoso auxilio. Como primera prueba de sumisión, Abed le entregó a Jayme veinte caballerías cargadas de avena, así como cabritos y gallinas, mientras que el rey le proporcionó uno de sus pendones como salvoconducto para no ser atacado. Entretanto se produjeron algunos intercambios de proyectiles teniendo a escudos humanos como rehenes, pero ante la bravura y el rechazo ante tan inhumano chantaje, se optó por las negociaciones de paz que no fueron aceptadas por el Consejo Real de Jayme I. La excavación de túneles a pie de las murallas prosiguió y las brechas fueron haciéndose más grandes. Arnaldo Sorell, un caballero aragonés portando el estandarte de Aragón consiguió ser el primero en penetrar en el interior de la ciudadela y alzar el pendón mientras gritaba a sus compañeros que la ciudad ya era suya.


50 caballeros espolearon a sus caballos contra los sarracenos en nombre de Dios, mientras en voz alta gritaban: «ayúdanos Santa María, madre de nuestro señor» y una vez más: «vergüenza caballeros, vergüenza!», al tiempo que embestían arrollando con ímpetu a los musulmanes que habían quedado en la medina, mientras otros miles de ellos huían por las puertas traseras de la ciudad. La entrada triunfal de Jaime se produjo por la puerta principal denominada en árabe «Bab al-Kofol» o «Bab al-Kahl» y localmente «Porta de la Conquesta», de «Santa Margalida», del «Esvaïdor» o «Porta Pintada».​ Los cristianos apresaron a Abú Yahya pero no lograron que confesara dónde se albergaban los tesoros capturados en sus razias. ​ Finalmente, el valí fue ejecutado sin haber confesado el lugar de sus riquezas. ​ Se produjo una gran matanza con el consabido peligro de una pandemia de peste.​


El 31 de diciembre, al mediodía la ciudad de Mallorca era rendida y muchos de sus habitantes pasados por las armas, otros esclavizados (captis mauris), algunos quedaron, y otros huyeron a las montañas donde permanecerían por largos años hasta su total rendición. Igualmente se estableció una importante población judía (Chueta) junto a navarros, occitanos y catalanes bajo un ordenamiento normativo que reguló la nueva repoblación de la isla. Un año de gloria para Aragón que al menos por un largo tiempo, ponía freno a la piratería y a la libre navegación de la ruta más comercial de entonces. Jayme I creó el Reino de Mallorca, el cual pasó a ser independiente de la Corona de Aragón conforme a su testamento, ​ hasta la posterior conquista por parte de Pedro IV, salvo el tiempo del dominio aragonés durante el reinado de Jaime II de Mallorca. Se estrenaba un nuevo año en el que Jayme I procedió a repartir los territorios entre los nobles que le acompañaron y a entregar el botín conquistado entre los valientes guerreros, preparando ya la conquista de Ibiza, ya que Menorca le rendiría vasallaje. Entretanto Jayme I ejercía sus derechos como soberano y en sus alocuciones en las Cortes comenzaba pidiendo la inspiración divina: «Illumina cor meum, Domine, et verba mea de Spiritu Sancto».


Muchas fueron las vicisitudes de la conquista que hace imposible documentarlas en este relato, pero puede concluirse que fue extremadamente dura en tiempo y número de muertos por uno y otro bando contendiente. El sistema feudal que se instaló, apaciguó y puso orden a las consecuencias que posteriormente a la conquista de todas las islas Baleares se produjeron en muchos aspectos.



Por IÑIGO CASTELLANO Y BARÓN


Conozca a Íñigo Castellano y Barón


acceso a la página del autor


acceso a las publicaciones del autor

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios