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Como está claro quién es el “Estado agresor” en estos casos, éste siempre argumentará su interferencia en los asuntos internos del “Estado víctima” usando excusas humanitarias y la protección de los derechos humanos. Por ejemplo, esto se ve claramente en el contexto venezolano: el Decreto Obama fue firmado bajo el pretexto de los derechos humanos que refiere el analista, y esa misma orden ejecutiva se renueva cada año con la pretensión de aplicar nuevas sanciones contra Venezuela.
Además, el agresor necesita legitimar sus acciones a los ojos de la comunidad internacional. Para ello trata de obtener mandatos para interferir a través de la ONU u otros organismos multilaterales, y así conformar una coalición internacional de docenas de países para enmascarar su agresión inculpando al “Estado víctima” de “régimen dictatorial” frente a las normas internacionales. El “Estado agresor” no solo debe tener una superioridad militar sobre el “Estado víctima”, sino que debe tener suficiente influencia política y diplomática para encubrir su injerencia. Por ello, en este caso se ha usado a la OEA –con sede en Washington– como pivote regional para intentar imponer la mentada coalición internacional.
El “Golpe de Color” es cuidadosamente planeado y preparado. El escenario ideal comprende la inmediata capitulación por parte de quienes tienen el poder político en el “Estado víctima”. Cuando esto no sucede, se usan los métodos de “protestas pacíficas en la calle”. Si esta presión “pacífica” no funciona, se cambia a la fase de levantamiento armado. Si la opción armada no se traduce en “cambio de régimen”, el próximo escenario es la guerra civil.
Es indudable que esta concepción intelectual rusa sobre la actuación de EE. UU. es muy consistente y perfectamente calibrada para ganar adeptos entre los países fuera del área occidental.
Y después de describir las amenazas a su seguridad, Rusia, además de desplegar y activar sus fuerzas militares de una forma amenazadora, está implementando desde hace tiempo una campaña de desestabilización en múltiples dominios, destinada a debilitar la seguridad de la OTAN por medios no militares. Esta campaña está orientada a sustituir el modelo post-guerra fría imperante, que Rusia considera enemiga de sus propios intereses, para imponer condiciones de lo que algunos tratadistas denominan de “no-paz” en el área euro-atlántica.
Lucas Kello señala que los métodos no violentos de no-paz pueden ser fuentes de poder e influencia nacional superior a los métodos violentos de la guerra de Clausewitz. Define la no-paz como enfrentamiento por debajo del umbral de la físicamente destructiva violencia entre estados, pero cuyos efectos dañinos superan los niveles aceptables de competición en tiempo de paz. Aunque Kello se enfoca a los temas Ciber, su definición es buena para la situación creada por la acción multidominio de Rusia hacia las naciones OTAN.
El Ministerio de Defensa ruso ha definido la confrontación de información como una forma de batalla en que cada una de las partes (estado, movimientos y organizaciones políticas y sociales, fuerzas armadas) trata de derrotar o dañar la “infoesfera” (que comprende la información, su infraestructura, las organizaciones de captación, análisis, distribución y uso de la información, así como el sistema que lo regula) mientras se protege de la posible acción del adversario. Dado que el dominio de información no tiene fronteras internacionales definidas, proporciona la posibilidad de acciones en profundidad no atribuibles, no solo contra la infoesfera sino contra la población adversaria. En 2017 el Ministerio de Defensa creó las Fuerzas de Operaciones de Información, reforzando aún más su potencial en este área.
Paradójicamente, muchos comentaristas occidentales utilizan lo híbrido como sinónimo de desinformación o “ciberataque” –refiriéndose a actividades de (ciber)inteligencia, hackeo de dispositivos o servicios, hack&leak, uso de trolls o bots para amplificar mensajes o propaganda computacional, etc.–. Y las definiciones oficiales continúan recogiendo como rasgo distintivo el elemento militar convencional. Este puede ser el caso de la Alianza Atlántica, que define las amenazas híbridas como «…la integración de medios convencionales y no-convencionales, medidas militares abiertas y encubiertas, paramilitares y civiles por parte de actores estatales y no-estatales para lograr sus objetivos». La Unión Europea utiliza una definición muy similar, aunque la amplía: «Las amenazas híbridas combinan actividades militares y no-militares, convencionales y no-convencionales, que pueden ser utilizadas de manera coordinada por actores estatales y no-estatales para lograr sus objetivos políticos. Las campañas híbridas son multidimensionales… Han sido diseñadas para ser difíciles de detectar y atribuir. Estas amenazas apuntan a vulnerabilidades críticas y pretenden generar confusión para dificultar la toma de decisiones rápida y efectiva. Las amenazas híbridas pueden abarcar desde ataques cibernéticos a sistemas de información críticos, pasando por la interrupción de servicios críticos como el suministro energético o servicios financieros, hasta el debilitamiento de la confianza pública en las instituciones gubernamentales o la profundización de las divisiones sociales. Como la atribución es difícil, estos desafíos requieren medidas específicas y coordinadas para contrarrestarlos»
Muchos sostienen que lo híbrido es el producto natural de la adaptación de la guerra irregular y asimétrica al mundo globalizado y a la Era de la Información. A raíz de la expansión del concepto, muchos expertos argumentan que debería dividirse en sus distintas vertientes (subversión y desestabilización, operaciones informativas, fuerza militar, etc.) mientras alertan que lo híbrido corre el riesgo de perder su valor explicativo al haberse popularizado para definir cualquier actividad situada por debajo del umbral del conflicto.
Sin embargo, junto con la popularización del concepto de “zona gris” para referirse a cualquier actividad ejercida con más o menos ambigüedad en la amplia franja que existe entre la paz y la guerra abierta, lo híbrido es otra de las expresiones concebidas para exponer la complejidad inherente de los conflictos actuales, la necesidad de superar el paradigma mental de la Guerra Fría y lograr que tanto el poder político como la opinión pública comprenda la multidimensionalidad de la amenaza.
Quizás la referencia más gráfica de la concepción actual de lo híbrido procede del secretario general de la Alianza Atlántica cuando declaró que «…lo híbrido es el lado oscuro de nuestro Enfoque Integral, por lo que cualquier respuesta debería combinar todos los instrumentos del Estado y de la comunidad internacional: diplomáticos, informativos, militares, económicos, financieros, de inteligencia o legales.
Llegados a este punto, es interesante retomar la visón que dimos al principio de la Guerra Híbrida como conjunto de tres áreas de acción: guerra convencional o irregular, terreno propio de las Fuerzas Armadas, acciones propias del gobierno en su conjunto, y el ciberespacio, de todos en general y de nadie en particular, aunque las Fuerzas Armadas ya disponen del Mando Conjunto del Ciberespacio. Y es fundamental no olvidar la necesaria conjunción de esfuerzos en los diversos escenarios.
Rusia ya mencionó, en su Estrategia de Seguridad Nacional la necesidad de hacer frente a los nuevos conflictos con una aproximación de toda la nación. La esfera de seguridad integra los tres pilares: Gobierno, Fuerzas Armadas y la población. Por ello ha simplificado el proceso de dirección en guerra híbrida organizando el Centro Nacional de Gestión de la Defensa (NTsUO) en 2014. Integra y coordina no solo las estructuras militares sino también agencias civiles de seguridad tales como el Servicio Federal de Seguridad (FSB), el Ministerio del Interior, y la Corporación Estatal de Energía Atómica (Rosatom). Tiene una creciente lista de funciones de supervisión, control y decisión.
Es evidente que la OTAN no tiene la posibilidad de esta centralización de poderes. Su misión es la defensa colectiva, y no tiene más que una función secundaria cuando se trata de defenderse de la acción desestabilizadora rusa con medios no militares. Esa misión corresponde a las naciones y quizá a la UE.
Pero era palpable la necesidad en la OTAN de articular algún medio de integración. Por ello en el 2016 se creó la División Conjunta de Inteligencia y Seguridad (JSID), con una unidad dedicada específicamente a amenazas híbridas. Esto ha permitido una mayor cooperación entre los países miembros. Además, esta cooperación está apoyada también por el “Centro de Excelencia para las Amenazas Híbridas (Hybrid CoE)”, creado en Finlandia para trabajar tanto con la OTAN como con la UE, proporcionando análisis sobre amenazas híbridas, así como un “espacio seguro” para discusiones informales entre OTAN y UE.
También se han creado Equipos de Apoyo anti-acciones Híbridas (CHST), similares a los equipos asesores para protección de infraestructuras críticas, formados por equipos de expertos civiles, obtenidos de un listado de especialistas designados por las naciones y capaces de desplegar con urgencia ante solicitud de apoyo, tanto en situaciones de crisis como en crear capacidades nacionales en este campo.
Debería ser posible aplicar la adecuada disuasión frente a estas acciones. Hasta ahora solo se cuenta con medidas de disuasión por denegación. Pero todos son conscientes que será necesario buscar la disuasión mediante castigo. En la cumbre de Varsovia, se acordó que ataques híbridos podrían activar el artículo 5 del tratado de Washington. No obstante, este es un tema delicado que depende de la decisión nacional.
Se han comenzado trabajos en Opciones Integrales Preventivas y de Respuesta, buscando las mejores opciones tanto civiles como militares, diseñando una serie de medidas para ser activadas con urgencia y facilitando el proceso de adopción de decisiones medidas y adaptadas al ataque, e incluyendo medidas asimétricas y no solo acciones militares. Pero es preciso recordar que la Aproximación Integral a las operaciones, que se empezó a utilizar en Operaciones de Paz, no fueron muy eficaces por la falta de confianza mutua entre civiles y militares, y lamentablemente parece que la situación no ha cambiado.
Las herramientas disponibles en la OTAN para hacer frente a agresiones son de carácter militar, pero los ataques híbridos están mayormente diseñados para permanecer debajo del nivel de respuesta “cinética”. Por ello, disuadir de esos ataques es difícil y crea un dilema ya que la “atribución” es muy difícil. Aunque está claro que ciberataques, noticias falsas, interferencia en elecciones y otros van a constituir una característica permanente en la competencia entre naciones, el papel de la disuasión militar deberá asegurar que una campaña híbrida no escala hasta una guerra abierta. Por ello, parece claro el papel que la UE debería jugar de forma creciente.
Y ¿cómo está España de preparada a nivel nacional? Si volvemos a comentar los tres grandes bloques mencionados al principio de medidas militares, medidas de gobierno (fundamentalmente diplomacia y economía) y la infoesfera, la respuesta no es muy positiva.
A nivel militar podríamos considerar que las unidades están preparadas para combatir, sin entrar en detalles de carencias y limitaciones de material. El mundo diplomático y el económico podrían ofrecer soluciones, pero no es previsible que tengan desarrollados Planes de Operaciones para reaccionar ante agresiones, y además es cuestionable que se produzca la Aproximación Integral, bajo una autoridad única, que mencionamos antes. El Consejo de Seguridad Nacional es una iniciativa esperanzadora, aunque faltan estructuras subordinadas para conducción de operaciones, y la realización de ejercicios para rodar su funcionamiento.
La infoesfera es la parte más vulnerable, y en la que la legislación nacional limita la adopción de medidas. El CNI tiene ciertas atribuciones en este campo, y por parte de Defensa, el Mando Conjunto del Ciberespacio (MCCE) es responsable del planeamiento, dirección, coordinación, control y ejecución de las acciones conducentes a asegurar la libertad de acción de las FAS en el ámbito ciberespacial. Para cumplir su misión, planeará, dirigirá, coordinará, controlará y ejecutará las operaciones militares en el ciberespacio. En cambio, no tiene atribuciones en el resto de las áreas civiles que pueden ser objetivo de acciones maliciosas. Y una clara vulnerabilidad es que los miembros de las Fuerzas Armadas no pueden ver limitado su acceso a las redes, lo que los convierte, a ellos y a sus unidades, en objetivo fácil de las mencionadas acciones maliciosas.
Las limitaciones al acceso a las redes así como el planeamiento y ejecución de operaciones integrales necesitan de legislación de excepción, lo que, vista la experiencia reciente, hará difícil su realización.
A modo de conclusiones
De lo expuesto parece claro que Rusia está en guerra con Occidente, al sentirse, con razón o sin ella, que está siendo atacada en su área de influencia. Los ejemplos los estamos viendo a diario, pero solo en la infosfera, donde una clara atribución de los ataques es muy difícil, evitando un incremento de la tensión que pueda justificar medidas de tipo militar. Es evidente que sus ataques, ya sean interviniendo en elecciones o propagando noticias falsas está logrando el “reblandecimiento” de la población, con particular énfasis en la juventud.
Aunque la OTAN ha hecho algunas incursiones en alertar del peligro y mencionando el artículo 5, las reacciones nacionales dejan bastante que desear, prefiriendo negar las evidencias. Es de desear que la concienciación sobre este riesgo cale en los gobiernos, y se convenzan de que, aunque se hable de guerra híbrida, esta guerra no es solo cosa para militares.
Angel Guinea Cabezas de Herrera
General de División (R)
Asociación Española de Militares Españoles