... La transmisibilidad del SARS-CoV-2 hacia el humano aparece de pronto, casi de la nada, optimizada de un solo golpe, sin ningún paso evolutivo intermedio que permita sostener la hipótesis de un origen natural. Esta ausencia de gradualidad sugiere que el virus resultó de una manipulación en un laboratorio. Hablamos aquí de una manipulación genética para hacer que el virus SARS-CoV-2 pueda adosarse a la superficie de una célula humana y pueda penetrar en ella y tomar como rehén el aparato reproductor de información genética que la célula humana posee. De esa manera, el virus se multiplica en el interior de la célula hasta el límite de lo imaginable, hasta hacerla literalmente estallar… El origen no natural del COVID-19 es una certeza que todos aquellos que participaron en la creación de esta monstruosidad quieren ocultar, pues sobre ellos recaerá la responsabilidad por la muerte de más de cuatro millones y medio de personas y la ruina de muchas economías emergentes.
Sorprendentemente, en marzo de 2020, a apenas tres semanas de conocerse las proporciones del desastre originado en Wuhan, Peter Daszak organiza y publica junto con otros colegas y acólitos un artículo furibundo donde opina con total vehemencia y desparpajo que es imperioso descartar categóricamente cualquier hipótesis de que el SARS-CoV-2 se originase en un laboratorio, tildando esas teorías de ridículas especulaciones conspirativas. ¿Pero quien es Peter Daszak?
Peter Daszak, CEO de la firma EcoHealth Alliance, resultó ser nada más y nada menos que el contratista del Instituto Nacional de la Salud (NIH) en subsidios multimillonarios para conseguir que los coronavirus de murciélagos coleccionados en Wuhan pudieran transmitirse a humanos manipulándolos genéticamente. Y, como este tipo de investigación llamada “ganancia de función”, que vuelve más peligrosos los virus naturales no podía por ley realizarse en los Estados Unidos, Daszak no tuvo mejor idea que subcontratar el trabajo al Instituto de Virología de Wuhan, lugar en donde casi con total certeza se originó el desastre.
Daszak niega rotundamente esos cargos aduciendo que su trabajo beneficia a la humanidad, pues es necesario conocer el potencial de un virus para causar una pandemia y así poder prevenir tales catástrofes. El señor Daszak se defiende diciendo que es necesario dotar a los virus de animales de la capacidad de transmisión a humanos para anticipar y prevenir futuras pandemias. Esta idea es de un nivel de imbecilidad comparable a tratar de detectar una pérdida de gas con una cerilla encendida.
Pero, ¿y si Daszak no fuera un imbécil? ¿Y si su motivación proviniera de otro lado y no fuera él realmente quien dice ser, un humilde científico que quiere salvar a la humanidad anticipando nuevas pandemias?
Hay un viejo dicho en los países angloparlantes: “money talks” (el dinero habla). Entonces, cabe preguntarse: ¿quién le paga a Daszak para que haga lo que hace y diga lo que dice? ¿Quién le da cuerda al muñeco? Hasta hace muy poco solo sabíamos que el NIH era la fuente de financiamiento de su compañía EcoHealth Alliance, es decir, que el mandato o la consigna de los subsidios que Daszak recibía eran lisa y llanamente para “mejorar la salud humana”. Ahora sabemos que Daszak y EcoHealth Alliance han recibido subsidios mucho, muchísimo más importantes del Pentágono y del Departamento de Defensa de los Estados Unidos. En este sentido, fue fundamental una reciente investigación que nos demuestra con todas las pruebas cómo Peter Daszak y su fundación EcoHealth Alliance escondieron casi 40 millones de dólares de financiamiento del Pentágono para estudiar la militarización de la ciencia de la pandemia [sic], como se muestra en el sitio de internet: https://www.independentsciencenews.org/news/peter-daszaks-ecohealth-alliance-has-hidden-almost-40-million-in-pentagon-funding/
Esta información es clave para entender por qué Daszak trata siempre afanosamente de justificar su demencial proyecto de dotar a virus de animales de la capacidad de generar una pandemia para precisamente anticipar y prevenir otras pandemias. Daszak, el gran artífice del encubrimiento del origen de la pandemia, siempre ocultó por todos los medios la financiación que recibió del Departamento de Defensa y del Pentágono. Claro, debía hacerlo pues esta fuente económica hace completamente transparente la motivación del demencial proyecto que finalmente desencadenó la pandemia del COVID-19. Si su financiamiento proviniera solamente del NIH, tal proyecto sería una locura peligrosa; ahora que entendemos que su verdadero patrón es el Pentágono, su nefasto proyecto se justifica mucho más claramente.
El vínculo militar de Peter Daszak no se limita a su fuente de financiación y a su posición como generador de potenciales pandemias para entender el riesgo de las pandemias. Uno de los principales integrantes del comité de consejeros logísticos de EcoHealth Alliance es David Franz, el otrora comandante de Fort Detrick, el principal laboratorio militar de guerra biológica y biodefensa de los Estados Unidos. David Franz fue miembro del comité que condujo la inspección en Irak en la tristemente notoria búsqueda de armas de destrucción masiva. Como le gusta decir a Franz: “Todo en biología tiene un uso dual: la gente, los laboratorios, el equipo”. Es decir, que dotar a un coronavirus de la capacidad para generar una pandemia, como hizo Daszak, puede entenderse a partir de la motivación benigna (aunque a todas luces demencial) de anticipar y prevenir una catástrofe, o como una contribución sustancial para sostener una guerra biológica.
Ahora se entiende con claridad meridiana por qué el contratista Peter Daszak y los investigadores que él mismo subcontrató en el Instituto de Virología de Wuhan buscaban y consiguieron (ya en 2013) la transmisibilidad a humanos del coronavirus del murciélago mediante la manipulación genética. Esos primeros resultados de ganancia de función financiados por el NIH y, como ahora sabemos, mucho más generosamente por el Departamento de Defensa de los EE UU, aparecieron finalmente publicados en la revista Virologica Sinica en diciembre de 2013, volumen 28, número 6, páginas 315-317. Los resultados satisficieron a los dos patrones de Daszak: el NIH y el Pentágono. Por desgracia, la humanidad pagó y sigue pagando un precio muy alto por este pacto fáustico.
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Ariel Fernández Stigliano obtuvo su doctorado en “física-química” en la universidad de Yale y fue profesor titular a cargo de la cátedra Karl F. Hasselmann de Bioingeniería en Rice University, Estados Unidos. También ha sido investigador superior del Instituto Max Planck de Biofísica Química en Göttingen. Actualmente es investigador honorario en el Instituto Suizo de Estudios Avanzados de Basilea y en el Instituto Daruma de Inteligencia Aplicada. Su último libro “
Artificial Intelligence Platform for Molecular Targeted Therapy” (World Scientific Publishing, 2021) fue prologado por el premio Nobel Robert Huber.