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Las culturas de internet (3). Las redes sociales

Ilustración: https://sites.google.com
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LA CRÍTICA, 24 JULIO 2020

Por Carlos cañeque
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A pesar de los estudios que se realizan sobre las redes sociales en los campos de la psicología, la sociología, la antropología, la ciencia política, la economía o la pedagogía, creo que todavía no tenemos la perspectiva necesaria para responder con claridad a esta pregunta: ¿en qué medida y de qué forma las redes sociales han cambiado nuestras vidas? (...)

... Los que ya tenemos más de sesenta años podemos responder a esta pregunta con más perspectiva que la que pueden tener los que hoy tienen dieciocho. Ellos han convivido con las redes desde que tenían uso de razón, como si estas fueran algo casi “natural”. Una red social está compuesta por un conjunto de usuarios (individuos u organizaciones) que se relacionan de acuerdo a algunos criterios como pueden ser la amistad, la relación profesional o el parentesco. Las redes sociales se han convertido en pocos años en un fenómeno global y se expanden como sistemas abiertos en constante construcción centrífuga. En ellas las personas interactúan a través de perfiles creados por ellas mismas, en los que comparten fotos, vídeos, enlaces o mensajes. Las redes sociales generan lazos emocionales de pertenencia a un grupo con el que se interactúa. Esas bolas de nieve se van haciendo más grandes en la medida en que se unen a ellas nuevos individuos compatibles o afines. Si hiciéramos la foto del árbol de contactos de un usuario en Facebook, Instagram, WhatsApp o Twitter veríamos que hay tendencias bastante definidas: en algunas de esas fotos predominarían posiciones políticas concretas, en otras sobresaldrían elementos estéticos, en otras sociales, religiosos, temáticos, deportivos, etc. Podemos pensar en nuestras comunicaciones desde la irrupción de las redes, y en qué forma han cambiado las relaciones con nuestros contactos cercanos o lejanos. ¿Acaso nos sentimos menos solos? ¿Hemos conocido nuevas amistades en Facebook? ¿Tenemos amigos o familiares que han conseguido encontrar a su pareja sentimental o sexual en Tinder? ¿Conocemos a personas que han hecho algún negocio o encontrado trabajo en Linkedin? Mi respuesta a todas esas preguntas es afirmativa. Yo soy poco activo en las redes pero tengo amigos que me dicen que han tenido éxito en Tinder (algunos llevan años viviendo con su nueva pareja; otros, cuando terminan con una vuelven a Tinder para encontrar otra), o que se pasan muchas horas interactuando en Facebook (la red del exhibicionismo, algunos consiguen miles de likes cada vez que cuelgan algo, tiene 2.300 millones de usuarios), o que me reconocen dedicar gran parte del día a intercambiar mensajes en WhatsApp (en mi opinión, los chats de grupos en WhatsApp se multiplican hasta el exceso, y a veces no es nada fácil ser poco activo o darse de baja…).

El obligado confinamiento planetario provocado por el coronavirus ha incrementado muchísimo las comunicaciones digitales. Se disparó el teletrabajo (en muchos casos para quedarse o transformar en parte futuras relaciones laborales), y los mensajes en WhatsApp, Instagram o Facebook entre amigos o familiares se convirtieron durante el confinamiento en las vías de comunicación más importantes para una gran parte de la población mundial. Frente a los que piensan que las redes nos están deshumanizando y nos desdibujan en un conglomerado artificial a veces demasiado público, creo que estas contienen elementos que pueden llegar a ser muy positivos. Por ejemplo, una red social como Tinder introduce la racionalización y el pragmatismo en un asunto tan importante como el de encontrar una pareja. El usuario de esta red accede a perfiles de personas que están ubicadas en su ciudad o incluso en su barrio. Muchos ven en Tinder una forma fría de colocar nuestra identidad y nuestros sentimientos en “el mercado del amor”. Esta red (que ya tiene más de cien millones de usuarios) está creciendo cada vez más en nuestra cultura. Fantaseo con una sociedad en la que gran parte de la población haya conocido a su media naranja en Tinder… Romanticismo digital: “desde que te vi en aquella foto de Tinder me enamoré de ti”. Existe un Tinder de millonarios y ahora la red está estudiando la incorporación, como última fase previa al encuentro físico, de la videollamada. El peligro se produce cuando los perfiles y las fotos son falsos. Algunas mujeres han sido robadas, violadas y asesinadas por usuarios impostores. Parejas exitosas, picaresca, donjuanismo cibernético, asesinos en serie, ciencia ficción, todo se mezcla… Creo que a lo que en realidad están enganchados muchos usuarios de Tinder es al propio medio que les pone a su disposición un catálogo de mujeres o de hombres ubicados cerca de su casa… El mecanismo puede ser lúdico, perverso y muy adictivo.

La antropología es la ciencia que estudia al ser humano en el marco de la sociedad y la cultura en las que habita. Quiere conocer los hábitos adquiridos por el ser humano como miembro de una sociedad concreta, así como trata de distinguir lo que pertenece a nuestra naturaleza humana arquetípica (relaciones de parentesco, mitos referidos a la muerte, al nacimiento) de lo que es más convencional (normas, tipos de dominación). La socialización de los niños y los adolescentes de hoy producirá, con las redes sociales que todos manejan cada vez antes, una nueva generación cultural. La antropóloga Margaret Mead estudió las relaciones sexuales adolescentes en tribus aisladas tratando de averiguar “si los disturbios que angustian a nuestros adolescentes son debidos a la naturaleza misma de la adolescencia o a nuestra civilización occidental” (Adolescencia, sexo y cultura en Samoa. M. Mead, 1928). Mead llegó a la conclusión de que entre los adolescentes de la tribu de Samoa no existía nada parecido a la ansiedad que sí había detectado en los adolescentes norteamericanos. Hoy, con la expansión y la masificación del turismo, ya no existen apenas tribus tan desconectadas de la civilización como la que encontró Mead en la isla de Samoa en 1928. Pero hoy, para conocer al antaño exótico “otro cultural” no es necesario buscar tribus aisladas en Samoa. El experimento antropológico lo tenemos en casa, en nuestros hijos, en nuestros nietos. Basta con poner la mirada en esa nueva generación de jóvenes indefectiblemente pegados a sus móviles. Habrá que observar con atención cómo se relacionan, qué priorizan, qué leen y consumen además de los constantes mensajes en WhatsApp, Instagram o YouTube (el boom de los influencers o Youtubers ha arrasado con sus usuarios más jóvenes, compulsivos consumidores de contenidos audiovisuales). Ellos han creado su propio léxico y sus propios escaparates invitacionales, donde abundan la violencia, la pornografía, la falta de vocabulario y los emoticonos. Un dato revelador: según el INE el 88% de los niños españoles de diez años ya tiene acceso a internet. Barrunto que en estas nuevas generaciones andarán algo flojos en humanidades y muy fuertes en las sucesivas “nuevas tecnologías”. Pero vaya usted a saber.

Carlos Cañeque es profesor de Ciencia Política, escritor y director de cine.

Carlos cañeque

Profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Barcelona, escritor y director de cine

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