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Ágora de la Poesía de León

Ágora de la Poesía de León
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Por Juanmaría Campal
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No son locos… ¡Son poetas!

Cuando se publique y usted lea este texto, ellos ya habrán celebrado, al aire y noche libres, la trigésima cuarta edición del Ágora de la Poesía, es decir, llevarán poco menos de tres años celebrándola cada último viernes de mes, entre las diez y media y las doce menos cinco de la noche, y les quedará ya menos de esa concesión de utilización del espacio público Anfiteatro de San Marcos que, se afirma, tienen hecha por cien años por el Ayuntamiento de la ciudad.

No, no son locos, aunque bien pueden parecerlo. Yo, lo confieso, antes de acercarme a ellos, primero, me informé lo mejor posible; después, los observé a prudente distancia –que estas cosas, se sabe, a veces se contagian por leer o escuchar un verso, por libre o suelto que éste sea–. Pero ojo, porque además, que no sean locos, no quiere decir que no lo estén –¡ah, el castellano!–, al menos, así apuntan los últimos viernes de cada mes, allá cuando la noche ya no tiene disculpa de claridades, salvo “lunáticas” y es plena.

Si no fuera porque la cosa es, fue, y será a la intemperie –como lo fue la juventud de tantos de nosotros, y hoy, lamentable e injustamente, la vida de muchos–, sería exacto decir que le hacen sentir a uno, y así se sentirá sin duda quien a ella acuda, como en casa. Como en casa y, lo que lo mejora, entre amigos.

Si algo son -sean o no, estén o no, locos- es generosos. Se dan en sus propias palabras, en sus propios versos, o en poemas ajenos -cualquier asistente que lo desee puede recitar algo, bien sea poema propio o bien una lectura que le haya emocionado y que quiera compartir- que llenan, en cualquier caso, la noche, por encapotada que esté, de estrellas, y caldean el alma –lo peor que podemos tener frío o helado– de belleza, de esperanza, acaso de fuerza y, por qué no, de sosiego, por agitado que el propio espíritu se sienta; nos dan esa “… poesía necesaria/ como el pan de cada día/ como el aire que exigimos trece veces por minuto…” que cantó Gabriel Celaya en “La poesía es un arma cargada de futuro”. ¡Y de presente!, el que cada uno de los participantes añade con el acto existencial, testimonial, simbólico de su presencia en la plaza, en el Ágora; el que cada poeta añade en su abrirse y regalarse, el que cada amigo de la poesía suma con su lectura o escucha.

Pero no, no son locos, insisto, aunque lo estén tanto como para, por la poesía, reunirse al aire de las noches templadas, calurosas, lluviosas, frías, heladoras de este León que ya tiempo hace la poeta Margarita Merino bien tituló “Capital del Invierno”.

No, no son locos. Lo pueden estar porque, a pesar de las duras e injustas cosas de la realidad, del cotidiano vivir, siguen enamorados de ella, la Vida, así con mayúscula, hasta los tuétanos, hasta las trancas. Por eso creen que en su Ágora, el de la Poesía, “la utilización del espacio público (el Anfiteatro de la Plaza de san Marcos) tiene una fuerte simbología, en un momento en el cual se agrede a lo público” en palabras de uno de sus “fundadores”. Por eso en ella “los poemas no compiten, sino que se comparten... La palabra se expresa y se escucha, para que el poema, a ser posible, hable por sí mismo”. Aunque no se compita, bien es verdad que debiera existir un reto: mejorar la forma de “leer” o “declamar” o “interpretar” los poemas, como forma de compartirlos mejor y de forma más bella con los demás. Esa puede ser la asignatura pendiente, aunque ya se progresa de Ágora en Ágora. Ágora al que no se entra ni del que se sale, pues no hay puertas ni condiciones. Se está y se es. Y para intervenir, en función del número de personas asistentes, tan sólo se ruega, por deferencia a todos los demás, leer un poema que no sea muy largo, o dos o tres breves. No hay normas que la regulen, basta con acercarse al lugar en que se leen los versos. Pueden intervenir tanto poetas ya reconocidos y que han publicado como cualquier persona que escriba o que sea lectora de poesía.

Así, durante estas treinta y cuatro ediciones han participado en el Ágora, no sólo poetas y lectores de León ciudad, sino de varias localidades de la provincia y de fuera de ella. Desde Asturias, Burgos, Córdoba, Madrid, Salamanca, Valladolid, Vitoria y Zaragoza se han acercado poetas a participar, a enriquecer y a enriquecerse del Ágora. E incluso, ocasión hubo en que un grupo de estudiantes chinas se acercaron a recitar poesía en chino. Igualmente, ocasiones ha habido en que el Ágora acogió a canta autores y músicos que están recuperando la interpretación con instrumentos antiguos y tradicionales. Se guarda buen recuerdo de la visita de los “Susurradores de poemas” y de la Orquesta de Juventudes Musicales – Universidad de León.

Un motivo de alegría para todos los asiduos participantes está siendo la incorporación de jóvenes voces, estudiantes de institutos de la ciudad, que vienen a representar la renovación de savia necesaria para que se haga realidad el lema “Larga vida al Ágora”.

Ahora, ya lo saben. No son locos, aunque lo parezcan… ¡Son poetas! Y están, y estarán los próximos noventa y siete años y dos meses, cada último viernes de mes en el Ágora de la Poesía, Anfiteatro San Marcos, León, a partir de las 22,30 horas y hasta las doce menos cinco minutos de la noche, donde les esperan porque si otras cosa es también verdad en el Ágora, es que en ella nadie sobra y muchos faltan. Por esta sencilla razón me he abstenido de dar nombre alguno relacionado con el Ágora, porque, aparte de la Poesía en sí misma, lo importante es la libre expresión, los poetas y poemas que aún faltan.

¡Larga vida al Ágora! Y a usted que me lee: ¡Salud, versos y párrafos!

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