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Quienes la practican saben que tiene efectos. Para entenderlo conviene recordar los experimentos de conformidad de Solomon Asch realizados a comienzos de los años cincuenta en Swarthmore College (Pensilvania, EE. UU.). El diseño era sencillo: en grupos de seis a ocho personas, uno era participante real y el resto, cómplices. A todos se les mostraba una línea patrón y, después, tres líneas (A, B y C). La tarea consistía en identificar cuál de las tres coincidía exactamente en longitud con la línea patrón. La respuesta correcta era evidente.
El participante real respondía al final, tras escuchar a los demás. ¿Qué ocurrió? En los ensayos críticos —cuando todos los cómplices se ponían de acuerdo para dar en voz alta la misma respuesta errónea—, los participantes se alinearon con la mayoría en torno al 37 % de las veces. Es decir: aun sabiendo cuál era la opción correcta, uno de cada tres se sumó al error por presión social. Cuando uno solo de los cómplices rompía la unanimidad y decía la respuesta correcta, la conformidad caía aprox. al 5 %. Y en control, sin grupo de cómplices, más del 99 % eligió la opción correcta.
Qué nos enseñan estos experimentos
- La apariencia de mayoría condiciona.Una persona puede disentir del Gobierno, pero si percibe —a través de sondeos omnipresentes— que “muchos” eligen otra opción, puede reconsiderar su preferencia o, como mínimo, dudar de la suya.
- Romper la unanimidad importa.Basta con que alguien alce la voz y exponga la alternativa para que la presión se desinfle de forma notable.
¿Cómo blindarse ante esa ilusión de mayoría?
Dos cosas: no callarse —romper la unanimidad— y fortalecer el criterio individual. Aquí la lectura no nos hace “mejores” que otros, pero sí nos mejora: ofrece contexto, lenguaje y contraejemplos; en suma, antídotos contra la conformidad. Por eso el debate abierto por la influencer María Pombo merece matiz: es cierto que leer no te vuelve moralmente superior; pero sí te vuelve menos manipulable. O cultivamos esa capacidad crítica, o seguiremos expuestos a estrategias que confunden cantidad con verdad. Leer, por tanto, no nos hace mejores que los demás, pero sí más libres.
Gonzalo Castellano Benlloch
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