... Hasta el presente, ¿cómo intentan paliar ese apocalipsis las familias españolas? Hace unos días, en pleno confinamiento, llamé por teléfono a un compañero de clase, pero me contestó que me llamaría él después, porque estaba reunido con toda su familia (son 22 de familia y dos de ellos residen en Estados Unidos). Cuando volví a hablar con él me comentó que mediante una aplicación, que nombró, se conectaba toda o casi toda la familia una vez por semana. Yo, por mi parte, no pude menos de decirle que yo también tenía esa aplicación y que igualmente nos reuníamos virtualmente los domingos.
Por lo visto el sistema está bastante extendido, al punto que unos vecinos nuestros, muy jóvenes, encantadores, nos dijeron, antes de ayer, que ellos también se conectaban con su grupo de amigos durante el aperitivo, tomando un vermut. Más aún, que cuando se hablan entre ellos por teléfono utilizan el WhatsApp y así se están viendo mientras conversan.
Comprendo que se trata de una comunicación vicaria, que no es lo mismo estar comunicado con una persona que estar con ella, pero resulta bastante satisfactoria: ver las caras, las expresiones, las miradas, las sonrisas y oír las voces, las risas, las exclamaciones de la madre y del padre, de las hijas y los hijos, de hermanas y hermanos, las nietas, los nietos y, en algún caso, de los biznietos. Lo mismo ocurre cuando son los tíos o las nueras o los yernos o las amistades, compañeros de trabajo, de milicia, del colegio,… Es difícil saber que quedará de eso cuando termine el confinamiento. En todo caso, desgraciadamente, hay que tener en cuenta que, por ejemplo, hay varios lugares en España donde no llega internet y personas que no poseen el aparato correspondiente.
Así mismo, dentro de estos cambios, tuve ocasión de oír al P. Santiago Martín que había subido mucho el consumo de temas religiosos. No tengo datos de España, pero sí de Gran Bretaña. Los resultados de la investigación, llevada a cobo en este país, sobre el consumo de programas, debates, lecturas, predicaciones, culto, reflexiones, etc., relacionados con la fe, arrojan que de los 52 millones mayores de 18 años, dos millones seiscientos mil británicos que jamás habían tenido relación, lo han hecho por primera vez en su vida, y cinco millones que nunca habían asistido a servicios religiosos, se han conectado, también por primera vez, durante el tiempo de confinamiento, con diferentes medios digitales.
Por ello, concluye el P. Santiago Martín, después de dos o tres meses (los que dure) de confinamiento, que han supuesto unos ejercicios espirituales o retiros espirituales internos, a los fieles que vuelvan, por ejemplo, a Misa, las homilías que escuchen deben ser diferentes, puesto que la formación y la información de los que asisten ha cambiado, ya es distinta.
Pero la experiencia que me ha dejado más intrigado es la del teletrabajo, sobre todo, desde que nuestro Ejército de Tierra ha concluido que el coronavirus durará todavía un año y medio. (https://www.elconfidencialdigital.com/articulo/defensa/informe-ejercito-tierra-habra-oleadas-mas-coronavirus/20200507211024144465.html).
Un buen planteamiento sobre el futuro de esta modalidad laboral, la ha publicado, el primer día de este mes, David Vicente Casado: “Algunos países afectados por la pandemia, como Alemania, apuestan por su continuidad (la del teletrabajo), una vez finalice la COVID-19. Cuando España recupere la “nueva normalidad”, como la ha definido el Gobierno, será necesario hacer un ejercicio de medición de resultados por parte de las compañías y decidir si el teletrabajo ha llegado para quedarse. De ser así, se deberán sentar las bases para actualizar una regulación que actualmente es parca, difusa y poco precisa,... Supuestos en que haya riesgo evidente para la salud -por ejemplo, colectivos vulnerables o con patologías previas- o en supuestos en que haya necesidad de conciliar el trabajo y la vida personal y familiar por razón de tener hijos a cargo, menores de 12 años, coincidiendo con el cierre de los centros escolares,…”, serán casos a estudiar con especial esmero. (https://eldebatedehoy.es/noticia/sociedad/01/05/2020/el-teletrabajo-y-su-futuro/).
La consecuencia que he obtenido después de hablar con los nuevos “teletrabajadores”, es que trabajan más, aunque no más tiempo, por lo que ahorran en lo que tardaban hasta llegar a su trabajo (piensan, además, que ayudan a descongestionar el tráfico y a disminuir la contaminación). En este sentido se sienten más autónomos, más independientes, organizan mejor su tiempo y su trabajo, se cansan menos, de momento no tienen dolores de espalda, aunque quizá se hayan echado un kilo de más y echan de menos el contacto con los compañeros, se sienten algo aislados. Y es que, como escribe Salvador Bernal el día 7 de este mes, “la realidad es muy compleja. Lo explicó Kevin Rose, al comienzo de la cuarentena, desde las páginas del New York Times: ‘Lo siento, pero trabajar desde casa está sobrevalorado’. Cuenta su experiencia de ‘teletrabajar’ durante dos años: cómo comenzó con entusiasmo, con la alegría de comer en casa y el ahorro de los desplazamientos; pero sintió pronto el desánimo, sobre todo, por la falta de contacto humano con personas ajenas a la propia familia. No se puede olvidar que hay personas muy sociables y, en cambio, otras disfrutan con una tarea en solitario. Y si todo el mundo tiene que adaptarse a un nuevo trabajo, cuando cambia de orientación o de empresa, también el teletrabajo exige acoplar muchos detalles, comenzando por las circunstancias personales y familiares, que distan de ser homogéneas. Desde luego, juega a favor del cambio el anhelo generalizado de una mayor flexibilidad laboral.” (htpps://www.aceprensa.com).
Lo que me ha parecido que, algunos, valoran más, es que su atención a la familia ha mejorado significativamente, pero, otros, que no han podido reservar una habitación para despacho, tienen una actitud muy desfavorable hacia el trabajo desde casa.
Un problema añadido a la generalización del trabajo desde casa, es que las actividades que emplean a mayor número de trabajadores en España son el turismo, la construcción la hostelería, etcétera, que apenas son susceptibles de integrar el teletrabajo. Ahora bien, la solución que se adopte es de extraordinaria importancia por lo que significa el trabajo para el hombre, para la familia y la sociedad. Un trabajo humano, que permita el desarrollo de las capacidades de la persona, la compatibilidad con sus obligaciones familiares, ya que en la familia es donde se socializa el niño y el adolescente y se les facilita su posterior integración en la sociedad y en el mundo del trabajo, y así un largo etcétera de consideraciones que comporta la humanización del trabajo.
Francisco Ansón