Ara.cat publica hoy una especie de crónica de la performance de ayer, cuya convocatoria recogimos nosotros de su digital, que queremos reproducir debidamente traducida por Google. La crónica firmada por un tal Toni Vall, es una muestra más de cómo el desprecio alimenta el odio -para que el lector se ilustre- y de cómo ese complejo de superioridad racial respecto de los españoles no tiene ni tendrá buen fin.
"Los globos amarillos crujen fuerte cuando los empleados de la limpieza municipal los pisan. Cada uno lleva escrita o bien una consigna de apoyo a los presos políticos o bien un reproche a la policía. Es imposible alcanzar a la Delegación del Gobierno, los cuatro accesos están cortados al tráfico y a los peatones y en la esquina de Mallorca con Bruc se acumula la basura.
Ha habido una performance muy aparatosa, regalos fétidos para el enemigo. La poética de los globos es una excepción, la mayoría son bolsas de basura llenas, latas, bricks, vasos del McDonalds y Starbucks, botellas, garrafas y todo tipo de papelotes. También se ha lanzado un ejemplar del último libro de Risto Mejide. De creatividad que no falte.
"No se pueden sacar las vallas para que trabajen mejor? Te gusta verlos sufrir? Yo flipo!", espeta a los policías que vigilan un vagabundo con una cerveza en la mano. Tiene lógica lo que les dice: es de difícil acceso la basura que está en medio de los triángulos que forman las vallas del cordón policial. No le hacen caso, claro.
Pregunto a una de las trabajadoras cómo lleva tantos días de trabajo extra: "Está siendo duro, todos los días desde las dos de la tarde a las cuatro de la madrugada". Como se han quemado tantos contenedores las tareas de limpieza se han hecho mucho más pesadas. El responsable del operativo tiene claro cuál ha sido la más complicada: los adoquines arrancados de plaza Urquinaona de viernes por la noche. También la más desoladora.
Las papeleras de los alrededores están, obviamente, vacías. Y observar las esquinas es poder jugar a hacer apuestas sobre cuántos hay y cuántos han sido quemados. "Llévese la policía también", sugiere alguien. Los basureros, siempre tapados, siempre discretos, siempre eficientes con su sacrificada labor. En el bar Petit Tibetano, en la misma esquina de la performance, hace un rato casi no se podía estar. Ahora unos cuantos amigos comentan la jugada. El Marcelo se ha quedado descansado, después de tirar todo tipo de desechos: "Son una mierda, así que no deberían sentirse molestos!"
Los manifestantes han pasado primero por paseo de Gracia con Diagonal y han subido hasta la comisaría de Via Laietana. Pau Claris abajo lleno de bolsas en la acera y rastros de asfalto quemado. Mobiliario urbano con desperfectos, una señal de tráfico descolgado y esquinas huérfanos de color azul, amarillo y verde. En la plaza Urquinaona impresionan las manchas sin adoquines y sin asfalto. También la parada de autobús calcinada y la terraza de bar destrozada.
En día de ofrendas pestilentes, observar ante la comisaría de Via Laietana es comprobar un contraste chocante: las flores que algunos ciudadanos han llevado a los policías nacionales para agradecerles su trabajo de los últimos días. Hay también alguna bandera española. "Que se ha muerto alguien aquí?", Pregunta una ocasional. "Parece un cementerio, esto", añade. Deberían poner las flores en agua, si no se marchitarán enseguida.
Muchos manifestantes sientan en el suelo, cantan y matan el tiempo ayudados por el Tomeu, que toca la guitarra y entona unos cuantos hits. Los supermercados de la zona llevan días con buenísima salida de cerveza, todo tipo de snacks y mucha agua con gas. Las papeleras derraman de latas, y el suelo también. "Os llevaréis todo esto?", "Que lo limpie la Colau". Después comprobaré que la mayoría se lo lleva. Un rato paseando por allí te permite comprobar varias cosas. Que los lateros son unos supervivientes de mil batallas. Que el Bella ciao nunca falla. Que cantar a una periodista de La Sexta "Sí se entera, esta reportera" es también una manera de presionarla. Que el bar H3, justo al lado de la comisaría -sí, aquel que cierra tan tarde- es un clásico irreductible que tiene, por sí mismo, un reportaje.
Hablo con unos turistas que hacen esfuerzos para esquivar la multitud -ya son ganas de querer pasar por allí tanto si como no-. "Ha encontrado la ciudad muy sucia". "Uy! Somos de Nápoles, nada nos asusta ". Dos chicas argentinas me preguntan qué hacen aquellas flores ahí fuera. Los explico y me preguntan si los presos políticos están allí dentro. "En nuestro país tenemos muchas comisarías con historia", dicen. Historia como la que tenemos delante y que explica el panel instalado por el ayuntamiento: "El 43 de Via Laietana, memoria de la represión".
Está pintado y rayado con furia, pero todavía es legible. ¿Quién debe tener tan interés en borrar la historia? Por cierto, justo antes de irse, cuando ya poca gente queda y reina la calma, me fijo en la cortina de plástico que tapa la puerta de la entrada. Es de aquellas que se utilizan cuando se hacen reformas en las casas para que el polvo no se infiltre por las rendijas. Han llegado tarde, me parece."