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CARTAS A LOS ESPAÑOLES (X)

El desmadre del Título VIII de la Constitución

El 'honorable' Jordi Pujol. Foto: diariodeavisos.elespanol.com
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El "honorable" Jordi Pujol. Foto: diariodeavisos.elespanol.com

LA CRÍTICA, 30 JULIO 2019

Por Enrique D. Martínez Campos
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Queridos amigos: En marzo de 1980 se celebraron las primeras elecciones autonómicas en Vascongadas y Cataluña. En Vascongadas ganó el nacionalseparatismo (PNV y Herri Batasuna) sólo cinco meses después de ser aprobado el Estatuto vasco. En Cataluña las ganó el partido de Pujol y los democristianos (CiU). ...

... El “Molt Honorable” lograba alejar a Tarradellas de la Generalidad. Sus primeras palabras fueron. “Pueblo de Cataluña: les propongo que juntos construyamos Cataluña. Ahora es el momento de hacerlo. ¡Vamos, manos a la obra!”. Fue el punto de arranque, en ambos cantones autonómicos, para socavar los cimientos de España. Con la ayuda inestimable de algunos medios y muchos estultos políticos.

El 8 de mayo Pujol tomó posesión del cargo. Dijo: “Yo era consciente de que, a pesar del Estatuto de Autonomía que acabábamos de conseguir, el poder político de Cataluña era insuficiente… Actuaremos con firmeza desde este mismo momento para que el catalán sea en la práctica… la lengua propia de Cataluña… El programa de CiU… pretende hacer la síntesis entre la voluntad de construcción metódica, de construcción sistemática de país de Prat de la Riba y aquel espíritu también de ardiente patriotismo… aquel espíritu igualmente constructivo del presidente Maciá… dos grandes constructores de Cataluña (??)”. Éste era el “ético”, el “moderado” Pujol. Alabando al padre del totalitario nacionalseparatismo catalán y al golpista Maciá. Y comenzó, para empezar, la “inmersión lingüística”.

En su libro “A los jóvenes de Cataluña” Pujol les decía: “Cataluña es una nación… No podemos transigir en esto… Nuestras instituciones políticas tienen limitaciones importantes, no tienen el grado de soberanía ni de poder que el pleno desarrollo de la nación catalana exigiría… El patriotismo es esencial”. ¿Cómo frenar esta embestida del nacionalseparatismo con una Constitución que no “entendía” de lealtades?

Porque el 28 de febrero se votó en referéndum el Estatuto andaluz, que fue apoyado masivamente por los españoles allí (menos en Almería) y, poco después, el gallego, en donde sólo votó el 27% del censo. En resumidas cuentas, el Título VIII de la Constitución comenzaba a crear graves problemas de todo orden difíciles de resolver. ¿Y qué hacían el gobierno y la oposición? Dar muestras de sorpresa y preocupación, pero nada más. Aquel tsunami autonomista parecía no tener freno.

Sin la batuta del director de orquesta que era Torcuato Fernández Miranda la estrella de Suárez se apagaba. El egoísmo desenfrenado de los nacionalseparatistas era insaciable. El gobierno era incapaz de frenar la sangría terrorista. El deterioro socioeconómico, con un aumento galopante del paro, hacía cada día más difícil la estabilidad política. La frase del presidente de “puedo prometer y prometo” quedó como una frase hueca, sin sentido, de la que ya no se fiaba nadie.

Por todo ello, el PSOE decidió plantear al gobierno una moción de censura sabiendo que la perdería. Fue en el mes de mayo. A primeros de este mes el Rey recibió al general Milans del Bosch, Capitán General de Valencia, quien le expuso su gran preocupación por la situación política y terrorista en España debido a la falta de autoridad del gobierno.

Alfonso Guerra fue el primer político que empezó a atacar al adversario (Suárez, etc.) a base del insulto personal. El 20 de mayo, en el Congreso, el PSOE presentó una moción de censura. La perdió por 166 votos en contra frente a 152 a favor y 21 abstenciones. Guerra dijo que “Suárez no soporta más la democracia y la democracia no soporta más a Suárez”. A pesar de perderla, los socialistas lograron una victoria moral que fue el principio del fin de Suárez.

Muchos años después (2007) supimos que Suárez en 1980 había declarado, entre otras cosas, lo siguiente: “La clase política le estamos dando un espectáculo terrible al pueblo español… La imagen que ofrecemos es terrible… Yo no opino, como muchos, que el pueblo español estaba pidiendo a gritos la libertad. En absoluto… Porque el pueblo español, en general, ya tenía unas cotas de libertad que consideraba más o menos aceptables… Se pusieron detrás de mí… porque yo les alejaba del peligro de una confrontación… No me apoyaban por ilusiones y anhelos de libertad, sino por miedo a esa confrontación, porque yo los apartaba de los cuernos de ese toro…”. Extraordinaria revelación de una persona informada frente a tanto mito verbenero sobre la falta de libertades del pueblo español difundida por políticos y medios ayer y hoy. Y acababa diciendo: “Que no traslademos (los políticos) al país nuestros rencores personales”.

En mayo de 1980 era ya un hecho el distanciamiento entre el Rey y Suárez. La “química” entre ellos había acabado. El célebre “consenso” de la Transición había terminado. Había durado unos tres años. Un verdadero milagro.

En virtud de la situación creada, Torcuato Fernández Miranda acusó a Suárez de osado, ambicioso y hombre que traería gravísimos problemas a España (ya les había abierto la puerta de par en par, añado yo). Y en junio de este año, lleno de tristeza y amargura, se fue a Londres. Allí murió a los pocos días de su llegada, el día 19. A pesar de que el Rey le concedió el ducado de Fernández Miranda y el Toisón de oro, no le compensaron de la profunda decepción política que sufría. No murió de ninguna enfermedad. Murió, sencillamente, de pena.

En el segundo semestre de este año los acontecimientos se precipitaron. El desmembramiento de UCD era evidente. En julio Suárez avisó a sus “barones” de un posible “plan socialista” para formar un gobierno de concentración nacional presidido por un militar. Por estas fechas responsables del CESID comentaron al Rey la existencia archivada de la llamada “Operación De Gaulle”. En síntesis consistiría en dar un golpe de Estado sin disparos ni escenas denigrantes secuestrando al gobierno en el Congreso. Inmediatamente después, para revestir la Operación con carácter democrático, un militar (a ser posible profundamente monárquico) se haría cargo de la situación para formar un gobierno de concentración en el que estuvieran representantes de los principales partidos políticos y presidido por él. Esta operación era imprescindible –con Suárez al frente del gobierno o sin él- si se quería enmendar una situación que ni UCD, ni PSOE, ni ningún otro partido por sí solo, se atreverían o podrían solventar. En especial la revisión de la Constitución –sobre todo su Título VIII- para delimitar con exactitud las competencias autonómicas. Aquel desmadre que se les estaba yendo de las manos a todos a toda velocidad.

El último ministro de Educción de UCD que tuvo plena competencia educativa en toda España, Otero Novas, confesaría años después que se equivocaron. “Lo que nos preocupaba entonces era ETA y el argumento era: <si les damos (a los vascos) una razonable autonomía, desaparecerá la violencia>. Yo me acuso de haberme equivocado…; el error inicial de creer que se darían por satisfechos sí lo cometimos. Y por eso clamo ahora (año 2011) contra los políticos del apaciguamiento”.

¡Claro que se equivocaron! Quizás por ello fuese necesario entonces –antes de que fuera demasiado tarde- una “Operación De Gaulle”. Intentaré explicar brevemente su preparación y desenlace. En otra carta.

Un abrazo a todos.

Enrique Domínguez Martínez Campos

Coronel de Infantería DEM (R)
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