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NUEVA ERA

El futurista proyecto de Aple en Silicon Valley.
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El futurista proyecto de Aple en Silicon Valley.

11 ABRIL 2018

Por Francisco Ansón Oliart
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He tenido ocasión de asistir a una apasionante conferencia-coloquio sobre la ideología transhumanista. Quizá la idea más importante que se comentó entre aquellos expertos en muy diversas materias, es la de que, por primera vez en la historia de la humanidad, el transhumanismo obliga a replantearse, qué es la naturaleza humana, esto es, el ser del hombre, al punto que, en un futuro inmediato, primero hay que establecer lo que es el hombre para conocer después, desde el punto de vista ético, lo que debe ser, que, naturalmente en lo esencial no cambiará, puesto que los principios de la ética, como lo de la moral son universales, dado que de no ser así, no existe ni la ética ni la moral.

Se coincidió en que sin duda el centro decisivo para conseguir -con sus espectaculares avances en la mejora física y psíquica del ser humano-, que el hombre sea parcialmente máquina, es Silicon Valley, cuya espiritualidad corresponde, sobre todo, a la de la Nueva Era o New Age.

Ahora bien, igualmente, hubo casi unanimidad en afirmar que la Iglesia católica era ajena a este movimiento espiritual. Me sorprendió el desconocimiento de todos aquellos excelentes profesionales, e hice constar que ya en los años noventa del pasado siglo y sobre todo hacía más de tres lustros del presente, que, con el título, “Una reflexión cristiana sobre la New Age”, la Iglesia y más concretamente, los Consejos Pontificios para la Cultura y el Diálogo Interreligioso, se habían ocupado extensamente del tema.

Se dice que fue Alice Balley, Presidenta de la “Sociedad Teosófica”, a la que un espíritu le dictó, en lo que se llama “escritura automática”, esto es, en estado de trance mediúmnico, durante el cual escribe la mano del médium automáticamente, sin que éste tenga control alguno sobre lo que escribe, el “Plan del New Age”, que incluye un gobierno mundial y una sola religión mundial.

Como se sabe, New Age, sostiene que estamos viviendo en la Era de Piscis, dominada por el cristianismo (recuérdese lo que significaba para los primeros cristianos el símbolo del pez), y vamos a entrar en la Era de Acuario. De aquí, que el título completo del documento de los Consejos Pontificios para la Cultura y el Diálogo Interreligioso, y publicado en España, en 2003, por Ediciones PALABRA, sea, Jesucristo portador del agua de la vida. Una reflexión cristiana sobre NEW AGE, y comience por aclarar lo que se refiere al “agua viva” en el Evangelio. A continuación, se propone esclarecer un fenómeno tan confuso como New Age y distinguirlo de las religiones. Así, en la página 50: “La Nueva Era no es una religión propiamente dicha, pero se interesa por lo que se denomina ‘divino”; y “subraya la importancia de comprender la Nueva Era como corriente cultural,…” (p.16) y espiritual.

¿Cómo calificar la Nueva Era?: “La Nueva Era no es un movimiento en el sentido en que normalmente se emplea el término ‘Nuevo Movimiento Religioso’, ni es lo que normalmente se da a entender con los términos ‘culto’ o ‘secta’. Es mucho más difuso e informal, ya que atraviesa las diversas culturas, en fenómenos tan variados como la música, el cine, seminarios, talleres, retiros, terapias, y en otros muchos acontecimientos y actividades,… Sin embargo, la Nueva Era no es un movimiento individual uniforme, sino más bien un entramado amplio de seguidores, cuya característica consiste en pensar globalmente y actuar localmente” (p.28). “Para muchos, el término Nueva Era se refiere a un momento decisivo de la historia. Según los astrólogos, vivimos en la Era de Piscis, que ha estado dominada por el cristianismo y que será reemplazada por la nueva Era de Acuario a comienzos del tercer milenio. La Era de Acuario adquiere una enorme importancia en el movimiento de la Nueva Era, en gran medida a causa de influjo de la teosofía, el espiritismo y la antroposofía, así como de sus antecedentes esotéricos” (pp.31 y 32). “La Nueva Era no es sino un testigo de una revolución cultural, una reacción compleja frente a las ideas y valores dominantes en la cultura occidental, a pesar de lo cual su crítica idealista es, paradójicamente, típica de la cultura que critica” (p.34).

Algunas características de la Nueva Era: “En la Nueva Era no existe distinción entre el bien y el mal” (p.38). “En la Nueva Era no existe un verdadero concepto de pecado, sino más bien el de conocimiento imperfecto” (p.89). “Según algunos sanadores de la Nueva Era, en realidad no tendríamos por qué morir“(p.40). “Se considera que el calor de la Madre Tierra, cuya divinidad penetra toda la creación, colma el vacío entre la creación y el Padre-Dios trascendente del cristianismo y del judaísmo, eliminando la posibilidad de ser juzgado por este último” (p.44). “El dios del que habla la Nueva Era no es ni personal ni trascendente. También se habla de ‘Cristo’, pero con ello no se alude a Jesús de Nazaret. ‘Cristo’ es un título aplicado a alguien que ha llegado a un estado de conciencia donde el individuo se percibe como divino y puede, por tanto, pretender ser ‘Maestro Universal’. Jesús de Nazaret no fue el ‘Cristo’, sino, sencillamente, una de las muchas figuras históricas en la que se reveló esa naturaleza ‘crística’, al igual que Buda y otros” (p.55). “Dios y mundo, alma y cuerpo, inteligencia y sentimiento, cielo y tierra son una única e inmensa vibración de energía” (p.56). “Para afrontar los problemas de hoy día, la Nueva Era sueña con una aristocracia espiritual al estilo de la República de Platón, dirigida por sociedades secretas.” (pp.56 y 57). “El movimiento se ha adaptado perfectamente a las leyes del mercado y el hecho de que en la Nueva Era se haya difundido tanto se debe en parte a que resulta una propuesta económica y atractiva” (p.65), transmitida una y otra vez a través de los Medios de Comunicación y las diferentes manifestaciones culturales y artísticas.

Y ¿qué decir de la espiritualidad de la Nueva Era? “Esta espiritualidad consta de dos elementos distintos: uno metafísico, otro psicológico. El componente metafísico procede de las raíces esotéricas y teosóficas de la Nueva Era y es básicamente una forma nueva de gnosis. El componente psicológico de este tipo de espiritualidad procede del encuentro entre la cultura esotérica y la psicología… del uso de la meditación o de algún tipo de terapia, o de experiencias paranormales que alteran los estados de conciencia y proporcionan una penetración en la unidad de la realidad” (pp.70 y 71). “En este sentido, aunque no sea cristiana, la espiritualidad de la Nueva Era tampoco es budista, por cuanto no implica la negación de sí mismo” (p.72). “El objetivo de las técnicas de la Nueva Era es reproducir los estados místicos a voluntad como si fueran un asunto de material de laboratorio” (p85). “… hay que admitir que en muchos casos algunos centros de espiritualidad específicamente católicos están comprometidos activamente en la difusión de la religiosidad de la Nueva Era dentro del Iglesia” (pe. 104).

Naturalmente, las pocas líneas reproducidas aquí no hacen justicia al documento de 140 páginas, dado que se trata de un libro muy documentado, riguroso y de fácil lectura que, quizá por primera vez, describe con claridad y profundidad la New Age y explica su éxito arrollador, entre otros motivos, porque -lo digo sin sentido peyorativo-, propone una espiritualidad individual o a la carta.

En todo caso, sirva el presente testimonio para demostrar que la Iglesia Católica no es sorda a las inquietudes y problemas de la sociedad actual y menos con un movimiento de la importancia cultural y espiritual como el de la Nueva Era.

Francisco Ansón

Francisco Ansón Oliart

Investigador y escritor; licenciado y doctor en Derecho (Universidad Complutense de Madrid); doctor of Philosophy and Psychology (K-University, California); licenciado en Ciencias de la Información (Universidad Complutense de Madrid); doctor en Ciencias de la Comunicación (Universidad Camilo José de Cela)

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