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Políticos y Politólogos

Podemos celebrando su acceso al Parlamento Europeo
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Podemos celebrando su acceso al Parlamento Europeo

21 NOVIEMBRE 2017

Por Manuel Pastor Martínez
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(...) Entre mis antiguos alumnos hay algunos que hoy están en la palestra política, como Javier Fernández-Lasquetty del PP y Rafael Simancas del PSOE, aunque muchos –y esto es lo preocupante– han derivado hacia posiciones políticas con las que discrepo absolutamente, tal es el caso de los fundadores y líderes de Podemos: Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa, Pablo Iglesias, Ramón Espinar, Rita Maestre, etc.

Toda mi vida adulta ha transcurrido en convivencia amigable entre politólogos y políticos, de derechas e izquierdas. De hecho, al escribir estas líneas desde la lejana Minnesota, en vísperas de Thanksgiving de 2017, dos meses después de mi jubilación como catedrático de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid (que se produjo oficialmente el pasado primero de Octubre), curiosamente ostento todavía la posición de consejero independiente en dos asociaciones políticamente opuestas: en la izquierda, como miembro del Consejo de la revista socialista Sistema, brillantemente dirigida por los profesores Elías Díaz y José Félix Tezanos, Consejo en que soy el único no socialista; en la derecha, como miembro del Consejo del club político y revista digital Floridablanca de jóvenes liberal-conservadores, genialmente liderados por Isabel Benjumea.

Podría decirse que tales posiciones aparentemente antagónicas, en dos instituciones que de alguna manera están asociadas informalmente al bipartidismo imperfecto PSOE/PP representan el pasado, mi juventud, y el presente, mi madurez. No ocultaré que entre 1968 y 1980 milité en el socialismo (en el PSI/PSP durante los años 1968-1978; formé parte de la comisión de unidad PSP-PSOE y fui miembro del PSOE entre 1978-1980).

A partir de 1980 abandoné el socialismo, considerándome hasta la fecha un liberal sin partido, no progresista sino progresivamente conservador. Mi posición actual, sin complejo ni vergüenza, es, para entendernos, claramente derechista, aunque profundamente antifascista (conviene aclararlo, ya que es un error común –y algo sé del asunto como autor de aproximadamente una veintena de publicaciones- creer que el fascismo es la extrema derecha, o cuando menos algo de derechas: muy grave y muy extendido error incluso entre los politólogos, aunque para los políticos de izquierdas sea un error conveniente y yo diría casi necesario).

Tratando de recordar a los políticos-politólogos que he conocido o con los que me he relacionado durante mi vida profesional, trascurrida durante mis estudios en la Facultad de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense (obteniendo la Licenciatura en 1971 y el Doctorado en 1976), y después en la carrera de 46 años como profesor en la misma Facultad (ayudante, adjunto, agregado, y desde 1983 catedrático de Teoría del Estado y Derecho Constitucional, posteriormente re-denominado catedrático de Ciencia Política), debo mencionar -repito: como politólogos y políticos- a mis profesores Carlos Ollero, Luis Díez del Corral, José Antonio Maravall, Antonio Truyol Serra, Enrique Tierno Galván, Raúl Morodo, Miguel Martínez Cuadrado, Manuel Medina, Antonio Elorza, José Álvarez Junco … y después a mis colegas Julián Santamaría, Pedro de Vega, Javier Arzalluz, Juan Trías, Ramón Cotarelo, Andrés de Blas, Enrique Guerrero, Enrique Moral Sandoval, Manuel Mella, Pedro Bofill, Francisco Bobillo, Juan González Encinar, José Bono, Enrique Curiel, Jorge Verstrynge, Jaime Pastor, José María Vallès, Rosa Virós, Joan Botella, Ferrán Requejo, Vicenç Navarro…

Me referiré en primer lugar a mis profesores universitarios en las asignaturas propiamente de Ciencia Política, es decir, politólogos en sentido amplio (de Teoría del Estado, Derecho Constitucional, Sistemas Políticos, Ideas y Pensamiento políticos, y Relaciones Internacionales). Aunque todos habían jurado formalmente, por obligación, los Principios del Movimiento Nacional franquistas para acceder a la función pública como profesores universitarios, en conciencia había diferentes matices ideológicos entre ellos. Enrique Tierno Galván, Raúl Morodo y Manuel Medina eran explícitamente socialistas, más o menos marxistas; Carlos Ollero, Antonio Truyol Serra y Luis Díez del Corral eran liberales de distintas tonalidades; José Antonio Maravall, Jesús Fueyo, Manuel Fraga Iribarne y en general la mayoría de los profesores de sociología política y de las distintas ramas en la economía política (casi todos aspirantes a politólogos), aunque se creyeran otras cosas muy progres en realidad eran practicantes de una “prosa” socialdemócrata con trasfondo estatista falangista/franquista. Y casi todos (con la excepción de Fueyo y Fraga) prácticamente terminarían confluyendo en la Casa Común del PSOE.

De mis profesores-politólogos mencionados algunos habían ostentado cargos políticos durante el Franquismo (Fraga, Fueyo, Maravall, Díez del Corral). Los otros serán destacados políticos en la Democracia: Ollero, senador nacional; Tierno, parlamentario nacional y alcalde de Madrid; Morodo, parlamentario nacional, parlamentario europeo, embajador en la UNESCO, en Portugal y en Venezuela; Truyol, miembro del Tribunal Constitucional; Manuel Media y Miguel Martínez Cuadrado, eurodiputados. Fraga se reciclaría como líder de las derechas con AP/PP, siendo parlamentario nacional y presidente de la Xunta de Galicia.

Por cierto, entre los “Padres” de la Constitución había muchos abogados pero solo dos politólogos propiamente, el ex franquista y conservador Manuel Fraga Iribarne (catedrático de Teoría del Estado y Derecho Constitucional en la Universidad Complutense de Madrid) y el comunista, más tarde socialista, Jordi Solé Tura (catedrático de Derecho Político en la Universidad Central de Barcelona).

Enrique Tierno Galván fue repuesto en su cátedra de Derecho Político en la Universidad de Salamanca en 1976, acto al que le acompañé y en el que, por sugerencia mía, comenzó su discurso con la frase “Decíamos anteayer…” Poco tiempo después obtuvo el trasladado a la Universidad Autónoma de Madrid, y ya que en las Cortes constituyentes de 1977 no se le incluyó en la comisión de los “Padres” redactores, se le permitiría, con la colaboración de los politólogos del PSP Raúl Morodo y Pablo Lucas Verdú, redactar el famoso e importante Preámbulo de la Constitución de 1978.

Efectivamente, en un sentido más profundo que profesores, mis maestros en la formación politológica fueron, paralelamente a la Universidad, Enrique Tierno Galván y Raúl Morodo. Tierno, a través de los seminarios teóricos en su despacho de la calle Marqués de Cubas; Morodo en las “clases prácticas” de la conspiración política, generalmente en algún restaurante, con un grupo reducido de discípulos y colaboradores universitarios también politólogos (Juan González Encinar, Pedro Bofill, Francisco Bobillo, José Bono…).

Con el paso del tiempo, tuve otros maestros que me ayudaron a madurar mi pensamiento político, superando el marco ideológico socialista y de las izquierdas, como el historiador e hispanista norteamericano Stanley G. Payne (al que conocí en Madrid y me animó para una estancia como investigador bajo su tutela en la Universidad de Wisconsin, Madison, en 1973-74). Asimismo, debo mencionar al ensayista político francés J. F. Revel, del que me beneficié durante una estancia suya de más de una semana en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander, durante el verano de 1981. Yo había leído algunos de sus libros, pero durante su estancia en Santander le acompañé cada día en las comidas y cenas -era un experto gastrónomo- y puedo afirmar que tuve el privilegio de recibir un seminario privado de sus ideas políticas, intensivo e individualizado. También incluiré entre otros maestros, aunque con relaciones intelectuales variables y puntuales, al poeta y ensayista mexicano Octavio Paz (al que traté también en Santander y ampliamente en Middlebury, Vermont), al historiador norteamericano Edward Malefakis, y al catedrático de Filosofía del Derecho Luis García San Miguel, con estos dos últimos manteniendo una relación intelectual más prolongada y de verdadera amistad.

En tiempos más recientes, han sido muy clarificadoras para mi evolución ideológica las influencias intelectuales de escritores políticos de orientación democristiana, aunque formalmente no politólogos, cuyos análisis también fueron coincidentes con mi percepción de la importancia histórica excepcional de los Estados Unidos, de su cultura política democrática y de su hegemonía internacional: el filósofo Julián Marías, el embajador Javier Rupérez, el historiador Florentino Portero, y el ensayista José María Marco.

Excepto Julián Marías, lógicamente de otra generación y en una dimensión superior, con los demás mencionados comparto hoy posición en el Consejo del proyecto Floridablanca, club político y revista digital (www.redfloridablanca.es) para la promoción en la España actual de jóvenes políticos liberal-conservadores. Florentino Portero ha definido dicho proyecto como “Casa Común del Centro-Derecha”, un futurible ideal para el que propongo las siglas CD-CD (Convención Democrática de Centro Derecha).

Entre mis antiguos alumnos hay algunos que hoy están en la palestra política, como Javier Fernández-Lasquetty del PP y Rafael Simancas del PSOE, aunque muchos –y esto es lo preocupante– han derivado hacia posiciones políticas con las que discrepo absolutamente, tal es el caso de los fundadores y líderes de Podemos: Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa, Pablo Iglesias, Ramón Espinar, Rita Maestre, etc. Evidentes productos de una mala o deficiente educación política.

Debo decir que la mayor decepción la he experimentado con algunos colegas, cuya valía intelectual no discuto, pero que en el orden político han degenerado en actitudes delirantes y, a mi juicio, poco ejemplares: Antonio Elorza, Juan Trías, Ramón Cotarelo, Jaime Pastor, Jorge Verstrynge, Ferrán Requejo, Vicenç Navarro… son algunos ejemplos. Contaminados por doctrinas radicales caducas ya superadas históricamente, por populismos izquierdistas, o por separatismos anticonstitucionales. Y como denominador común en casi todos los casos con inquietantes tics totalitarios de odio o desprecio al liberalismo, que es la sustancia del sistema democrático.

Como conclusión, mi personal opinión en términos generales –siempre caben excepciones y matices– no es precisamente positiva acerca del rol jugado por los politólogos en la vida política española desde la llegada de la Democracia. Aunque pienso que la cosa podría ser peor si asumieran dicho rol los teólogos (ayer mismo, 20 de Noviembre, la Conferencia Episcopal se pronunciaba a favor de reformar la Constitución, muy “entristecida” por la crisis en Cataluña).

Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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