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o “géneros” que puedan existir en la variedad alfabética de los tantas veces repetidos LGTB. Definió el feminismo como “una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente” lo cual subrayaba claramente el espíritu de lucha que debía mantener el movimiento feminista que con ella se iniciaba. Como suele ocurrir en no pocas ocasiones, la vida de Simone de Beauvoir fue coherente con lo que predicaba y son conocidos sus peculiares amores con el filósofo existencialista Jean Paul Sartre y con algún otro personaje de los géneros LGTB antes citados.
Mentiríamos si negáramos la real subordinación -y en no pocas ocasiones opresión- de la mujer al hombre en tiempos no tan remotos. Pero todos estamos oyendo declaraciones, a veces aberrantes y a veces absurdas, sobre la existencia todavía de tal opresión en los tiempos actuales en que la mujer goza de la mayor libertad de su historia, ejerce la profesión que quiere y ocupa el cargo que merezca y, a veces, el que no merezca dada la irracional teoría del “cupo” que el feminismo radical se ha inventado. No puede mantenerse, por tanto, en los tiempos actuales, esa especie de “guerra de trincheras” entre hombres y mujeres, que ha generado ese “desahogo verbal” de un importante político socialista español que ha sentenciado que “el feminismo radical está sustituyendo la tradicional lucha de clases por la lucha de sexos”. Pero llegados a este punto, quiero destacar que estas prédicas, a veces aberrantes, que producen indignación a muchas personas, confusión a nuestros jóvenes y adolescentes e incomodidad por su frívolo tratamiento a la mayoría de las personas, no se pueden despachar con un simple rechazo visceral del tema. Recordemos lo que hacían en sus guerras Napoleón, Rommel, Montgomery y tantas otras figuras históricas: en su afán de conocer en profundidad la sicología y las posibles reacciones tácticas y/o estratégicas de sus enemigos, leían libros sobre la personalidad y comportamientos de sus contrarios en sus acciones anteriores. Porque lo que podríamos llamar el “sexo sin fronteras” –léase “ideología de género” es nuestro actual enemigo –no nuestro adversario sino nuestro enemigo- ya que es capaz de destrozar familias y sociedades humanas. Pero para combatir tamaño desorden moral deben conocerse sus contenidos, sus “predicadores” y sus falsedades, en una palabra, conocerlo a fondo y no simplemente obviarlo cobarde y frívolamente. Es un tema de primerísima importancia, que corrompe generaciones y sociedades, y que, por ello, debe ser combatido con argumentos y principios sólidos. En una palabra, como primera medida, hay que informar a la sociedad, pues gran parte de la misma, gracias al oportuno adoctrinamiento, frivolidad y escasa lectura vive en otra dimensión Pero antes, repasemos más datos “significativos”. Nos los proporcionan sobradamente algunas de las citas clave de la filosofía feminista radical de Simone de Beauvoir: “La mujer casada es esclava. No debe permitirse a ninguna mujer quedarse en casa para cuidar a sus hijos. Es necesario liberar a la mujer de la maternidad por medio de los anticonceptivos y del aborto. Que nadie nos limite. Nadie es más arrogante, violento, agresivo y desdeñoso contra las mujeres que un hombre. El fin de la familia biológica será el fin de la represión sexual”. Todo absolutamente destructivo. Pero, naturalmente, la ideología de género no podría haber llegado tan lejos y haber hecho tantos estragos si hubiera sido Simone de Beauvoir la única predicadora feminista. Contó con buenas y certeras contribuciones posteriores: una de ellas fue la española Amelia Valcárcel –muy condecorada por nuestra derecha española- que nos recitó, entre otras “perlas”, lo siguiente: “El enemigo de la moral es la religión”. “Contribuyamos al bien haciendo el mal, no exijamos castidad, sino perdámosla. No impongamos la dulzura, hagámonos brutales”. Más destructivo todavía. ¿Qué se nos quiere “enseñar” con estas afirmaciones, que se promueve la felicidad, la justicia y la bondad practicando el mal?. ¿Tenemos que tirar al cubo todo lo que nos han enseñado nuestros padres, nuestros colegios y nuestra religión y aceptar lo que nos proponen nuestros modernos ideólogos de género porque son más listos, progresistas y avanzados?. En una palabra, ¿nos están diciendo que El Creador se equivocó y nuestros estudiosos del llamado “género” están corrigiendo sus errores ….?
El magnífico libro sobre la ideología de género escrito por Jesús Trillo Figueroa, es siempre el libro de cabecera de la aberración que nos ocupa. Entre otros muchos ideólogos de género, nos descubre a Kate Millet, que -en duros y convencidos términos- nos comunica que “Uno de los derechos esenciales de los niños es el de expresarse a sí mismos sexualmente, probablemente entre ellos en un principio, pero también con adultos”. Aterrador para los muchos millones de padres y abuelos que no hemos recalado en la supuestamente inteligente y moderna “progresía” que nos abre el este “cuaternario geológico y biológico” como el auténtico final feliz de la humanidad. No se puede dejar de citar a Bella Abzug, activista social y ex miembro de la Cámara de Representantes de los EE.UU. que remata “brillantemente” las aseveraciones fundacionales de Simone de Beauvoir, sentenciando que “Los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetas a cambios”. A la vista de lo que sugieren estos ideólogos de género, no resulta difícil resumir sus objetivos: Abolir el matrimonio y la familia. Abolir la maternidad, utilizando el aborto. Y abolir la religión, porque, según la teóloga del feminismo de género -Elisabeth Schusler- las Sagradas Escrituras no son reveladas sino que son fruto de una cultura patriarcal. Dicho sea porque sí, sin más explicaciones. La llamada cultura woke, que está surgiendo con fuerza y con apoyos “iluminados”, está recogiendo todas estas afirmaciones -supuestamente sabias- con el fin de “liberarnos” de los -para ellos- “ridículos” principios en que creemos. Consecuente con lo dicho, la ideología de género quiere pasar a la acción empezando primero por una manipulación del lenguaje que “dulcifique” el camino hacia sus objetivos: género en lugar de sexo (el género se elige, pero el sexo no porque viene sólidamente determinado por las leyes de Mendel, XX la mujer y XY el hombre); interrupción del embarazo; sexismo, feminismo y machismo; salud sexual y reproductiva; y el gran invento de la perspectiva de género -especie de purísimo “anteojo” a través del cual debe contemplarse tanto un tema de matemática superior como un plan de estrategia militar conjunta. Una buena ayuda a tan “noble” tarea la proporcionó la revolución sexual y cultural de 1968 en la Sorbona, que escenificó -con sus desnudos, gesticulaciones y mensajes corrosivos- el “estado de felicidad permanente” a que nos conducirá la ideología de género: “prohibido prohibir; el matrimonio es la cárcel del amor; lo sagrado, ahí está el enemigo; etc, etc”.
Hasta aquí los teóricos de la ideología de género, sus fundadores y sus predicadores, que, en vez de complementarios parecen géneros peleados ¡aunque elegibles! mediante “pequeñas operaciones trans”. El Creador también les predicó el amoroso emparejamiento matrimonial entre los sexos masculino y femenino. Aunque según nos dicen nuestros filósofos existencialistas como viven mejor nuestros ya géneros y no sexos es en una permanente lucha feminista contra el supuesto “macho” abusador, culpable absoluto del no deseado “producto” resultante, que debe abortarse para “evitar que la mujer tenga que quedarse en casa para criar a sus hijos”, Simone de Beauvoir dixit.
Todo lo anterior está teniendo una gran acogida en los medios de comunicación y organismos internacionales -en particular la ONU, donde he “vivido profesionalmente” casi trece años- que adoptó la ideología de género en la Conferencia Internacional sobre la Mujer en 1995. El gobierno de España incorporó a nuestra legislación la “perspectiva de género” (ley 30/2003) y sucesivas leyes regularon el matrimonio homosexual, el divorcio exprés, la educación para la ciudadanía, la interrupción voluntaria del embarazo, la ley trans y lo que nos vayan “echando de comer” las mentes progresistas y sus populismos portadores. Y ¿dónde más debe aplicarse esta llamada “perspectiva de género”, para que la vida de nuestras gentes florezca en el conocimiento, en su sentido social y en su angustiosa “necesidad de modernidad y progreso”?.... Todos los campos son pocos, porque, al parecer, están muchas cosas en juego y no se puede perder tiempo. Podemos pensar en la enseñanza –madre de todas las batallas civiles y militares-; en la sociedad tan necesitada de nobles causas; en el Ejército, porque hay que aplicarles el cupo (algo muy rentable, por cierto): generales y generalas por igual; -de los sargentos y sargentas puede hablarse más adelante-; en la Iglesia, tampoco les vendría mal pero el problema es que habría que consultar los evangelios y eso de topar con Dios puede ser un poco complejo…. Todas estas reflexiones sobre la ideología de género deben analizarse y -nos dicen- deben transmitirse a las futuras generaciones para educarlas en “esa”-según ellos- máxima verdad.
¿Pero qué les diremos a los jóvenes sobre los principios?. Porque siempre se les ha enseñado que las “leyes pueden negociarse pero los principios no”. Es ésta la definición perfecta de la integridad ética de la persona. No obstante, convencida de su superioridad moral, la extrema izquierda populista y comunista española se apresuraron a poner en marcha su estrategia supuestamente liberadora. En primer lugar, una enseñanza adoctrinadora, iniciada hace tiempo con la “educación para la ciudadanía”, que sigue “echando” al mundo generaciones de jóvenes perfectamente adoctrinadas (se habla de un 70% de cada generación), que, prescindiendo de las preocupaciones reales de la sociedad, sólo reconocen problemas en la búsqueda de su identidad en la legislación sobre la libertad sexual y en otras cosas del mismo fuste imaginativo. Persiguen con ello conseguir que España sea una sociedad que llaman "avanzada", encuadrada en una ideología populista comunista, que ellos identifican con un comunismo bolivariano. Por supuesto, salvo los que mandan, nada saben de la historia opresora y sangrienta del comunismo, que lleva siglo y medio fracasando estrepitosamente y dejando su millonaria estela de muertos y hambre. Pero se apuntan al populismo bolivariano sin saber por qué ni para qué. Y ese objetivo de sociedad "avanzada" lo transcriben en las pancartas propagandísticas del paseo de la Castellana. Todo subrayado por la supuesta superioridad moral de la extrema izquierda, “aliñada” casi siempre, eso sí, con el eterno complejo de nuestra derecha española, que duda crecientemente de sus principios y empieza a pensar que también estos pueden negociarse. Por qué no.
Un ejemplo paradigmático fue el que perpetró no hace muchos años una de nuestras importantes políticas, alto cargo del PP, quien, para hacerse “perdonar” su condición derechista –al parecer, generadora de todos los males que en el mundo han sido- promovió una famosa y pionera ley LGTB que pretendía no sólo “convertirnos” a los ciudadanos mayorcitos sino también ilustrar a nuestros jóvenes y adolescentes sobre lo malvados que todos habíamos sido con ese colectivo a lo largo de la historia. Todo ello pese a que nuestra sociedad, mayoritariamente, respetaba su libertad, aunque estuviera muy lejos de sus creencias y costumbres, aplicando aquello de que cada uno viva como quiera, sin molestar al “vecino”... Norma liberal, por cierto. Recuérdese que, como la historia, desde Adam Smith, en 1759, ha demostrado hasta el aburrimiento, es el liberalismo el único que siempre proporciona la libertad, la seguridad y el desarrollo económico que luego el marxismo se encarga de quitar. En esa labor está metido nuestro gobierno actual, que parece añorar el tercermundismo en que han vuelto a caer, de nuevo, los países hispanoamericanos. Eso sí, en nuestra excepcionalidad española actual siempre al servicio de la sicopatía de poder que no es precisamente socialdemócrata. y, de toda esta ideología de género que fundó Simone de Beauvoir, ¿qué se enseña en los colegios y se predica en los púlpitos políticos?. Podríamos contestar que algo como esto: las diferencias entre hombre y mujer son simplemente una construcción cultural, imaginada por una obsoleta mentalidad patriarcal; que el género y no el sexo es lo que caracteriza al ser humano; que lo importante son las apetencias o sentimientos temporales o permanentes del ser humano; que uno debe buscar su identidad -y a eso le ayudará la corrosiva ley Celáa- durante los primeros uno años de la vida del niño; que la religión no debe predominar sobre los deseos libertarios de la persona; que lo que se persigue es conseguir un tipo humano nuevo totalmente libre y más feliz que el denominado producto patriarcal, que debe denunciarse hasta su extinción. Etc, etc, etc.
Quizá la novedad más sorprendente es que la perspectiva de género se está aplicando también, implacablemente”, en el Ejército, donde la ministra del ramo, entre otras cosas, ha empezado a aplicar el cupo con las generalas. No tengo noticia de que el cupo se haya aplicado a las "sargentas"… Cupo que ha suscitado el natural descontento de la Oficialidad, que, por estar “bajo bandera” sólo pueden desahogarse en tertulias íntimas y sin micrófonos. Pero, pensando en algo mucho más serio, ¿alguien ha pensado alguna vez en qué aspectos la mujer potencia operativamente las unidades de combate?, dadas las profundas diferencias físicas y sicológicas de la mujer respecto al hombre: fortaleza física; nivel de miedo ante el peligro; equilibrio e impavidez en la toma de decisiones; serenidad en el ejercicio de un liderazgo rápido, de repetición continua; necesidad de acierto riguroso, bien estudiado y no dubitativo en los planeamientos tácticos, tras el reglamentario estudio de los factores de la decisión (misión, terreno, enemigo, medios propios y ambiente). A este respecto, conviene subrayar que las Fuerzas Armadas españolas disponen de 341 asesores de igualdad”, la mayor cifra dentro de la OTAN. Más un Observatorio de Igualdad creado por Orden DEF/111/2019 de 8 de febrero, por la que se regula la estructura y funcionamiento del "Observatorio Militar para la igualdad entre mujeres y hombres en las Fuerzas Armadas", con las siguientes funciones que merece la pena resumir por lo que “sugieren”: a)Realizar propuestas para mejorar la incidencia que las actividades relacionadas con el desarrollo de la carrera militar tienen sobre la igualdad. b) Seguimiento del Comité de Perspectivas de Género de la OTAN. c) Analizar la comparativa de hombre y mujer. d)Promover la integración de la mujer. e)Analizar la igualdad y la conciliación de la vida profesional, personal y familiar en las Fuerzas Armadas. f)Analizar el impacto normativo de las medidas que se establezcan. g)Todas aquellas cuestiones que contribuyan al cumplimiento de sus fines. h)Velar por la inclusión en los Planes de Estudios de los centros militares de formación de contenidos relacionados con la igualdad y la conciliación. i)Promover la formación en materia de igualdad al personal que ejerza el mando de Unidades. Todo ello –tan alucinante, repetitivo y confuso- implica personal, departamentos y dinero, para explicar a la joven Oficialidad lo que es la perspectiva de género y darles cursos sobre igualdad cuando se realicen maniobras; cursos que “deben ser sumamente necesarios para perfilar los despliegues” divisionarios, los dispositivos de seguridad, la definición de la misión, el despliegue de la logística, etc, etc.
Otro tema no menos importante es de los señuelos. Nuestra Real Academia de la Lengua define el señuelo como “cosa que sirve para atraer, persuadir o inducir, con alguna falacia”. Pues bien, son muchos los señuelos que ofrece el marxismo para captar adeptos, dado el fracaso de sus objetivos a lo largo de los dos últimos siglos, tras el prólogo inicial de Karl Marx en 1848. Sólo dejaron hambre y sangre durante 73 años en la URSS y durante no sabemos cuánto tiempo más lo dejarán en nuestra Hispanoamérica hermana, donde siguen haciendo estragos. En nuestra España actual, nuestro comunismo bolivariano ofrece los siguientes señuelos a manera de nobles causas que inciten a la captación de adeptos: el ya citado feminismo; la igualdad de “cupo” en cualquier profesión, sea de levantadores de pesos sea de catedráticos de topología; el cambio ambiental; la ecología; la lucha contra el machismo: la salud mental; la ideología de género, etc. Todos ellos tratan de encubrir las verdaderas intenciones de este marxismo populista, que son “cambiar el régimen democrático” de España, “trocear” nuestra nación y destruir los valores por los que mereció -y merece- la pena vivir y, si es necesario, morir…. Pero, como el “exceso” es el método eterno de estos comunistas de colegio mayor que nos gobiernan, seremos tildados de fascistas todos aquellos que -simplemente- preguntemos por la ventaja operativa que supone para un batallón disponer de mujeres en el despliegue. Todo ello resulta más fácil de inducir en una sociedad como la española actual, a la que le han arrancado sus valores, entre ellos los patrióticos y su sentido común para ver la realidad.
Porque nada se ha dicho de un hecho vergonzoso: constituimos una sociedad que ha patentado la figura jurídica del "antipatriota", fomentando los localismos, so pretexto de las lenguas del pueblo, de los fueros, si no de los intereses de la burguesía catalana o de la presión de parte del clero vasco ("ETA nació en un seminario" ...), etc. Todo ello incidiendo sobre una juventud adoctrinada, desinformada y manipulada con la famosa "perspectiva de género". Donde nuestro gobierno, para continuar en el poder, se apoya en una mezcla de odiantes de España, de herederos de terroristas, de totalitarios comunistas de colegio mayor de nuestra nación -que todavía se llama patria-.
Pero no olvidemos que a todos ellos les vota nuestra sociedad y, en particular, las jóvenes generaciones que van saliendo gracias a los nefastos planes de enseñanza que, como ya hemos apuntado se dedican a ¿formar? a nuestros adolescentes en extrañas búsquedas de identidad y de comportamientos sexuales, que dicen ser “progresistas”, para poder “progresar” hacia atrás hacia su 1848 -fecha clave de su inicio- y así poder repetir sus fracasos seculares. Con cierto sentido del humor negro, podríamos decir que se ha producido una especie de “transfiguración” de la sociedad española. Pero no hay nada nuevo bajo el sol. Ni bueno ni malo. Ya Engels, en la construcción de su comunismo compartido con Marx, afirmó que “el primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monógamo”.
Me creo obligado a recordar lo que explicaba en cierta ocasión Benedicto XVI, de reconocida sabiduría, respecto a la lucha de sexos: “Con la ideología de género el hombre moderno pretende liberarse incluso de las exigencias de su propio cuerpo; se considera un ser autónomo que se construye a sí mismo, una pura voluntad que se autocrea y se convierte en un dios para sí mismo. Debe haber una colaboración activa entre hombre y mujer, una complementariedad de sexos.” Con todos los ingredientes antes comentados, la sociedad española se encuentra actualmente en una situación de equilibrio inestable: la mitad aproximadamente de sus ciudadanos dice tener principios pero duda crecientemente de ellos -la derecha-; y el resto recibe consignas en las que llega a creer, predicar y obtener dividendos políticos, y, sin perderse en filosofías morales, vive al día y, por lo que se ve, triunfan -el populismo de izquierdas-. Para algunos, es difícil asunto tratar de acoplar la conciencia con la desvergüenza, pero algunos lo intentan. En un esfuerzo por destacar lo esencial de las medidas urgentes que serían de agradecer en un momento crítico como el actual en la historia de España, no puedo por menos de recordar que la enseñanza es la madre de todas las batallas civiles y militares y, por tanto, sería prioritario derogar la corrosiva ley Celáa que añadirá periódicamente generaciones de jóvenes fuertemente adoctrinados en la ideología de género, a los que se les ha arrancado los valores propios de una democracia civilizada: libertad, seguridad, desarrollo, patriotismo, respeto a las instituciones, a las personas y a las familias, que son las que deben definir la educación de sus hijos, por encima de los partidos que lo único que buscan es la “fabricación” de votantes.
Pero, naturalmente, tenemos que hablar de responsabilidades y ello implica hacernos previamente esta pregunta: ¿Son conscientes nuestras jóvenes generaciones, porque así se lo han contado, del contenido de la ideología de género, de las barbaridades que aconseja y de los efectos demenciales que produciría su aplicación?. Si la respuesta fuera afirmativa, queda clara la responsabilidad adquirida.
Sin duda, Chesterton, con estas perspectivas, si volviera a nacer, repetiría aquello de que “el que deja de creer en Dios empieza enseguida a creer en cualquier cosa”.
José María Fuente Sánchez
Coronel (R) de Caballería, DEM, economista y estadístico
Asociación Española de Militares Escritores (AEME)
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