... Stalin estaba forjando en Europa Oriental su Imperio comunista. Berlín occidental era un escaparate demasiado peligroso para los berlineses orientales que vivían en el paraíso comunista de la Alemania dominada por la URSS. Las diferencias entre un Berlín y otro eran similares a las del día y la noche. Sin libertad, sin democracia, sin propiedad privada, dependiendo para comer del Papá Estado y bajo una férrea y brutal dictadura totalitaria, los berlineses orientales escapaban como podían al otro Berlín huyendo de lo que les imponía aquella dictadura criminal patrocinada, amparada y tutelada desde Moscú.
Aquel cerco a Berlín occidental para asfixiarlo, para evitar que sus dos millones de habitantes pudieran comer y mantener sus libertades, se superó gracias al puente aéreo que estableció la aviación norteamericana con sus B-29 que aterrizaban en el aeropuerto berlinés de Tempelhoff. Aquellos aviones transportaban unas 8.000 toneladas diarias de abastecimientos a Berlín occidental. Dirigió aquella gran operación el general norteamericano Lucius D. Clay.
Cuando los soviéticos comprendieron que el bloqueo del Berlín libre ocupado por EEUU, GB y Francia –una isla en medio de Alemania oriental ocupada por los comunistas– no servía de nada, fue cuando levantaron el asedio y permitieron un año después de iniciado, en mayo de 1949, abrir de nuevo los pasillos terrestres que comunicaban la Alemania libre con Berlín occidental.
Pues bien, a aquellos años, tanto los países de Extremo Oriente como los europeos orientales que se anexionó la Rusia soviética para constituir la URSS, se les llamaba en Occidente “países satélites” de Moscú. Sus regímenes, comunistas y totalitarios, dependían ideológicamente del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) que imponía a todos sus directrices. La batuta ideológica del PCUS era la que dirigía y exigía la más férrea disciplina a todos.
Por eso, como decía al principio, por fin, en 1948 se les cayó la venda de los ojos a los países occidentales dándose cuenta de que su aliado coyuntural en la Segunda Guerra Mundial, la Rusia de Stalin, era el verdadero peligro para Occidente. El 29 de septiembre de aquel año el embajador norteamericano en la ONU acusó solemnemente a la URSS como una amenaza real a la paz mundial.
Este recuerdo de un pasado reciente, de hace menos de 75 años –los de la vida de una persona–, me llevan a relacionar aquellos “países satélites” de ideología revolucionaria, internacionalista, comunista y totalitaria, con lo que hoy mismo existe en el mundo a través de unas estructuras y fórmulas políticas similares a las de aquellos años.
Con la caída del muro de aquel Berlín dividido por la fuerza bruta comunista en 1989, la URSS desaparecía en 1991. Los “países satélites” europeos se liberaron de la tiranía comunista. Y todos ellos –Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Alemania oriental (RDA), Rumanía, Bulgaria, etc.– adoptaron sistemas democráticos al estilo occidental.
Pero, por desgracia, el comunismo totalitario no desapareció de la faz de la Tierra, a pesar de que sus tiránicas dictaduras habían provocado la muerte de unos 120 millones de personas asesinadas en el mundo desde 1917. A razón de más de un millón de asesinatos por año.
No han desaparecido de China, de Vietnam, de Corea del Norte… ni de Iberoamérica. En esta región del mundo es Cuba el paradigma del comunismo internacional. Y de la isla se fue irradiando desde 1959 a grupos y organizaciones de toda Iberoamérica. Tupamaros, montoneros, las FARC, ejércitos de liberación revolucionarios causando guerras civiles horrorosas, sandinistas, sendero luminoso, etc., contribuyeron de forma definitiva a ir inoculando en muchos individuos la idea redentora del totalitarismo comunista. Con la ventaja de que aquella semilla la recibían pueblos y regiones con muy escasa formación cultural o millones de personas aburridas por la corrupción de la partitocracia mantenida por decenios en sus países. Terreno abonado para la ideología comunista facilitando su acceso al poder para implantar su totalitarismo aberrante.
Cuba fue la inventora del famoso Foro de Sao Paulo en 1990, en el que el PC cubano era quien dirigía aquellos grupos y ejércitos revolucionarios en toda Iberoamérica. La elección de Hugo Chávez como presidente de Venezuela en 1998 hizo que en aquel Foro estuvieran ya dos partidos comunistas. Después le siguió Brasil con Lula da Silva; Evo Morales en Bolivia; Rafael Correa en Ecuador en 2006; Daniel Ortega en Nicaragua; Ollanta Humala en Perú en 2011; y en 2013 Nicolás Maduro sucedía en Venezuela a Chávez. También pertenecen al Foro otros elementos “progresistas” de Argentina (próximos a los Kirchner), chilenos, etc.
El Foro de Sao Paulo recibió un gran impulso con la incorporación a él del chavismo, que influyó de forma definitiva en campañas electorales de países iberoamericanos para que entraran en la órbita del comunismo cubano/venezolano.
Pues bien, todos los partidos representados en ese Foro cuyos mandatarios rigen los destinos de sus países, son tan “países satélites” del comunismo cubano/venezolano como lo fueron los países de la URSS respecto a Moscú. Así como los partidos comunistas y grupos afines de todos los países de Iberoamérica.
El llamado Grupo de Puebla surgió en esa localidad mejicana en julio de 2019. Su ideología puede resumirse con su lema; “El cambio es el progresismo”. Es el grupo que desarrolla el socialismo del siglo XXI. Está compuesto por presidentes y expresidentes del movimiento socialista así como por “intelectuales” de varios países iberoamericanos, incluidos los procedentes de España, entre ellos el expresidente Rodríguez Zapatero y la ministra de Igualdad, Irene Montero.
Con estos antecedentes, sabiendo que los fundadores del partido comunista Podemos y Más Madrid colaboraron estrechamente con el gobierno de Chávez y, luego, de Maduro y, por otra parte, el expresidente socialista Rodríguez Zapatero y la ministra Irene Montero pertenecen al Grupo de Puebla, es fácil deducir que, con los dos partidos de extrema izquierda citados, así como buena parte del PSOE, están muy vinculados con el comunismo progresista iberoamericano del siglo XXI.
El gobierno socialcomunista español liderado por Pedro Sánchez pertenece, por la situación de España, al mundo occidental, a la UE y a la OTAN económica y militarmente. Pero me temo que ideológicamente, por su composición extremista y progresista, pueden estar muy vinculados e, incluso, subordinados a la internacional comunista iberoamericana representada por el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. ¿Es este gobierno un satélite ideológico de esa internacional en combinación con los intereses de la Agenda 2030? ¿Como lo fueron los “países satélites” de la URSS?
Por desgracia, la masa de españoles, en general, ha estado dedicada durante décadas a su trabajo, a sus negocios, a su pasotismo político, a su progresiva incultura, a su relativismo estúpido o, incluso, a ir viendo como natural las incesantes aberraciones “progresistas” del siglo XXI.
Lo estamos viviendo de forma descarada y descarnada en Madrid. A través de una precampaña y campaña electoral autonómica en las que los dos partidos de extrema izquierda podemitas y la izquierda progresista socialista intentarán por todos los medios a su alcance imponer su ideología para hacer de la capital de España la primera en Europa satélite del comunismo iberoamericano.
Los madrileños tienen la palabra: o libertad y progreso económico, como en aquel Berlín occidental, o comunismo/progresismo totalitarios de estilo iberoamericano.
Enrique Domínguez Martínez Campos
Coronel de Infantería DEM (R)