Desde aquí también reivindicamos los deseos de aquellos que vivieron tan infausto periodo histórico, tantas veces manifestados y que hicieron posible la Transición, como fueron los de enterrar el pasado, sellando el sepulcro con la Constitución de 1978, no como concesión al enemigo de uno u otro bando sino como gesto de responsabilidad ante su propia Historia y la de sus generaciones venideras, que somos nosotros.
Rechazamos pues, con toda la fuerza que nos da nuestra independencia, los intentos de poner de nuevo frente a frente a los herederos de uno y otro bando, que los hay a mitades en nuestra España, en un ejercicio de irresponsabilidad que nuestro próximo futuro habrá de valorar.