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Federalistas vs. Jacobinos

El Régimen del Terror
El Régimen del Terror

LA CRÍTICA, 30 OCTUBRE 2018

Por Manuel Pastor Martínez
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Charles Dickens en su famosa novela A Tale of Two Cities recuerda que las revoluciones americana y francesa crearon dos culturas políticas diferentes. Mientras los franceses inventaron el Terror, los americanos crearon algo menos sangriento y más constructivo...

--- “a Congress of British subjects in America” (Congreso Continental, después regulado en los Artículos de la Confederación y finalmente en la Constitución federal). Esto fue el producto de una élite intelectual y política de los Patriots (los virginianos Washington y Madison, los neoyorquinos Hamilton y Jay…) que evolucionó desde posiciones republicanas mayoritarias confederales, inmediatamente después de la Independencia, hasta la voluntad de unión republicana federal que desembocó en la Convención de Filadelfia y la Constitución, y por ello se denominaron genéricamente Federalistas. Por el contrario, en Francia el proceso autoritario republicano, estatista y centralista que finalmente degeneraría en el Terror lo protagonizó una corriente radical inspirada en las teorías democráticas roussonianas que se llamará el Club de los Jacobinos (Robespierre, Danton, Saint-Just, Marat, Fouché, David…).

Me interesa subrayar la diferente concepción del Liberalismo que subyace en sendos modelos: el Federalista (modelo que está en los orígenes de los dos grandes partidos políticos americanos: el Partido Federalista de Hamilton, Washington y los Adams, después Partido Republicano de Lincoln hasta nuestros días; y el Partido Demócrata de Jefferson, Madison, Monroe y Jackson, derrotado en la Guerra Civil, que reaparece en el siglo XX con Wilson, Roosevelt, Truman, Kennedy, Johnson, etc.). Y el modelo Jacobino (modelo que se practicará no solo en Francia sino en toda Europa con diversas variantes).

Lo característico del modelo jacobino francés –que se reproduce en casi todas las naciones continentales europeas- es su incapacidad para entender la estructura constitucional federalista del sistema liberal. En el caso francés, pese a las disidencias internas del propio Club que condujo inevitablemente al Termidor y al bonapartismo (Sieyès, La Fayette, Carnot, Fouché, Bonaparte…) el núcleo ideológico y centralizador del liberalismo jacobino permanece inalterable a lo largo del proceso revolucionario y post-revolucionario.

A largo plazo, paralelamente a la miríada de partidos republicanos, radicales y nacionalistas (incluso pre-fascistas y el mismo fascismo de Mussolini, como destacará el historiador Renzo De Felice) que inspiró en toda Europa, el jacobinismo desemboca en el socialismo, tanto el utópico como el científico. El denominador común a tal pluralidad ideológica es el fuerte Estatismo que impregna todas las fórmulas constitucionales francesas y sus imitaciones.

Me interesa subrayar que esta “transversalidad” ideológica del jacobinismo ha sido muy negativa para el liberalismo europeo, claudicando finalmente ante el keynesianismo (y para lo que hoy se entiende como “liberalismo” americano del Partido Demócrata desde el New Deal, y de una manera más radical desde la presidencia de Barack Obama, que en realidad debemos llamar socialdemocracia).

Resulta curioso y paradójico que fuera un liberal francés, Alexis de Tocqueville, quien se opusiera más enérgicamente y con un bagaje filosófico e intelectual más impresionante a esta deriva del liberalismo en Francia, tomando partido por los Federalistas frente a los Jacobinos (en sus tratados clásicos La democracia en América y El Antiguo Régimen y la Revolución). E inversamente, un liberal inglés, John Stuart Mill, quien –pese a pertenecer a la misma tradición del “liberalismo anglicano” (frente al “liberalismo galicano” según la terminología de Francis Lieber en 1848) de los Federalistas americanos- será el principal responsable filosófico e intelectual de la mutación que llevará o desviará los diversos liberalismos anglo-americanos hacia el Estatismo y la socialdemocracia o el socialismo liberal.

Si los resultados palpables inmediatos históricamente fueron los discípulos liberales británicos de Mill que fundaron la Fabian Society (1884), núcleo ideológico del Laborismo del siglo XX, no será menor a largo plazo su influencia en el antes referido “liberalismo americano” y, con pocas excepciones en el ámbito puramente intelectual, en el pseudo-liberalismo de los partidos políticos europeos del espectro liberal-conservador (incluyendo los democristianos). Este es el trasfondo de la célebre e irónica dedicatoria de F. A. Hayek en su obra The Road to Serfdom de (London, 1944): “A los socialistas de todos los partidos”.

El gran filósofo y teórico político austro-británico fue un admirador de Mill, y asimismo autor de una importante biografía intelectual suya, pero en su etapa madura tuvo que revisar y rechazar muchos aspectos y conceptos del pensamiento de Mill sobre la “justicia social” y el “socialismo liberal”. No es por casualidad que en su obra mencionada que representa un punto de inflexión en su carrera intelectual, eligiera como título (“camino de servidumbre”) una frase tomada de Tocqueville. Asimismo encabeza el texto una cita del mismo filósofo anti-jacobino francés: “Habría amado la libertad, creo yo, en cualquier época, pero en los tiempos en que vivimos me siento inclinado a adorarla”.

Hayek justificaría la centralidad del federalismo en su obra clásica y estándar sobre el Liberalismo (The Constitution of Liberty, Chicago, 1960, capítulo 12, páginas 176-192), obra por cierto que encabeza con la dedicatoria “To the unknown civilization that is growing in America”. En un ensayo posterior impugna el concepto de “justicia social” en J. S. Mill: “this conception of Social Justice leads straight to full-fledged socialism” (…) ”Social Justice has in fact become the chief outlet for moral emotion…” (Law, Legislation and Liberty. Vol. 2: The Mirage of Social Justice, Chicago, 1976, capítulo 9, páginas 62-ss).

El jacobinismo lite del último J. S. Mill negaba in toto los principios fundacionales básicos del federalismo americano (los derechos naturales e inalienables a la Vida, a la Libertad y a la búsqueda de la Felicidad) justificando el aborto, el intervencionismo estatista, el racionalismo secularista anti-religioso (rabiosamente anti-católico), sobre supuestos ilustrados y multiculturalistas anti-burgueses (feminismo radical, promoción de la cultura islámica y justificación de la poligamia entre adultos), como han destacado recientemente Richard Reeves (John Stuart Mill: Victorian Firebrand, New York, 2008) y Adam Gopnik (“Right Again. The passions of John Stuart Mill”, The New Yorker, Oct. 6, 2008).

Las derechas liberal-conservadoras españolas, como casi todas las europeas, se han orientado por esta especie de jacobinismo cultural lite de Mill que, como apuntó Hayek, económicamente confluye con el keynesianismo y la socialdemocracia. Y cuando surge una derecha minoritaria pero firme en ciertos principios morales y religiosos como Vox, fatalmente sucumbe al jacobinismo político-administrativo centralista, es decir, anti-federalista o anti-autonomista.

Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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