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En efecto, Andrés es un nombre griego, lo que sorprende en una familia judía, sobre todo porque su padre se llamaba Jona y Andrés-bar-Jona era, con relación a su hermano Simón, el futuro san Pedro, mayor que él.
Pero antes de hacer referencia a la llamada de Jesús, es necesario dejar constancia de las otras tres veces que aparece Andrés en los Evangelios y que denotan su significado dentro del Colegio Apostólico.
Una multitud seguía a Jesucristo, pero la tarde caía y enviar a la gente a sus casas, sin comer, era exponerlos al desfallecimiento y posiblemente la muerte por el camino. Por eso Jesús, aunque sabía lo que iba a ocurrir, no obstante, pide a los Apóstoles que den de comer a la multitud, y “Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un pedazo. Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos peces; mas ¿qué es esto para tantos?” (Capítulo sexto del Evangelio de san Juan, versículos 7 y siguientes).
Los discípulos que más se nombran en el los Evangelios y parece que gozan de una mayor intimidad con el Señor son Pedro, Santiago y Juan, pero, sin duda, el cuarto es Andrés. “Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras y qué edificios. Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada. Y se sentó en el monte de los Olivos, frente al templo. Y Pedro, Santiago, Juan y Andrés le preguntaron aparte: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?” (Capítulo décimo tercero del Evangelio de san Marcos, versículo 1 y siguientes).
Una tercera vez, que denota la importancia de Andrés: “Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. Éstos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver al Maestro. Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús” (Capítulo décimo segundo del Evangelio de san Juan, versículo 20 y siguientes).
Otra ocasión, significativa, pero que no corresponde a los Evangelios sino a los Hechos de los Apóstoles, es con motivo de la Ascensión del Señor: “Y habiendo dicho estas cosas, mientras ellos lo observaban, se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos. Y estando ellos mirando atentamente al cielo, he aquí que se presentaron ante ellos dos hombres con vestiduras blancas, que les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al cielo, vendrá de igual manera a como le habéis visto subir al cielo. Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día permitido en el sábado. Y entrando, subieron al Cenáculo, donde moraban Pedro, Juan, Santiago y Andrés…” (Capítulo primero de los Hechos de los Apóstoles, versículo 9 y siguientes).
Volviendo a la segunda cuestión, referida a la primogenitura de Andrés como “el primer llamado”, el primer discípulo de Jesucristo, he aquí como lo relata el evangelista san Juan: “También dio Juan (el Bautista) testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios. El siguiente día, otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba cerca de allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).” (Jn 1 32-45). De hecho, la liturgia griega lo llama “protocletós” o “primer llamado” y su fiesta se celebraba ya desde el siglo V.
Más aún, el breve apostólico, que el cardenal Bea llevó al metropolita Constantino, con motivo de la devolución de la reliquia de san Andrés, finaliza con la plegaria del papa Pablo VI en la que manifiesta su ferviente deseo por la comunión plena con los hermanos de Oriente: “San Andrés, héroe de Cristo, nuestro Dios, tú que fuiste el primer llamado por Él y has llamado a Simón, tu hermano; tú que, asociado a su alta misión, fuiste su compañero entre los discípulos del Maestro, su asociado en el apostolado y su competidor en el martirio, intercede para que esta noble reliquia tuya, después de haber hallado refugio junto a la tumba de tu hermano, sea prenda y elemento de fraternidad en un mismo amor de Cristo, una misma fe en Él y en la caridad mutua. Esta reliquia vuelve a su patria, donde tú has sufrido tu glorioso martirio, pero que desde ahora sea de alguna manera ciudadana de honor de la ciudad de Pedro y que un mismo amor las una.” Y san Juan Pablo ll, con motivo del Jubileo del año 2000, envió un mensaje al patriarca ecuménico de Constantinopla, en el que se refiere al Apóstol san Andrés, como “el primer llamado, el hermano de San Pedro, el protocorifeo, como canta la liturgia”. (José-Román Flecha Andrés, Nuevo Año Cristiano –dirigido por José A. Martínez Puche-, noviembre, EDIBESA, 2001, p. 487-489).
Uno de los hagiógrafos de san Andrés, escribe: “Comparte el podio con Juan. Era mayor que Pedro. Evangelizó parte del sur de la Rusia actual, Ezpitia, la amplia zona de contacto entre Europa y Asia, donde los cultos eran gente depravada y los naturales, pobres ignorantes, usaban costumbres bárbaras: Asia Menor; el Peloponeso, Tracia, Capadocia, Bitinia, Epiro.” Murió evangelizando en Patrás, Crimea. El procónsul, Egeas, fue especialmente cruel con el futuro san Andrés. Lo mandó azotar con el flagrum taxilatum y atarlo por cuatro días con sus noches a los palos de la cruz decusada (la cruz en forma de X, que se conoce como cruz de san Andrés), hasta que expiró. En lo “Hechos apócrifos de Andrés”, se atribuyen a Andrés estas últimas palabras antes de morir: “Oh cruz, ten a bien abrazar a aquél que fue discípulo de quien en ti estuvo clavado, Cristo, mi maestro”. Y termina este hagiógrafo: “La cruz aspada es prerrogativa de uno; la cruz diaria, común al cristiano.” (Francisco Pérez González, Dos Mil Años de Santos, Ediciones Palabra, 2001, p. 1443).
“Dos países han adoptado a San Andrés como patrón nacional: Rusia, cuya Iglesia de Kiev (Ucrania) se jacta de tenerle por fundador; y Escocia que se honra de poseer la mitad de su cuerpo, y donde cientos de iglesias le están dedicadas.” (Enzo Lodi, LOS SANTOS DEL CALENDARIO ROMANO, Ed. SAN PABlO, 1990, p. 510).
Por consiguiente y a modo de resumen, cuando el día 30 de noviembre, en el que se celebra la fiesta de san Andrés, felicitemos a los “Andrés” que conocemos, merece la pena recordar que se trata de un santo y un Apóstol especial, dado que, posiblemente, fue el “primer llamado” el primer discípulo de Jesucristo.
Pilar Riestra