La sentencia del caso Gürtel era la señal esperada. Horas después de mostrar su apoyo al Gobierno en inesperada y sensata pirueta en la cuestión catalana, Pedro Sánchez vuelve a su personal punto de partida para echar del poder al Partido Popular y a su presidente Mariano Rajoy, karma y razón de ser del secretario general del PSOE antes y después de su defenestración, vuelta y revancha interna.
Viendo y escuchando al renacido de sopetón político socialista, el atónito espectador no puede dar crédito a lo que ve y escucha. Sin quitar un ápice al rechazo y condena de la corrupción del Partido Popular y de un considerable número de sus dirigentes (más de uno ya son muchos), presentar al inventor de la corrupción en nuestra democracia (el PSOE) como paladín de la regeneración resulta cuando menos hiriente y humillante para el conjunto de los ciudadanos.
Por ceñirnos solamente a uno de los casos entre la interminable lista que nos aturde desde hace décadas, el caso Gürtel, queremos dejar constancia para todos aquellos que hoy se echan las manos a la cabeza, que este caso, "la Gürtel", es la continuación, en los mismos municipios y con intercambiables personajes, de los procedimientos desarrollados, impuestos y explotados por el Partido Socialista desde las primeras elecciones municipales de 1979, con el apoyo inestimable, eso sí, del entonces Partido Comunista reconvertido hoy en marasmo de siglas y colores.