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Campaña electoral y expectativas de voto en León

Por Lorenzo López Trigal
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Los resultados electorales de la provincia de León han venido oscilando en buena medida en cuanto al orden de preferencia de partidos en liza a lo largo de los últimos ochenta años...

En el lejano febrero de 1936 se estableció la CEDA en primer lugar con el 31,29 % de los votos y el PSOE en segundo con el 17,50%. Por bloques, la Coalición de Derechas (CEDA, Partido Agrario y Renovación Española) obtuvo el 52,91 % de los votos de la provincia y el Frente Popular (PSOE, Izquierda Republicana y Unión Republicana) el 42,26 % (J. M. Martínez Valdueza, Las elecciones generales de 1936 en León y su provincia, Lobo Sapiens, 2007). El precedente de los comicios de las Cortes constituyentes de 1977, que reinicia la etapa democrática en España, viene encabezado en primer lugar por UCD seguido por PSOE, tendencia que se confirma en 1979 (L. López Trigal, “Geografía electoral de León 1977-1979”, Tierras de León, n.º 43, 1981, pp. 5-16), consolidando de paso hasta ahora el bipartidismo de estos dos grupos políticos, si se sustituye la formación de UCD por la de PP, con un porcentaje de los dos mayoritarios respecto del voto total en torno al 90%.

De las elecciones de 1977 nos restan las hemerotecas y la estampa singular del libro de Miguel Delibes, El disputado voto del Señor Cayo, llevada al cine por Antonio Giménez Rico en 1987, donde intervienen en la trama tres elementos: 1) los partidos políticos y sus programas (partidos emergentes, UCD y CD, o renovados, PSOE y PCE), 2) la campaña electoral y su entorno (Comités de Campaña en Madrid y Burgos, carteles, sonido del coche propaganda, sobres con papeletas), y 3) el candidato foráneo frente al elector (rural, en este caso), mediando diálogos que rompen los esquemas del candidato: “–Las elecciones del día 15 son la gran oportunidad y si no nos hundimos. –¿A dónde nos hundiremos?”... “–Esto parece pobre pero quizá en régimen de cooperativa... –Pero si después nadie quiere ser pastor”. Al final, queda la duda de a quién votaría el Señor Cayo.

En estas elecciones de 2015, volvemos a encontrarnos con los mismos elementos: partidos veteranos y partidos emergentes, sedes nacional y provincial de los Comités de Campaña, cartelería y propaganda –si bien con los cambios significativos de la imagen televisiva y de las redes sociales–, los mítines, y sobre todo el buzoneo de papeletas de voto y sobres en los domicilios de los electores. Sin este recurso, y mientras lo permita la norma electoral, ninguna candidatura que se precie puede aspirar a tener representación alguna. Asimismo, por resaltar de nuevo la obra de Delibes, permanecen aún en las listas algún candidato foráneo y también pueblos sin apenas electores.

Se ha de resaltar también en la campaña electoral la labor de afiliados y simpatizantes de partido o coalición electoral, que se movilizan para la ocasión y mantienen funciones similares en actividad a la de miembros de una ONG, en cuanto a su disposición durante semanas de una intensa labor en la sede, recorrer la provincia, trasladar propaganda, seguir a candidatos en actos públicos y sobre todo en el Día D acompañar a votantes al colegio electoral, vigilar mesas electorales y conteo del voto.

Volviendo al caso de León, los resultados comparativos de los dos partidos hasta ahora mayoritarios, PP y PSOE, se ajustan bastante a escala nacional y provincial en porcentajes respectivos de voto y, asimismo, mantienen siempre a la par desde 1977 hasta 2011 sus ciclos de crecimiento y de declive en Elecciones Generales. Esto se aprecia en el caso de los anteriores comicios de 2011, donde los porcentajes de voto fueron en el PP, 52,1; en el PSOE, 34,1, que corresponden, respectivamente, a 3+2 diputados.

En los presentes comicios nos encontramos en León, como en el resto de España, con la presencia de dos nuevos partidos en liza (si bien Ciudadanos ya tuviera candidatura en 2008). Asimismo, IU, con un porcentaje de votos del 5,3 en 2011, ha renovado su coalición y ha de contarse que UPL –tercer o cuarto partido provincial en los últimos quince años– no presenta candidatura. En este contexto, la encuesta del CIS previa a la campaña electoral asignaba un reparto de 2 diputados a PP, 2 a PSOE y 1 a Ciudadanos.

Ahora, en mitad de la campaña electoral, se apunta en los últimos sondeos de prensa que obtenga también un diputado Podemos descontándolo al PSOE. En cualquier caso, aunque el PSOE ya no cuente con el “efecto Zapatero” de comicios anteriores y el PP sea el sustento de un gobierno no tan “popular”, ambas formaciones mantienen una organización superior en campaña y recursos a la del resto de partidos, a su vez con candidatos hasta ahora inéditos, pero a duras penas podrán mantener un reparto de 3+2 diputados electos. Más bien cabe pensar en unas expectativas más igualadas de 2+1+1+1 diputados electos y más ajustadas al reparto proporcional previsible de escaños en España, dependiendo siempre del porcentaje de participación electoral y del grado de atracción de los nuevos líderes y marcas de Ciudadanos y Podemos, supuesto en todo caso que está por confirmarse. De ser así, el cambio del bipartidismo al pluripartidismo estaría servido, con todo lo que supone de cara a la formación posterior de gobierno, mediante pactos, y de puesta a punto de las necesarias reformas constitucional y de organización territorial a la que aspiran los partidos emergentes.
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