En España concluye ahora una legislatura del periodo democrático inaugurado en 1977 y consolidado en años siguientes, pero en el horizonte aparecen...
Se avecinan nuevos tiempos políticos y nuevos gobernantes en la América Latina, en unos países el cambio ya ha comenzado (comicios del 22 de noviembre en Argentina), en otros se les espera más pronto (Venezuela) o más tarde (Cuba). En efecto, la tendencia del cambio político fue posible en Argentina, “un país altamente polarizado en sus opiniones, después que ganase por estrecho margen la plataforma Cambiemos liderada por Mauricio Macri, desplazando al Frente de Daniel Scioli, abanderado del peronismo kichnerista que durante años utilizó el aparato del Estado para perpetuarse en el poder. Y evidentemente no resultó”. Este es el comentario que me envía desde la Universidad de Luján, Gustavo Buzai, atento observador de la realidad argentina, quien remata su correo con esta frase irónica: “Hay un libro que analiza críticamente estos años y en su primera página realiza su agradecimiento a los Kichner, ya que sin ellos ese libro no hubiera sido posible. En este caso es bastante parecido, sin ellos, Macri presidente no hubiera sido posible”.
En España concluye ahora una legislatura del periodo democrático inaugurado en 1977 y consolidado en años siguientes, pero en el horizonte aparecen nubarrones que amenazan los pactos de la Transición ¿Será la próxima una “legislatura más”, marcada por el péndulo de la alternancia de gobierno entre los dos primeros partidos, o vamos hacia una “legislatura de cambio” en tal tendencia? Esto es, ¿una legislatura de espectro pluripartidista que anime al consenso en nuevos pactos de Estado (seguridad y defensa, estructura territorial del Estado, sistema educativo, sistema electoral, sistema judicial...) y en la reforma constitucional? De ahí que el 20 de diciembre sea una fecha clave para el electorado español, que puede con su decisión marcar no solo los ritmos y tiempos del escenario tendencial (reducción de fuerza del bipartidismo), sino también, dependiendo de los resultados electorales, abrir ventanas a un escenario alternativo (de cambios políticos esenciales).
A solo tres semanas de las elecciones generales se van conociendo los programas y los candidatos de cada partido, en paralelo a sondeos y encuestas de prospectiva electoral. La precampaña llega a su fin y el porcentaje de electores indecisos parece que aún son más que suficientes para cambiar el escenario político (tendencial o alternativo). Ahora bien, en este contexto, pongámonos en el caso que el elector pudiera hacer previamente una lectura atenta y un cruzamiento de programas y del currículo de candidatos, y también el mismo elector se trasladara al colegio electoral y mostrando su identificación accediera a la urna con una papeleta que se le suministrara “exclusivamente en el mismo acto de votar” (como es el caso de nuestros dos países vecinos sin ir más lejos), estaríamos ante el elector ideal que actúa con una lógica racional y un sistema electoral más sostenible. En otro caso, el más habitual entre nosotros en España, el elector, más si es veterano en edad, tiene un comportamiento diferente que apenas se fija en los contenidos de los programas electorales y no tanto en los currículos de candidatos, aunque toma nota de su propio ámbito local y familiar (efecto vecindario y otros) antes de llegar al colegio electoral con la papeleta y sobre en el bolsillo que le han suministrado en su domicilio previamente los partidos pudientes. Este es el caso del elector típico con los matices y consideraciones que se quieran añadir.
De otro lado, en el proceso electoral la tipificación del candidato a ser elegido representante es variopinta. Véase una muestra de las candidaturas y partidos en los próximos comicios en una provincia como la de León, donde en esta ocasión domina el candidato afiliado a un partido y donde, de un lado aparece el candidato nombrado por la organización del partido (caso del Partido Popular), sin más legitimidad que la que le aporta el nombramiento a propuesta del aparato provincial, reservándose un segundo puesto al Congreso para un candidato impuesto desde Madrid y preservando a los candidatos veteranos en las lides parlamentarias, los números uno al Congreso y al Senado. Una versión diferente es la del candidato elegido a propuesta de los afiliados del partido, en lo que se conoce como “primarias”, y que viene a ser el sistema elegido por la mayoría de partidos restantes, si bien con variantes importantes en el caso del Partido Socialista, donde se reserva también el segundo puesto al Congreso a un cargo de la Comisión Ejecutiva Federal, y en el caso de Ciudadanos, una vez que corre posteriormente un puesto la lista al Congreso que altera sensiblemente el proceso de primarias.
Entre las personas que optan en León a los primeros puestos de las candidaturas cuentan afiliados noveles en los partidos minoritarios y en los partidos emergentes, entre ellos, por ejemplo, el joven profesor Ignacio Ramón en la candidatura al Senado por Ciudadanos, y afiliados veteranos y noveles en los dos partidos mayoritarios hasta ahora. En el caso del PSOE, encabeza la lista al Congreso una persona desconocida hasta en el propio partido, Aurora Flórez, y al Senado un afiliado senior, Graciliano Palomo, que aspira a completar su idoneidad y perfil político con la labor parlamentaria. Mientras que en el caso del PP, repiten en la candidatura dos primeros espadas del partido: al Congreso, Eduardo Fernández, y al Senado, Luis Aznar. Este último candidato pasa por ser el prototipo de “político del aparato” y político hábil y profesional, como se puede comprobar también en su relato autobiográfico, y no fielmente documentado, Haciendo Memoria (2015), después de haber pasado desde 1977 por UCD, CDS y PP en múltiples cargos orgánicos de partido, cargos de gestión de la Junta de Castilla y León y de parlamentario en las Cortes de Castilla y León y en el Senado.
Por último, al margen de contrastar o no programas de frentes ideológicos y partidos diferentes, de historias de vida de candidatos, el hipotético elector podrá tener a bien ir a votar o no el 20-D, elegir una determinada candidatura o abstenerse, es decir, ejercer o no su derecho (y obligación) como ciudadano y elegir una determinada opción. Ahora bien, es muy recomendable que en su elección tenga en cuenta que en España, como en Argentina, el cambio político y el escenario alternativo es también posible.