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Un poco de Historia política de España

Por Fernando Álvarez Balbuena
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No es Francia la patria de los valores liberales y democráticos de que hoy gozamos, sino que aunque Vd. y una inmensa mayoría de españoles así lo puedan creer, resulta que el parlamentarismo, el liberalismo y la propia democracia, nacieron en España

El Sr. Presidente del Principado de Asturias en una comparecencia ante la ciudadanía, delante de la puerta principal del Parlamento Asturiano, rindió un homenaje a los muertos del atentado salvaje cometido en París por los radicales islamistas y que no tiene justificación, ni política, ni social, ni, menos aún, religiosa, porque invocar el nombre de Dios para asesinar, es probablemente el crimen más condenable de cuantos el hombre pueda cometer.

Acto seguido, el Sr. Presidente alabó a la nación francesa como patria de las libertades, diciendo textualmente que “allí habían nacido” cuantos valores humanos y democráticos informan a las sociedades civilizadas modernas.

Pues no, Señor Presidente. No es Francia la patria de los valores liberales y democráticos de que hoy gozamos, sino que aunque Vd. y una inmensa mayoría de españoles así lo puedan creer, resulta que el parlamentarismo, el liberalismo y la propia democracia, nacieron en España, antes que en ninguna otra parte del mundo y, para hacérselo saber, voy a darle unos breves apuntes que demuestran lo poco que los españoles conocemos y valoramos nuestra propia historia.

Julio Nombela, un historiador del siglo XIX, dejó escrito en un notable libro, titulado “Impresiones y recuerdos” la siguiente frase que copio textualmente:

Se justifica este punto de vista del autor aludido con los siguientes ejemplos:

Las Cortes de León, año 1188, bajo el reinado de Alfonso IX, dejaron establecidos los siguientes principios que el rey debía y tuvo que obedecer: 1º) Libertad de circulación de los ciudadanos por todo el reino 2º) Inviolabilidad del domicilio. 3º) Inviolabilidad de La correspondencia. 4º) Justicia y Jueces independientes de los señores y administrada en nombre de las leyes y garantizada por el rey. 5º) El rey debería de contar con las Cortes para declarar el estado de guerra y firmar la paz. 6º) Ningún impuesto sin ser votado y aprobado en Cortes. Y algunos otros principios más que nos alargarían mucho el corto espacio de un artículo de prensa.

Otro ejemplo notable es la llamada Ley Perpetua de Ávila de 1520, votada en las Cortes de Ávila por las Comunidades de Castilla,

La Ley Perpetua trató de normativizar, compendiándolas en un solo cuerpo legal, las antiguas leyes y fueros que establecían las relaciones entre el Estado y el Pueblo, entendiendo que el Estado, de tamaño muy reducido comparado con el de hoy, estaba constituido poco más que por la voluntad real, frente a la cual el Pueblo alzaba su voz y exigía el cumplimiento de pactos y fueros de manera totalmente legal, formal y legítima.

El movimiento político comunero desarrollado entre 1519 y 1521 puede considerarse con toda propiedad como la primera piedra en la construcción de una España Estado-Nación, y la elaboración de la Ley Perpetua de Ávila, como el primer antecedente de una constitución española. Si analizamos con detalle el proceso y el documento en que se concreta, veremos cómo la Ley Perpetua de 1520 expresa los elementos propios de la Constitución Política Castellana, formalizados con meridiana claridad en un texto aprobado por los representantes –democráticamente elegidos, aunque por estamentos– de las principales ciudades de la Castilla del siglo XV y XVI.

Sin embargo, su puesta en vigencia fue frustrada por la oposición feroz de Carlos V y de su corte de extranjeros flamencos, con el Cardenal Adriano de Utrech a la cabeza, y todos ellos muy mal vistos tanto por el pueblo como por la nobleza tradicional, quienes querían un monarca español, nacido y educado en España y, por lo mismo, con mentalidad netamente española. Este rey, sin duda, aceptaría las disposiciones de las Cortes que entroncaban con la genuina tradición castellana y española, pero la voluntad absolutista de una dinastía extranjera, hizo que esta primera constitución española quedara preterida y olvidada a perpetuidad y sus principales defensores –los Comuneros– ahorcados ignominiosamente en Villalar. En realidad fue el Imperio de los Habsburgo el liquidador de las libertades castellanas, y por extensión españolas.

El pueblo español, a día de hoy y en su inmensa mayoría, ni sabe siquiera que haya existido la Ley Perpetua de Ávila y, por tanto, ignora su enorme influencia en el pensamiento político posterior, como, por ejemplo, que en las discusiones y debates para redactar la Constitución de los Estados Unidos de América del Norte, entre mayo y septiembre de 1787, se aludió en varias ocasiones, y tomándola como modelo, a la “Constitución de Ávila” elaborada 267 años antes. Lo mismo sucede con el hecho de que esta constitucionalización de la monarquía hispánica, es decir, su limitación jurídico objetiva, se anticipa en más de siglo y medio al modelo político británico resultante de la Gloriosa Revolución Inglesa de 1688.

Tampoco las Cortes de León de 1188, han tenido mucha difusión en los libros oficiales de Historia y es una verdadera pena, porque el inicio del parlamentarismo del que tanto presumen las naciones europeas, es muy posterior a dichas Cortes, las cuales, como señala Don José Ortega y Gasset en sus “Meditaciones de los Castillos”, hunden sus raíces en el liberalismo ínsito en la concepción política del reino visigótico. Es decir, que estamos hablando de los siglos V y VI y, sin embargo, aún no hemos caído en la cuenta de que España es la nación más antigua de Europa, la más madrugadora en la constitución de libertades políticas y la más avanzada en la concepción de un sistema de gobierno que contase, no solo con la voluntad del rey, sino también del conjunto de sus vasallos, aunque ciertamente todavía no pudieran llamarse ciudadanos.

No podemos terminar sin decir que también el reino de Aragón tenía libertades que impedían al rey hacer su “real voluntad” pues las Cortes Aragonesas, igualmente compuestas por nobleza, clero y representantes de las villas y ciudades, le hacían jurar su cargo con estas palabras. “Nos que somos tanto como Vos y todos juntos más que Vos, os elegimos Principal entre los iguales, para que nos gobernéis, nos protejáis y respetéis nuestros fueros y libertades. Y si no: NO”

En fin, que a los españoles se nos abren los ojos desmesuradamente ante otras naciones que, en cuanto a libertades, democracia y otras cosas más, tienen mucho que aprender de nosotros.

Fernando Álvarez Balbuena

Historiador. Doctor en Ciencias Políticas y Sociología

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