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LA ESPAÑA INCONTESTABLE

Amoríos del Duque de Sessa: la pluma de Lope de Vega

'Lope de Vega en el cementerio', José Uría y Uría. (Imagen © Museo Nacional del Prado, Madrid).
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"Lope de Vega en el cementerio", José Uría y Uría. (Imagen © Museo Nacional del Prado, Madrid).

LA CRÍTICA, 6 MARZO 2022

Por Íñigo Castellano Barón
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España tuvo como otras naciones, el denominado Siglo de Oro (s. XVI - s. XVII), referido a un determinado período de gran florecimiento de las artes en general como la literatura y teatro en particular. En aquel tiempo todavía el liderazgo político y militar lo ostentaba sin duda la corona española, como de la misma manera fue testigo del inicio de su decadencia. La corte española sería el referente necesario de sus homólogas europeas; los artistas como los nobles engrandecían su gloria apoyándose los unos en los otros. Los pintores trabajaban para sus mecenas pero de igual modo los genios de las letras. (...)

... Hoy destacamos en esta sección de la España Incontestable uno de esos casos que merece la pena entender por la simbiosis existente entre el poder y la genialidad, en aquella España inmensa que abarcaba la península Ibérica, gran parte de América, Filipinas, algunas regiones del norte de África, los Países Bajos, el Milanesado y el sur de Italia, incluida Sicilia. Una España rica en metales preciosos procedentes de América que junto al florecimiento de las artes influyó de manera muy relevante en Europa, determinando tendencias y variados estilos asumidos por las clases dirigentes del continente. Con verdadero ardor se vivió un nuevo teatro que los compositores y dramaturgos ofrecieron y representaron en distintas ciudades españolas, siendo correspondidos con verdadero entusiasmo por todas las clases sociales.

Entre los grandes genios que España dio, uno fue llamado El Fénix de los ingenios, y al que el universal Cervantes llamó igualmente Monstruo de la Naturaleza, tal fue su prolífica capacidad literaria como calidad de sus dramas teatrales que todos veneraban. Su nombre, Félix Lope de Vega y Carpio. Bien podía pensarse que persona de tan alta estima y relevancia social tuviera una vida desahogada, pero no fue así y como tantos otros, su fama y recursos dependió de los mecenas y señores a quienes con su pluma sirvió como secretario de sus casas o como «lisonjero», e incluso «negro» de las ínfulas literarias de éstos. Estuvo Lope de Vega al servicio del duque de Alba como secretario de su casa, y del conde de Lemos. Pero no sería hasta 1605 que conociera a Luis Fernández de Córdoba y Aragón, duque de Sessa, cuando diera su vida un vuelco radical que le llevaría hasta su muerte acaecida en 1635 a estar a la sombra de Sessa, veinte años menor que él, a quien con verdadero esmero sirvió en calidad de secretario, al tiempo de escribirle numerosas cartas de amor, algunas de cierta y a veces subida obscenidad, dirigidas a las muchas amantes de este ardoroso y joven duque que llevaba la sangre de su sexto abuelo, el Gran Capitán.

El epistolario entre ambos se hizo cada vez más frecuente, y Lope de Vega al estilo de Cyrano de Bergerac, su coetáneo francés, se sumergió en el tono seductor cuando no obsceno que Sessa le requería para lograr sus conquistas. Desde el primer momento Sessa se ocupó de cuantas necesidades económicas tenía su ilustre amigo al que admiraba, pues él mismo gozaba de una vena literaria que gustaba desarrollar, y sobre la que El Fénix de los Ingenios con cierto servilismo vertía proclamas de admiración, al punto de llegar a una cierta auto humillación ante el propio duque, cuando no una resignación por no estar en la nómina fija de sus servidores, que le daría derecho a ración y quitación. Se conoce bien todo el epistolario entre ambos, sobresaliendo los referidos a asuntos amorosos y eróticos. Lope de Vega se mimetizó perfectamente como portavoz de los sentimientos y ardientes deseos del duque quien conservó a modo de colección cuantos escritos se producían de su admirado poeta y dramaturgo hacia las mujeres objetos de sus anhelos.

El teatro como en Inglaterra se desarrolló con fuerza en España, y un sinfín de obras dramáticas y hasta de carácter místico se mostraron en los escenarios a mayor deleite de un público entregado ante las obras de Lope de Vega y sus contemporáneos como Miguel de Cervantes, Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Góngora, Quevedo, etc. cuyas obras iluminaron la creatividad en toda Europa. A ello se añadió la Zarzuela como género que combina la teatralidad escénica con la música.

El duque de Sessa llegó incluso a orientar a Lope de Vega sobre las misivas amorosas, llegándole a decir: Obedezca, pues yo soy su Ovidio hasta el postrer capítulo de este Arte Amandi, cuando no era el propio Lope de Vega quien escribiera al duque con alguna queja ¡Ay, que al Duque le pido / aceite andaluz! / Pues que no le envía /cenaré sin luz. Pero todo volvería a cambiar para el gran genio literario tras superar una serie de desventuras y muertes que tanto cambió su alma que hubo de buscar el encuentro Divino. Hasta entonces Lope de Vega con su arrullador sentido transmitido en sus cartas y versos facilitaba a Sessa el arte de la seducción, sin abandonar las tareas y correspondencia administrativa de la casa ducal, como también la redacción de los memoriales políticos que habrían de mandarse al rey Felipe IV. Pero aquella inquietud espiritual y su crisis existencial le llevó siendo el año 1625 a querer tomar los hábitos sacerdotales. Pudo hacerlo gracias a la ingente dote y recursos que su mecenas le dio para ingresar en la Congregación de San Pedro Apóstol de presbíteros seculares naturales de Madrid que había creado el licenciado Jerónimo Quintana en 1619. Desde ese momento y en un determinado día hubo de decirle a su señor y amigo que a partir de entonces y tras consultarlo con su confesor, ya no podría seguir escribiendo su correspondencia amatoria pues sus hábitos lo impedían. Sessa comprendió que su protegido en adelante solo atendería otros asuntos de su casa.

Otro aspecto a destacar fue el encargo que El Fénix de los Ingenios recibió de su mecenas, Sessa, para engrandecer su casa y linaje, para lo que Lope de Vega escribió una obra sobre el hermano de aquél, de igual nombre que su antepasado directo el Gran Capitán, que servía en Flandes en las armas de don Ambrosio Spínola, marqués de los Balbases. Su obra dramatiza la victoria de don Gonzalo Fernández de Córdoba, sobre los protestantes alemanes el 29 de agosto de 1622. De igual manera, Lope de Vega escribió una égloga acerca de la rendición de Breda, que el universal pintor Diego de Velázquez inmortalizó en un lienzo y sobre cuya epopeya escribiese también Calderón de la Barca. En dicha égloga son alabadas las armas victoriosas españolas de don Ambrosio Spínola, su protagonista, de quien hace un elogioso relato de su persona y hazañas militares, como también del casamiento de su hija Policena con don Diego Messía Felípez de Guzmán, marqués de Leganés, el coleccionista por excelencia de la época. Siguió Lope de Vega glosando algunas grandezas de Sessa y su casa, y terminó escribiendo, Las Cuentas del Gran Capitán.

La relación entre el noble y el genio continuó siempre en una buena amistad no exenta de recíprocos intereses enmarcados en la exaltación de la gloria de Sessa y su personal interés por la literatura y teatro, como en los privilegios del mecenazgo que vivía en la comodidad que el duque le brindaba, además de puestos como el de cronista real y las posibilidades de estreno de sus obras en preferencia a otros grandes literatos contemporáneos. En esa relación, documentada en el extenso epistolario, se refleja cómo Lope de Vega a veces con picardía requiere a Sessa dos baúles para sus libros y ropas como en los primeros tiempos hiciera su entonces mentor el conde de Lemos quien además le proporcionaba una acémila. Interesante resulta destacar una comedia que Lope de Vega escribió denominada Los ramilletes de Madrid que, tras haberse estrenado, escribe a Sessa deseoso de halagarle y saber de su opinión: Vuestra Excelencia la verá, que hasta tener su voto no quiero estar contento. En dicha obra y a través de su protagonista recita: En Sessa mi lengua cesa, / porque siendo dueño mío, / dirán que es de amor licencia. / Mas tiempo me queda a mí / en que celebrarle pueda / sin que parezca lisonja».

Se sabe que don Luis Fernández de Córdoba y Aragón, duque de Sessa, acompañó al escritor en el lecho de muerte en su casa y pagó su entierro. También aportó la dote necesaria para que su hija Marcela ingresase en el convento de las Trinitarias. Tras treinta años de estrecha amistad y confidencia, Sessa en memoria de su amigo y su excelsa obra escribió y publicó a modo de Epigrama:

Oh Lope, ingenio todo admiraciones, y admiración de los ingenios vive, / vive a mi fe, que por ti apercibe / en mi dolor, a eternas duraciones. / Verás constantes mis veneraciones /que en láminas del alma, el alma escribe / y de mi amor en oblación recibe / el corazón nevado en corazones. / Quién pudiera tu ingenio merecerte, / (o fama de ti mismo) por pagarte / lo que sin él no puedo no deberte. / Quién pudiera tu espíritu heredarte, / para honrarte a finezas en la muerte

Había muerto uno de los más insignes literatos de todos los siglos, tras cultivar todos los géneros literarios desde el verso al teatro, de la comedia al drama y del género amatorio a la mística. Él representó perfectamente el alma de una España atormentada a la vez que excelsa.

Íñigo Castellano Barón

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