... El Real Colegio Complutense –nombre oficial– estaba y creo que sigue ubicado en 26 Trowbridge Street, en pleno campus de Harvard. Había sido inaugurado en 1993 por iniciativa del rector Gustavo Villapalos con el apoyo de los Reyes de España, tras el Doctorado Honoris Causa que les otorgó la célebre universidad.
En 1998 el rector Rafael Puyol, por sugerencia del gerente de la Universidad Complutense, mi paisano astorgano Dionisio Ramos, me ofreció la dirección del Colegio, que por sus compromisos políticos universitarios era para un plazo limitado de un año. Sin embargo el encargo se prolongaría por casi un año y medio más.
Ya he contado que la génesis de la idea del Colegio español en Harvard curiosamente se había producido –algo que probablemente ignoraban los rectores Villapalos y Puyol– en charlas informales entre tres amigos astorganos: Rafael Álvarez de la Puente, Dionisio Ramos, y un servidor. Rafael y Dionisio tenían entonces ciertas influencias, externas e internas, en el Rectorado. La idea tuvo una primera concreción en un programa de colaboración de la Facultad de Derecho de la Complutense (y el Colegio de Abogados de Madrid, creo recordar) con la Law School de Harvard, que celebró varias sesiones en Madrid y en Cambridge. Este programa, con la denominación ELRC (European Law Research Center) y financiado por la Complutense, se mantendría tras la creación del Colegio y durante mis años como director (ignoro la situación posterior y en la actualidad), como una especie de “impuesto” o “renta” que pagábamos a Harvard.
El encargo que me hizo el rector Puyol en 1998 fue poner orden en un cierto caos originado por la gestión del director anterior, y asimismo iniciar las negociaciones para la renovación del convenio con Harvard en el año 2000, implicando también económicamente a otras universidades españolas que tuvieran estudiantes becados (la mayoría) por nuestro Colegio.
La función principal del Real Colegio Complutense desde su fundación era tutelar y administrar las becas de estudiantes y profesores españoles –de todas las universidades españolas, tal era el compromiso– que realizaran investigaciones o estudios graduados (de Máster o de Doctorado) en la Universidad de Harvard. Durante mi estancia el número de estudiantes y profesores que se beneficiaban del Colegio fue aproximadamente medio centenar.
Desde mi presentación de credenciales al rector/presidente Neil Rudenstine, fue mi intención compensar el trabajo burocrático con actividades más académicas e intelectuales, que hasta la fecha habían estado ausentes, o limitadas a la publicación de algunos libros o investigaciones.
Mi principal proyecto sería fundar e impulsar un Seminario permanente, multidisciplinar y abierto sobre Cultura española y relaciones internacionales España-Estados Unidos, que lamentablemente tendría una corta vida, concluyendo con mi estancia en Harvard. Iniciado con una conferencia mía sobre “Las relaciones históricas hispano-norteamericanas, 1500- 1898”, tuvo también como conferenciantes invitados en el V centenario de Calderón de la Barca a los profesores Luciano García Lorenzo (de la Complutense), y Francisco Márquez Villanueva (de Harvard). Asimismo el Colegio y el Seminario patrocinaron las conferencias políticas del entonces presidente del gobierno español, José María Aznar (que tuvo lugar en el salón de actos de la Kennedy School of Government), y de los presidentes autonómicos de Cataluña y de Castilla-La Mancha, Jordi Pujol y José Bono respectivamente (que tuvieron lugar en otros centros especiales para actos formales de la universidad de Harvard).
Entre los muchos recuerdos inolvidables de mi estancia en Harvard quiero mencionar:
A dos veteranos académicos, eméritos, el profesor Edward O. Wilson, famoso “socio-biólogo” y Premio Nobel, que siempre me saludaba muy amable y sonriente, y el también famoso economista y ex embajador kennediano, menos sociable, el profesor John Kenneth Galbraith, ambos habituales y generalmente solitarios con los que siempre coincidía a la hora del almuerzo en el Harvard Club (también solía coincidir con el histrión izquierdista Cornel West, que prefiero ignorar).
La visita del catedrático emérito de literatura de la Complutense don Francisco López Estrada, y la conferencia que nos dio sobre Fernando de Herrera y su biografía de Tomás Moro.
El trato personal con algunos profesores de Harvard, siempre correcto, incluso cuando se discutían asuntos polémicos: Eleonor Shore, Margot Gill, David Kennedy, Anne-Marie Slaughter, John Coatsworth, Francisco Márquez Villanueva, Luis Fernández Cifuentes, Bradley Epps, y José A. Gómez-Ibáñez, entre otros.
La ceremonia del Doctorado Honoris Causa del escritor Mario Vargas Llosa.
El simposio-homenaje al sociólogo y maestro clásico David Riesman con motivo de sus 90 años, al que asistieron una multitud de colegas y discípulos, nombres asimismo clásicos de la sociología americana.
La oportunidad que también tuve de asistir a las que probablemente serían las últimas conferencias de dos ilustres académicos de Harvard, del sociólogo Daniel Bell y del politólogo Samuel P. Huntington.
La visita al Colegio, con motivo de la inauguración del curso académico 1999-2000, del embajador de España en Washington DC don Antonio Oyarzábal y su esposa doña Beatrice Cabot Lodge.
Y, por supuesto, el para mí más inolvidable de los recuerdos de Harvard, el nacimiento de nuestro primer hijo Patrick, el 8 de diciembre de 1998, en el famoso hospital universitario
Brigham and Women´s de Boston, y la visita de sus abuelos maternos, viniendo desde Minnesota. Recuerdos del primer año y medio de su vida en nuestra casa de la avenida Huron, en Cambridge, los paseos con él por el cercano parque de
Fresh Pond, y la primera visita de su abuela española –mi madre– tras un largo viaje desde Astorga hasta los Estados Unidos.