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ISAAC PERAL Y CABALLERO

El submarino de Isaac Peral, en el Museo Naval de Cartagena (España).
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El submarino de Isaac Peral, en el Museo Naval de Cartagena (España).

LA CRÍTICA, 19 JULIO 2019

Por Fernando Álvarez Balbuena
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Este año se cumplen los ciento diez años de la creación del Arma Submarina en España, para lo que el Gobierno de la nación autorizó a la Armada, por decreto, firmado por el Rey Don Alfonso XIII, a adquirir cuatro submarinos en el extranjero. Por eso me parece oportuno, aprovechando la efeméride, rendir un tributo de admiración y gratitud a la insigne figura de Isaac Peral y Caballero, que se adelantó en casi 30 años, inventando el primer submarino, a la creación de dicha arma naval en España....

... El elogio, por desgracia, llega demasiado tarde, porque Isaac Peral hubo de pasar por las amarguras de la traición de sus propios compañeros de Arma, y por verse olvidado y preterido de todos, cuando podía haber dado a la Armada española el más preciado y poderoso instrumento para asegurar la defensa naval de nuestras costas y del resto de nuestro imperio en América y en Asia, mucho tiempo antes de que otros países aprovecharan su descubrimiento, lo perfeccionaran y lo hicieran servir eficazmente en sus guerras navales.

* * *

Peral nació en Cartagena, el 1 de junio de 1851 y falleció en Berlín, el 22 de mayo de 1895. Fue un científico, marino y militar español, teniente de navío de la Armada e inventor del primer submarino torpedero, conocido como el submarino Peral.

Tuvo una intensa carrera en la Armada Española, en la que ingresó a los 14 años interviniendo en la Guerra de los Diez Años en Cuba y en la Tercera Guerra Carlista, por lo que fue felicitado y condecorado. También destacó en trabajos y misiones de carácter científico: escribió un "tratado teórico- práctico sobre huracanes", trabajó en el levantamiento de los planos del canal de Simanalés (Filipinas) y en 1883 se hizo cargo de la cátedra de Física-Matemática de la Escuela de Ampliación de Estudios de la Armada, tenía a la sazón 23 años.

Él solo, sin ayudas externas de nadie, con su trabajo personal y su sacrificio de estudio cotidiano, había llegado a solucionar todos los problemas teóricos que ofrecía la construcción de un buque torpedero submarino.

Bien es cierto que la IDEA de un barco submarino, ya se le había ocurrido a otro ilustre sabio español, también hoy caído en el olvido más absoluto y que había llegado a diseñar, construir y botar un submarino llamado “ICTÍNEO”

Este ilustre ingeniero, político e inventor ESPAÑOL Y catalán, que fue Don NARCISO MONTURIOL, estaba refugiado en Cadaqués a causa de sus actividades políticas, y se ganaba la vida como pintor. Allí observó la difícil y peligrosa labor de los recolectores de coral. Esto le llevó a reflexionar sobre las posibilidades de la navegación submarina y, cuando volvió a Barcelona, en septiembre de 1857, ya retirado de las actividades políticas, organizó, con amigos ampurdaneses, la primera sociedad comercial de España dedicada a la explotación de este tipo de navegación con el nombre de Monturiol, Font, Altadill y Cía., dotada con un capital de 10.000 pesetas.

Este submarino, que estaba dotado de un sistema de propulsión anaeróbica, fue botado en el puerto de Barcelona el 2 de octubre de 1864. A pesar de estos éxitos, en 1867 su compañía quebró y, ante la falta de apoyo, Monturiol decidió desmantelar el submarino y abandonar el proyecto.

Isaac Peral, naturalmente conocía el proyecto de Monturiol, pero sabía que la propulsión que este había ideado, no era lo suficientemente sólida para que la navegación submarina tuviera éxito.

Peral, ideó otro tipo de propulsión que era la eléctrica con la que tenía toda seguridad de resolver el problema de la navegación subacuática.

A nadie habló de su proyecto ni de sus estudios. Solamente hizo partícipe de ellos a su mujer, que le aconsejó que no los comunicara a nadie ni presentara su proyecto a las autoridades de la Armada, pues temía que ello despertara envidias y enemistades, como así sucedió al final.

(Las mujeres ven más lejos que los hombres ¿o no)

Pero al sobrevenir la crisis de las Carolinas en 1885, Isaac Peral se consideró en la obligación de comunicar a sus superiores que había resuelto definitivamente el reto de la navegación submarina y que estaba en situación de ofrecer a la Armada española un buque torpedero submarino que sería u n arma formidable, ya que podría atacar y hundir cualquier barco de guerra enemigo, sin ser detectado por éste.

Tras un riguroso análisis de su proyecto efectuado por los más cualificados científicos de la Escuela de Ampliación, éstos dieron su aprobación para que fuese trasladado al ministro de Marina, Manuel de la Pezuela, quien recibió el proyecto con caluroso entusiasmo. Por desgracia, los ministros que le sucedieron demostraron indiferencia o abierta hostilidad –Beránger y Rodríguez Arias–.

Sin embargo y gracias al apoyo de la reina regente, Doña María Cristina, el submarino fue finalmente botado en 1888, pero sin que nadie diera una explicación convincente y a pesar del éxito de las pruebas de la nave, las autoridades del momento desecharon el invento y alentaron una campaña de desprestigio contra el inventor, al cual no le quedó más remedio que solicitar la baja en la Marina e intentar aclarar a la opinión pública la verdad de lo sucedido.

Descorazonado por tantas zancadillas y tantas traiciones, pidió la baja en la Armada como Tte. de navío en 1891

Finalmente, el inventor falleció a causa de un cáncer de piel en 1895.

CAUSAS DE SU PRETERICIÓN

Zaharoff, UN IMPORTANTE TRAFICANTE DE ARMAS, de quien luego diremos alguna cosa más, tuvo conocimiento, con asombrosa rapidez, de los trabajos del joven inventor y oficial de la Armada española. Previamente a la autorización de las obras, ya había inspeccionado en persona, los planos y la memoria que el inventor había entregado al ministerio de Marina español, en las dependencia del propio ministerio. (ESPIONAJE) Más adelante, y coincidiendo con la presencia de Isaac Peral en Londres, trató, infructuosamente, de entrevistarse con él, valiéndose de uno de sus agentes y compañero de Cuerpo del inventor. Peral rehusó por dos veces, pero ante la insistencia, accedió a entrevistarse con, Nordenfelt, quién le propuso asociarse con ellos o que le vendiera, por separado, la patente del servomotor de estabilidad, para lo que le ofreció una cantidad importante. Isaac Peral rechazó ambas ofertas y firmó, sin saberlo, su sentencia en ese mismo instante.

La "oposición" interior en la Armada, al frente de la cual estaba el Capitán de Fragata Víctor Concas (superior, por tanto, de Peral), en todo ese tiempo se dedicó a malmeter y a conseguir apoyos contra el proyecto del "artefacto submarino" en los ministerios -convencieron al propio Beránger-, para lo que no dudaron en propagar calumnias e, incluso, a llegar a enseñar el proyecto a agentes extranjeros de dudosa discreción.

Zaharoff, se empleó a fondo y con sus típicos ardides en su contra.

El inventor español sufrió cuatro sabotajes durante las pruebas (el primero de ellos, en la prueba previa, en presencia de la jefatura del estado español), pero, Peral, más precavido que el norteamericano, salió airoso de todos ellos. Pese a ello, Zaharoff, que iniciaba sus pervertidos métodos empresariales (conocidos, más adelante, como Sistema Zaharoff), consiguió interponerse entre el inventor y su propio gobierno, y obtuvo, al final, un fallo del gobierno español en contra del invento del submarino, con lo que el mencionado gobierno desarmó a su nación para un futuro conflicto bélico que ya se perfilaba en el horizonte (la Guerra entre españoles y americanos de 1898).

El Almirante americano Dewey, cuando conoció el invento de Peral, dijo: “Si España hubiera tenido esta arma en la guerra de Cuba, me hubiera sido imposible bloquear el puerto de la Habana”

«El submarino de Isaac Peral pudo cambiar el rumbo de la historia. Quién sabe si Cuba y Filipinas hubieran seguido siendo españolas...», conjetura en XL Semanal Diego Quevedo, alférez de navío destinado en el Museo Naval de Cartagena y experto en la figura del inventor cartagenero. Este año se cumplen los 127 de la botadura del mayor ingenio tecnológico que España dio al mundo en el siglo XIX: el primer submarino de propulsión eléctrica y capaz de lanzar torpedos, un novedoso buque que copiarían el resto de las flotas navales, con resultados devastadores en las dos guerras mundiales. Ese invento cambiaría para siempre la manera de combatir en el mar. Pero la miopía del almirantazgo y del Ministerio de Marina españoles para vislumbrar su potencial, sellaron la desgraciada suerte de Peral y de su invento.

El submarino, como dijimos anteriormente, fue botado en Cádiz el 8 de septiembre de 1888.

Diez años más tarde, España perdió su doble estatus como potencia naval y colonial cuando fue barrida por la flota de Dewey con una facilidad insultante. Para entonces, tanto Isaac Peral como su submarino habían corrido una suerte paralela. El inventor había muerto en 1895 en Berlín, ciudad a la que había viajado para operarse de un cáncer de piel. Tenía 43 años y había renunciado a su sueño de llevar adelante la construcción de submarinos.

Come dejamos ya dicho, desmoralizado y harto de zancadillas, pidió la baja en la Armada en 1891 cuando era tan solo Teniente de Navío, y esta ni siquiera le concedió una pensión. En cuanto a su submarino, se pudría literalmente en el arsenal gaditano de La Carraca, expoliado de sus elementos de valor y usado como retrete por el personal del astillero. En 1929 fue trasladado a Cartagena. Y tras el paso del tiempo, terminó por ser rescatado y llevado a los talleres para hacerle un lifting contra el óxido después de estar décadas a la intemperie.”

Él mismo Isaac Peral diseñó los planos, aunque no era ingeniero naval; y sería también el comandante del sumergible, que tenía una dotación de 12 hombres. La construcción se realizó en Cádiz, donde el buque era visto con cierta guasa y fue bautizado como 'el cacharro' o 'el puro'. Costó 300.000 pesetas de la época, cuando el precio de un acorazado rondaba los 40 millones.

El día de la botadura la expectación era enorme. Y también el escepticismo. Un ingeniero, probablemente al servicio de los proyectos del contrabandista Zaharoff, pidió al general Montojo que prohibiese el acto. «Vamos a hacer el ridículo. En cuanto este barco caiga al agua, empezará a dar vueltas como una pelota», profetizó.

Su profecía carecía del menor fundamento científico, pero la prueba estaba destinada al fracaso, porque lo curioso es que el propio Isaac Peral, descubrió momentos antes que alguien o algunos habían saboteado la botadura, averiando seriamente una de las hélices de propulsión. Pero felizmente se dio cuenta a tiempo y ayudado por un mecánico experto y de su confianza, reparó rápidamente la avería…

Peral pintó una línea con yeso en el casco y aseguró que el agua no la rebasaría. Y así fue. La maniobra fue un éxito y comenzaron las pruebas de mar. En los meses siguientes el submarino realizó una inmersión, siguió el rumbo fijado, lanzó torpedos...

Conviene resaltar que no se le concedió permiso para efectuar la prueba clave y más elocuente que había solicitado el propio inventor: atravesar sumergido el estrecho de Gibraltar, desde Algeciras hasta Ceuta. A pesar de lo cual, demostró en las pruebas que se verificaron que podía navegar en inmersión a la voluntad de su comandante, con el destino, rumbo y cota predefinidas y en mar abierto. Además, demostró que podía atacar, sin ser visto, a cualquier buque de superficie. La Comisión Técnica nombrada al efecto avaló el éxito de las pruebas del primer submarino de la historia. Sin embargo, oscuros intereses nunca aclarados por desgracia, motivaron que las autoridades del momento desecharan el invento y alentaran una campaña de desprestigio contra el inventor. Y así el Gobierno canceló el proyecto:

«No pasa de ser una curiosidad técnica sin mayor trascendencia», dictaminó el informe que lo sentenciaba.

Como ya dijimos también antes, tras esta manifiesta injusticia y la mala fe de quienes la ejecutaron no le quedó más remedio que solicitar la baja en la Marina e intentar aclarar a la opinión pública la verdad de lo sucedido.

El 5 de noviembre de 1891 se licenció del servicio y fue operado por primera vez de cáncer en Madrid, pero se le impidió publicar su manifiesto en ningún medio de comunicación.

Finalmente, consiguió publicarlo, costeándoselo de su bolsillo, en el periódico satírico El Matute.

¿Por qué el Ministerio de Marina español descartó la compra del submarino de Isaac Peral en 1890 si la mayoría de las pruebas a las que se lo sometió durante dos años habían resultado positivas? La respuesta a este enigma tiene un nombre, Basil Zaharoff, un hombre a la vez famoso y misterioso en su época y hoy casi olvidado. Conocido como uno de los mercaderes de la muerte (ignominiosa categoría en la que se codea con Alfred Krupp, Du Pont de Nemours o Remington, entre otros), Zaharoff amasó durante su vida (1849-1936) una de las mayores fortunas del mundo dedicándose a un 'oficio' en el que fue maestro y creó escuela: la venta internacional de armas. Lo que más tarde se conocería como Sistema Zaharoff consistía en boicotear a los competidores, corromper políticos para hacerles incluso declarar una guerra, y vender sus armas a los Ejércitos de ambos bandos. Manejando con habilidad (y mucho dinero) los entresijos de la comunicación, Zaharoff gozó toda su vida de gran fama y excelente reputación, hasta el punto de que fue honrado con 298 medallas y títulos por no menos de 31 países. Inglaterra lo nombró SIR.

Zaharoff viajó a España en varias ocasiones entre 1886 y 1889. Lo movían tres objetivos: boicotear el submarino de Peral, vender armas al Ejército español y comprar una fábrica de armas. Le interesaba, sobre todo, el 'torpedero submarino' de Isaac Peral. Aumentaría su catálogo de armas... y sus beneficios. Un año antes había logrado vender a Grecia, Turquía y Rusia unos submarinos... ¡con propulsión a vapor! , razón por la que ni siquiera podían sumergirse del todo. El submarino de Peral era otra cosa. En las exigentes pruebas que el Ministerio de Marina le obligó a pasar entre 1888 y 1890, navegó sumergido, tuvo un buen gobierno y disparó torpedos en superficie y sumergido sin problemas. Funcionaba con propulsión eléctrica (gracias a una batería inventada por el mismo Peral) y, entre otra tecnología punta del momento, tenía periscopio, aparato de punterías, giroscopio, tubo lanzatorpedos y servomotor para mantener la estabilidad. Era un arma de guerra excepcional. Zaharoff había conocido con sospechosa rapidez los trabajos de Peral.

Había inspeccionado los planos confidenciales que este había entregado al Ministerio de Marina español –¡en el propio Ministerio!– e incluso había tratado de comprar las patentes al mismo Peral durante un encuentro 'fortuito' en Londres. Peral había rechazado las ofertas. Zaharoff aplicó su 'sistema'. El submarino sufrió cuatro sabotajes durante las pruebas (celebradas en agosto, septiembre y noviembre de 1888 y en junio de 1890), aunque Peral logró salir airoso de todo, seguramente porque conocía los retorcidos métodos de su competidor. Pero al final, Zaharoff consiguió lo que quería. Pese a lo satisfactorio de las numerosas pruebas, sobre todo en el simulacro de ataque con torpedo al crucero Colón, la junta técnica señaló que el submarino precisaba de mayor estabilidad, debía duplicar su velocidad y radio de actuación y que no se sumergía con la prontitud deseada; por lo tanto, no servía. El ministro de Marina, Berenguer, desaconsejó dotar al país de un arma sin parangón en ese momento, y que, ocho años después, en la guerra contra EE UU (que ya se dejaba entrever) pudo haber significado la diferencia entre derrota y victoria

Isaac Peral no sólo creó el 'torpedero submarino'. Durante su corta vida, inventó también una ametralladora eléctrica, un ascensor así mismo eléctrico y un varadero móvil. Estando en Berlín para operarse de cáncer, un descuido médico le produjo una meningitis que acabó con su vida. Tenía 44 años.

Ya licenciado de la Armada, aunque le quedó para siempre el resentimiento y el desaliento por el mal comportamiento y por las injusticias que con él cometió la Marina, montó por cuenta propia y con enormes sacrificios económicos, unos talleres donde prosiguió sus investigaciones (a pesar de que estaba muy falto de fondos para mantener a su esposa y cinco hijos) e hizo proyectos muy importantes para dotar a muchas ciudades de luz eléctrica.

Pero como decíamos antes, la muerte le sorprendió cuando aún era muy joven (44 años) y cabía aún esperar de su excepcional talento, de su inquebrantable voluntad y de su formidable espíritu de trabajo, muchos y muy importantes proyectos, tanto para la ciencia española como para el progreso industrial de nuestra patria.

Sin embargo, su espíritu de lucha, su constancia y su valentía, tras abandonar la vida militar, le impulsaron en 1890 probar fortuna en la actividad política, tratando a través de ella de reivindicar su nombre y combatir las persecuciones recibidas y fue elegido diputado ese mismo año. Pero perdió el escaño en 1891, también por manejos desde altas esferas que no pudo combatir.

Pero su voluntad no se quebrantó por ello y pronto se empleó de ingeniero en una empresa alemana, continuando también en España sus propios negocios de material eléctrico a los que ya nos hemos referido..

Isaac Peral obtuvo patentes en nuestro país en siete ocasiones entre 1887 y 1891. Tres patentes estaban referidas al acumulador eléctrico de su nave (pats. nº 7.073, nº 7.079 y nº 10.582). Las demás fueron un varadero para embarcaciones (pat. nº 7.503), un proyector de luz (pat. nº 7.975) y un ascensor eléctrico (pats. nº 12.703 y nº 12.837). También inventó una ametralladora que funcionaba con electricidad, aunque esta no llegó a registrarla en España.

A pesar de sus escasos recursos económicos, continuó con sus proyectos de dotar de electricidad a las ciudades de España, cuyos alumbrados de gas eran costosos e incluso peligrosos. Con diversas ayudas y financiaciones, siempre escasas, montó una fábrica de acumuladores en Madrid y varias empresas diseminadas por toda la geografía nacional para electrificar municipios, empresas e instalaciones de todo tipo. Además, montó las primeras centrales eléctricas que hubo en España.

Sólo por estos hechos merecería reconocimiento universal pues fue pionero de la Segunda Revolución Industrial.

Pero, desgraciadamente, su mala salud se fue deteriorando muy deprisa y entre 1891 y 1895 sufrió cuatro graves intervenciones quirúrgicas, pues estaba aquejado de un cáncer que se le había manifestado en octubre de 1889 y que le había perjudicado durante el periodo final de las pruebas.

No quedó curado, las operaciones –con los escasos medios de la época- tuvieron un éxito muy limitado pero, aun así y todo, le dio tiempo a crear la primera industria eléctrica de importancia que hubo en el mundo, sin dejarse abatir por la enfermedad y además de luchar valientemente contra ella, continuó con sus trabajos técnicos sin desfallecimiento.

No sobrevivió al postoperatorio de la última, que le fue practicada en Berlín, porque una complicación infecciosa le acarreó la muerte por meningitis cuando estaba a punto de cumplir 44 años.

Su obra, en materia eléctrica, fue continuada por el ingeniero belga Tudor. Y, precisamente con las baterías Tudor, volvieron a navegar los submarinos. ¡La Armada y sus marinos trataron de evitar el desastre que se avecinaba; los políticos la condenaron!

De todos modos hemos de concluir que, si bien su popularidad fue enorme, (hasta el punto de crearse, juguetes, sombreros y hasta pasteles con su nombre), la Armada Española no se comportó como este ilustre marino se merecía y fue la gran culpable de que su invento fuera utilizado por otras potencias, tales como Alemania e Inglaterra y posteriormente los Estados Unidos de América, que sí supieron explotar para sus enormes aventuras bélicas el formidable invento de este desgraciado marino español.

Pocas veces le cuadraron tan justamente a un hombre sus apellidos como a éste:

PERAL (y perdónenme vds. esta cierta vulgaridad): porque supo dar espléndidos frutos…

CABALLERO: Porque lo fue, y lo fue en la más pura y digna extensión de la palabra.

Fernando Álvarez Balbuena

Fernando Álvarez Balbuena

Historiador. Doctor en Ciencias Políticas y Sociología

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