... En la base de la complejidad de este paso se encuentran varios factores que no son sencillos de soslayar, como por ejemplo, la resistencia política y la percepción de la sociedad europea en lo tocante a la defensa.
Con relación a los aspectos políticos, la soberanía de los países ha sido el principal argumento esgrimido para evitar cambios en este terreno. Además las trabas puestas por el Reino Unido a lo largo de los años han supuesto un problema adicional que parece ir resolviéndose poco a poco. Sin embargo, los progresos son mayores en unas áreas que en otras. Así, lo que tiene que ver con la industria de defensa se encuentra en un estado más avanzado que lo relativo a la creación de un ejército europeo.
Por lo que respecta a los factores sociales, más allá del reducido interés de la sociedad europea en los temas de defensa y su aversión a un incremento del gasto en defensa, la percepción de la existencia de riesgos es muy reducida, por lo que no se llega a comprender la necesidad de dedicar demasiados esfuerzos a la defensa. No obstante, si hay una sensibilidad mayor en lo relativo a la seguridad, entendida ésta desde la perspectiva de “seguridad interior de los países”, algo que, cada vez de manera más intensa se solapa con la defensa exterior y los intereses de los países europeos más allá de sus fronteras.
La idea de un ejército europeo no es nueva y ha pasado por diversos momentos en los cuales parecía que podría salir adelante: en los años 50 –aunque fue vetado por Francia-, posteriormente en los 80 y 90 y ya en la actualidad. Los motivos de que ahora tenga más posibilidades de salir adelante esta iniciativa son varios y de diversa índole.
En primer lugar, se ha apelado a la necesidad de que Europa sea independiente estratégicamente. La cuestión básica es que los EEUU han tomado la decisión de exigir más a Europa en términos económicos y defensivos, de manera que el discurso europeo de la independencia estratégica viene forzado por la posición estadounidense. Incluso dentro de la OTAN las voces que piden que el reparto de las cargas sea más equitativo ha venido creciendo sustancialmente desde que Obama estaba en la Casa Blanca.
En segundo lugar, los riesgos a los cuales se enfrenta Europa están visualizándose de forma cada vez más clara. Así Rusia con su “asertividad” en el ámbito estratégico y militar, los enormes problemas internos y externos que genera la emigración y a los cuales los países no se enfrentan de forma armonizada y el terrorismo yijadista, empujan hacia la necesidad de una defensa más coordinada y en su límite, común, en la que ésta sea un instrumento de cohesión y coherencia en la toma de decisiones ante problemas graves como los mencionados.
En tercer lugar, si bien Europa es un actor relevante en términos económicos en el contexto internacional, no lo es cuando se trata de factores estratégicos y políticos. La fragmentación de los países y las posturas divergentes en cuanto a los grandes asuntos estratégicos debilita la posición europea en el mundo, lo cual puede atemperarse si el planteamiento fuese de un ejército europeo, no regido por los estados miembros.
¿Por dónde ha comenzado el planteamiento de la UE? Básicamente ha empezado por el punto en el cual no se resienta la soberanía de los países y permita acercar posturas en términos económico-industriales. El instrumento básico es el dinero. A nadie le amarga un dulce –aunque dentro de unos años vaya a haber damnificados-, y si la Unión destina 13.000 millones de € a financiar proyectos innovadores de uso militar-dual, pues bienvenido sea. En este caso dos son los argumentos esgrimidos. El primero la soberanía en términos de capacidades, es decir, tener la autonomía suficiente como para no depender de capacidades no europeas en un futuro. El segundo la colaboración industrial entre las empresas de defensa de los estados miembros.
La fragmentación del mercado de defensa es notoria, de manera que cada país pose su propia industria de defensa, la cual protege de la competencia externa, muchas veces al amparo del art. 346 del Tratado de Lisboa. Esta situación en un contexto de presupuestos bajos implica una industria altamente ineficiente, con costes unitarios elevados y con una capacidad competitiva relativamente baja, sin nombrar los sobrecostes agregados que se calculan en más de 25.000 mil. € anuales. A ello se une la pléyade de sistemas de armas que hay en Europa, en comparación con los EEUU, lo cual genera desde problemas económicos, como los mencionados, hasta debilidades operativas, como la menor interoperabilidad. Así, la consecución del objetivo de un ejército europeo pasa por tener una industria europea de defensa que le dote de las capacidades necesarias a un coste adecuado. En definitiva, es una condición necesaria, aunque no suficiente.
Por lo que se refiere a la parte más política del tema, la confianza que depositan en Europa los aliados puede verse mejorada al haber una sola voz en términos militares. Sin embargo, cabe cuestionarse lo siguiente: ¿cómo se ve esta nueva tendencia desde la OTAN y desde los EEUU? En cuanto a la primera, se ve con buenos ojos que los países europeos vayan hacia un cierto aumento del gasto en defensa –particularmente en lo que a inversiones se refiere-, pero no tanto en lo tocante al ejército europeo. La causa es que la mayor integración europea en el ámbito militar puede debilitar a la propia OTAN como institución, aunque por otro lado, tendría mejores capacidades a su disposición. Con relación a los EEUU, la perspectiva es justo la contraria. Una fuerza militar potente en Europa reduce los recursos que el país americano ha de dedicar a la defensa en el viejo continente. Sin embargo, una industria de defensa europea fuerte supone mayor competencia para las firmas estadounidenses, lo cual no sienta demasiado bien, como es posible imaginar. Hasta tal punto es así, que las empresas americanas están tomando posiciones en empresas europeas a fin de aprovechar las oportunidades que brindan los 13.000 mil. ya mencionados.
En definitiva, la estrategia a medio y largo plazo de la UE pasa por estimular la colaboración industrial entre los países en el terreno de la defensa, a fin de poder plantear en un futuro la creación de un ejército europeo que no dependa sustancialmente de capacidades no europeas. La cuestión que queda aún sin resolver se refiere a cómo será la morfología de la industria de defensa europea o, en otras palabras, si la tendencia a los campeones europeos –monopolios-, vaciará de contenido industrial a las industrias de defensa de los países menos fuertes. El riesgo es elevado, particularmente para un país como España que se encuentra en una posición intermedia.