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¿Miseria del Liberalismo?

David Mamet, autor de 'The Secret Knowledge. On the Dismantling of American Culture' (Sentinel, New York, 2011), (Foto: Jaguar PS / Shutterstock, https://www.thestage.co.uk/)
David Mamet, autor de "The Secret Knowledge. On the Dismantling of American Culture" (Sentinel, New York, 2011), (Foto: Jaguar PS / Shutterstock, https://www.thestage.co.uk/)

LA CRÍTICA, 19 NOVIEMBRE 2018

Por Manuel Pastor Martínez
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(...) No estamos ante una “hegemonía cultural” de las izquierdas sino ante una hegemonía propagandística, mediática (la consabida “agit-prop”), que los políticos liberales no han sabido contrarrestar...

Después de casi 50 años dedicado a la investigación y enseñanza universitaria de la Ciencia Política, con especial atención al estudio de las Ideologías Políticas, he llegado a la conclusión de que en gran medida, si no la única, una causa profunda de la crisis de nuestra cultura política, en Occidente y en España, es una crisis filosófica y moral que se refleja dramáticamente en la vida política y en los partidos políticos, y que se puede resumir en una frase: miseria o pobreza del Liberalismo.

Uso el término “miseria” como equivalente a “pobreza”. Como es sabido, el ácrata Pierre-Joseph Proudhon escribió un ensayo sobre Filosofía de la miseria (1843) al que el autócrata Karl Marx, manipulando retóricamente los términos, replicó con su Miseria de la filosofía (1844), en que se pierde la connotación original, material, de “pobreza”. Cien años más tarde el liberal Karl Popper, teniendo en mente esta famosa polémica, escribirá un ensayo que tituló Miseria del historicismo, especialmente dedicado a la manipulación de la historia por el llamado materialismo histórico, la historiología e historiografía marxistas.

La “miseria del marxismo” ya había sido demostrada y expuesta por Karl Popper en un extenso ensayo anterior, La sociedad abierta y sus enemigos (1945) y otros autores liberales, como Raymond Aron en Los marxismos imaginarios (1969), quien por cierto también había escrito un brillante y profundo análisis de la droga letal de los marxistas en El opio de los intelectuales (1955). La escuela austriaca del Liberalismo, en un nivel superior de análisis económico y político, llegará a impugnar la “miseria” de todos colectivismos o socialismos: Ludwig von Mises, Socialismo (1922), y sobre todo F. A. Hayek, Camino de servidumbre (1944) y Arrogancia fatal. Los errores del Socialismo (1988).

En España durante el último siglo no hemos estado huérfanos de una doctrina liberal, tanto en el ámbito más académico como en el de la divulgación. Desde la obra de Tomás Elorrieta y Artaza (Liberalismo, Madrid, 1926) y de Luis Díez del Corral (El liberalismo doctrinario, Madrid, 1945), hasta los ensayos de Enrique Larroque (Liberalismo, Madrid, 1978), de Fernando Chueca Goitia (Liberalismo. Ideas y recuerdos, Madrid, 1989), y el más reciente y brillante de Mario Vargas Llosa (La llamada de la tribu, Madrid, 2018). Aparte, por supuesto, de los diversos escritos de Azorín, Unamuno, Ortega, Marañón, Julián Marías y de mis maestros universitarios los profesores Carlos Ollero, Luis Díez del Corral y Antonio Truyol.

Sin embargo, ¿por qué titulo con un interrogante este artículo “Miseria del Liberalismo”? Hayek nos dio una clave al dedicar su Camino de servidumbre (título que tomó de una famosa cita de Alexis de Tocqueville): “A los socialistas de todos los partidos”. Es decir, me estoy refiriendo a la miseria o pobreza política de los llamados partidos “liberales” en Europa, América, y concretamente en España desde los inicios de la Transición hasta el presente.

La conciencia liberal moderna, como ideología política (no me refiero aquí a la doctrinas filosóficas o teorías políticas, desplazadas y confinadas en sus torres de marfil), se ha visto constreñida y corrompida por la presión combinada del odio a la libertad de las izquierdas y el miedo a la libertad de las derechas.

El Liberalismo europeo –con la excepción de los representantes de la tradición Whig británica y un segmento minoritario de los doctrinarios franceses, ambos hoy casi extintos- ha estado lastrado por los modelos Jacobinos y el estatismo proto-socialista derivado de ciertas inflexiones del pensamiento en John Stuart Mill y sus discípulos Fabianos (intervencionismo económico del Estado, “justicia social y distributiva”, Welfare State, etc.).

En los Estados Unidos de América, gracias a los Federalistas (inicialmente Hamilton, Madison y Jay en las ideas político-constitucionales; Hamilton, Washington y Adams en la política práctica), y sus continuadores republicanos del GOP (Lincoln y los republicanos liberal-conservadores en los siglos XX y XXI), el Liberalismo genuino ha continuado existiendo adaptándose a las transformaciones de la sociedad industrial y postindustrial. El partido Demócrata desde principios del siglo XX (Wilson, FDR) se ha ido transformando en un partido de corte socialdemócrata en un proceso que ha culminado con las administraciones de Johnson, Clinton y Obama. Lo que los americanos llaman hoy “Liberalismo” es muy parecido a lo que en Europa entendemos como Laborismo o Socialismo.

Es significativo que los liberales españoles desde el siglo XX, antes y después de la Guerra Civil (Lerroux, Azaña, republicanos, radicales y demócratas diversos, destacadamente los democristianos, nacionalistas vascos y catalanes…) que sobreviven bajo el franquismo y enlazan con la Transición, comparten rasgos jacobinos afrancesados o admiración –a veces un poco teñida de papanatismo- por los demócratas estadounidenses: John F. Kennedy (y más extraño, sus radicalizados hermanos Robert y Edward), el matrimonio Clinton y Obama son iconos que forman parte central de la mitología ideológica del “Liberalismo” español (en referentes como los hermanos Joaquín y Antonio Garrigues Walker, J. A. Segurado, la mayoría de políticos en AP, UCD, CDS, PP, UPyD, Ciudadanos, etc.). Esta actitud ha sido también característica de muchos medios de comunicación y algunos periodistas liberales célebres (Pedro J. Ramírez, Eduardo Inda, Antonio Jiménez, Federico Jiménez Losantos…), cuya alergia al liberalismo conservador del partido Republicano se ha extendido a la descalificación ignorante del populismo liberal del Tea Party y sobre todo del Trumpismo, siguiendo las pautas y tópicos (también las Fake News) de la oposición anti-Trump en el Establishment político y mediático de los Estados Unidos.

¿Cómo es posible que un movimiento con una estructura ideológica tan dotada y poderosa en el campo filosófico (desde Locke y Kant, pasando por Tocqueville y Nietzsche, hasta los James Burnham, Leo Strauss, Karl Popper, Roger Scruton, etc. de nuestro tiempo), y en el económico (desde Adam Smith hasta la escuela austriaca de Menger, Mises, Hayek, etc., la Sociedad Mount Pelerin, Milton Friedman y la escuela de Chicago), haya sido tan impotente políticamente? No estamos ante una “hegemonía cultural” de las izquierdas sino ante una hegemonía propagandística, mediática (la consabida “agit-prop”), que los políticos liberales no han sabido contrarrestar.

Deberíamos aprender del llamado excepcionalismo americano, cuyo padre intelectual fue Tocqueville, afirmativo de una robusta tradición liberal-conservadora que histórica y políticamente –al menos hasta el siglo XXI- marginó e hizo irrelevantes a los colectivismos como el socialismo, el comunismo y el fascismo. Con una Constitución normativa eficaz, y una estructura política decisiva como ha sido el sistema de partidos abierto, no partitocrático (de primarias auténticas, anti-Establishment), pluralista, integrador de ideas y corrientes en grandes coaliciones.

Quizás en España a medio plazo sea necesaria una reforma constitucional, pero lo prioritario hoy es que el conglomerado de Centro-Derecha (en concreto: PP, Ciudadanos, UPyD, Vox y los grupos regionalistas) encuentre una fórmula de unidad, alianza o colaboración bajo los principios del liberalismo conservador, materializados en las reglas estrictas del imperio de la ley y la democracia liberal (unidad nacional, separación de poderes, independencia del poder judicial, autonomía y federalismo bien entendidos, democracia interna de los partidos, etc.). Es la una única alternativa política “normal” (constitucionalmente existe una alternativa “excepcional”) ante el desafío de los anti-sistema: las izquierdas radicales y los separatismos.

Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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