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La juventud de Ricardo Gullón

La Guerra Civil en las memorias de Ricardo Gullón. (Foto: ABC 04/10/2017)
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La Guerra Civil en las memorias de Ricardo Gullón. (Foto: ABC 04/10/2017)

7 NOVIEMBRE 2017

Por Manuel Pastor Martínez
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(...) El joven Gullón, nos cuenta, se encontró durante la Guerra Civil con Julián Besteiro: “Lo vi en la situación deplorable del hombre que va a la Dirección General de Seguridad, ¡el hombre que había sido Presidente de las Cortes Constituyentes!, a pedir protección, porque una vez iniciada la guerra entraron en su casa unos milicianos..."

Pocos años antes de su muerte Ricardo Gullón publicó en León un pequeño libro titulado La juventud de Leopoldo Panero (Breviarios de la Calle del Pez, DPL, León, 1985), cuyo tema era también en gran medida sobre la juventud del autor. A ella voy a referirme en este artículo, concretamente a su juventud política, a la espera de las investigaciones y análisis futuros sobre las memorias del escritor astorgano que nos ofrezcan los especialistas en la materia como el profesor Javier Huerta Calvo.

El período sustancial de la juventud de Gullón probablemente es el que transcurre entre sus dos novelas publicadas, que intelectualmente ejemplifican la transición desde la experimentación en el aprendizaje hasta la plena madurez intelectual: “mi primer librín, la novela corta, Fin de semana (1934), que me temo reflejaba harto las lecturas de Proust” (La juventud… página 66), y El destello (1948). Es decir, desde el advenimiento y primeros pasos de la República hasta los inicios de la Postguerra en Europa y, en medio, el caótico y poco ejemplar experimento de la primera democracia española y el trágico desenlace en la Guerra Civil, con la violenta extensión de la Segunda Guerra Mundial. Un período eminentemente político y de políticas extremas, marcado por tragedias personales y colectivas.

Recuerda Gullón: “La política se había infiltrado desde el año veintitrés en la vida de jóvenes como nosotros, pertenecientes a familias del llamado Antiguo Régimen. El golpe de Primo de Rivera nos convirtió en parte natural de la oposición, aun si era una oposición de mera palabrería (…) –y escribe refiriéndose a los hermanos Panero- Juan y yo éramos republicanos. Leopoldo se orientaba hacia el marxismo. Nos distanciaba una cierta frivolidad de que Leopoldo no gustaba.”(La juventud…páginas 43-44 y 60). El primer manifiesto de la juventud, o “atrevida muchachada” –como escribirían Ricardo Gullón y sus amigos- había sido el primer “librín” que publicaron con el título Guía artística y sentimental de la ciudad de Astorga (Imprenta y Librería Porfirio López, Astorga, 1929, 118 páginas). Lo firmaban Luis Alonso Luengo, Ricardo Gullón y Leopoldo Panero. Sería la presentación en sociedad -aunque en la firma faltaba el nombre del hermano mayor de Leopoldo, Juan Panero- del grupo literario que más adelante se conocerá, gracias a Gerardo Diego, como Escuela de Astorga.

En el Pórtico a la obra mencionada, escribían con orgullo los jóvenes astorganos: “La tropas de Napoleón conquistan Astorga -21 de abril de 1810- después de heroica resistencia de la ciudad que llegó a los máximos extremos dl sacrificio. En 1812 el Ejército nacional que abrumado por fuerzas superiores hubo de rendir la plaza, supo reconquistarla arrojando de ella a los franceses. Los cien últimos años han sido de labor callada, virtuosa, perseverante, para resurgir merced al ingenio y al trabajo de sus hijos. Se alteró su paz sin embargo durante las infaustas guerras civiles a impulso de las discordias que dividieron a los españoles. Hondos convencimientos determinantes de escisiones partidistas la mantuvieron agitada sin llegar nunca a sucesos luctuosos. Cayó siempre del lado de la Libertad (…) Pueblo noble, hidalgo, laborioso, sobrio, sufrido, honrado. De su abolengo aristocrático tiene en su Ayuntamiento tratamiento de Excelencia y remata su escudo con corona de Marqués. De su añeja y profunda raigambre democrática conserva la llaneza de sus costumbres, la sencillez de su trato. Del temple heroico de sus moradores ostenta como símbolo en su blasón una recia rama de encina (…)” (Guía…, páginas 6-7).

No podían imaginar entonces Ricardo Gullón y sus jóvenes amigos que todavía conocerían otra “infausta guerra civil” y las “escisiones partidistas” iban a dividir al grupo: Luis Alonso Luengo y Juan Panero apoyarían la rebelión franquista; Leopoldo Panero inicialmente (después forzado por la circunstancias se adheriría al franquismo) y Ricardo Gullón a la República y (también inicialmente, aunque nunca evolucionó hacia el franquismo) al Frente Popular.

No obstante hay que destacar que Gullón fue de todos ellos el que mantuvo un equilibrio ideológico más coherente, dentro del espacio político de centro-izquierda. Simpatizante inicialmente del republicanismo radical de Lerroux, cuando éste se derechizó el joven astorgano cambió su lealtad a la izquierda republicana de Azaña. Y cuando éste radicalizó sus posiciones durante el Frente Popular y la Guerra Civil, Gullón comenzó a alejarse del azañismo (que había compartido con sus paisanos Gabriel Franco –ministro de Hacienda con Azaña- y Juan Panero) mostrando un progresivo interés por la actitud moderada, pacífica y democrática del socialdemócrata Julián Besteiro, inevitablemente distanciado de las corrientes mayoritarias frentepopulistas del PSOE (Largo Caballero, Prieto y Negrín).

Dos personajes políticos españoles relacionados con sus recuerdos de juventud le preocuparon a Ricardo Gullón en sus últimos años (no diré que le obsesionaran porque aparentemente, como buen liberal, no tenía obsesiones políticas): Manuel Azaña y Julián Besteiro, a los que dedicará en el diario ABC dos artículos a cada uno: “Don Julián Besteiro” (5 de Enero, 1986), “Un enigma: Recuerdo de Manuel Azaña” (3 de Mayo, 1988), “La distinción de un profesor: Julián Besteiro, cincuenta años” (27 de Septiembre, 1990), “Personalidad. Ideología: Manuel Azaña” (3 de Noviembre, 1990).

Respecto al republicanismo y al azañismo de su juventud escribe: “Lo negativo pesaba con más fuerza que lo positivo, y las ideologías daban la impresión de carecer de ideas vivas, sobrecargadas de materia muerta (…) Que el cambio hubiera de realizarse desde el liberalismo era cuestión que no ofrecía duda para Azaña y sus seguidores. El conflicto surgía al discutir la dirección y el contenido de ese liberalismo (…) El liberal Azaña era por carácter y temperamento hombre desdeñoso, con desdén que alcanzaba a sus cercanos si a la cercanía no se asociaba la competencia (…) Tal desdén gravitaba en la conducta del político y no facilitaba sus relaciones con sus partidarios y asociados (…) La clave del enigma Azaña no ha de buscarse fuera sino en la entraña de su personalidad. Aquél desdén de que hablé tenía como correlato una cierta atenuación del liberalismo, cuyo componente fundamental es la comprensión. Cuando la tentación dictatorial le fue presentada, no vaciló en rechazarla, según exigía la pulcritud democrática. No está ahí la clave, pero sí muy cerca, en el enfrentamiento interior del ideólogo liberal y el autoritario por temperamento” (R. Gullón, ant. cit. en ABC, 3 de Mayo, 1988).

El joven Gullón, nos cuenta, se encontró durante la Guerra Civil con Julián Besteiro: “Lo vi en la situación deplorable del hombre que va a la Dirección General de Seguridad, ¡el hombre que había sido Presidente de las Cortes Constituyentes!, a pedir protección, porque una vez iniciada la guerra entraron en su casa unos milicianos o unos bandoleros que querían infundirle miedo, pavor. Y luego todas las noches, en una pared frente a su casa, sus seudocorreligionarios procedían a practicar dos o tres asesinatos como una especie d lección indirecta” (R. Gullón, cit. por J. J. Rodríguez Sánchez, “Ricardo Gullón”, Rey Lagarto, 9, 1991).

El escritor astorgano había descubierto, según su personal testimonio, la faz del terror totalitario frentepopulista, y nos relata su impresión tras entrevistarse con Besteiro: “Salí bajo la impresión de la desolación en que estaba viviendo aquel hombre bueno, que no quería la guerra, aquel hombre que, según Juan Ramón Jiménez declaró más tarde, era uno de los que encarnaban el espíritu de España y uno de los que, de estar en el poder, pudo evitar la guerra” (R. Gullón, ant. cit. en ABC, 27 de Septiembre, 1990).

Creo no equivocarme si digo que estos artículos traslucen una clara admiración por Besteiro y una cierta decepción respecto a Azaña. Aunque Gullón no era un hombre de partido, sus inclinaciones tras las experiencias dramáticas de su juventud fueron hacia una socialdemocracia no marxista, constitucional, enmarcada como en la tradición británica fabiana en una Monarquía parlamentaria. No deja de tener un claro simbolismo que el viejo republicano comenzara a colaborar habitualmente desde finales de 1983 en el diario monárquico ABC.

Su primera colaboración significativa fue precisamente con el artículo “El aristocratismo de Ortega” (ABC, 30 de Diciembre, 1983). En 1989 fue galardonado con el Premio de las Letras Príncipe de Asturias, y en 1990, apenas cuatro meses antes de su muerte, ingresaría en la Real Academia Española.

Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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