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Poshumanismo

Poshumanismo

27 AGOSTO 2017

Por Francisco Ansón Oliart
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(...) la mejora y transformación radical de la especie humana, comporta establecer qué es lo mejor, es decir, qué es lo que, por ejemplo, procura mayor felicidad al ser humano...

No sé, si de la misma manera que la RAE ha admitido el término de posindustrial (sin “t” detrás de la “s”), en el sentido de que no se trata de algo que se encuentra después de la industria y sus revoluciones –la máquina de vapor y la utilización de la energía eléctrica- sino que se trata de una realidad diferente: lo que empieza a llamarse, la Era Digital; y que el Presidente de esta institución, la RAE, haya adelantado que el neologismo de posverdad se incorporará a final de este año a nuestro idioma, puesto que no se trata de algo que está “después de” la verdad sino de otro significado tan distinto que resulta ajeno a la propia verdad; que el término de poshumano (también sin “t”) llegue a admitirse como algo diferente, no ya del humanismo clásico, sino de la naturaleza de lo humano.

El poshumanismo es el resultado final del transhumanismo. Este término ha sido definido por Nick Bostrom, como “un movimiento científico y cultural, que afirma el deber moral de mejorar las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana, y de incorporar al hombre las nuevas tecnologías, para que se puedan eliminar aspectos no deseados e innecesarios de la condición humana, como son: evitar el sufrimiento, el dolor, la enfermedad, el envejecimiento y hasta la condición mortal”, y en cambio aumentar su potencial físico , por ejemplo, mediante la incorporación de un exoesqueleto, capaz de aumentar su fuerza física por diez o por cien, sin peligro alguno de rotura de huesos, o proporcionarle el bienestar o felicidad, activando, por ejemplo, las neuronas que liberan la dopamina, es decir, que habrá que considerar un nuevo humanismo, pues el estudio de qué es el hombre será sustituido en nuestra época científica por el estudio de qué puede ser éste al integrar en su cuerpo y en su mente todas las nuevas aplicaciones de las que ya disponemos, y en mayor número y perfección cada año que pasa.

En 1998, tuvo lugar la Declaración Transhumanista, que determina que el potencial de la humanidad está, en gran medida, sin realizar, lo que hace que en este siglo, el tema concerniente a la mejora del ser humano sea de acuciante actualidad, pues los últimos avances en biotecnología, nanotecnología, eugenesia, robótica e inteligencia artificial, plantean una posible interacción satisfactoria entre estas técnicas y las posibilidades mentales y corporales que el ser humano posee en el presente.

Por consiguiente, “de una forma u otra, acabaremos siendo todos (al menos todos los que se lo puedan permitir, y ésta se va a convertir en una cuestión de política social en un horizonte no tan lejano) cyborgs (organismo cibernético). Algunos, como Andy Clark, ven que el software, se va a integrar en nuestra `psicología evolutiva`. Se podría llegar así a una ´aumentación de lo humano´. Es lo que en parte plantea el debate sobre el transhumanismo, del que Ray KurtzWeil es un exponente, que reemplazará a humanos por híbridos. No será la máquina la que se volverá humana gracias a la Inteligencia Artificial (IA), sino el hombre el que se volverá aún más máquina, algo que ha sido casi desde siempre. El transhumanismo, abordado incluso por el Parlamento Europeo, … dado que el cruce de la robótica, la inteligencia artificial y la biología nos va a permitir conectar nuestra mente directamente con la redes y con las máquinas en 20 o 25 años.” (Andrés Ortega, LA IMPARABLE MARCHA DE LOS ROBOTS, Alianza Editorial, 2017, p. 236).

En efecto, “ese humanismo tradicional, inspirado en la cultura del libro y en el canon de los fundadores de la filosofía y la historia occidental, parecía que se estaba quedando obsoleto frente a los descubrimientos de la neurociencia que daban respuestas nuevas a los viejos conceptos de razón, emoción y consciencia. Nuevos descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro humano y el desarrollo de las biotecnologías transformaban las antiguas ideas sobre la naturaleza humana. Los humanismos eurocéntricos, ya sea el clásico renacentista, el existencialista de la postguerra o el humanismo marxista, ya no respondían satisfactoriamente a las inquietudes de las nuevas generaciones, que pasaban gran parte de su tiempo en el ciberespacio, y a quienes la ciencia les hablaba de la posibilidad de transformar sus cuerpos, sus mentes y su potencialidad con la magia de la ciencia y la tecnología.” (Gabriela Chavarría Alfaro, El posthumanismo y el transhumanismo: transformaciones del concepto de ser humano en la era tecnológica http://www.kerwa.ucr.ac.cr/bitstream/handle/10669/846/%20Informe%20Final.pdf?sequence=1, 2013, pp.4 y 5).

De manera que el transhumanismo determina que es conveniente modificar, en el sentido de mejorar, al hombre para llegar al poshumanismo. En consecuencia, el hombre ha de plantearse una nueva concepción de la antropología, puesto que la evolución del ser humano no ha concluido y se debe establecer cuál es la naturaleza de ese cyborg, de ese híbrido, en el que progresivamente nos iremos convirtiendo… ¿para bien o para mal?

Al llegar aquí me planteo -si la tecnología me lo hubiera permitido-, las modificaciones que habría introducido en mi cuerpo y en mi mente cuando tenía 15 años. Lo que ocurre es que bastantes de ellas las rechazaría en la actualidad o buscaría otras que, posiblemente, serían incompatibles con las primeras. Más aún -de esto estoy seguro- la mayor parte de esas mejoras que yo habría elegido para mí, no las aceptarían mis hijos, que, entre otras cosas vivirían ya una situación y condicionantes sociales, ambientales y culturales distintos. Incluso, todavía más, si esas mejoras suponían cambios genéticos quizá me impidieran la procreación con otros seres humanos, porque, como acertadamente dice Antonio Ortega, sólo una parte, quizá minoritaria, de la humanidad se podría permitir los gastos que los convirtieran en “superhumanos”.

Con ello, quiero concluir que la mejora y transformación radical de la especie humana, comporta establecer qué es lo mejor, es decir, qué es lo que, por ejemplo, procura mayor felicidad al ser humano, que puede variar según la etnia, la cultura, el grupo social, la profesión, la familia, la ideología, hasta llegar al individuo, a cada individuo, a su identidad personal, como alguien distinto de los demás, puesto que cada persona tiene algo, quizá la personalidad, único e insustituible, con un modo de sentir, pensar y actuar, irreductible a cualquier otra persona. En último, y primer término, que el tranhumanismo antes de llegar al poshumanismo debe enfrentar una difícil problemática ética, esto es, cuál es el criterio respecto de qué es lo bueno para la naturaleza humana.

Francisco Ansón

Francisco Ansón Oliart

Investigador y escritor; licenciado y doctor en Derecho (Universidad Complutense de Madrid); doctor of Philosophy and Psychology (K-University, California); licenciado en Ciencias de la Información (Universidad Complutense de Madrid); doctor en Ciencias de la Comunicación (Universidad Camilo José de Cela)

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