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¿Cuarenta años de Partitocracia?

Moisei Ostrogorski. Autor de Democracy and the Organization of Political Parties, 1902, y de Democracy and Party System in the United States, 1910.
Moisei Ostrogorski. Autor de Democracy and the Organization of Political Parties, 1902, y de Democracy and Party System in the United States, 1910.

La Crítica, 14 Junio 2017

Por Manuel Pastor Martínez
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El diccionario de la Real Academia Española no recoge todavía el neologismo partitocracia (o, según otros, partidocracia), pero su uso en los análisis políticos se ha generalizado en las últimas décadas, con el precedente de la publicación de la monografía de Gonzalo Fernández de la Mora con tal título (Partitocracia, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1977).

El concepto o idea de “hyper-partisanship” o, según Michael Coppedge, “partyarchy”, viene de lejos, como se desprende en la reciente obra de John Avlon (Washington´s Farewell, Simon & Schuster, New York, 2017), en la que se señalan precedentes en la literatura británica, como el autor favorito del presidente norteamericano, Joseph Addison con su ensayo “Mischiefs of Party Spirit” (1711), asimismo Lord Bolingbroke, Alexander Pope, David Hume… y añado yo Adam Smith, en las páginas finales de The Nature and Wealth of the Nations (1776), que confluyen en el pensamiento de George Washington y los Federalistas americanos (Alexander Hamilton, James Madison). Y algunos –en realidad muy pocos- coetáneos suyos en Europa, como el marqués de La Fayette, quien proponía el “Reinado de la Ley” frente al “Reinado de los Clubs” durante la Revolución en Francia (cit. por F. A. Hayek en The Constitution of Liberty, Chicago, 1960).

Son clásicas las referencias al nefasto “espíritu de facción” o de partido en el ensayo X de The Federalist (1787) de J. Madison, y en el discurso de despedida del presidente Washington, The Farewell Address (1796), redactado finalmente por A. Hamilton.

En la literatura sociológica/politológica contemporánea cabe mencionar (aparte de los españoles Joaquín Costa y Gonzalo Fernández de la Mora) a autores como Mosey Ostrogorski, Roberto Michels, Maurice Duverger, etc.

El bielorruso Ostrogorski (autor de Democracy and the Organization of Political Parties, 1902, y de Democracy and Party System in the United States, 1910), está considerado el primer politólogo de reputación internacional que investigó exhaustiva y empíricamente los partidos políticos en las democracias modernas (Estados Unidos y Reino Unido) elaborando una hipótesis acerca de lo que hoy llamamos “partitocracia”, que a veces se confunde con otras expresiones como “clase política” (G. Mosca), “oligarquía y caciquismo” (J. Costa), “élite” (V. Pareto), “vanguardia” (V. Lenin), “burocracia” (M. Weber) o simplemente “casta” (favorita de algunos populismos izquierdistas en el Sur de Europa). El concepto se ha complicado con otras fórmulas más recientes como Establishment (divulgada en Gran Bretaña y los Estados Unidos a partir de los años 1950s) o las recientísimas “RINO” (Republicans Only In Name) y “Deep State” (favoritas de los populismos democráticos derechistas en los Estados Unidos, como el Tea Party y el Trumpismo).

Y en el ámbito más académico-constitucional no dejan de ser inquietantes los diagnósticos acerca del “Administrative State” (Adrian Vermeule, Philip Hamburger, etc.; véanse: Jonathan H. Adler, “Pangloss and the Bureaucrats”, National Review, February 6, 2017; John Tierney, “The Tyranny of the Admnistrative State”, The Wall Street Journal, June 10-11, 2017). La famosa “ley de hierro de la oligarquía” de los partidos (Roberto Michels) –y en otras circunstancias la “dictadura del secretariado” (Max Eastman)- alcanzan un nivel letal superior cuando los partidos conquistan el Estado (“Parteinstaat” o “Estado de partidos”) y el poder se delega en la burocracia y en los expertos de la tecnocracia (con múltiples y multiplicables denominaciones históricas: la “nueva clase”, el “funcionariado”, la “nomenklatura”, los “nepmen”, los “abogados del Estado”, los “enarcas”, etc.).

La democracia estadounidense, cuya Constitución no menciona los partidos políticos, ha encontrado y practicado medidas profilácticas contra la partitocracia (aparte del “impeachment”, el “judicial review”, el “recall”, etc.) mediante el sistema de convenciones y elecciones primarias.

Probablemente Ostrogorski, que asistía como observador a una convención americana a finales del siglo XIX, recordó un famoso e irónico comentario: “Dios protege a los borrachos, a los niños, y a los Estados Unidos”. Pero tras el aparente caos festivo de las convenciones hay que tener en cuenta que son la culminación de un proceso muy complejo de selección de los candidatos a través de las “primarias” (mediante caucus o elección popular), que son obligatorias por ley de cada Estado, más o menos abiertas, y no meramente por voluntad y reglas internas de los partidos, para sus miembros o militantes en su pretensión de parecer más democráticos, como suele acontecer en España y en Europa.

La Enmienda XXIV de la Constitución USA (1964) hace referencia precisamente al “derecho de los ciudadanos de los Estados Unidos a votar en cualquier primaria u otra elección…” Nada parecido existe en las partitocracias europeas.

Ahora que celebramos el 40 aniversario de la democracia en España es una buena ocasión para reflexionar por qué nuestra Constitución es nominal y no normativa –una de las razones de peso por la que podemos afirmar que tenemos pendiente la Consolidación democrática- , y basta como ejemplo el artículo 6 que exige a los partidos tener una estructura y funcionamiento interno rigurosamente democráticos. La Constitución también prohíbe expresamente el “mandato imperativo”, pero todos sabemos que se practica el mandato imperativo partidista, lo que no solo deteriora la democracia parlamentaria y quiebra el principio de la separación de poderes (en especial la independencia del poder judicial), sino que es una de las principales causas de la corrupción política. Por tanto, más que de auténtica democracia, ¿no es más apropiado hablar de cuarenta años de partitocracia?

Manuel Pastor Martínez

Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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