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LA AUTENTICIDAD DEL TITULUS CRUCIS

Si es auténtico, impresiona

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La Crítica, 25 Mayo 2017

Por Francisco Ansón Oliart
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(...) resulta prácticamente desconocido para los españoles la casi segura autenticidad del Titulus Crucis, del titulus damnationis de la Cruz en que murió Jesucristo, que se conserva en Roma...

En España, según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas, de cada 10 habitantes en nuestro país, algo más de 7 se declara católico. Es preciso dar crédito a esta encuesta, por cuanto se viene realizando, de manera similar, desde 1998 y, con ligeras alternativas el número de católicos en España va descendiendo; así en 2000, más de 8 de cada 10 se declaraba católico. No obstante, es evidente que España sigue siendo mayoritariamente católica, aunque, no sorprende que el número de católicos vaya descendiendo, ya que se ha conseguido que entre las autoridades y medios públicos resulte, en términos generales, “políticamente incorrecto” declararse católico.

Se dice esto, porque resulta prácticamente desconocido para los españoles la casi segura autenticidad del Titulus Crucis, del titulus damnationis de la Cruz en que murió Jesucristo, que se conserva en Roma y que, según el Profesor e investigador Michael Hesseman, es: “el documento jurídico del proceso más importante de la historia”.

Como se sabe, tras la destrucción de Jerusalén y por los años 70 d. C., el emperador Adriano fundó, en el mismo lugar, una nueva ciudad, Aelia Capitolina, y en el Gólgota, exactamente en el sitio donde habían crucificado a Jesucristo y a los dos ladrones, edificó un templo para adorar a Afrodita y así erradicar el posible culto de los cristianos.

“Esta tradición se encuentra recogida en las obras de historiadores de la Iglesia reconocidos y altamente respetados como por ejemplo Gelasio, Teodoreto, Sozomenos, Rufino, Sócrates, en las cartas de Paulino de Nola, y en la “ Obitute Theodosii” de San Ambrosio de Milán, todas ellas escritas a finales del siglo lV y a lo largo del siglo V d. C. . Sozomenos, escribió su Historia de la Iglesia hacia los años 443-445 d. C. y con los historiadores de la Iglesia afirma que Adriano erigió una estatua de Afrodita sobre la colina del Gólgota. En efecto, esta estatua se encuentra con un pie triunfantemente colocado sobre la cima de la pequeña colina, según aparece en las monedas de Antonino Pío, acuñadas en Aelia Capitolina (Jerusalén) entre el 138 y 161 d. C. Además, durante las excavaciones de 1977 el prestigioso arqueólogo español Florentino Díez Fernández, O. S. A ., descubrió un hoyo para sacrificios justo enfrente del punto más alto de la colina del calvario, así como los restos de un altar pagano e indicios de que un ídolo fue adorado en la cima del Gólgota” (Línteum, LA RELIQUIA DEL TITULUS CRUCIS, Michael Hesseman, números 27-28, pp. 4 y ss.).

El año 325, y, al parecer, durante el Concilio de Nicea, el emperador Constantino, encargó al obispo Macario que excavara en los lugares que la tradición cristiana daba como seguros, por ejemplo, del emplazamiento del Gólgota, así como el de la tumba de Jesucristo.

La madre del emperador, Santa Elena, que contaba ya 80 años, se empeñó en unirse a la expedición y el mismo año 325, embarcó rumbo hacia Jerusalén, e incluso dirigió las excavaciones que exigieron la demolición del templo de Afrodita, bajo cuyos cimientos se encontraron tres cruces.

Existen tres versiones de cómo Santa Elena reconoció la cruz verdadera. Según una de ellas, su contacto resucitó a un muerto y en otra curó a una mujer gravemente enferma. Sin embargo, la que parece más cierta es la de que tanto Santa Elena como el obispo Macario reconocieron fácilmente la cruz verdadera por el Titulus que estaba en su cabecera. Ésta es la versión que testimonia san Ambrosio, que nació hacia el año 397 en Tréveris y ocupó la diócesis de Milán hasta su muerte en 397. La autoridad y objetividad de san Ambrosio, debe ser reconocida por sus cartas y discursos que se conservan y que ejercieron una influencia decisiva no sólo en su siglo. Además, esta versión de los hechos, la confirma Gelasio y los otros historiadores del Iglesia, junto con San Juan Crisóstomo que en una de sus homilías afirma que la Veracruz no fue identificada por un milagro, sino simplemente por el descubrimiento del Titulus. Por consiguiente, las otras dos versiones, aunque con cierto fundamento histórico, debieron ser manifestaciones posteriores de la piedad popular.

En todo caso, los historiadores coinciden en que Santa Elena dividió no sólo la Cruz sino también el Titulus, de forma que una parte quedó en Jerusalén y la otra la llevó a Roma -al Palacio donde residía y sobre el que se edificó la Basílica de Santa Croce in Gerusalemme-, que es exactamente la mitad derecha del Titulus como revelan la inscripción y el corte limpio de la parte izquierda. Este tíulo es el titulus damnationis, esto es, la tabla de madera que los romanos colocaban en las ejecuciones expresando la causa de la condena del ajusticiado y que en el caso de Jesús, según narran los evangelistas, se fijó (se ató, como solía hacerse en casi todas de las 12 formas de crucifixión y tipos de cruz que se conocen), en la parte superior con la inscripción: “JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS “, “en latín, griego y hebreo”. Es costumbre que en las pinturas y representaciones artísticas esta inscripción se sintetice con las siglas “I. N. R. I. “, que corresponden a las iniciales de la inscripción en latín.

La tabla de nogal que contiene el Titulus tiene un grosor de 2,6 cms. y un ancho y un largo de 14 x25 cms., con un peso de 687 gramos. Para su estudio, sobre todo, histórico, arqueológico y paleográfico, Hesseman ha contado “con la colaboración de docenas de arqueólogos, epigrafistas y orientalistas” (Juan Vicente Boo).

El mayor número de investigaciones y excavaciones sobre esta cuestión se ha realizado en Israel. Por ello, Hesseman sólo se rodeó de eminentes investigadores e investigadoras judíos, que añadían la objetividad, puesto que su religión no es la católica.

Se excluyó para datar la tablilla el método dendrocronólogico (datación por los anillos que se van formando con el crecimiento del tronco de los árboles), debido al pequeño tamaño de la madera. Igualmente, se descartó la prueba del carbono catorce, por resultar inadecuado para un objeto que ha estado sometido a tantas vicisitudes. En cambio, se propuso que en el futuro se realizara un análisis palinológico, esto es, mediante el polen que existe en la madera del Titulus.

Se llevó a cabo un estudio exhaustivo, por parte de este numeroso y acreditado equipo de investigadores y la conclusión de los mismos, la extracta Michael Hesseman con estas palabras: “Ninguno de los expertos en paleografía hebrea, griega y latina consultados encontró indicio alguno de que se tratara de una falsificación medieval o posterior. En cambio, todos ellos coinciden en datarlo en el período de tiempo comprendido entre el siglo l y comienzos del lV, aunque una mayoría de ellos se decanta por el siglo l, y ninguno de ellos lo excluye. Por lo tanto, es muy posible que el Titulus Crucis sea realmente el de la Cruz de Nuestro Señor “.

Concluyo con el título del artículo: esta autenticidad, impresiona, entre otras razones, porque, con Michael Hesserman, es: “el documento jurídico del proceso más importante de la historia”.

Francisco Ansón

Francisco Ansón Oliart

Investigador y escritor; licenciado y doctor en Derecho (Universidad Complutense de Madrid); doctor of Philosophy and Psychology (K-University, California); licenciado en Ciencias de la Información (Universidad Complutense de Madrid); doctor en Ciencias de la Comunicación (Universidad Camilo José de Cela)

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