Durante cerca de medio siglo, Manuel Giganto, lleva estudiando miles de documentos, árboles genealógicos, visitando archivos y bibliotecas… para publicar la más importante biografía de un santo leonés, titulada: En los pequeños pueblos también nacen hombres ilustres y santos: Santo Toribio Alfonso Mogrovejo y Morán, el hombre humano, hispano y cristiano para todos los tiempos. En la presentación de su libro en Villaquejida, Manuel Giganto afirmó que el linaje de Santo Toribio está emparentado con la actual familia real española y así mismo, que nuestro santo nació en Villaquejida en 1538.
Lo cierto es, sin embargo, que todos o casi todos los hagiógrafos que he consultado, localizan el nacimiento de Santo Toribio en Mayorga. A continuación, una posible explicación.
Don Jorge Alfonso de Mogrovejo, Señor de la casa de Mogrovejo, casado con Doña Violante Coco De Robles, tuvieron a don Luis Alfonso de Mogrovejo, que casó con Doña Ana Morán de Robledo, hija de Don Bernardo Morán y Nieto, natural de Mayorga de Campos y de Doña Inés de Robledo, natural de Villaquejida, y fue, precisamente, del matrimonio de Don Luis Alfonso de Modrovejo y de Doña Ana Morán de Robledo del que nació Don Toribio Alfonso de Mogrovejo, el futuro santo. “Porque, a cuenta de un craso error cometido en su bula de Canonización, algunos autores y los propios vecinos de la localidad vallisoletana aludida, Mayorga de Campos, ha pretendido hacer de esta villa la patria chica del santo. Evidentemente no es así, por lo que trataremos de explicarles el motivo de la confusión. Lo cierto es que el sábado, 16 de noviembre de 1538, nació en el pueblo leonés de Villaquejida un sano y hermoso niño, bautizado días después con el nombre de Toribio Alfonso de Mogrovejo. Era hijo de Doña Ana de Robledo, natural de Villaquejida y de Don Luis Alfonso de Mogrovejo, de Mayorga de Campos y regidor perpetuo de aquel lugar. Precisamente de ahí parte el error, pues algunos se han empeñado en al santo en el pueblo vallisoletano de su padre. Una mentira desmontada y aclarada por muchos estudiosos, destacando en este sentido la espléndida biografía redactada por D. Raimundo Rodríguez. No obstante, Mayorga reivindicó su cuna durante siglos, e incluso la casa que allí tenían los Mogrovejo se convirtió, 1737, en ermita dedicada al santo. Pero la verdad es que Santo Toribio es natural de Villaquejida, tal como prueba la partida de Bautismo que se conserva en el archivo de Simancas” (http://cosinasdeleon.com/calle-santo-toribio-de-mogrovejo/). Quizá convenga añadir, según creo recordar, que Mayorga perteneció durante algunos años al reino de León, que Santo Toribio es el Patrono de Mayorga y que Mayorga celebra en su honor unas fiestas, que merecen la pena, el mismo día, 23 de marzo, que lo hacen en Zaña o Saña (Perú) donde falleció nuestro santo.
Aunque las comunicaciones a lo largo del siglo XVl tenían muchas limitaciones, Toribio, a pesar de desarrollar su vida pastoral en Perú debió conocer algunos de los importantes sucesos que la Iglesia vivió en aquel tiempo y cuyo marco histórico llegó a su conocimiento, sobre todo, a través de las decisiones de los diferentes papas contemporáneos de su vida.
El nacimiento de Santo Toribio coincidió con el pontificado de Paulo lll, que comprendió que la política alternativa de su predecesor de buscar el apoyo bien en Francisco l, bien en nuestro emperador, desacreditaba a la Iglesia. Igualmente, comprendió que él no podía restaurar el papado y llevar adelante la reforma que la Iglesia necesitaba, por lo mucho que podían reprocharle; pero sí tuvo el valor de convocar un concilio para conseguir dicha reforma. Concilio que nadie quería y que se había retrasado, una y otra vez, con consecuencias desastrosas para la cristiandad. En efecto, el 13 de diciembre de 1945 inició en Trento sus sesiones el Concilio, que, con interrupciones, duró 18 años. De hecho, aunque no con todo el éxito que Santo Toribio quería, aplicó en su diócesis de Perú, las acertadas propuestas y modificaciones que el Concilio de Trento había establecido.
Al margen del papado, Santo Toribio vivió el esplendor de la vida religiosa y espiritual de los cristianos del siglo XVl, al punto que el propio Paulo lll, y a modo de ejemplo de esta vitalidad religiosa, aprobó numerosas Órdenes religiosas: sobre todo, la Compañía de Jesús que tanto bien ha hecho a la Iglesia y a los hombres; pero también a las ursulinas, los teatinos, barnabitas y capuchinos.
El otro suceso, decisivo para la cristiandad, del que con seguridad tuvo noticia Santo Toribio, fue el de la batalla de Lepanto. Según una tradición bastante fundamentada, el entonces Papa, san Pío V, conoció la victoria cristiana frente al Islam, mientras rezaba el rosario y antes de que dicha victoria se produjese, de modo que hizo sonar las campanas de toda Roma adelantando el resultado triunfal del enfrentamiento naval. En cualquier caso, san Pío V consideró la influencia de la Virgen en la victoria cristiana de Lepanto y difundió el rezo del rosario.
Nuestro santo no se educó como era costumbre en las personas de su condición social en colegios eclesiásticos, sino que se doctoró en cánones por la Universidad de Salamanca, donde ejerció como profesor. Sin embargo era tal la fama de sus cualidades que el emperador Felipe ll le propuso al Papa su nombramiento como Arzobispo de Lima. El Papa aceptó, pero como Toribio no era ni siquiera sacerdote, emitió una dispensa papal que permitió a Toribio recibir todas las órdenes menores, su ordenación y la consagración episcopal, de manera que en septiembre de 1580 pudo embarcar y llegar en mayo del año siguiente a su sede episcopal.
Cuando Toribio comenzó su ministerio en Lima las normas que debía observar provenían del Concilio de Trento y de la legislación civil, inspirada en el pensamiento de Francisco de Vitoria (si bien la voluntad de los reyes españoles y aquella magnífica legislación nunca llegó a cumplirse como deseaban los reyes y establecían esas normas jurídicas).
Francisco de Vitoria, de madre leonesa, nacido, quizá, el mismo año del descubrimiento de América y de la conquista de Granada, fue el creador de la ciencia del Derecho Internacional, los principios fundamentales destinados a regir la comunidad internacional, definiendo el Derecho de Gentes como:”quod naturalis ratio inter omnes gentes constituit vocatur ius Gentium” (lo que la razón natural constituye entre todas las gentes, se llama Derecho de Gentes). Rechazó los títulos que se venían sosteniendo hasta entonces sobre la licitud de la conquista del Nuevo Mundo por los españoles. Sin embargo, no consideró ilegítima la acción española en América, sino que la depuró, rechazando títulos falsos de dominio y dejando sentado el principio de la libertad e igualdad jurídica de todos los pueblos. Más aún, incluso considerando que hubiera habido deficiencias en los títulos que originariamente movieron a la conquista de aquellas tierras, los españoles no debían abandonarlas después de que se hubieran convertido tantos y tantos indios “ni sería conveniente ni lícito al príncipe abandonar por completo la administración de aquellas Provincias “. Esta conclusión fue de gran importancia histórica, porque cuando Carlos V pensaba abandonar la acción indiana por influencia del padre Las Casas, las razones del padre Victoria le movieron a no abandonarla.
El mismo mes en que llegó Toribio al Perú tomó posesión de su cargo, ya que desde hacía seis años estaba vacante. Durante esos seis años además de que las autoridades civiles se habían inmiscuido sistemáticamente en asuntos religiosos, los encomenderos cometían muchos abusos que los sacerdotes apenas tenían fuerza para evitar. Toribio se enfrentó con decisión a esta situación por lo que sufrió envilecedoras calumnias e incluso verdaderas persecuciones.
Es necesario señalar que a los problemas aludidos Toribio debió de atender otro problema: la enorme extensión de su diócesis, aproximadamente el de media Península Ibérica. No obstante, la recorrió a pie hasta tres veces. Por lo que en Lima sólo pudo residir ocho años de los veinticuatro en que estuvo como arzobispo.
La primera de las visitas duró siete años y en la tercera, que no pudo concluir porque falleció, tuvo ocasión de bautizar y confirmar a varios millares de indios y a algunos de los grandes santos de Iberoamérica: Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres (Fray Escoba), San Francisco Solano y San Juan Masías.
“Se distinguió por su celo pastoral con españoles e indios, dando ejemplo de pastor santo y sacrificado, atento al cumplimiento de todos sus deberes. La tarea no era fácil. Se encontraba con una diócesis tan grande como un reino de Europa, con una población nativa india indócil y con muchos españoles muy habituados a vivir según sus caprichos y conveniencias. Aprendió el quechua, la lengua nativa, para poder entenderse con los indios. Se mostró como un perfecto organizador de la diócesis. Reunión 13 sínodos diocesanos. Ayudó a su clero dando normas precisas para que no se convirtieran en servidores comisionados de los civiles. Visitó tres veces todo su territorio, confirmando sus fieles y consolidando la vida cristiana en todas partes. Prestó muy pacientemente atención especial a la formación de los ya bautizados que vivían como paganos. Llevado de su celo pastoral, publicó el catecismo en quechua y en castellano. Fundó colegios en los que compartían enseñanzas los hijos de los caciques y los de los españoles; levantó hospitales y escuelas de música para facilitar el aprendizaje de la doctrina cristiana, cantando” (Francisco Pérez González, Dos Mil Años de Santos, Ed. PALABRA, 2001, p. 357).
Además de Patrono de Mayorga, san Juan Pablo ll lo nombró, en 1983, Patrono del Episcopado Hispanoamericano y es también Patrono de la Arquidiócesis de Lima y de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo y quizá, con motivo de los miles y miles de kilómetros que recorrió a pie enseñando los valores que dan sentido a la vida del hombre, siempre con buen humor y cantos, es Patrono del Escultismo.
De hecho, el Concilio Plenario americano de 1900 lo denominó, totius Episcopatus americani luminare maius, (“la mayor lumbrera de todo el Episcopado americano “).
Contaba 68 años cuando cayó enfermo de gravedad, pero continuó su viaje a pie evangelizando hasta la ciudad de Zaña. Allí se cuenta que Toribio prometió un regalo al primero que le asegurara que no tenía curación. En efecto, a la persona que se lo aseguró, así como su muerte inminente, le hizo un buen regalo. Después entonó el Salmo: Laetatus sum in his quae dicta sunt mihi (Me alegro en las cosas que se me dijeron) y a continuación murió. Eran las tres y media del Jueves Santo del 23 de Marzo de 1606.
Pilar Riestra